“La vida se abre camino”, advirtió el doctor Ian Malcolm acerca de los peligros de abrir un “Parque Jurásico”. Se podría completar la frase: la vida se abre camino y a su paso va dejando un pestazo insoportable.

Seguimos sin conocer cuál fue el origen de las plantas con flores, pero está claro que en pocos millones de años se extendieron por todo el mundo con una enorme y exitosa diversidad. Aquella época debió ser una revolución aromática en el planeta Tierra y, más aún, pudo compensar los olores de los animales dominantes del momento: los dinosaurios.
El fétido aliento de un T. rex, o las montañas de excrementos que dejarían los gigantes titanosaurios debieron dejar un rastro de olores poco agradables para los humanos de hoy día en un mundo que era mucho más cálido que el actual, en el que no había hielo en los polos y los bosques crecían incluso en la Antártida.
Caca de dinosaurio fosilizada
Desgraciadamente, en la actualidad no tenemos la tecnología suficiente ni estamos en la situación científica de saber cómo olía el mundo de los dinosaurios con exactitud. Pero podemos acercarnos al asunto a través de comparaciones y con el análisis de lo que sí conocemos a partir de sus fósiles. Y tenemos muchos y variados tipos de fósiles para complementar la información sobre los animales del Mesozoico. Los fósiles más famosos son los esqueletos de grandes y feroces dinosaurios como el de Sue, el espécimen de Tyrannosaurus rex del Museo Field de Historia Natural de Chicago. Pero los científicos tienen acceso a otros fósiles que, de acuerdo, son menos llamativos para exhibirlos en un museo. Nos referimos a los coprolitos, es decir, mierda fosilizada, en el caso que nos ocupa: excrementos de dinosaurios.

Estas heces fosilizadas serán menos atractivas para el gran público, pero sumamente valiosas para conocer aspectos de especies extinguidas que no podemos conocer en el estudio de los huesos y dientes, que es lo que normalmente queda preservado en los fósiles. Mary Anning y William Buckland fueron pioneros en el descubrimiento y estudio de coprolitos, con los que se pueden averiguar qué comían los dinosaurios, y así saber qué especies de plantas y animales habitaban en el contexto del fósil, así como detectar enfermedades que padecieran y, en base a los componentes del coprolito, también algunos de los olores que podía haber en la zona.
Es posible que alguna vez hayas percibido el olor a excrementos de vaca, de elefante en alguna reserva y otros herbívoros actuales de gran tamaño. Teniendo en cuenta que los elefantes rondan las cinco toneladas de peso y comen 300 kilos de plantas al día, “es difícil entonces imaginar los desechos de un animal que también comía plantas pero pasaba setenta toneladas”, como era el caso de los animales terrestres más grandes que han caminado sobre la Tierra.

Aliento de carne podrida
A parte de no faltar abono para la vegetación del momento, podemos detenernos en cómo debían oler los dinosaurios depredadores como T. rex o Carnotaurus. Desconocemos si tenían algún procedimiento para limpiarse sus afiladas y potentes dentaduras, pero después de unos días de haber devorado a una presa, seguramente se les quedaban trozos de piel y carne pudriéndose entre los dientes. Así que la boca abierta de un dinosaurio carnívoro debía soltar el mismo hedor que al abrir la puerta de una carnicería que llevara semanas abandonada y nadie hubiese recogido la vitrina.
Federico Kukso es un periodista científico que publicó en 2021 “Odorama: historia cultural del olor”. En una entrevista concedida al diario “La Nación”, le preguntaron a qué olían los dinosaurios:
“Olían a excremento, a animal, como una vaca”.
En 2001, el Museo de Historia Natural de Londres quiso reproducir el olor del tiranosaurio rex y su ambiente. Pero se dieron cuenta de que el olor a carne podrida y sangre de animal podía suponer un hedor insoportable para los visitantes, así que se conformaron con olores que imitaran el entorno de hace unos 65 millones de años. El aroma (la peste más bien) con el que rociaron el escenario de la exposición llevaba una combinación de orina de jaguar, salsa de calderas, ciervo salvaje, aceite lubricante, basura, cañería de desagüe, pescado ahumado y ozono.
Ahora no apetece tanto visitar un “Parque Jurásico”.
Referencias:
- Hudson, A. 2004. How would a T-rex's breath really smell? chron.com.
- Kukso, F. 2021. Odorama: historia cultural del olor. Taurus.