Galileo recibió su nombre debido a una práctica muy común en las familias toscanas de mediados del siglo XVI: el hijo mayor recibía un nombre cristiano derivado del apellido de sus padres. Por tanto, Vincenzio Galilei y su mujer Giulia Ammannati Galileo no provocaron ningún comentario extraño entre sus paisanos cuando dieron el nombre de Galileo a su primer hijo, que nació en Pisa el 15 de febrero de 1564. Esa es la fecha actual porque en las crónicas de la época el nacimiento de Galileo figura como 1563 porque el día de año nuevo caía por entonces el 25 de marzo, el día de la anunciación.

La familia Galilei
El apellido Galilei se había creado a partir del nombre de uno de sus hijos predilectos, el famoso médico Galileo Buonaiuti (su apellido significa “buena ayuda”) que ejerció en la Florencia del siglo XV y sirvió fielmente a la corte de esa ciudad-estado. Galileo quiso emular a su famoso antepasado estudiando medicina en la Universidad de Pisa, pero pronto descubrió que le apasionaban mucho más las matemáticas y la física. Eso fue un encontronazo con su padre, pues no le entusiasmaba nada que su hijo se dedicara las matemáticas: por su larga experiencia personal, ellas lo único que le habían dado era una vida de patricio pobre. Es de comprender, no se ganaba mucho siendo matemático en aquella época (ni en ésta, podemos afirmar). En realidad su padre se consideraba un especialista en música, y en aquella época la música se entendía como una parte de las matemáticas.
El estudiante Galileo
En septiembre de 1581 Galileo se matriculó en los estudios de medicina y matemáticas de la Universidad de Pisa. Se matriculó en medicina por complacer a su padre pero su corazón estaba con las matemáticas, sobre todo después de conocer la geometría de Euclides en 1583. Tras cuatro años de estudios, Galileo abandonó Pisa con 21 años sin terminar todos los cursos exigidos para obtener el título.

De regreso a casa de sus padres, Galileo empezó a comportarse como un matemático profesional: escribía artículos, dictaba conferencias y daba clases particulares. De este modo acabó impresionando a diversos matemáticos y consiguió un puesto como docente en la Universidad de Pisa en 1589.
En 1591 su padre moría con 70 años, y el peso de mantener económicamente a la familia recayó en Galileo, el mayor de todos los hermanos. Todo un trabajo de Hércules con los 60 scudi anuales que cobraba como profesor de matemáticas. Por poner una comparación: un profesor de filosofía ganaba entre 6 y 8 veces más, un médico alrededor de 300 y los capitanes del ejército de Toscana entre 1 000 y 1 200 scudi.
Aun con todo, Galileo pudo pagar la dote matrimonial de su hermana Virginia, que se casaba con un hombre bastante levantisco llamado Benedetto Landucci, y pagó los gastos de su hermana Livia en el convento de San Giuliano hasta que pudo disponer del dinero necesario para pagar también su dote. Por suerte para su maltrecha economía y por desgracia para su corazón, sus otros tres hermanos (un varón y dos mujeres) ya habían fallecido de enfermedades infantiles.
Una vida en Padua
En 1592, al año siguiente de la muerte de su padre, Galileo dejó Pisa por un puesto de profesor en Padua, perteneciente a la Serena República de Venecia, donde le ofrecieron un sueldo que triplicaba el de Padua, y poder afrontar así los gastos familiares. Para Galileo, los años que pasó en Padua fueron los más felices de su vida. Allí continuó con sus estudios sobre el movimiento de los cuerpos que había iniciado en Pisa.

Pero no todo iba a ser felicidad. Mientras visitaba a unos amigos, Galileo y dos conocidos, huyendo del calor del mediodía, se echaron una siesta en el suelo de una habitación que estaba refrigerada naturalmente gracias a un conducto que distribuía el viento fresco que producía una catarata en una montaña cercana. Al despertar después de dos horas, empezaron a tener frío, sufrir calambres, dolor de cabeza y pérdida de audición, entre otros síntomas. En pocos días uno de ellos murió y otro lo hizo tiempo más tarde; solo Galileo se repuso de aquella misteriosa enfermedad, pero le dejó secuelas de por vida, dejándole incapacitado durante largos periodos de tiempo.
Compañera de vida
En Padua también conoció, aunque no sabemos cómo ni cuándo, a Marina Gamba, la mujer con la que compartió su vida durante doce años y que le dio tres hijos. Ahora bien, Marina nunca vivió con él. En Padua Galileo vivía en la calle Borgo dei Vignali (hoy, Vía Galileo Galilei), mientras que Marina vivía en Venecia, adonde Galileo se acercaba en barca los fines de semana.
Cuando quedó embarazada la llevó a Padua, pero no a su casa sino a otra situada a cinco minutos de la suya. Y aunque su unión se fue fortaleciendo con el paso del tiempo y con el crecimiento de la familia, siguieron viviendo separados.

Llegan los hijos
La hija mayor, Virginia (llamada así en honor a la hermana de Galileo) aparece en los registros como “hija de Marina de Venecia” nacida “fruto de la fornicación”, es decir, fuera del matrimonio, el 13 de agosto de 1600. En aquel momento Marina tenía 22 años y Galileo, 36. Puede parecernos una diferencia de edad importante, pero entonces era algo totalmente habitual. Al año siguiente, el 27 de agosto, se bautizaba a “Livia Antonia, hija de Marina Gamba y” seguido de un espacio en blanco.
Y el 22 de agosto de 1606 se bautizaba a su tercer hijo: “Vincenzio Andrea, hijo de Madonna Marina –hija de Andrea Gamba- y de padre desconocido”. A pesar de esta extensa familia Galileo nunca se casó, algo que puede sorprender siendo como era un católico piadoso. Debido a su nacimiento ilegítimo, Galileo consideró que las niñas no podían casarse, amén de los problemas que plantearían sus futuras dotes matrimoniales, que habrían agravado los graves problemas financieros de Galileo, que ya había sufrido por tener que pagar las dotes de sus dos hermanas (el marido de su hermana Livia le amenazó con enviarle a la cárcel si no pagaba). Su única alternativa digna era la vida religiosa: ambas niñas fueron aceptadas en el convento de San Mateo en Arcetri (por lo que también tuvo que pagar) y permanecieron allí por el resto de sus vidas.

Virginia tomó el nombre de Sor María Celeste al ingresar al convento. Murió el 2 de abril de 1634 y está enterrada con Galileo en la Basílica de Santa Croce, Florencia. Gracias a las cartas que escribió a su padre sabemos de los problemas cotidianos que acosaban al científico y a su familia; unas cartas que también demuestran el gran amor que se profesaban (por desgracia, no se conservan las que escribió Galileo). Livia tomó el nombre de Sor Arcángela y pasó enferma la mayor parte de su vida. Finalmente Galileo legitimó a su hijo Vincenzo como su heredero legal.
Referencias:
- Reston, J. (2018) Galileo: a life, Beard Group, Inc
- Sobel, D. (1999) Galileo’s daughter, Walker Books