Aunque la masonería se instituye de manera formal a principios del siglo XVIII, cuando consigna a través de unos reglamentos escritos sus normas básicas hunde sus raíces en las corporaciones de trabajadores o constructores de la Antigua Roma.
En la Antigüedad, la construcción en piedra era más una excepción que una norma y tener el conocimiento para elevar templos, pirámides, palacios, puentes o incluso acueductos era una ventaja social que los constructores romanos aprovecharon de una manera muy eficiente. Los collegia romanos tenían diferente consideración en función del tipo de ciudadano que auspiciaban. Podemos definirlos como una institución a medio camino entre un colegio profesional y una asociación estatal.
Disponían de sus propias normas, dentro de la ley, y de sus ritos específicos. Los collegia fabrorum eran una especie de colegio de arquitectos de la época, pero infinitamente más complejo. Hay que acercarse al concepto sin los rígidos esquemas de hoy en día, sabiendo que todo tipo de ciudadano relacionado con la construcción era susceptible de ser aceptado en ellos. El origen de esta corporación se pierde y solo a través de fuentes indirectas podemos acercarnos a conocer la fecha de su nacimiento y su composición.
De esta forma, los collegia afirmaban su origen en el mítico rey romano Numa Pompilio, sucesor de Rómulo, que reinó desde el año 713 a.C. hasta el 673 a.C. Parece normal que se identifique al legendario regente con su creador, pues se le atribuye la creación de las principales instituciones religiosas y es el mismo Plutarco quien asegura que fundó las primeras corporaciones de artesanos.
Esta idea les hacía depender del Estado, y de esta forma el poder central podía delegar en ellos ciertas funciones. Auspiciadas por este, no tenían menos de 100 miembros en las pequeñas urbes y podían controlar, ordenar y organizar el medio en el que ubicaban sus gremios. Según Cicerón, los colegios de arquitectos estaban en la cúspide de la pirámide de esta “organización delegada”.

Collegia Fabrorum en el imperio romano: una red de influencia extendida
Las obras de estos colegios se hallan por todo el Imperio e introducen conceptos arquitectónicos nuevos como el arco y la bóveda. Sabemos que se reunían en lugares específicos que denominaban schola y, al igual que su fundador, rendían culto al dios Jano (representado con dos caras, pues mira al pasado y al futuro). Se trata del dios de los comienzos, de las transiciones, un dios auténticamente romano, sin una divinidad griega equivalente.
Estos collegia también tenían entre sus costumbres la celebración de los solsticios en verano y en invierno, momentos relacionados con la luz solar: el de verano, con el mayor número de horas de sol, y el de invierno, como la lucha del sol contra la oscuridad hasta el día de menos horas de luz, a partir del cual el Sol invicto gana la batalla contra la oscuridad y comienzan los días a recuperar la luz.
Esta mezcla entre creencias religiosas, profanas o no, y conocimiento técnico hizo de ellos lugares muy atractivos a los que se quería pertenecer, mientras que, por otra parte, los emperadores de Oriente y Occidente, Arcadio y Honorio, llegaron a amonestar a los collegia por sus creencias paganas, con lo que empezaron a poner la lupa sobre ellos.
No obstante, disponían de ciertas ventajas, sobre todo tras la intervención del Estado, que pronto quiso controlarlos. Así tenían dispensa del servicio militar y de las funciones municipales e incluso llegaron a tener exenciones en impuestos y otras cargas. En el Código Teodosiano se llega a decir: “Ordenamos que los que practican las artes enumeradas en lista adjunta, sea cual sea la ciudad que habitan, estén exentos de todos los servicios públicos, a condición de que dediquen su tiempo a aprender sus oficios.”
La conexión de Collegia Fabrorum con la masonería: vínculos históricos revelados
¿Por qué los masones hablan de los collegia como su origen? Las logias masónicas medievales, aquellas que eran constructoras de catedrales, y las corporaciones romanas tenían ciertos paralelismos muy interesantes:
- Contaban con ritos de entrada al oficio.
- Invocaban a la luz en los solsticios. m Se enterraban con el símbolo de su oficio.
- La manera de transmitir el conocimiento era sobre todo verbal y por grados de profesionalización.

- Cada colegio tenía que estar presidido por un maestro (magister) y dos decuriones (una suerte de adjuntos que en la masonería moderna se denominan vigilantes).
- Ejercían la caridad y la ayuda fraternal entre sus miembros (sobre todo el apoyo a las viudas).
El declive de los 'Collegia': un vistazo a su desaparición en la historia romana
Aunque la llegada del cristianismo a Roma supuso un gran florecimiento en cuanto a la construcción de templos, las costumbres y los ritos paganos fueron perseguidos. Con las invasiones bárbaras, en el Imperio de Occidente desaparecieron por completo, y en el Imperio de Oriente, aunque la estructura orgánica permaneció, todo la ‘magia’ que los envolvía desapareció.
No está probada la continuidad histórica de estos colegios romanos con las logias de constructores medievales, pero los arquitectos y constructores romanos llevaron su oficio a un nivel de perfección técnica que pocos igualaron hasta la llegada del Gótico. Vitruvio es un ejemplo.