Los celtas eran pueblos que habitaban el Occidente de Europa en la Antigüedad, desde Irlanda y Galicia hasta la lejana Galacia, en la actual Turquía, y desde Escocia hasta el norte de Italia y gran parte de la península ibérica. Por ello son una de las raíces étnicas y culturales de Europa, cuyas tradiciones han conservado ritos y leyendas e incluso topónimos como el de Céltigos de algunos lugares de Galicia.
Origen y expansión de los celtas
Los celtas son tan populares que se utilizan como marketing de muy diversos productos, como tabaco, leche, clubes deportivos y grupos musicales. Este interés arranca de la «celtomanía» romántica de los siglos xviii y xix. Sin embargo, «celta» es un concepto complejo, pues incluye lengua, cultura material —como viviendas, trajes, instrumentos y armas—, economía y sociedad, estructura política, religión y arte, reflejado en su iconografía y en su imaginativa literatura. Estos elementos ofrecen diferencias regionales y cambios a lo largo del tiempo en un largo proceso de etnogénesis, por lo que su estudio exige aunar datos arqueológicos, lingüísticos y antropológicos.
Los celtas: Desde Irlanda y Galicia hasta Turquía
La arqueología del siglo XIX identificó como celtas las culturas centroeuropeas de Hallstatt y de La Tène por la semejanza de las necrópolis de Europa Central con las del Valle del Po, atribuidas a las invasiones celtas narradas por los autores clásicos, lo que llevó a considerar que los celtas procedían de Europa Central. Este hecho creó confusión, pues los celtas de Hispania, documentados por la lingüística y los autores griegos y romanos, son de cultura distinta de las de Hallstatt y La Tène, lo que exigía explicar su origen de otra manera. Ello se ha logrado en estos años con la genética y el ADN, que han aclarado el origen y antigüedad de los celtas y su relación con otros pueblos indoeuropeos.
Griegos y romanos denominaban Keltoi, Celtae o Galatae a pueblos bárbaros que habitaban en el Occidente de Europa y que, en su expansión durante los siglos V al III a. C., invadieron Italia y Grecia y llegaron a Turquía. Los focenses fueron los primeros griegos en contacto con ellos en Hispania, pues ya aparecen noticias del siglo vi a. C. en la Ora maritima de Avieno (I, 185 s., 485 s.) y en el siglo v a. C. Herodoto (II, 33; IV,49), el «padre de la Historia», señala que vivían donde nace el Danubio y más allá de las Columnas de Heracles. También ofrecen noticias de ellos Éforo, Jenofonte, Platón, Aristóteles, Polibio, Posidonios, César, Estrabón, Diodoro de Sicilia, Tito Livio, Trogo Pompeio, Plinio el Viejo, Tácito, Avieno y otros autores.
De dónde eran los celtas: Un recorrido por su territorio
«Celta» es un concepto étnico, como lo entendían griegos y romanos, buenos conocedores de pueblos, que los identificaban por su lengua, su cultura y sus costumbres. Este hecho exige comprender que una etnia es un sistema social conformado por la cultura material y la tecnología, la lengua, las características genéticas y las formas de vida, la organización social y la religión, conjunto de elementos que diferencian unos pueblos de otros. Los celtas conformaron su personalidad en un largo proceso de evolución en las extensas zonas que habitaron. Su lengua, costumbres e ideas tenían un origen común, que los diferenciaba de otros pueblos, pero con variaciones de unos lugares a otros, ya que ningún pueblo es homogéneo, cerrado y estable, como creían los nacionalistas del siglo xix por razones políticas.
Aunque los arqueólogos desde el siglo XIX pensaban que los celtas procedían de Europa Central, ya vivían en Irlanda y en la península ibérica en la Edad del Bronce, por lo que su origen remonta a la Cultura Campaniforme del III milenio a. C. La clave es conocer el proceso formativo de los celtas para saber cuándo se separaron del tronco indoeuropeo, información que han aclarado recientes estudios genéticos y lingüísticos. Es un problema complejo, pues frente a las antiguas ideas de «invasión» intervienen factores demográficos, sociales e ideológicos.
