Los libros de historia suelen retratar al emperador romano Calígula como un tirano lunático, un hombre más cercano a la caricatura de un monstruo que a un gobernante racional. Se le atribuyen decisiones absurdas como nombrar cónsul a su caballo y ordenar ejecuciones por mero capricho. Sin embargo, un reciente estudio académico ha abierto una puerta inesperada: Calígula no solo conocía la medicina antigua, sino que posiblemente dominaba sus principios terapéuticos con una profundidad que ha pasado desapercibida durante siglos.
La investigación, publicada por los historiadores Trevor S. Luke y Andrew J. Koh, explora un episodio documentado por Suetonio, en el que Calígula ordena la ejecución de un senador enfermo que estaba en tratamiento con eléboro en la ciudad griega de Antikyra. Lejos de ser una muestra de sadismo sin sentido, esta acción habría estado cargada de referencias médicas muy precisas, propias de alguien familiarizado con los tratados farmacológicos de su época. Como afirman los autores, el comentario de Calígula sobre el eléboro no es una frase cualquiera, sino que se alinea con la terminología y criterios terapéuticos romanos: “era necesaria una sangría para quien el eléboro no había beneficiado en tanto tiempo”.
El poder curativo (y político) del eléboro
En el mundo grecorromano, el eléboro era mucho más que una planta. Era conocido por sus propiedades purgantes y su uso como remedio frente a enfermedades como la melancolía, la epilepsia y ciertos trastornos mentales. Antikyra, una pequeña ciudad griega junto al golfo de Corinto, se convirtió en un lugar de peregrinación médica por sus tratamientos especializados con esta planta. Su fama era tal que incluso circulaba el dicho: “A Antikyra contigo”, dirigido a quienes se consideraba mentalmente alterados .
Lo interesante es que Antikyra no destacaba por la cantidad ni por la pureza del eléboro, sino por su método de preparación. Allí se combinaba esta planta con otra llamada sesamoides, que ayudaba a contrarrestar su toxicidad. El resultado era una poción de efecto controlado, lo bastante segura como para ser administrada a personas con epilepsia u otras condiciones neurológicas. Esta mezcla era conocida como el kykeon antikirense, y llegó a tener tanto prestigio que su nombre se convirtió en sinónimo de tratamiento mental eficaz en todo el Imperio.

Un emperador con dolencias y conocimientos médicos
Según los autores del estudio, Calígula no solo estaba al tanto de las propiedades del eléboro, sino que su interés en la medicina podría haber sido personal. Se sabe que en su infancia padeció epilepsia, una enfermedad tratada precisamente con preparados de eléboro. Más adelante sufrió de insomnio severo y pesadillas frecuentes, síntomas que también estaban en el radar terapéutico de esta planta, aunque no fueran su indicación principal .
Además, se sospecha que la muerte de su padre, Germanicus, por presunto envenenamiento, marcó profundamente a Calígula. Esta experiencia familiar habría impulsado un interés por los venenos, antídotos y remedios naturales, tanto para protegerse como para aprender a manejar el poder mediante el conocimiento médico. Como señalan los investigadores, este contexto de miedo pudo haber sido un catalizador para que el joven emperador se instruyera en farmacología, no por curiosidad, sino por necesidad.

