Es difícil exagerar la importancia de los yacimientos de la sierra de Atapuerca (Burgos) para el conocimiento de nuestra evolución. De hecho, en el mundo solo hay otros cinco conjuntos de excavaciones paleoantropológicas –tres en África y dos en Asia– que compartan con este enclave la distinción de Patrimonio de la Humanidad otorgada por la UNESCO. Decenas de miles de visitantes acuden cada año a visitar el lugar y contemplar en el Museo de la Evolución Humana de Burgos los fósiles más importantes recuperados allí.
Gracias a los descubrimientos e investigaciones hechos en Atapuerca en las últimas cuatro décadas, la paleoantropología se ha desarrollado en España hasta colocarse en la vanguardia mundial. En la actualidad, se excavan allí nueve yacimientos que cubren un lapso temporal de casi un millón y medio de años y que abarca toda la historia humana en Europa, desde sus primeros pobladores hasta la Edad del Bronce. No hay ningún otro rincón de nuestro continente que contenga semejante riqueza.
La mayoría de los lugares de trabajo se enclavan en dos parajes de la sierra. Por una parte, la denominada Trinchera del Ferrocarril, que es la zona visitable. Se trata de una antigua vía ferroviaria excavada a finales del siglo XIX para permitir el paso de un pequeño tren minero. Al trazarse dejó al descubierto un conjunto de cuevas rellenas de sedimentos que conservan restos fósiles de la fauna, la flora y los humanos que habitaron el lugar desde hace alrededor de 1,2 millones de años (Ma, en lo sucesivo) hasta cerca de 0,1 Ma atrás. No muy lejos de allí se encuentra la boca de acceso a la Cueva Mayor, una imponente caverna en cuyas galerías de casi cuatro kilómetros de longitud hay varios yacimientos que cubren el último medio millón de años del poblamiento humano de la sierra.
La existencia de restos arqueológicos en la zona de la Trinchera del Ferrocarril se conoce desde la década de los sesenta del pasado siglo, gracias a las actividades de exploración del Grupo Espeleológico Edelweiss. Mucho antes, en 1910, se había anunciado el hallazgo de una pintura rupestre paleolítica en el portalón de entrada a la Cueva Mayor. Estos descubrimientos atrajeron la atención de arqueólogos y paleontólogos, y se hicieron excavaciones limitadas en algunos sectores muy concretos de la Trinchera y del portalón de la Cueva Mayor.

En 1976, el citado grupo de espeleología (liderado por el paleontólogo Trinidad Torres) emprendió una de estas excavaciones. Buscaban fósiles de osos, y lo que encontraron fue una mandíbula humana muy completa en una recóndita cavidad de la Cueva Mayor, la Sima de los Huesos. Este descubrimiento impulsó a Emiliano Aguirre, a la sazón el más importante paleoantropólogo español, a concebir y dirigir, desde 1978 hasta 1990, un ambicioso proyecto de investigación que contemplaba la excavación e investigación de la Sima de los Huesos y la aledaña Trinchera del Ferrocarril. Así nació lo que hoy llamamos Proyecto Atapuerca, dirigido desde 1991 por Juan Luis Arsuaga, Eudald Carbonell y José María Bermúdez de Castro.
La sima de los huesos es incomparable, tanto por el enclave en el que se abre como por la dificultad de excavarla. No hay ningún otro yacimiento situado tan lejos de la entrada de una cueva (más de 600 metros) y al pie de una sima de unos 13 metros de profundidad. Además, la atmósfera del lugar está muy enrarecida por el dióxido de carbono, lo que complica la respiración. Pese a todo, el lugar había sido frecuentado durante décadas por visitantes que excavaron y revolvieron los sedimentos y fósiles mientras buscaban colmillos de osos. Tal descontrol hizo que el yacimiento estuviera del todo alterado en el momento del descubrimiento de la mandíbula humana. Esta circunstancia restaba valor al hallazgo, ya que no se podía fijar con certidumbre su antigüedad; y hacía muy difícil la excavación científica, que requería retirar varias toneladas de sedimentos revueltos y decenas de bloques de caliza caídos del techo a lo largo de los siglos.

