El fascinante concepto del espín nos sumerge en las profundidades del microcosmos, y su comprensión va más allá de la simple metáfora de una peonza. Mientras el descubrimiento del bosón de Higgs redefinió nuestra comprensión del universo, entender el espín nos lleva a un nivel aún más profundo de la realidad cuántica.
Para visualizar el espín, nuestra mente tiende a recurrir a imágenes familiares de rotación, como la tierra girando sobre su eje. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja y fascinante en el ámbito cuántico. A diferencia de una peonza física, el espín en la mecánica cuántica es un "grado de libertad", un momento angular intrínseco que desafía nuestras intuiciones clásicas.

Los inicios
La denominación "espín" tiene sus raíces en el experimento pionero de Stern y Gerlach en 1922. En este experimento, dirigieron un haz de átomos neutros a través de un campo magnético no uniforme, esperando una distribución de orientaciones según la mecánica clásica. Sin embargo, el resultado fue impactante: solo se observaron dos orientaciones distintas del momento magnético, revelando las restricciones cuánticas únicas del espín.
Aunque la peonza sigue siendo una analogía útil para comprender la idea básica, no debemos caer en la trampa de imaginar partículas girando físicamente sobre sí mismas en el ámbito cuántico. La realidad es mucho más sutil y desafiante. El espín no es simplemente un giro en el espacio; es una propiedad fundamental que caracteriza la naturaleza intrínseca de las partículas. El espín proporciona una medida del momento angular intrínseco de cualquier partícula.

En 1925, Ralph Kronig, colaborador de Landé, propuso una idea emocionante: sugirió que este "grado de libertad" estaba relacionado con la auto-rotación del electrón. Sin embargo, cuando Pauli escuchó esta idea, la criticó fuertemente. Señaló que para que la superficie hipotética del electrón girara lo suficientemente rápido para generar el momento angular necesario, tendría que moverse más rápido que la velocidad de la luz. Esto violaría la teoría de la relatividad. Ante la crítica de Pauli, Kronig decidió no publicar su idea.
Pero la historia da un giro interesante en el otoño de 1925. Los físicos neerlandeses George Uhlenbeck y Samuel Goudsmit, de la Universidad de Leiden, tuvieron la misma idea. Siguiendo el consejo de Paul Ehrenfest, decidieron compartir sus resultados. La respuesta fue muy positiva, especialmente después de que Llewellyn Thomas lograra resolver una discrepancia del doble entre los resultados experimentales y los cálculos de Uhlenbeck y Goudsmit (y los resultados no publicados de Kronig). Resulta que esta discrepancia se debía a la orientación del marco tangencial del electrón, además de su posición.

El descubrimiento del espín no solo revolucionó la física, sino que también se convirtió en un pilar fundamental para entender las partículas subatómicas. Su papel en la física cuántica es crucial, y su influencia se extiende a la simetría y la clasificación de las partículas.
Propiedades del espín
El espín presenta alguna propiedades que merece la pena abordar. En primer lugar, el espín presenta una cuantización inherentemente distinta del momento angular clásico. Su valor está cuantizado, lo que significa que no podemos encontrar partículas con cualquier valor de espín. En lugar de ello, el espín de una partícula es siempre un múltiplo entero de ℏ/2, donde ℏ (constante de Planck dividida por 2π) juega un papel crucial. Esta cuantización está vinculada a las diferentes representaciones irreductibles del grupo de rotaciones SO(3), cada una caracterizada por un número entero m.
Cuando medimos el espín en diversas direcciones, obtenemos una serie de valores posibles, específicamente las proyecciones sobre esa dirección. Tomemos, por ejemplo, la proyección del momento angular de espín de un electrón, medida en una dirección determinada por un campo magnético externo: solo obtendremos los valores ℏ/2 o −ℏ/2. Esta limitación en las proyecciones refleja la naturaleza cuántica y discreta del espín.

Además, la magnitud total del espín es única para cada tipo de partícula elemental. Para electrones, protones y neutrones, esta magnitud se expresa como ℏ⋅s(s+1), siendo s=1/2. Esto contrasta con el momento angular clásico de un cuerpo, que puede asumir diversos valores según la velocidad de rotación. En el caso del espín, esta uniformidad en la magnitud total agrega una capa adicional de singularidad a las propiedades de las partículas elementales.
Espintrónica
La utilización actual, presente y futura de tecnologías que aprovechan las propiedades específicas de los espines o buscan manipular espines individuales se conoce como espintrónica. Además, se considera la posibilidad de aprovechar las propiedades del espín para las futuras computadoras cuánticas, donde el espín de un sistema aislado podría actuar como un qubit o bit cuántico. En este contexto, el físico teórico Michio Kaku, en su libro Universos Paralelos, explica de manera accesible y divulgativa cómo los átomos pueden tener su espín orientado hacia arriba, hacia abajo o hacia un lado de manera indiscriminada. Los tradicionales bits de ordenador (0 y 1) podrían ser reemplazados por qubits (algo entre 0 y 1), transformando las computadoras cuánticas en herramientas mucho más potentes. Esto no solo renovaría los fundamentos de la informática, sino que también superaría a los procesadores actuales basados en el silicio. ¿Ciencia ficción o ciencia del futuro?