Cultura y etnicidad celta
Pero, ¿qué era exactamente ser celta?¿Qué les diferenciaba de otros pueblos y qué unía a esta gran tribu que vivía a lo largo de diversos territorios?

Lengua, economía y arte: Los fundamentos de la cultura celta
La lengua celta es uno de los pilares fundamentales de su identidad cultural. Los celtas hablaban una serie de dialectos que, aunque variaban entre las diferentes tribus, compartían un núcleo común. Esta lengua se ha preservado en las tradiciones orales y literarias de Irlanda y otras regiones, proporcionando una rica fuente de información sobre sus creencias, mitos y costumbres. La literatura celta, transmitida por bardos y poetas, es un testimonio de su habilidad para narrar historias épicas y mitológicas.
La economía celta se basaba principalmente en la agricultura y la ganadería, actividades que les permitieron establecer sociedades autosuficientes y prósperas. Los celtas eran expertos en el uso de la tierra, desarrollando técnicas agrícolas avanzadas para maximizar la producción. Además, la metalurgia desempeñó un papel crucial en su economía, con la producción de herramientas y armas de hierro que mejoraron su capacidad para cultivar la tierra y defender sus territorios.
El arte celta es conocido por su estilo distintivo y su atención al detalle. Desde joyas finamente elaboradas hasta intrincados diseños en metal y cerámica, el arte celta refleja una profunda conexión con la naturaleza y un alto grado de habilidad técnica. Los motivos geométricos y los patrones curvilíneos son característicos de su arte, y se pueden encontrar en una variedad de objetos, desde armas hasta artículos de uso cotidiano. Este arte no solo era estético, sino que también tenía un profundo significado simbólico, relacionado con sus creencias religiosas y mitológicas.
Religión y mitología: El papel de los druidas
La religión celta era una parte integral de su vida cotidiana, y los druidas desempeñaban un papel central en su sociedad. Como sacerdotes, maestros y consejeros, los druidas eran los guardianes del conocimiento religioso y científico. Su influencia se extendía más allá de lo espiritual, ya que también eran responsables de la educación y la justicia dentro de las comunidades celtas. Los druidas eran respetados por su sabiduría y su capacidad para comunicarse con el mundo espiritual.
La mitología celta está llena de dioses y héroes que reflejan las creencias y valores de su sociedad. Los mitos celtas a menudo se centraban en temas de guerra, amor y naturaleza, y se transmitían de generación en generación a través de la tradición oral. Estas historias no solo entretenían, sino que también enseñaban lecciones morales y proporcionaban un sentido de identidad y continuidad cultural. La mitología celta sigue siendo una fuente de inspiración para escritores y artistas en todo el mundo.
Los rituales religiosos celtas eran variados y a menudo se llevaban a cabo en lugares naturales, como bosques sagrados y ríos. Estos rituales incluían sacrificios, ofrendas y ceremonias que marcaban eventos importantes en el ciclo de la vida y la naturaleza. La religión celta no era dogmática, sino que se adaptaba a las necesidades y circunstancias de cada tribu, lo que permitía una gran diversidad de prácticas y creencias dentro del mundo celta.

El sistema guerrero y las estructuras sociales complejas
La sociedad celta estaba organizada en torno a un sistema guerrero que valoraba el coraje y la habilidad en la batalla. Los guerreros celtas eran conocidos por su ferocidad y destreza, y su estatus social a menudo dependía de su éxito en el campo de batalla. Las armas, como espadas y lanzas, no solo eran herramientas de guerra, sino también símbolos de poder y prestigio. Los banquetes y las competiciones marciales eran eventos importantes en la vida celta, donde los guerreros demostraban su valor y se ganaban el respeto de sus pares.
Las estructuras sociales celtas eran complejas y jerárquicas, con reyes y jefes que gobernaban sobre tribus y clanes. Estos líderes eran responsables de la administración de justicia, la organización de la defensa y la gestión de los recursos. La sociedad celta valoraba la lealtad y el honor, y las alianzas entre tribus se sellaban a menudo mediante matrimonios y pactos de hospitalidad. La cooperación y la cohesión social eran esenciales para la supervivencia y el éxito en un entorno a menudo hostil.