La mayoría de los científicos que pisaron el terreno consideraron imposible una excavación científica. Sin embargo se emprendió en 1984, tras una intervención mínima en 1983, y ha seguido sin interrupción hasta hoy. Los trabajos en la Sima de los Huesos a lo largo de estas tres décadas y media han permitido establecer con gran fiabilidad la antigüedad del depósito en torno a 0,43 Ma, y descubrir la mayor acumulación de fósiles del género Homo del mundo.
En Atapuerca se trabaja hoy en nueve excavaciones que cubren un lapso temporal de más de un millón de años
Hoy sabemos que se amontonaron allí los cadáveres de al menos veintiocho personas de ambos sexos y diferentes edades. Se trata de un tesoro científico, pues es la única población conocida de una especie humana fósil. A través del estudio de los más de 7.000 fósiles recuperados hasta la fecha ha sido posible conocer muchos aspectos de la vida y la muerte de aquellos individuos, más allá de lo que hubiera soñado el paleoantropólogo más optimista. Para empezar, los restos de la Sima de los Huesos han permitido establecer un marco sólido para la evolución humana en Europa en el Pleistoceno medio. Este periodo de la historia del planeta (abarca de hace 0,78 Ma a hace 0,12 Ma) es de gran relevancia porque fue entonces cuando surgieron dos humanidades modernas: los neandertales (Homo neanderthalensis) y nuestra especie (Homo sapiens).
Antes de estos descubrimientos e investigaciones existía una gran confusión sobre nuestra evolución durante el Pleistoceno medio, dado que se conocían –y así sigue la cosa– muy pocos fósiles del periodo. La extraordinaria colección de la sima cubrió ese hueco y está permitiendo desentrañar el proceso evolutivo que dio lugar a los neandertales. Los fósiles de la cavidad se asignaron en 1997 a la especie Homo heidelbergensis, pero las pruebas encontradas desde entonces en este y otros yacimientos europeos llevaron en 2014 a que se retirara dicha asignación. Los investigadores que trabajan en Atapuerca intentan dilucidar ahora si tales restos corresponden a una especie humana nueva si pueden incluirse en alguna conocida.
El yacimiento se hizo famoso con la aparición de los restos de una nueva especie humana: Homo antecessor
Entre los hallazgos más notables aportados por el estudio de los fósiles de la Sima de los Huesos destaca el hecho de que los cadáveres fueran acumulados allí deliberadamente, en lo que sería el primer acto funerario conocido. Además, en 1998 se encontró junto a los huesos un hacha de piedra –se la llamó Excalibur– tallada en una rara roca de color rojo, y que constituye para muchos investigadores un objeto simbólico: la primera ofrenda conocida de la historia.
Otra investigación muy relevante relacionada con esta excavación intenta averiguar si aquella gente podía hablar. Para ello se ha creado una metodología que reconstruye su audición, habida cuenta de que la capacidad de oír humana difiere de la de otros primates por estar adaptada a percibir con gran sensibilidad los sonidos del habla. Este trabajo ha demostrado que las capacidades auditivas de aquellos sujetos eran similares a las nuestras, y claramente diferentes de las de los chimpancés, lo que indica que podrían emplear los mismos sonidos que las personas modernas para su comunicación oral. El último descubrimiento de gran alcance hecho en la célebre sima se basa en la recuperación de ADN nuclear y mitocondrial. Los primeros estudios del material genético han confirmado el diagnóstico de los paleoantropólogos sobre el estrecho parentesco evolutivo de los fósiles hallados allí con los neandertales, y también han revelado una sorprendente afinidad con los enigmáticos denisovanos, que vivieron en Asia Central durante el Pleistoceno superior.
Además de la Sima de los Huesos, en la cueva mayor se excavan otros dos yacimientos. Uno es la Galería de las Estatuas, situada hoy al final de una de las galerías de la Cueva Mayor, pero que durante la prehistoria constituía una sala aledaña a otra entrada a la cueva que quedó cegada por un derrumbe hace milenios. Contiene sedimentos que cubren un lapso temporal comprendido entre ha-ce 110.000 años y 70.000 años. Allí se vienen recuperando desde 2008 numerosos restos de fauna y también industria lítica de tipo musteriense –o Modo 3–, la característica de los neandertales. En 2017 se halló una falange del pie de un individuo de esta especie, uno de los dos restos de esta recuperados hasta la fecha en la sierra de Atapuerca.
