Carbonífero: la época de las plantas y los insectos gigantes

Hubo una época de gigantes en la Tierra: enormes árboles, gigantescos helechos, libélulas de metro y medio, milpiés de un metro... Es el Carbonífero, un periodo espectacular que terminó hace 395 millones de años.
Ilustración del carbonífero, un insecto gigante

El Carbonífero es el período en el que las grandes plantas evolucionaron y se diversificaron: helechos arbóreos, colas de caballo gigantes y gigantes licopodios (conocidos popularmente como pinos de tierra) dominaban las zonas pantanosas tropicales, como el Lepidodendron ('árbol escamoso'). Era un miembro de las licófitas, el grupo de plantas vasculares con reproducción por esporas. Crecía como un tronco sin ramas cubierto de hojas en forma de escamas que realizaban la fotosíntesis. Pasaba la mitad de su vida como un poste sin ramas y cuando alcanza la madurez, desarrollaba una corona de ramas largas y finas que crecían directamente del tronco cerca de la copa de crecimiento.

El período Carbonífero y su importancia

Definición y división temporal: Misisipiense y Pensilvaniense

El Carbonífero es un período geológico que se encuentra dentro de la era Paleozoica, y se extiende aproximadamente desde hace 359 a 299 millones de años. Este período se divide en dos subperíodos: el Misisipiense, que representa la parte temprana, y el Pensilvaniense, que corresponde a la parte tardía. Durante el Misisipiense, se produjo una notable diversificación de las plantas vasculares, mientras que el Pensilvaniense se caracteriza por la abundancia de depósitos de carbón formados a partir de la vegetación prehistórica. Esta división temporal es crucial para entender los procesos evolutivos y los cambios ambientales que ocurrieron durante el Carbonífero.

La importancia del Carbonífero radica en la formación de vastos depósitos de carbón, que han sido una fuente vital de energía para la humanidad. Estos depósitos se originaron a partir de la acumulación de materia vegetal en los pantanos, donde las condiciones anaeróbicas impidieron su descomposición completa. Este proceso no solo contribuyó al almacenamiento de carbono, sino que también tuvo un impacto significativo en la reducción del dióxido de carbono atmosférico y el aumento de los niveles de oxígeno.

Formación de depósitos de carbón y su impacto

La formación de depósitos de carbón durante el Carbonífero fue un proceso complejo influenciado por factores climáticos y geológicos. Los vastos bosques pantanosos que cubrían regiones de Euramérica y Gondwana eran el escenario perfecto para la acumulación de materia orgánica. La vegetación densa y las condiciones húmedas favorecieron la formación de turba, que con el tiempo y bajo presión se transformó en carbón. Este proceso de carbonización tuvo un impacto duradero en el ciclo del carbono, contribuyendo a la regulación de los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera.

El impacto de estos depósitos de carbón en la atmósfera fue significativo. La reducción del dióxido de carbono y el aumento del oxígeno atmosférico a niveles cercanos al 30% permitieron el desarrollo de una fauna terrestre de gran tamaño, especialmente los insectos gigantes del Carbonífero. Esta alta concentración de oxígeno facilitó la respiración de estos organismos, permitiéndoles alcanzar tamaños que serían insostenibles en las condiciones actuales. Además, el aumento del oxígeno también propició la aparición de incendios forestales, un fenómeno que obligó a las plantas a desarrollar mecanismos de regeneración rápida.

La formación de depósitos de carbón durante el Carbonífero fue un proceso complejo. Imagen de Andrew Martin en Pixabay

Evolución y diversificación de la flora

Plantas dominantes: helechos arbóreos, licopodios y más

Durante el Carbonífero, la flora experimentó una notable diversificación, con la aparición de plantas de gran tamaño que dominaron los ecosistemas terrestres. Entre las plantas más emblemáticas se encuentran los helechos arbóreos, los licopodios gigantes como el Lepidodendron, y árboles como la Sigillaria. Estas plantas se adaptaron a las condiciones pantanosas, desarrollando estructuras especializadas para sobrevivir en ambientes húmedos y con poca luz solar directa.

Los helechos arbóreos, como los Psaronius, eran plantas de gran altura que formaban densos bosques. Su estructura consistía en un único tronco sin ramas, coronado por largas frondas que realizaban la fotosíntesis. Los licopodios, por su parte, eran plantas vasculares que se reproducían por esporas y podían alcanzar alturas impresionantes en poco tiempo. El Lepidodendron, conocido como 'árbol escamoso', es un ejemplo de licopodio que crecía como un tronco recto cubierto de hojas en forma de escamas.