La vida cotidiana en la sociedad celta estaba marcada por una serie de roles y responsabilidades bien definidos. Las mujeres celtas, aunque a menudo relegadas a roles domésticos, también podían ocupar posiciones de poder e influencia, especialmente en el ámbito religioso. La producción artesanal y la agricultura eran actividades clave en la economía celta, y el comercio con otras culturas mediterráneas y europeas enriquecía su vida material y cultural. Esta interacción con otras culturas permitió a los celtas adoptar nuevas ideas y tecnologías, al tiempo que mantenían su identidad única.
Divisiones y evolución de los pueblos celtas
En Europa, la expansión de los pueblos indoeuropeos ha conformado su historia hasta la actualidad. Los análisis de ADN indican que los pastores guerreros indoeuropeos de la Cultura de Yamna o de los kurganes —desarrollada en las estepas de Ucrania a partir del 4500 a. C.—, portaban los haplogrupos R1a y R1b del cromosoma Y, que constituyen la base genética de la población europea. El haplogrupo R1a, extendido por Europa Oriental, corresponde a los pueblos balto-eslavos y daco-tracios, mientras que el R1b se extendió por Europa Nórdica a través de la Cultura de la Cerámica de Cuerdas, y de ella pasó a la Cultura Campaniforme de Europa Occidental.
Celtas Continentales: De Francia a Bohemia
Los celtas continentales, extendidos desde Francia hasta Bohemia, desarrollan durante la Edad del Bronce, en el II milenio a. C., la Cultura de los Túmulos, por enterrarse en cámaras cubiertas por estructuras tumulares. Le sucede la Cultura de los Campos de Urnas (1300-800 a. C.) —en la que se generaliza el rito de cremación del cadáver—, que se extendió desde Hungría y los Balcanes hasta el sur de Francia y el norte de Italia, donde fue el origen de los leponcios y ligures, y llegó al noreste de la península ibérica, gentes de las que proceden los celtíberos.
Hacia 800 a. C., influjos traco-escitas de las estepas y la adopción del hierro caracterizan la Cultura de Hallstatt (800-450 a. C.). Esta se extendió desde Bohemia hasta el este de Francia, con jefes aristocráticos ecuestres que en el siglo vi a. C. —por influjos del Mediterráneo—, dan lugar a pequeños reinos, cuyos reyes se enterraban en grandes túmulos, hasta que tuvo lugar una crisis generalizada en la que caen las monarquías de Grecia, Roma, Etruria y Tartessos, que desapareció de la Historia.
La influencia de las culturas de Hallstatt y La Tène
De esta crisis surge la Cultura de La Tène (450-50 a. C.), caracterizada por su estructura clientelar guerrera y el uso generalizado del hierro en armas e instrumentos, semejantes a los utilizados hasta la mecanización del campo, con amplio desarrollo del artesanado en carpintería, cerámica, cueros, bronce, vidrio, etc. La Tène representa la última fase de la cultura celta que corresponde a los galos históricos hasta desaparecer con la romanización. A fines del siglo V a. C., la presión demográfica propició importantes movimientos migratorios, conocidos como «invasiones celtas», que saquearon Roma el 387 a. C. y Grecia el 279 a. C., tras lo que se asentaron en la Galacia y en el norte de Italia, que pasó a ser la Galia Cisalpia, con tumbas y ajuares semejantes a los de Europa Central.
En el siglo II a. C. decrecen las migraciones y se desarrollan la población, la agricultura, el artesanado y el comercio con el Mediterráneo. Este desarrollo facilitó la aparición de núcleos urbanos, denominados oppida, desde los Cárpatos hasta el Atlántico. Eran poblaciones fortificadas de hasta 600 ha, de urbanismo irregular con casas con sus huertos, que constituían el centro económico, comercial, administrativo y de producción artesanal de cada tribu, con su propia moneda y sus santuarios y dioses. Estos son los celtas conocidos por el sabio Poseidonios (c. 135 a. C.- 51 a. C.) y Julio César en su Guerra de las Galias (58-51 a. C.), tras la que los celtas continentales desaparecen absorbidos por la romanización.

