Descubren en ‘El beso’ de Gustav Klimt un símbolo oculto desde 1908: el detalle pasó desapercibido durante más de un siglo

Un nuevo estudio sugiere que Klimt ocultó en 'El beso' un simbolismo médico revolucionario para su época: los glóbulos rojos.
Científicos analizan 'El beso' de Klimt y descubren algo que cambia cómo lo entendemos
Científicos analizan 'El beso' de Klimt y descubren algo que cambia cómo lo entendemos. Fuente: Wikimedia / Christian Pérez

En las galerías del palacio Belvedere de Viena, miles de visitantes se detienen cada año frente a El beso, la obra más icónica de Gustav Klimt. En apariencia, la escena parece un canto al amor absoluto: una pareja envuelta en oro, fundida en un abrazo eterno. Pero tras el brillo del pan de oro y la sensualidad de las formas se esconde una simbología mucho más profunda, en la que la ciencia médica de principios del siglo XX tiene un papel inesperado y crucial.

Un grupo de investigadores coreanos ha ofrecido recientemente una nueva mirada sobre esta pintura, descifrando la que podría ser una de las claves más intrigantes del simbolismo de Klimt: los círculos rojos que adornan el vestido de la mujer podrían ser más que simples motivos decorativos. De hecho, su forma, disposición y color sugieren un modelo muy concreto: los glóbulos rojos humanos. Bajo esta premisa, El beso deja de ser solo una representación del deseo para convertirse también en una reflexión sobre la vida, la fertilidad y el poder de la biología.

Lo que revelan los misteriosos círculos rojos de Klimt entre arte y medicina
Lo que revelan los misteriosos círculos rojos de Klimt entre arte y medicina. Fuente: Wikimedia / Christian Pérez

El artista que pintaba con células

Para comprender cómo se entrelazan arte y medicina en la obra de Klimt, es necesario remontarse al ambiente intelectual de la Viena fin-de-siècle. A comienzos del siglo XX, la capital del Imperio Austrohúngaro era un hervidero de ideas científicas, psicológicas y artísticas. Mientras Freud publicaba sus primeras teorías sobre el inconsciente, figuras como Emil Zuckerkandl —anatomista y divulgador apasionado— compartían con artistas los secretos del cuerpo humano a través de imágenes microscópicas proyectadas en salones.

Klimt no solo conocía a Zuckerkandl, sino que asistía con frecuencia a sus presentaciones, en las que las estructuras celulares eran reveladas como verdaderas joyas visuales. Estas imágenes científicas, ampliadas mediante linternas mágicas, se convirtieron en fuente de inspiración directa para el pintor, que encontró en las formas celulares un lenguaje propio para hablar de pulsiones vitales. En este contexto, no sorprende que elementos de histología —la ciencia que estudia los tejidos al microscopio— hayan acabado infiltrándose en el imaginario visual del artista.

Imágenes de glóbulos rojos en El beso de Klimt, comparadas con fuentes científicas contemporáneas y actuales
Imágenes de glóbulos rojos en El beso de Klimt, comparadas con fuentes científicas contemporáneas y actuales. Fuente: Hyunmi Park et al., Journal of Korean Medical Science (2024)

El corazón y el ciclo de la vida

En El beso, hay dos zonas donde destacan unos círculos rojos, de contorno nítido y centro más claro: sobre el pecho de la mujer, y entre sus rodillas. Según los investigadores, estas zonas tienen un claro paralelismo con las representaciones médicas de los glóbulos rojos de la época, tal como aparecen en tratados de anatomía y enciclopedias que Klimt pudo consultar —de hecho, se sabe que poseía una edición ilustrada del Meyers Konversations-Lexikon, que incluía láminas detalladas de células sanguíneas y que fue originalmente publicada en 1839.

Pero más allá de su parecido visual, la ubicación de estos motivos sugiere una intención simbólica. En el pecho, evocan el corazón, el centro vital del cuerpo y el símbolo universal del amor. La forma en que el brazo de la mujer lo rodea incluso recuerda a la silueta clásica del corazón anatómico. Por otro lado, los círculos entre sus piernas podrían representar la menstruación, el ciclo fértil femenino, y con ello, el potencial generador de la vida.