El papel de la lignina y la celulosa en las plantas

La lignina y la celulosa desempeñaron un papel crucial en la evolución de las plantas del Carbonífero. Estas sustancias proporcionaron rigidez y protección a las plantas, permitiéndoles alcanzar grandes tamaños y resistir el ataque de herbívoros. La lignina, en particular, es un polímero complejo que hace que las paredes celulares sean más resistentes y menos susceptibles a la descomposición. Esta característica fue esencial para la supervivencia de las plantas en un entorno donde la competencia por la luz y los nutrientes era intensa.

La presencia de lignina y celulosa también tuvo un impacto en el ciclo del carbono. Al dificultar la descomposición de la materia vegetal, estas sustancias contribuyeron a la acumulación de materia orgánica en los pantanos, lo que eventualmente llevó a la formación de depósitos de carbón. Además, este proceso ayudó a reducir el dióxido de carbono atmosférico y aumentar los niveles de oxígeno, creando un entorno favorable para el desarrollo de una fauna terrestre diversa y de gran tamaño.

Fósil de un helecho. Imagen de Kim en Pixabay

Ecosistemas terrestres del Carbonífero

Los bosques pantanosos y la producción de oxígeno

Los bosques pantanosos del Carbonífero eran ecosistemas ricos en biodiversidad, donde las plantas y los animales coexistían en un equilibrio delicado. Estos bosques estaban compuestos principalmente por helechos arbóreos, licopodios y otras plantas vasculares que formaban un dosel denso sobre el suelo pantanoso. La acumulación de materia vegetal en estos ambientes contribuyó a la producción de oxígeno, ya que las plantas realizaban la fotosíntesis de manera eficiente, liberando oxígeno a la atmósfera.

La alta concentración de oxígeno en la atmósfera del Carbonífero tuvo un efecto profundo en la fauna terrestre. Los insectos, en particular, se beneficiaron de esta abundancia de oxígeno, permitiéndoles alcanzar tamaños impresionantes. La Meganeura, una libélula gigante con una envergadura de alas de hasta un metro, es un ejemplo de cómo los altos niveles de oxígeno permitieron el desarrollo de insectos de gran tamaño. Estos insectos jugaban un papel importante en la polinización de las plantas, contribuyendo a la dispersión de semillas y esporas.

El colapso de las selvas y el cambio climático

A pesar de la prosperidad de los bosques pantanosos, el Carbonífero no fue una época exenta de cambios climáticos. Hacia el final del período, el clima comenzó a cambiar, volviéndose más frío y seco. Este cambio climático tuvo un impacto devastador en las selvas del Carbonífero, que colapsaron en gran medida debido a la falta de humedad y el aumento de la aridez. Los grandes bosques se redujeron a parches aislados, separados por extensas áreas desérticas.

Este colapso de las selvas tuvo consecuencias significativas para la flora y fauna del Carbonífero. Muchas especies de plantas, como los licopodios y equisetos, desaparecieron o se redujeron drásticamente en número. Los insectos gigantes y los anfibios también sufrieron pérdidas significativas, ya que sus hábitats se vieron alterados. Sin embargo, este cambio climático también abrió nuevas oportunidades para otras especies, como las plantas con semillas y los reptiles, que estaban mejor adaptados a las condiciones más secas del Pérmico.

Tronco fosilizado. Imagen: Wikimedia

Fauna del Carbonífero: insectos gigantes y más

Insectos del Carbonífero: Meganeura y otros

El Carbonífero es famoso por la presencia de insectos gigantes que habitaban sus ecosistemas terrestres. La Meganeura, una libélula gigante, es quizás el ejemplo más icónico de estos insectos colosales. Con una envergadura de alas que podía alcanzar un metro, la Meganeura era un depredador aéreo formidable. Su tamaño fue posible gracias a los altos niveles de oxígeno en la atmósfera, que permitieron una respiración eficiente a pesar de su gran volumen corporal.

Además de la Meganeura, otros insectos del Carbonífero también alcanzaron tamaños sorprendentes. Los miriápodos, como el Arthopleura, podían medir más de un metro de longitud, mientras que escorpiones terrestres como el Pulmonoscorpius también alcanzaron tamaños considerables. Estos insectos gigantes desempeñaban roles cruciales en sus ecosistemas, actuando como depredadores, carroñeros y polinizadores, lo que contribuyó a la dinámica de los ecosistemas del Carbonífero.