Finalmente, en la gran sala de acceso a la Cueva Mayor, donde se encuentra la pintura rupestre descubierta en 1910, existe un importante yacimiento para el estudio de la prehistoria reciente, el Portalón. Entre 1966 y 1983 se excavó esporádicamente y desde el año 2000 se trabaja en él de forma sistemática: abarca un periodo que va de finales del Pleistoceno superior (hace unos 30.000 años) hasta la Edad Media, y dos de sus niveles son especialmente interesantes: los correspondientes al Neo-lítico y los de la Edad de Bronce, que terminó hacia 1000 a. C. Los estudios paleontológicos, arqueológicos y de ADN antiguo realizados con el material recuperado aquí han constatado la existencia de intercambios comerciales con poblaciones norteafricanas mantenidos hace casi 4.000 años, y una estrecha relación genética entre los primeros agricultores y ganaderos que llegaron a la meseta castellana (hace al-rededor de cinco milenios) y la población autóctona del actual País Vasco.
Aunque se realizaron labores previas de acondicionamiento en 1978, los trabajos sistemáticos de excavación en la Trinchera del Ferrocarril comenzaron en 1980 en dos yacimientos denominados Galería y Gran Dolina. En ambos casos fue preciso remover los niveles superiores, estériles desde el punto de vista arqueológico y paleontológico. Además, en la Gran Dolina también se hizo preciso retirar la cobertura caliza que cubría parte del yacimiento. Para ello fue necesario el empleo de martillos neumáticos, excavadoras y voladuras controladas, y resultó imprescindible la colaboración de unidades del Ejercito de Tierra del vecino acuartelamiento de Castrillo del Val.
El yacimiento de la galería ha proporcionado abundantes restos de fauna y de industria lítica de tradición achelense –o Modo 2– en diferentes momentos de ocupación humana que han sido datados en 0,45 Ma, aproximadamente. También se han hallado aquí dos fósiles humanos que corresponden a un fragmento de mandíbula, hallada en 1976, y una pequeña porción de un hueso parietal, recuperado en 1995. Aunque lo reducido de los restos no permite obtener mucha información sobre ellos, su anatomía es plenamente comparable con la de los fósiles humanos de la Sima de los Huesos. Los investigadores han llegado a la conclusión de que aquellos individuos entraban en la cavidad ocasionalmente, cuando algún gran herbívoro caía a través de una sima que comunica la cueva con la superficie.
Por su parte, el yacimiento de la Gran Dolina contiene un extenso relleno sedimentario de unos 19 metros de altura. Sus niveles inferiores poseen una antigüedad que ronda el millón de años y los superiores datan de hace cerca de 120.000 años. Desde 1980 se excava en una extensión de unos 80 metros cuadrados en los niveles superiores, que se remontan a un periodo equivalente al del cercano yacimiento de la Galería. En estos estratos, en concreto, en el denominado TD10.2 o nivel de huesos de bisontes, se ha documentado el consumo exhaustivo de estos animales y se han aportado pruebas que apuntan a su caza colectiva. En las campañas de 1990 y 1991 se intervino en un reducido sector de los niveles inferiores de la Gran Dolina y se recuperaron herramientas de tipo olduvayense (o Modo 1). En 1993 se inició un sondeo, de apenas 6 metros cuadrados de extensión, desde los niveles superiores hasta la base del yacimiento. El principal objetivo era contrastar la idea, muy extendida entonces en la comunidad científica internacional, de que el poblamiento de Europa se había producido a partir de medio millón de años atrás.
Así, en los primeros días de la campaña de 1994 el sondeo alcanzó el nivel llamado TD6, cuya antigüedad se estableció en más de 0,78 Ma. La mañana del 8 de julio de ese año ha pasado a los anales del estudio de la prehistoria europea, porque ese día se halló un fósil que atestiguaba que el poblamiento humano del continente era mucho más antiguo de lo pensado. Junto a ese fósil del género Homo se encontraron herramientas líticas de tipo olduvayense y cientos de fósiles de diversos animales.
