Un hallazgo excepcional en el suroeste de Francia ha sacado a la luz el taller de joyería con conchas marinas más antiguo conocido en Europa. En el yacimiento de La Roche-à-Pierrot (Saint-Césaire, Charente-Maritime), un equipo internacional encabezado por François Bachellerie y Brad Gravina ha documentado por primera vez la asociación directa entre cuentas de concha, pigmentos minerales y herramientas líticas del complejo cultural Châtelperroniense, una de las primeras industrias del Paleolítico superior occidental.
Este taller, que se ha fechado entre 48.400 y 41.600 años antes del presente, cambia la visión tradicional sobre las capacidades simbólicas de las poblaciones humanas que habitaron Europa hace más de 40.000 años. Según los autores, la fabricación local de abalorios marinos en Saint-Césaire demuestra una sofisticada conciencia estética y social hasta ahora poco documentada en el occidente europeo.

Un contexto de transición: entre Neandertales y Homo sapiens
El periodo comprendido entre 55.000 y 42.000 años atrás fue testigo de profundos cambios bioculturales en Eurasia. Durante milenios, los últimos grupos neandertales coexistieron con los Homo sapiens hasta que, finalmente, fueron reemplazados por ellos. Los nuevos datos obtenidos de las excavaciones muestran que esta sustitución fue compleja, gradual y culturalmente diversa.
En este contexto se inscribe el Châtelperroniense, una fase tecnológica del Paleolítico Medio que, caracterizada por la presencia de cuchillos y puntas retocadas, ocupa un lugar central en el debate sobre la autoría de las primeras manifestaciones simbólicas en Europa. Aunque tradicionalmente se ha atribuido el Châtelperroniense a los neandertales, muchos especialistas —entre ellos los autores del estudio— sugieren que esta fase representa una de las primeras industrias genuinas del Paleolítico superior, ligada, quizás, a las expansiones iniciales de Homo sapiens en la región.
La Roche-à-Pierrot se presenta como un lugar emblemático en esta discusión. Allí, en 1979, se hallaron los restos parciales de un individuo neandertal asociados a herramientas arcaicas del Châtelperroniense, lo que abrió el debate sobre la identidad de los artesanos de este horizonte cultural. Las nuevas excavaciones que se han realizado desde 2013 han permitido reexaminar con técnicas modernas la estratigrafía, un trabajo que ha revelado una nueva ocupación vinculada a la producción de ornamentos.

El nivel SU 18-19: el surgimiento de la joyería prehistórica
Las recientes excavaciones han identificado una unidad estratigráfica —SU 18-19— en la que se concentran materiales líticos típicamente châtelperronienses, restos faunísticos, pigmentos minerales y, sobre todo, cuentas de concha manufacturadas in situ.
El conjunto lítico contiene 1.466 piezas, de las cuales un pequeño porcentaje, integrado por hojas y puntas retocadas, núcleos bidireccionales y fragmentos de producción laminar, corresponde de forma inequívoca al Châtelperroniense. La fauna está dominada por renos y bóvidos, seguidos por caballos, rinocerontes y mamuts, todos ellos indicativos de un ambiente frío de estepa. Entre los restos, además, destaca un canino de zorro con marcas de corte.
Sin embargo, lo verdaderamente singular del nivel SU 18-19 es la presencia de más de treinta conchas marinas del género Littorina obtusata, acompañadas por algunos ejemplares de Dentalium, Pecten y Trivia. Muchas de estas conchas se perforaron intencionalmente en la última espira; otras, se mostraban en un estado fragmentario como resultado del proceso de manufactura y solo una de ellas presentaba señales de uso prolongado. Esta combinación indica, según los autores, que la mayor parte de las piezas se elaboró en el propio yacimiento, en una zona que funcionó como pequeño taller de producción de abalorios.

Conchas atlánticas a 130 kilómetros del mar
Según han podido confirmar los investigadores, las conchas provienen del Atlántico. El océano se situaba a unos 130 kilómetros de Saint-Césaire durante el Pleistoceno medio, cuando el nivel del mar se encontraba más bajo que hoy. Los análisis geoquímicos y las dataciones radiocarbónicas confirman que los moluscos vivieron en un período notablemente anterior —en torno a 55.000 años atrás— respecto al momento de la recolección. Este dato sugiere que los artesanos obtuvieron los fósiles marinos de depósitos costeros antiguos.
Este detalle parece indicar que los habitantes de Saint-Césaire poseían un conocimiento geográfico amplio que les permitía acceder a materiales lejanos mediante redes de contacto o desplazamientos planificados. El transporte de conchas fósiles, su perforación y posterior uso como colgantes apuntan a una dimensión simbólica y social que trasciende la mera ornamentación.
Por otro lado, este mismo nivel arqueológico contiene 96 restos de pigmentos minerales. Destacan, sobre todo, la hematita y la goethita, procedentes de afloramientos situados a más de 40 kilómetros del yacimiento. Algunos de esos restos presentan fracturas de percusión y señales de trabajo humano, lo que refuerza la idea de que, en el yacimiento, se realizaron actividades artesanales vinculadas a la coloración de materiales y la ornamentación personal.

Un taller en tres actos
Los investigadores han establecido un proceso de ocupación del yacimiento en tres fases. En la primera de ellas, un grupo de tradición musteriense, probablemente neandertal, utilizó el área para procesar grandes animales, como bisontes y bóvidos. Tras un periodo de inactividad, una segunda ocupación breve durante el châtelperroniense convirtió el lugar en un espacio técnico dedicado al mantenimiento de herramientas y a la producción de abalorios y pigmentos. Por último, en la tercera fase los depósitos fueron cubiertos por materiales que, arrastrados desde la ladera superior, se mezclaron con elementos más antiguos.

El significado cultural del hallazgo
Hasta ahora, los ornamentos châtelperronienses conocidos en Europa, como los dientes perforados de la Grotte du Renne o de Roc de Combe, se elaboraban, sobre todo, con materias primas de animales terrestres. La aparición de conchas marinas en Saint-Césaire representa una innovación simbólica inédita en el occidente europeo, que amplía la diversidad material y la complejidad social de estos grupos.
El uso de conchas de origen atlántico, distintas de las mediterráneas empleadas en el Uluzziense de Italia y Grecia, demuestra una adaptación regional de prácticas ornamentales compartidas a gran escala. Según los autores del estudio, esta convergencia revela que las redes simbólicas, basadas en la identidad y la comunicación visual, ya estaban plenamente desarrolladas en los albores del Paleolítico superior.
Si los artesanos de Saint-Césaire fuesen Homo sapiens, las conchas atestiguarían su rápida expansión cultural hacia el oeste europeo. Si, por el contrario, perteneciesen aún a las comunidades neandertales, el hallazgo implicaría una sorprendente capacidad de innovación y de intercambio simbólico con grupos modernos. En cualquiera de los dos escenarios, el hallazgo prueba que la ornamentación personal —y, por tanto, la representación del yo— ya formaba parte del repertorio cultural europeo hace, al menos, 45.000 años.
Referencias
- Bachellerie, F., B. Gravina, S. Rigaud, L. Dayet, M. Thomas et al. 2025. "Châtelperronian cultural diversity at its western limits: Shell beads and pigments from La Roche-à-Pierrot, Saint-Césaire". Proceedings of the National Academy of Sciences, 122.39: e2508014122. DOI: https://doi.org/10.1073/pnas.2508014122