Evolución del vuelo en insectos

La evolución del vuelo en los insectos es un tema fascinante que se remonta al Carbonífero. Durante este período, los insectos desarrollaron diversas adaptaciones que les permitieron conquistar el aire. La estructura de las alas y la musculatura especializada fueron claves para el desarrollo del vuelo, permitiendo a los insectos explorar nuevos nichos ecológicos y expandir su rango de hábitats.

Las libélulas gigantes como la Meganeura son un ejemplo de cómo los insectos del Carbonífero aprovecharon las condiciones ambientales para desarrollar el vuelo. Aunque la mecánica exacta del vuelo de estos insectos no está completamente comprendida, se sabe que sus alas grandes y fuertes les proporcionaban una ventaja en términos de movilidad y capacidad de caza. Esta habilidad para volar les permitió acceder a recursos de manera más eficiente y escapar de depredadores, lo que contribuyó a su éxito evolutivo.

Tetrápodos: anfibios y reptiles emergentes

El Carbonífero también fue una época crucial para la evolución de los tetrápodos, un grupo que incluye a los anfibios y reptiles. Durante este período, los anfibios comenzaron a diversificarse y adaptarse a la vida terrestre, desarrollando características que les permitieron explorar nuevos hábitats lejos de los cuerpos de agua. Aunque muchos anfibios del Carbonífero aún conservaban aletas y branquias, algunos comenzaron a mostrar adaptaciones más avanzadas, como la pérdida de branquias internas y el desarrollo de extremidades más robustas.

La aparición de reptiles en el Carbonífero marcó un hito significativo en la evolución de los vertebrados. Los reptiles desarrollaron el huevo amniótico, una innovación que les permitió reproducirse en tierra firme sin depender de cuerpos de agua. Esta adaptación fue fundamental para su éxito en el nuevo ambiente del Pérmico, donde las condiciones climáticas eran más secas. La transición de los anfibios a los reptiles representa un paso crucial en la evolución de la vida terrestre, allanando el camino para la diversificación de los vertebrados en eras posteriores.

Fósil de Archaeocidaris, un género extinto de equinoideos. Imagen de WikimediaImages en Pixabay

El legado del Carbonífero

Impacto en el ciclo del carbono y el aumento de oxígeno

El legado del Carbonífero es evidente en su impacto duradero en el ciclo del carbono y la composición de la atmósfera. Durante este período, la acumulación de materia vegetal en los pantanos contribuyó a la formación de vastos depósitos de carbón, que han sido una fuente crucial de energía para la humanidad. Este proceso de carbonización también tuvo un efecto significativo en la reducción del dióxido de carbono atmosférico, lo que a su vez llevó a un aumento en los niveles de oxígeno.

El aumento de oxígeno en la atmósfera del Carbonífero tuvo un impacto profundo en la fauna terrestre, permitiendo el desarrollo de insectos y otros invertebrados de gran tamaño. Este fenómeno también influyó en la evolución de los vertebrados, creando un entorno propicio para la diversificación de los anfibios y la aparición de los primeros reptiles. Aunque las condiciones actuales ya no permiten el desarrollo de insectos gigantes, el legado del Carbonífero sigue siendo una parte integral de la historia evolutiva de la Tierra.

La transición al Pérmico: reptiles y plantas con semillas

La transición del Carbonífero al Pérmico fue un período de cambio significativo, marcado por la adaptación de la flora y fauna a nuevas condiciones climáticas. El colapso de las selvas del Carbonífero y el aumento de la aridez favorecieron a las plantas con semillas, que estaban mejor adaptadas a ambientes más secos. Estas plantas, que incluían las primeras gimnospermas, desarrollaron estructuras que les permitieron sobrevivir en condiciones menos húmedas, lo que les dio una ventaja evolutiva en el nuevo entorno.

Los reptiles también se beneficiaron de las condiciones cambiantes, gracias a su capacidad para reproducirse en tierra firme mediante huevos amnióticos. Esta adaptación les permitió colonizar nuevos hábitats y diversificarse en una amplia variedad de formas y tamaños. La transición al Pérmico fue un momento crucial en la evolución de los vertebrados, sentando las bases para la aparición de los dinosaurios y otros grupos de reptiles en eras posteriores. El legado del Carbonífero, con su rica diversidad de plantas y animales, sigue siendo un testimonio de la capacidad de la vida para adaptarse y prosperar en un mundo en constante cambio.

Referencias

  • Chaisson, E., El amanecer cósmico, Salvat, 1989
  • Schwartz, J. H., Sudden origins, John Wiley and Sons, 199
  • Shapiro, R., Orígenes, Salvat, 1989

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