La tecnología es un factor clave para todas las naciones. La historia de la humanidad podría contarse a través de sus avances tecnológicos, desde el primer uso de una piedra en manos de homínidos a los dispositivos actuales con conexión a internet y la revolucionaria inteligencia artificial. Todavía adquiere mayor relevancia en la guerra, donde una tecnología más avanzada que la del enemigo podría resultar una ventaja definitiva para hacerse con la victoria. Esta importancia se palpaba en la carrera tecnológica desplegada por los países que participaron en la Segunda Guerra Mundial, en la que la ciencia y avances de Alemania fueron una amenaza temible para los Aliados. Y no hablamos de tecnología militar únicamente, ni la carrera cesó con el final de la guerra:
“Cuando las fuerzas estadounidenses, británicas, francesas y soviéticas ocuparon Alemania, orquestaron el programa de transferencia de tecnología a mayor escala de la historia, dirigido a casi todos los campos de la tecnología industrial y la ciencia académica. Una multitud de investigadores reclutados en la industria, las ramas militares y las agencias de inteligencia recorrieron las fábricas y las instituciones de investigación alemanas. Incautaron o copiaron todo tipo de documentos, desde solicitudes de patentes hasta datos de producción de fábricas o revistas científicas. Interrogaron, contrataron e incluso secuestraron a cientos de científicos, ingenieros y técnicos. Estudiaron tecnologías que iban desde la aeronáutica a las cintas de audio, de la fabricación de juguetes a las fresadoras, de los productos químicos a los equipos de carpintería. Se apoderaron de bibliotecas académicas, compitieron celosamente por los químicos y conspiraron para impedir el acceso a los frutos de la invención alemana a cualquier otra nación, incluidos los países aliados”.
Así explica este vibrante contexto Douglas M. O’Reagan en el libro La tecnología arrebatada a los nazis, editado por Pinolia, donde cuenta la explotación aliada de la ciencia alemana tras la Segunda Guerra Mundial. Durante el transcurso de la guerra, cada país desplegó los recursos de sus respectivas agencias de inteligencia para descubrir los avances tecnológicos y científicos de los nazis. En cuanto acabó el enfrentamiento armado, las operaciones pasaron al saqueo, transferencia y estudio minucioso de todo cuanto una potencia como Alemania había logrado en el ámbito científico y tecnológico. Derrotados los nazis, la tecnología pasó a jugar otro papel en el nuevo orden mundial que habría de constituirse tras la mayor guerra vivida por la humanidad, un proceso por la hegemonía mundial con dos bloques enfrentados en la conocida como Guerra Fría.

‘La tecnología arrebatada a los nazis’ por Douglas M. O’Reagan
El empeño por adquirir conocimientos valiosos es lo que articula el contenido de la obra de O’Reagan, cuya lectura recomendamos para saber todos los pormenores ligados a esta coyuntura. Un libro que relata “una historia comparativa de los esfuerzos estadounidenses, francesas, británicos y soviéticos por transferir la ciencia y la tecnología alemanas a sus propias industrias, centros de investigación académica y arsenales militares durante la ocupación de Alemania tras la Segunda Guerra Mundial”.
El procedimiento requirió de planes más complejos de lo que cabría pensar a priori. Por ejemplo, todos los países tuvieron que plantearse una duda vital en el asunto: “¿qué es absolutamente necesario para transferir tecnología en cualquier caso? ¿Basta con copiar documentos?”. No tardaron en llegar a la misma conclusión: no, la base teórica no era suficiente, se necesitaba el “saber hacer”. Es decir, los Aliados tuvieron que acoger a científicos y técnicos alemanas, ya fuera con contratos o por la fuerza, con el consiguiente debate moral y político que suponía mantener a científicos nazis operativos en vez de sentenciados por sus crímenes de guerra. En el caso de Estados Unidos, esta tarea se llevó a cabo con la Operación Paperclip:
“El científico más destacado de este tipo en la vida real fue Wernher von Braun, uno de los principales diseñadores de los cohetes V-2 (el primer misil autopropulsado de largo alcance) y, posteriormente, un importante jefe de equipo en el programa espacial estadounidense. Von Braun se convirtió en un influyente divulgador de la ciencia entre el público, e incluso se asoció con Walt Disney para producir películas de «entretenimiento educativo» sobre la exploración espacial en la década de 1950. Ha sido una de las fuentes de inspiración de famosos científicos de ficción, desde el protagonista de Dr. Strangelove hasta el villano de la película de 2014 Capitán América: El soldado de invierno”.
Este es sólo un ejemplo de un libro que pasa por diversos campos como son la historia de la ciencia y la tecnología, de la diplomática, la historia del espionaje, la inteligencia y, en definitiva, de las consecuencias políticas y diplomáticas de las ideas culturales sobre la tecnología y la sociedad. La tecnología arrebatada a los nazis, editado por Pinolia, es una obra que, si bien resultará de interés para especialistas en el tema, está dirigida al público general, pues “los detalles importan, pero, en una historia complicada y fascinante como esta, es mucho más importante que todo el mundo tenga la oportunidad de ver el bosque y no que cada persona contemple detenidamente cada árbol”.

La tecnología arrebatada a los nazis
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Sobre Douglas M. O’Reagan
Es doctor en Historia por la Universidad de California, escritor, programador y consultor económico. Su trabajo se desarrolla en torno a la historia de la ciencia y la tecnología, el espionaje y la inteligencia, la diplomacia y la historia empresarial, sobre todo en el contexto de la Guerra Fría.