En el interior de un invernadero, una pequeña polilla revolotea entre dos plantas de tomate. Lo que parece un simple vaivén sin sentido es, en realidad, una decisión vital: elegir dónde poner sus huevos. Pero hay algo más en juego. En una de las plantas, imperceptibles para los humanos, suenan clics ultrasónicos. Es el sonido del estrés: la planta está deshidratada. La polilla, sin verlo ni olerlo, lo percibe. Y se aleja.
Este comportamiento, observado en condiciones controladas por un equipo de investigadores en Israel, representa un avance inesperado en la comprensión de la comunicación entre organismos. Por primera vez, se ha demostrado que un animal puede modificar su comportamiento en respuesta a sonidos emitidos por una planta. El estudio, publicado en eLife como preprint revisado, documenta cómo las hembras de una especie de polilla toman decisiones de oviposición —el lugar donde depositan sus huevos— guiadas por emisiones acústicas generadas por plantas sometidas a estrés hídrico.
Cuando las plantas “hacen ruido”
Las plantas deshidratadas emiten sonidos ultrasónicos en forma de clics, resultado de procesos internos como la cavitación, un fenómeno que ocurre cuando el agua se desplaza bruscamente en los tejidos conductores debido a la falta de humedad. Aunque estos sonidos no son audibles para los humanos, se sitúan dentro del rango de audición de muchos insectos, en particular de ciertas polillas. El rango más sensible de audición de la especie estudiada —la Spodoptera littoralis— está en torno a los 38 kHz, justo donde se concentran estos clics emitidos por las plantas en dificultades.
El estudio confirma que no solo los animales son ruidosos: también las plantas pueden emitir señales acústicas relevantes para su entorno. Esto no significa que “hablen”, pero sí que generan sonidos que otros seres vivos pueden aprovechar. Los investigadores eligieron a Spodoptera littoralis, conocida como polilla egipcia del gusano del algodón, una plaga común y muy estudiada, precisamente porque tiene oídos ultrasensibles y un comportamiento de oviposición que depende fuertemente de la condición de las plantas.

El diseño experimental que lo cambió todo
Para comprobar si las polillas podían detectar y reaccionar a estos sonidos, los científicos diseñaron una serie de experimentos controlados en laboratorios y espacios insonorizados. En uno de los ensayos, colocaron polillas hembras en una arena dividida en dos secciones. En un lado se reproducían sonidos grabados de plantas deshidratadas; en el otro, silencio. No había plantas reales, solo cajas cubiertas con papel absorbente para estimular el comportamiento de puesta. El resultado fue claro: las hembras pusieron significativamente más huevos en el lado donde se oían los clics.
Este patrón se repitió incluso cuando el experimento se replicó meses después. Para descartar otras posibles explicaciones, se realizaron controles adicionales: se repitió el experimento con polillas a las que se les había inhabilitado la audición, y en ese caso, las hembras no mostraron ninguna preferencia, lo que confirmó que la elección estaba guiada por la capacidad auditiva.
En otro ensayo, más cercano a condiciones naturales, se colocaron dos plantas sanas, pero solo una iba acompañada del sonido de una planta deshidratada. Esta vez, la mayoría de las polillas eligió la planta silenciosa. El comportamiento fue coherente con lo observado en un experimento inicial en el que preferían poner huevos en plantas bien hidratadas frente a otras deshidratadas sin necesidad de sonido. “Las hembras revirtieron su preferencia hacia las plantas silenciosas al percibir el clic característico de una planta seca”, explican los autores en el artículo.

El papel específico del sonido vegetal
Uno de los hallazgos más interesantes es que las polillas no reaccionan igual a todos los sonidos ultrasónicos. En otro experimento, se colocaron machos de la misma especie en uno de los lados del recinto. Estos también emiten clics en un rango de frecuencia similar al de las plantas. Sin embargo, las hembras no mostraron preferencia alguna, indicando que pueden distinguir entre distintos tipos de clics, posiblemente por su patrón temporal: los de las plantas son más esporádicos e irregulares, mientras que los de los machos se agrupan en ráfagas.
Esto sugiere que, aunque el oído de estos insectos pueda parecer simple, son capaces de discriminar entre distintas fuentes acústicas, y usar esta información para tomar decisiones vitales. Para los científicos, este tipo de interacción plantea preguntas sobre la evolución del oído en las polillas y sobre cómo los animales pueden explotar señales que las plantas no emiten intencionadamente.

Una estrategia compleja y multimodal
Una de las sorpresas del estudio fue observar cómo la preferencia de las polillas se invertía dependiendo del contexto. Si no había plantas presentes, las hembras elegían el lado con sonido. Pero si había plantas sanas disponibles, evitaban aquellas que “sonaban” a estar bajo estrés. Esta aparente contradicción tiene una explicación plausible: cuando solo hay sonido, este puede ser interpretado como un indicio de la presencia de una planta. Pero cuando hay plantas reales, el clic revela su estado fisiológico, y las polillas lo usan como criterio adicional para afinar su elección.
Esto apunta a un comportamiento multimodal: las polillas integran señales auditivas, visuales, táctiles y olfativaspara tomar decisiones complejas. Los investigadores comprobaron, por ejemplo, que las hembras también pueden distinguir entre plantas secas y saludables a través de los compuestos volátiles que emiten, lo que refuerza esta interpretación.
¿Comunicación o coincidencia evolutiva?
El estudio plantea un debate interesante sobre si este fenómeno puede considerarse “comunicación”. Según una definición estricta, para que haya comunicación debe existir una señal emitida intencionadamente por un organismo y percibida por otro con un fin adaptativo. En este caso, los sonidos de las plantas no están diseñados para ser escuchados, sino que son una consecuencia física del estrés hídrico. Desde ese punto de vista, se trataría de un “indicio” más que de un “mensaje”.
Sin embargo, los investigadores abren la puerta a otras posibilidades. Es plausible que, en algunas especies vegetales, la emisión de clics haya sido modulada o amplificada evolutivamente para atraer aliados o disuadir enemigos. Por ejemplo, si los clics atrajeran insectos beneficiosos que devoran plagas, podría haber habido presión evolutiva para que esa señal fuera más perceptible. Por ahora, esto es solo una hipótesis, pero abre un campo de investigación completamente nuevo.
Un universo acústico aún por explorar
El descubrimiento de que los insectos pueden usar sonidos emitidos por plantas para tomar decisiones tiene implicaciones importantes para la ecología, la agricultura y la biología sensorial. Podría ayudar a desarrollar estrategias para controlar plagas sin pesticidas, usando emisiones acústicas que simulen plantas poco atractivas. También invita a repensar el papel del sonido en la comunicación entre organismos que hasta ahora se creían silenciosos.
Como señalan los autores, “este hallazgo sugiere la existencia de un tercer tipo de señal acústica utilizada por las polillas, además de los ecos de murciélagos y los clics de cortejo”. En otras palabras, el paisaje sonoro del mundo natural es mucho más rico y complejo de lo que se había imaginado hasta ahora.
Referencias
- Rya Seltzer, Guy Zer Eshel, Omer Yinon, Ahmed Afani, Ofri Eitan, Sabina Matveev, Galina Levedev, Michael Davidovitz, Tal Ben Tov, Gayl Sharabi, Yuval Shapira, Neta Shvil, Ireen Atallah, Sahar Hadad, Dana Ment, Lilach Hadany, Yossi Yovel. Female Moths Incorporate Plant Acoustic Emissions into Their Oviposition Decision-Making Process. eLife. https://doi.org/10.7554/eLife.104700.1.