En los años 1920 los científicos austriacos Friedrich Paneth y Kurt Peters imaginaron un tipo peculiar de reacción nuclear que no produce radiación. De hecho, pensaron que habían conseguido la fusión de dos átomos de hidrógeno en helio con instrumental propio de un laboratorio de química. Al poco tiempo, tuvieron que retractarse de su afirmación: un colega realizó el mismo experimento y descubrió que el helio provenía del propio instrumental de vidrio del laboratorio.
La idea de estos investigadores estaba inspirada en un fenómeno bien conocido desde el siglo XIX: la curiosa habilidad para absorber hidrógeno que tiene el paladio, un metal que se utiliza en joyería y como catalizador en el craqueo
del petróleo. En 1927, el desconocido físico noruego John Tandberg afirmó haber conseguid la fusión nuclear de hidrógeno en helio en una celda electrolítica con paladio. Intentó patentar su descubrimiento, pero su propuesta fue denegada.
La idea en el ambiente
Desde entonces, la idea de una fusión a temperatura ambiente estuvo presente en las mentes de algunos científicos, pero no fue hasta 1989 cuando se soltó la bomba. El 23 de marzo, se anunció al mundo que un par de químicos de la Universidad de Utah, Martin Fleischmann y Stanley Pons, habían descubierto cómo conseguirla con un coste despreciable: bastaba con un recipiente con agua pesada, un trozo de paladio y una corriente eléctrica. No era una idea alocada; si queremos separar la sal común en sus elementos constituyentes, el cloro y el sodio, hay que calentarla hasta los 40000 ºC, pero también lo podemos hacer de forma más eficaz y sin semejante gasto de energía disolviéndola en agua y haciendo pasar por ella una corriente de 4 voltios. ¿No podía suceder algo parecido con las reacciones nucleares?
Sin embargo, pronto las cosas se fueron torciendo. Casi nadie era capaz de duplicar su experimento, los dos químicos no daban números fiables y los neutrones que deben producirse en toda reacción nuclear brillaban por su ausencia. Solo medían un exceso de calor que no podían explicar y que atribuyeron a que se producía algún tipo de reacción nuclear. Eso a los físicos nucleares les olía a quemado: sin neutrones, no hay fusión. El hallazgo hacía aguas por todos lados y el golpe de gracia llegó en forma de una serie de experimentos con resultado negativo realizados en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, el emblemático MIT. En pocas semanas, la reputación científica de Fleishmann y Pons estaba destruida.
Sin embargo, la fusión fría se ha negado a desaparecer.
Al menos, veinte laboratorios de todo el mundo han seguido investigando y publicando sus resultados; unos alentadores, otros decepcionantes. Este último es el caso de Japón, donde entre 1992 y 1997 el Ministerio de Comercio e Industria financió un programa de investigación en fusión fría con 20 millones de euros. En 2004, el Departamento de Energía estadounidense encargó una revisión de todo lo que se estaba haciendo en fusión fría o, como se llama desde entonces, reacciones nucleares de baja energía (LENR). Aunque los científicos encargados de hacer esa revisión no encontraron pruebas convincentes de que había “algo” después de años de investigación, recomendaban financiar de manera particular “aquellos estudios en áreas específicas que pudieran resolver las controversias existentes”.

Continúan los estudios
Desde marzo de 2012 Yogendra Srivastava de la Universidad de Perugia (italia), organizaba un coloquio sobre el tema en el CERN y, al poco tiempo, la NASA hacía público una programa de investigación con una dotación de 200 000 dólares. En septiembre de 2013, el Departamento de Energía estadounidense lanzaba una línea de financiación de proyectos que incluía LENR, y el Pentágono financiaba experimentos de este tipo en su Laboratorio de Investigación Naval en Washington y en el SRI International, un laboratorio de California que trabaja para el Gobierno norteamericano.
En mayo de 2016, el Comité de Defensa de Estados Unidos publicaba su informe de 2017 para la National Defense Authorization Act, una ley federal que decide en qué se debe gastar el dinero presupuestado para el Ministerio de Defensa. En él, establecía que se habían dado suficientes avances positivos en el campo de LENR como para reconocer su potencial a la hora de “producir energía renovable, ultralimpia y de bajo coste”. Además de “sus fuertes implicaciones en seguridad nacional”. Y no solo eso, sino que llamaba la atención sobre el interés que estaba despertando en países como Rusia, China, Israel o la India, y sugería que Estados Unidos no podía quedar atrás.
Ahora bien, ¿qué es lo que está sucediendo en el interior de esa cuba con paladio? Después de medio siglo, nadie lo sabe con certeza.
Este artículo fue originalmente publicado en una edición impresa de Muy Interesante.