¿Qué tipo de eléboro usaban en la Antigüedad? Una planta, muchas identidades
En la actualidad, cuando se habla de “eléboro”, se suele pensar en una planta concreta. Pero en la Antigüedad, el término no era tan preciso. Para los griegos y romanos, “eléboro” podía referirse a distintas especies, algunas muy diferentes entre sí, pero con efectos similares sobre el cuerpo: purgantes, sedantes o tóxicos.
Los autores del estudio explican que, según los tratados antiguos y la comparación con manuscritos ilustrados como el Vienna Dioscorides, las especies más probables asociadas con el eléboro histórico son varias. Entre ellas, destaca Helleborus cyclophyllus, que es la única especie que aún crece en Grecia y se relaciona con el llamado eléboro negro. Otra candidata es Veratrum album, posiblemente el eléboro blanco, aunque en realidad no pertenece al mismo género. También se menciona Helleborus niger, aunque su presencia natural no llega tan al sur.
De forma especialmente curiosa, una ilustración del siglo VI identificada como eléboro negro se asemeja más a una planta hoy clasificada como Helleborus vesicarius, originaria de Cilicia (actual Turquía), que al eléboro griego moderno. Esto sugiere que las clasificaciones botánicas antiguas no seguían criterios estrictamente morfológicos, sino que se guiaban por efectos medicinales y analogías funcionales.
Además, en los tratamientos de Antikyra se combinaba el eléboro con otra planta llamada sesamoides, que ayudaba a reducir su toxicidad. Esta mezcla era lo que realmente le daba fama al remedio local. No era tanto la planta en sí, sino su preparación, lo que marcaba la diferencia.
La frase que revela más de lo que parece
La escena clave de esta historia es recogida por Suetonio y ocurre cuando un senador enfermo solicita una extensión de su baja médica en Antikyra. Calígula rechaza la petición y ordena su muerte con una sentencia lapidaria: “era necesaria una sangría para quien el eléboro no había beneficiado en tanto tiempo”. A primera vista, parece un comentario cruel o irónico. Pero al analizarlo en detalle, los investigadores descubren que el lenguaje del emperador se alinea con las recomendaciones terapéuticas del tratado De Medicina de Celso, donde se sugiere precisamente el uso de sangrías como alternativa al eléboro cuando este falla .
Este hallazgo da un vuelco a la interpretación tradicional. La frase ya no suena solo a sarcasmo imperial, sino que puede entenderse como una observación informada. Implica que Calígula sabía cuánto tiempo se esperaba que el eléboro surtiera efecto, y qué otro método terapéutico podía aplicarse si fracasaba. En otras palabras, el emperador se estaba expresando como un conocedor de la medicina contemporánea. Esto encaja con la imagen que ofrece Philo de Alejandría, un crítico de Calígula, quien escribió que el emperador tenía “conocimientos prácticos extensos, incluyendo medicina”, y que había “corrompido el arte curativo de Apolo con fines personales”, una crítica que, paradójicamente, confirma su familiaridad con esta disciplina.
No un pionero, pero sí un conocedor
Es importante no exagerar. El artículo no presenta a Calígula como un pionero médico ni como un innovador en el campo de la salud. Su figura sigue siendo la de un emperador complejo y polémico. Pero los indicios reunidos por Luke y Koh permiten matizar la narrativa. Calígula no era simplemente un lunático que ordenaba muertes por capricho, sino alguien que manejaba ciertos conceptos médicos de forma consciente, y que podía articular observaciones clínicas dentro de su discurso político y personal.
Este uso del lenguaje terapéutico con fines administrativos —como justificar la ejecución de un funcionario ausente por razones médicas— demuestra que la medicina y el poder estaban profundamente entrelazados en la Roma imperial. En este contexto, un emperador que domina los principios farmacológicos tenía una herramienta más para ejercer su autoridad. Y ese conocimiento, mal interpretado o deliberadamente distorsionado por los cronistas hostiles, pudo haber reforzado su imagen de monstruo o de “emperador veneno”.

Antikyra y el turismo médico en Roma
La historia del senador ejecutado también arroja luz sobre un fenómeno menos conocido del mundo romano: el turismo médico. Antikyra era uno de varios destinos a los que los ciudadanos ricos del imperio acudían en busca de tratamientos especializados. Se trataba de una práctica común entre las élites, similar a lo que hoy ocurre con las personas que viajan a otras regiones del mundo para operarse o recibir terapias alternativas. El caso del senador muestra que la medicina no solo era una práctica médica, sino también social, económica y política .
El estudio destaca que esta ciudad no contaba con grandes cantidades de eléboro, sino con el prestigio de sus mezclas y su reputación como centro terapéutico. Al estilo de lo que sería siglos más tarde una clínica de prestigio, Antikyra se consolidó como un nodo dentro de una red de salud transmediterránea, conectando saberes griegos, prácticas locales y pacientes romanos en busca de alivio.
¿Un emperador enfermo o un gobernante estratégico?
Uno de los aportes más significativos de este trabajo es el modo en que obliga a repensar la figura de Calígula. No como alguien redimido, pero sí como una figura más compleja de lo que ha querido pintarse. Como explican los autores, muchas de las acusaciones que circularon contra él, como su obsesión por los venenos o su interés en abortivos, forman parte de un patrón retórico frecuente en la historiografía romana: el emperador impopular es retratado como moralmente depravado y médicamente peligroso .
A la luz de este nuevo análisis, es posible que parte de esas acusaciones escondan una base real de conocimiento técnico y práctica médica. El interés de Calígula por la farmacología, lejos de ser solo un síntoma de paranoia, puede entenderse como una herramienta estratégica de supervivencia en un entorno político plagado de conspiraciones, envenenamientos y traiciones.
Referencias
- Trevor S. Luke, Andrew J. Koh. Antikyran hellebore in the time of Caligula. Proceedings of the European Academy of Sciences and Arts, 2025; 4:56. DOI: 10.4081/peasa.2025.56.