Los descubrimientos de fósiles humanos continuaron durante las campañas de 1995 y 1996, y prosiguieron en las realizadas entre 2003 y 2008. Al finalizar la excavación de aquel reducido sector del nivel TD6 se habían recuperado alrededor de 165 vestigios correspondientes a todas las regiones del esqueleto y pertenecientes a un mínimo de nueve individuos: tres de estos no tenían más de cuatro años; dos murieron entre los cinco y los nueve años; dos más, entre los diez y los ca-torce años; y otros dos, entre los quince y los diecinueve. Los fósiles humanos, así como los de fauna, presentan marcas de corte producidas por herramientas de piedra, lo que indica que aquellos muchachos fueron descarnados y seguramente consumidos por otros congéneres en el primer acto de antropofagia del que se tiene noticia.
El análisis del ADN de los fósiles de la Sima de los Huesos ha revelado su parentesco con neandertales y denisovanos
Por otra parte, el análisis de la morfología de los fósiles humanos de TD6 puso de manifiesto que no podían asignarse a ninguna de las especies conocidas hasta ese momento, por lo que se llegó a la conclusión de que esas personas correspondían a una especie humana nueva, a la que se llamó Homo antecessor. El vocablo latino antecessor tiene dos significados. Por una parte significa ‘antepasado’, al igual que en castellano; y por otra, era el nombre de las tropas especializadas que precedían a las legiones romanas en su marcha, explorando y preparando el terreno.

Trece años después de los primeros hallazgos del homo antecessor, los descubrimientos en otro yacimiento de la Trinchera de la Ferrocarril, situado a unos 150 metros al sur de la Gran Dolina y denominado Sima del Elefante, retrasaron aún más la antigüedad del poblamiento de Europa. La Sima del Elefante es una antigua entrada a una de las galerías de la Cueva Mayor y contiene un relleno sedimentario de unos 18 metros de potencia estratigrá-fica (el espesor comprendido entre el techo y el muro).
Los niveles inferiores del yacimiento están datados en una antigüedad de alrededor de 1,2 millones de años. Fue en estos donde se recuperó un fragmento de mandíbula humana, durante la campaña de 2007. Al año siguiente se recobró la falange de una mano. Estos fósiles constituyen (junto con un molar de leche de similar cronología hallado en la granadina lo calidad de Orce) los restos humanos más antiguos conocidos del continente europeo, y de momento no han sido atribuidos a ninguna especie de nuestro género.
Aquí se han encontrado los primeros indicios de antropofagia, en restos de hace unos 800.000 años
El último de los grandes yacimientos de Atapuerca que se excava en la actualidad se encuentra muy cerca de la Trinchera del Ferrocarril y se denomina la Cueva Fantasma. Se trata de una gran entrada a una cavidad rellena por completo de sedimentos de gran espesor –a juzgar por los trabajos preliminares realizados desde 2016–, por lo que los investigadores piensan que el sitio posee un gran potencial científico. Los datos previos sobre la fauna fósil recuperada indican que sus niveles superiores corresponden a finales del Pleistoceno medio o principios del Pleistoceno superior (entre hace 120.000 años y 80.000 años). En la campaña de 2016 los trabajos de limpieza de los niveles más superficiales permitieron encontrar parte del parietal de un individuo neandertal, el segundo resto de esta especie humana hallado en Atapuerca, después de la falange de un pie recuperada en la Galería de las Estatuas.

Una de las preguntas recurrentes entre quienes visitan el enclave y las personas interesadas en la prehistoria es: ¿cuánto queda por excavar en este extraordinario lugar? Teniendo en cuenta que los trabajos en las localizaciones mencionadas en el artículo se encuentran muy lejos de haber llegado a la mitad de su duración estimada, que en la Cueva del Fantasma apenas se ha comenzado la tarea y que existen numerosos yacimientos catalogados en la sierra de Atapuerca en los que no se ha intervenido todavía, la respuesta está clara: queda trabajo para muchas generaciones de investigadores, y tal vez nos aguarden sorpresas que podrían cambiar lo que sabemos de nuestra evolución.