Este es el verdadero origen de la bandera de España: la historia olvidada del diseño de la rojigualda

Una serie de ciscunstancias sociopolíticas convirtieron a la rojigualda en la bandera de España, pero ¿sabías que tiene un origen naval?
Bandera y barco
Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto - Barcos y bandera española

Hoy quizás resulte difícil imaginar a España sin su bandera rojigualda, pero, como muchos elementos con valor simbólico, surgió de un contexto puramente circunstancial. El diseño de la actual bandera nacional española se remonta a una decisión técnica y administrativa tomada en el siglo XVIII por orden de Carlos III. Bastante alejada de las narrativas mitificadas que tienden a buscar en la bandera una esencia eterna de la patria, su origen es mucho más pragmático de lo que se podría pensar. Su génesis, de hecho, comienza en alta mar.

Una cuestión de visibilidad en el mar

Durante buena parte del siglo XVIII, la mayor parte de las monarquías europeas usaban enseñas blancas en sus navíos y buques de guerra, por lo general, con los escudos reales superpuestos. El problema de esto era evidente: la similitud entre las banderas blancas provocaba frecuentes confusiones en el mar, lo que resultaba de especial gravedad en tiempos de guerra, cuando resultaba vital identificar de inmediato la nacionalidad de las embarcaciones.

Consciente de este problema, Carlos III promulgó en 1785 una orden para cambiar el pabellón de la Marina de Guerra española. Confió el encargo a su ministro de Marina, Antonio Valdés y Fernández Bazán, quien seleccionó personalmente doce diseños entre los que el rey debía escoger uno. Carlos III eligió el diseño con franjas horizontales (roja-amarilla-roja), donde la amarilla era el doble de ancha que las rojas. Esta elección marcaría el nacimiento de lo que hoy es la bandera nacional de España.

Carlos III
Carlos III. Imagen recortada. Fuente: Wikimedia

Un emblema naval antes que nacional

Es fundamental subrayar que la bandera rojigualda nació como una insignia naval y no como un símbolo de la nación. Desde 1785 hasta bien entrado el siglo XIX, su uso estuvo restringido a los buques de guerra, mientras que la población civil y otras instituciones continuaron empleando una gran variedad de banderas, muchas de ellas blancas, con diferentes escudos o emblemas. Incluso en tierra firme, los castillos y fortalezas solían emplear banderas blancas con escudos reales, sin que existiera una norma de uso única. De hecho, no fue la única que ha tenido el país a largo de su historia.

No sería hasta el siglo XIX, con la consolidación de los estados-nación y el auge del nacionalismo, cuando la rojigualda comenzaría a adquirir su carácter simbólico como representación del conjunto del país. En este proceso, el contexto político, marcado por las guerras y revoluciones que afectaron a España a lo largo de la centuria, fue clave.

Recreación. Fuente: Midjourney/Erica Couto

La oficialización como bandera nacional

Durante el reinado de Isabel II, la rojigualda se fue abriendo paso de manera progresiva en el ámbito civil. En 1843, un decreto estableció que la usaría el Ejército de Tierra, que hasta entonces había utilizado una gran variedad de enseñas. Este paso fue decisivo para extender la rojigualda más allá del ámbito naval.

Sin embargo, no fue hasta la Constitución de 1931, durante la Segunda República, cuando la bandera tricolor (roja, amarilla y morada) sustituyó oficialmente a la rojigualda, en un intento de romper con los símbolos de la monarquía borbónica. Esta etapa, aunque breve, demuestra, una vez más, que la elección de los colores de una bandera responde a la voluntad política cambiante de los pueblos.

Tras la Guerra Civil, la dictadura franquista restauró la bandera rojigualda en 1938. Desde entonces, se ha mantenido como enseña nacional, con distintas variantes en el escudo. La actual configuración de la bandera, que luce el escudo aprobado por ley en 1981, se ratificó durante la transición democrática y permanece como símbolo del Estado desde entonces.

Barco de vela
Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Colores sin “esencia” nacional

Uno de los elementos más importantes que destaca el estudio titulado Los colores de la patria, de Javier Moreno Luzón y Xosé M. Núñez Seixas, es que los colores de la bandera española no poseen ningún tipo de matriz simbólica antigua o identitaria. A diferencia de lo que ocurre con algunas otras naciones, el rojo y el amarillo no derivan de antiguos estandartes patrios, por ejemplo, ni representan simbólicamente la sangre de los mártires o el sol del país, como a veces se pretende en discursos de corte nacionalista.

Por el contrario, la elección del rojo y el amarillo respondió a una intención funcional. Estos colores aseguraban una buena visibilidad en el mar, lo que a su vez, permitía identificar con claridad los navíos españoles. Solo más tarde, y en gran medida por la reiteración de su uso oficial, estos colores comenzaron a adquirir un carácter identitario y emocional para parte de la ciudadanía.

Un símbolo moldeado por el tiempo

Como ocurre con todos los símbolos nacionales, la bandera rojigualda adquirió, con el tiempo, una serie de significados que, en principio, no estaban presentes en su nacimiento. Su vinculación con los Borbones, su uso durante la Guerra de Independencia, la Restauración y la dictadura franquista, así como su posterior adopción constitucional en la democracia, fueron dotándola de distintas capas de sentido.

De hecho, la bandera se transformó, progresivamente, en una herramienta de cohesión nacional, un elemento de especial utilidad en los momentos de crisis o conflicto interno. No obstante, su historia demuestra que la nación no preexiste al símbolo, sino que es este el que se construye y reconstruye según las necesidades y los contextos políticos de cada momento.

Barcos de vela
Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Una historia menos épica, pero más reveladora

La bandera rojigualda, por tanto, no nació en un campo de batalla, ni fue diseñada para encarnar una supuesta alma eterna de España. Su origen fue de naturaleza técnica y funcional: una decisión pragmática tomada por un monarca ilustrado para resolver un problema logístico.

Los símbolos nacionales no son esencias inmutables, sino construcciones históricas moldeadas por las circunstancias, los intereses y las decisiones políticas. Comprender el verdadero origen de la bandera española permite desmitificar ciertas visiones esencialistas y acercarse a una comprensión más matizada, crítica y fundamentada de lo que representan los emblemas de cada nación.

Referencias

  • Luzón, Javier Moreno y Xosé M. Núñez Seixas. Los colores de la patria: símbolos nacionales en la España contemporánea. Tecnos, 2017.

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