Klimt habría tejido así una narrativa visual que va del amor a la fertilidad, del corazón al útero, de la pasión al origen mismo de la existencia. No es casualidad que este vínculo entre sexualidad y biología aparezca en otras obras del artista, como Esperanza I o Las tres edades de la mujer, donde el cuerpo femenino se convierte en un territorio de transformación constante.

Para comprobar la importancia de estos elementos, los investigadores realizaron un experimento singular: crearon una versión digital de El beso en la que eliminaron los círculos rojos del vestido. Luego, presentaron ambas imágenes —la original y la modificada— a 300 personas durante una feria de arte en Corea del Sur, pidiéndoles que describieran sus sensaciones frente a cada una.

Los resultados fueron sorprendentes. La versión original fue descrita con palabras como “vitalidad”, “esplendor” o “amor joven”, mientras que la modificada evocó sensaciones de monotonía, frialdad y falta de vida. El simple acto de borrar los glóbulos rojos simbólicos bastaba para apagar el aura emocional de la pintura. La conclusión era clara: esos pequeños círculos no eran detalles sin importancia, sino el núcleo emocional y simbólico de toda la obra.

La versión modificada de la obra elimina dos elementos cruciales: por un lado, los círculos rojos situados sobre el pecho de la mujer, interpretados como una representación simbólica del corazón; por otro, los que aparecen cerca de sus rodillas, considerados una alusión a la menstruación y a la fertilidad femenina
La versión modificada de la obra elimina dos elementos cruciales: por un lado, los círculos rojos situados sobre el pecho de la mujer, interpretados como una representación simbólica del corazón; por otro, los que aparecen cerca de sus rodillas, considerados una alusión a la menstruación y a la fertilidad femenina. Fuente: Hyunmi Park et al., Journal of Korean Medical Science (2024)

Del arte decorativo a la anatomía emocional

Este descubrimiento refuerza una idea que ya defendían algunos historiadores del arte: que Klimt no era solo un esteta interesado en lo decorativo, sino un creador profundamente atento al conocimiento de su época. Su “periodo dorado”, caracterizado por el uso exuberante del oro y los patrones bizantinos, es también el momento en el que más intensamente se volcó en representar el cuerpo como un lugar de conflicto, transformación y trascendencia.

Los glóbulos rojos, vistos al microscopio y transformados en arte, se convierten así en vehículos de expresión emocional. El rojo, color asociado a la sangre, al deseo, pero también a la vida, adquiere una función psicológica. La ciencia moderna ha demostrado que los colores saturados como el rojo pueden elevar la excitación emocional y transmitir sensaciones de vigor y presencia. Klimt, sin saberlo, estaba aplicando intuitivamente estos principios desde una sensibilidad profundamente moderna.

En pleno siglo XXI, el redescubrimiento de estos elementos en la obra de Klimt es un recordatorio de cómo arte y ciencia pueden dialogar de forma inesperada. Los mismos glóbulos rojos que permiten el transporte de oxígeno en nuestro cuerpo, han servido también como portadores de significado en una de las obras más románticas del arte occidental. Lejos de reducir el arte a una lectura científica, esta interpretación enriquece la pintura con nuevas capas de sentido.

El beso sigue siendo una obra abierta, enigmática, cargada de erotismo y espiritualidad. Pero ahora sabemos que en ese abrazo inmortal también late una anatomía simbólica, una coreografía de células y emociones que, bajo el oro y la ternura, nos recuerda que el arte también puede ser un espejo de la vida biológica, del pulso invisible que nos sostiene.

Referencias

  • Hyunmi Park et al, Medico-Artistic Analysis of Red Blood Cells in Gustav Klimt's 'The Kiss', Journal of Korean Medical Science (2024). DOI: 10.3346/jkms.2025.40.e19

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