Celtas Atlánticos: los goidélicos y su dedicación al pastoreo
Frente a los celtas continentales, los celtas atlánticos incluyen a los goidélicos de Irlanda y a los britones en Gran Bretaña, que pasaron a Bretaña a la caída del Imperio romano, cuyas lenguas aún perduran. Con ellos se podrían relacionar los «proto-celtas» de la península ibérica de época campaniforme, probablemente relacionados con los Lusitanos, aunque estos parecen derivar de una arcaica rama celto-itálica cuya llegada es todavía difícil explicar.
Los celtas atlánticos eran de cultura predominantemente pastoril y desarrollaron contactos marítimos hasta el I milenio a. C., con intercambios de objetos de oro y bronce, que en ocasiones depositaban ritualmente. Su carácter guerrero lo evidencian armas de bronce y objetos de banquete para pactos de hospitalidad que facilitaban las relaciones en aquella sociedad. Los textos irlandeses narran cómo formaban pequeños reinos dedicados a la ganadería y a raziar a sus vecinos. Irlanda, cristianizada en el siglo v por san Patricio, desarrolló un rico arte derivado del de La Tène y una imaginativa literatura épica y mítica, hasta que la isla fue conquistada por los vikingos a partir del siglo IX d. C.
También tenían grandes santuarios astronómicos en las islas británicas desde época megalítica, como el de Stonehenge, que servían para fijar el calendario y que evidencian los conocimientos astronómicos de los druidas celtas, admirados por los historiadores griegos y romanos, y una imaginativa literatura de la que proceden los libros de caballería.
Los Celtas y Roma
Las relaciones entre romanos y celtas no eran precisamente pacíficas. A pesar de ello, la impronta que dejaron mutuamente en sus respectivas culturas fue clave en el avance de la civilización.
Enemigos de Roma: La conquista del 387 a.C.
Los celtas fueron el mayor enemigo de Roma en toda su historia y el único pueblo que llegó a conquistarla en el 387 a. C. Pero tras la conquista de Hispania y del norte de Italia, seguida de la de las Galias por César, los celtas continentales se romanizan y desaparecen de la historia. Tras la conquista de Inglaterra por Claudio el 43 d. C., la cultura celta solo se mantuvo en Escocia e Irlanda hasta la llegada de los vikingos en el siglo IX d. C.
La relación entre los celtas y Roma fue compleja y se desarrolló a lo largo de varios siglos. Mientras que los celtas eran vistos como bárbaros por los romanos, también eran respetados por su valentía y destreza en la batalla. Las interacciones entre ambos pueblos no se limitaron a los conflictos armados, sino que también incluyeron el comercio y el intercambio cultural. Los romanos adoptaron y adaptaron varios elementos de la cultura celta, como ciertas prácticas religiosas y estilos artísticos.
A pesar de su reputación como guerreros indomables, los celtas también buscaban alianzas y acuerdos con Roma cuando era conveniente. Estas alianzas a menudo se sellaban mediante matrimonios y pactos de hospitalidad, que facilitaban el comercio y la cooperación en tiempos de paz. Sin embargo, la expansión romana en Europa eventualmente llevó a la conquista y asimilación de muchas tribus celtas, marcando el comienzo de la romanización de sus territorios.

Romanización y desaparición de los celtas continentales
La romanización de los celtas continentales fue un proceso gradual que transformó profundamente sus sociedades y culturas. A medida que Roma expandía su influencia en Europa, muchas tribus celtas fueron incorporadas al imperio, adoptando la lengua, las leyes y las costumbres romanas. Este proceso de asimilación fue facilitado por la creación de ciudades y la construcción de infraestructuras, como carreteras y acueductos, que conectaban las regiones celtas con el resto del imperio.
