Un día de verano alrededor del 385 a.E. bajó del barco un joven astuto e inteligente de 23 años llamado Eudoxo que lo había traído desde la cercana isla de Cnido, en Asia Menor. En cuanto desembarcó en la deslumbrante Atenas buscó un alojamiento barato cerca del puerto y caminó por la carretera que llevaba al noroeste de la ciudad. Allí descubrió un bello paraje: un bosque sagrado de olivos, de álamos de hojas blancas y ruiseñores cantando día y noche, lleno de olor a madreselva. Y en medio del bosque, un recinto donde se estudiaba la belleza. Pero no la belleza del atardecer o del viento soplando sobre las hojas, sino la belleza abstracta de las matemáticas. Sobre la puerta de entrada al recinto Eudoxo pudo leer el lema: que solamente los geómetras entren aquí. Eudoxo estaba a punto de entrar en la Academia de Platón, a la que acudiría cada día para escuchar las lecciones del maestro... después de caminar los once kilómetros que la separaban de su alojamiento.

De la geometría al cielo
La geometría era un hombre inteligente y rico. Era un aristócrata, uno de los "guardianes" de la sociedad griega. Por parte de madre descendía de Solón el legislador y por el lado paterno de los primeros reyes de Atenas. Físicamente tenía un aspecto impresionante. Platón, que significa de anchos hombros, era el apodo que su entrenador de gimnasia le puso cuando participó en los Juegos Itsmicos. Pero Eudoxo no se quedaba atrás. También era un matemático de gran capacidad: años más tarde contribuiría a poner las bases de lo que hoy conocemos como geometría euclidiana, la geometría de plano, y sería el inventor de la esfera celeste, la esfera ideal, concéntrica a la Tierra, en la cual -aparentemente- se mueven los astros. Sin embargo, Eudoxo se diferenciaba de Platón en su pasión por los hechos físicos, por la realidad visible.
El primer modelo de universo
Al terminar su estancia en la Academia, Eudoxo decidió viajar a Egipto, a Heliópolis, el centro del saber astronómico del Antiguo Egipto, en una peregrinación que era habitual entre los estudiantes griegos. Allí no sólo investigó en geometría, sino también en astronomía construyendo un observatorio astronómico a las orillas del Nilo como compuesto de esferas concéntricas que rodean a la Tierra, que también es una esfera. Pero como quería poder explicar realmente el movimiento de los planetas tuvo que construir un universo muy complejo. Para los planetas, el Sol, la Luna y las estrellas necesitó de 27 esferas. Aun con todo, el complicado cosmos de Eudoxo no se ajustaba demasiado bien a las nuevas observaciones y tuvo que ser abandonado. Sin embargo, debemos reconocerle el mérito de ser la primera teoría cosmológica creada por el ser humano.