El término “pagano” evoca de inmediato la idea de religiones antiguas, politeístas y alejadas del cristianismo. Sin embargo, la etimología de este vocablo dista mucho de lo que solemos imaginar. La palabra, en sus orígenes, no se vinculaba a lo religioso, ni siquiera se aplicaba a una comunidad espiritual concreta. Al contrario, surgió en el seno del latín clásico con un sentido mucho más cotidiano: se refería a las personas que habitaban en las zonas rurales. A lo largo de los siglos, pasó de significar “habitante del campo” o “civil” a convertirse en una etiqueta cargada de connotaciones despectivas. Su evolución constituye un ejemplo perfecto de cómo el lenguaje se transforma a lo largo del tiempo para reflejar tanto las nuevas jerarquías sociales como las disputas ideológicas.
El origen etimológico: de los campos al lenguaje militar
En el latín clásico, existía la palabra pagus, que hacía referencia a una “región rural delimitada” o un “distrito en el campo”. De este término derivó paganus, empleado para designar, simplemente, a la persona que habitaba esas zonas, es decir, al campesino o aldeano. La palabra llevaba aparejados matices de rusticidad y sencillez, asociados con quienes vivían alejados de la ciudad y de la vida urbana.
Sin embargo, paganus no solo se aplicaba en un sentido geográfico. En la jerga militar romana, pasó a significar “civil” o “persona que no pertenece al ejército”, en oposición a quienes ejercían de soldados. En este contexto, la palabra expresaba la diferencia entre aquellos que luchaban como milites y los que permanecían fuera de la disciplina castrense. Por tanto, antes de convertirse en un término religioso, “pagano” oscilaba entre dos mundos: el campo y la vida civil en oposición a la urbe y la milicia.

La transformación cristiana del término
La conversión del término en un concepto religioso tuvo lugar entre los siglos III y IV d. C., cuando el cristianismo se expandió con rapidez en el Imperio romano. Los primeros cristianos comenzaron a usar “pagano” para referirse a quienes no formaban parte de su comunidad de fe. Esta transformación se apoyaba en dos sentidos previos de la palabra.
Por un lado, el campesino se percibía como aquel que se aferraba a las viejas costumbres religiosas de los antepasados, conservadas con más fuerza en las áreas rurales que en las ciudades. Por otro lado, el uso militar del término en el sentido de “civil” se ajustaba a la visión de los cristianos como “soldados de Cristo”. El pagano, por tanto, aludía a la persona que quedaba fuera de esa milicia espiritual.
Ambos matices confluían en un mismo punto: los “paganos” eran quienes permanecían al margen de la fe cristiana, ya fuera por tradición, inercia o resistencia. La palabra adquiría, así, un marcado tono de oposición y exclusión. Ser “pagano” equivalía a no haber abrazado la nueva religión que reclamaba para sí el lugar de verdad universal.

La consolidación de su sentido religioso
Durante el siglo IV, la palabra “pagano” se convirtió en una categoría habitual en los escritos cristianos. Aunque el cambio no fue inmediato, se intensificó a medida que el cristianismo dejaba de ser una religión perseguida y comenzaba a ocupar posiciones de poder en el Imperio romano. Escritores como Tertuliano empleaban todavía paganus en su sentido militar original, pero muy pronto la palabra se cargó de resonancias espirituales.
Un momento clave se produjo con san Agustín a comienzos del siglo V. En su célebre obra La ciudad de Dios contra los paganos, el obispo de Hipona contraponía la comunidad celestial de los cristianos con la ciudad terrenal de los hombres, habitada por quienes adoraban a los antiguos dioses. En su retórica, los paganos representaban un orden viejo y destinado a desaparecer frente al avance de la verdad cristiana. De este modo, el término adquirió un valor no solo descriptivo, sino también polémico y teológico que marcaba una frontera clara entre el interior y el exterior de la comunidad de fe.

El paganismo como una categoría global
Con el paso de los siglos, el uso de “pagano” se fue extendiendo a todos aquellos que practicaban religiones no cristianas. Lo que, en un principio, era una palabra de aplicación local y limitada acabó por convertirse en una etiqueta genérica que englobaba al conjunto de las tradiciones religiosas no monoteístas. Así, los politeístas griegos y romanos, los pueblos germánicos y las comunidades de África o de Asia podían englobarse bajo la misma categoría de “paganismo”.
Sin embargo, este uso tenía un fuerte componente ideológico. “Paganismo” no era una autodefinición de quienes practicaban esas religiones, sino una construcción impuesta desde fuera, elaborada desde la óptica cristiana. La palabra servía para unificar realidades muy diversas bajo la idea de un supuesto error común: la adoración de dioses falsos, en oposición al Dios verdadero.
Durante la Edad Media, este carácter negativo se consolidó. El paganismo no se concebía como una religión legítima, sino como superstición, idolatría o ignorancia. La oposición entre fe cristiana y paganismo estructuró buena parte del discurso eclesiástico y justificó tanto las campañas de conversión como las persecuciones.

La reinterpretación moderna del paganismo
Durante siglos, “pagano” se utilizó como sinónimo de marginalidad religiosa, prácticas ilícitas o atraso cultural. El término, que surgió como un título impuesto para diferenciar y excluir, resultó eficaz para condenar a todos los grupos fuera del cristianismo.
Sin embargo, en época reciente se produjo un cambio de tornas al respecto. Desde el siglo XIX y, con más fuerza, en el XX, diversos movimientos espirituales comenzaron a reivindicar el paganismo como una herencia legítima. El llamado neopaganismo, por ejemplo, recuperó el término con un sentido positivo, buscando conectarse con las antiguas tradiciones politeístas o con formas de espiritualidad vinculadas a la naturaleza. En este contexto, “pagano” dejó de ser un insulto para transformarse en un emblema cultural y religioso. Así, lo que nació como una designación despectiva se ha transformado en un símbolo de resistencia y afirmación identitaria.
Referencias
- Davies, Owen. 2011. Paganism: A Very Short Introduction. OUP Oxford.