La adopción de la cultura romana no significó el fin inmediato de la identidad celta, sino más bien una transformación de sus prácticas y creencias. Muchos celtas adoptaron el latín como lengua y comenzaron a practicar el cristianismo, integrándose en la estructura social y política del imperio. Sin embargo, con el tiempo, las tradiciones y lenguas celtas fueron disminuyendo, y la identidad celta se diluyó en la cultura romana dominante.
A pesar de la desaparición de los celtas continentales como entidad política y cultural independiente, su legado perduró en la cultura europea. Elementos de la religión, el arte y la literatura celtas se incorporaron a la cultura romana y, posteriormente, a la medieval. La influencia celta es aún visible en muchas regiones de Europa, donde las tradiciones y mitos celtas continúan siendo celebrados y estudiados.
Impacto cultural y legado de los celtas
Los celtas han dejado fama de terribles guerreros, pero también un atractivo arte, de gran personalidad por su belleza abstracta, como atraen su religión y la sabiduría de los druidas. Su literatura, creada y transmitida oralmente por sus bardos, ha dado origen a todas las literaturas de Europa Occidental, incluidas las españolas, del mismo modo que mitos y ritos celtas se han conservado en el folklore y en leyendas de Irlanda, Escocia, Gales, Bretaña, pero también de muchas regiones de Francia y España, desde Galicia a las tierras de la antigua Celtiberia, por lo que los celtas, a veces considerados un pueblo bárbaro y mal conocido, constituyen una de las principales raíces étnicas y culturales de Europa.
Arte, religión y mitología en la cultura europea
El legado artístico de los celtas ha dejado una marca indeleble en la cultura europea. Su arte, caracterizado por diseños intrincados y motivos geométricos, ha influido en diversas corrientes artísticas a lo largo de los siglos. Desde joyas y armas hasta monumentos arquitectónicos, la estética celta se ha mantenido viva en el arte medieval y renacentista, y continúa inspirando a artistas contemporáneos.
La religión celta, con su profundo respeto por la naturaleza y sus complejos sistemas de creencias, ha tenido un impacto duradero en la espiritualidad europea. Los druidas, como figuras centrales en la religión celta, eran vistos como sabios y guías espirituales, y su legado perdura en la literatura y el folklore europeo. La mitología celta, rica en historias de dioses, héroes y seres sobrenaturales, ha influido en la literatura y el arte de Europa Occidental, proporcionando una fuente inagotable de inspiración para escritores y artistas.
El legado celta también se refleja en las festividades y tradiciones populares de Europa. Muchas celebraciones modernas tienen sus raíces en rituales celtas, como el Samhain, que ha evolucionado hasta convertirse en Halloween. Estas tradiciones no solo mantienen viva la memoria de los celtas, sino que también enriquecen la cultura contemporánea con un sentido de continuidad y conexión con el pasado.
La "celtomanía" del siglo XVIII y XIX
Durante los siglos XVIII y XIX, Europa experimentó un resurgimiento del interés por la cultura celta, conocido como "celtomanía". Este movimiento fue impulsado por el romanticismo, que valoraba lo antiguo y lo exótico, y veía en los celtas una fuente de inspiración para la literatura, el arte y la política. La celtomanía se manifestó en la revalorización de las tradiciones celtas, la creación de sociedades culturales y la promoción de la lengua y la literatura celta.
La celtomanía también tuvo un impacto significativo en el nacionalismo cultural de regiones como Irlanda, Escocia, Bretaña y Galicia. Estas regiones, que buscaban afirmar su identidad y autonomía frente a las potencias dominantes, encontraron en el legado celta una fuente de orgullo y cohesión cultural. La celtomanía contribuyó a la preservación y revitalización de las lenguas celtas, así como al renacimiento de las artes y las tradiciones populares.
Sin embargo, la celtomanía no estuvo exenta de controversias. Algunos críticos argumentaron que el movimiento idealizaba y distorsionaba la cultura celta, creando mitos y estereotipos que no reflejaban la realidad histórica. A pesar de estas críticas, la celtomanía dejó un legado duradero en la percepción cultural de los celtas, consolidando su lugar en la historia y la identidad europea.
Visiones clásicas y modernas de los celtas
Las visiones clásicas de los celtas, transmitidas por historiadores griegos y romanos, los describen como pueblos bárbaros y guerreros, pero también como poseedores de una rica cultura y tradiciones. Estas descripciones, aunque a menudo sesgadas por la perspectiva de los conquistadores, han proporcionado una base para el estudio y la comprensión de los celtas en la historiografía moderna.
La visión greco-romana de pueblo bárbaro pasó a los humanistas del Renacimiento y de la Ilustración y a los estudios del Romanticismo. En 1582, George Buchanan defendía, en su Rerum Scoticarum Historia, que Britones y Escotos descendían de los Galos y en 1707, Eduard Lhuyd, en su Archaeologia Britannica, consideró a los celtas descendientes de Jafet, un hijo de Noé, por lo que habrían sido los primeros pobladores de Europa y los constructores de los megalitos. El creciente interés que suscitaban dio lugar a una «celtomanía» popular y atractiva, cultivada por visiones románticas y nacionalistas en Irlanda, Escocia, Bretaña y Galicia, en parte aún vigentes, con reacciones contrarias que llegaron a negar la existencia de los celtas, un pueblo tan real como los griegos, romanos o germanos, como confirman los recientes estudios arqueológicos, lingüísticos y genético
Avances en la investigación sobre los celtas
Las más recientes investigaciones genéticas y antropólogas arrojan más luz sobre esta curiosa cultura que tantos legados ha dejado en el mundo atlántico y más allá.
Genética y ADN: Nuevas teorías sobre su origen
El estudio genético ha revolucionado nuestra comprensión del origen y la expansión de los celtas. Los análisis de ADN han revelado que los celtas tienen raíces profundas en la Cultura Campaniforme del III milenio a.C., lo que sugiere un origen más antiguo y diverso de lo que se pensaba. Estos estudios han demostrado que los celtas compartían haplogrupos comunes con otros pueblos indoeuropeos, lo que indica una conexión genética y cultural más amplia en Europa.
Los avances en la genética han permitido reconstruir las migraciones y expansiones de los celtas a lo largo de Europa. Estos estudios han identificado patrones de asentamiento y movimiento que reflejan la interacción de los celtas con otras culturas y su adaptación a diferentes entornos. La genética también ha proporcionado nuevas perspectivas sobre la diversidad interna de los celtas, revelando diferencias regionales y subgrupos dentro de la población celta.
La investigación genética no solo ha enriquecido nuestra comprensión del pasado celta, sino que también ha planteado nuevas preguntas sobre su identidad y legado. Estos estudios continúan desafiando las narrativas tradicionales y ofrecen nuevas oportunidades para explorar la historia y la cultura de los celtas, proporcionando una base sólida para futuras investigaciones y descubrimientos.
La etnogénesis celta: Un legado en evolución
La etnogénesis celta, o el proceso de formación de la identidad celta, es un tema central en el estudio de los celtas. Este proceso no fue lineal ni uniforme, sino que se desarrolló a lo largo de milenios, influenciado por factores geográficos, culturales y sociales. La etnogénesis celta refleja la interacción de los celtas con otras culturas y su capacidad para adaptarse y evolucionar en diferentes contextos.
El estudio de la etnogénesis celta ha revelado la complejidad y diversidad de la identidad celta, desafiando la idea de una cultura homogénea y estática. Los celtas no eran un grupo monolítico, sino una red de tribus y comunidades que compartían ciertos elementos culturales, pero que también desarrollaron sus propias tradiciones y prácticas. Esta diversidad se refleja en la variedad de lenguas, costumbres y creencias que caracterizan a los celtas en diferentes regiones de Europa.
La etnogénesis celta continúa siendo un campo de investigación dinámico y en evolución. Los estudios interdisciplinarios, que combinan la arqueología, la lingüística y la genética, están proporcionando nuevas perspectivas sobre la formación y el desarrollo de la identidad celta. Estos avances están enriqueciendo nuestra comprensión de los celtas y su legado, y están abriendo nuevas vías para explorar su impacto en la historia y la cultura europea.
