Descubren uno de los dinosaurios más antiguos con cuello largo: vivió hace 230 millones de años en los Andes

El hallazgo de Huayracursor jaguensis, uno de los primeros dinosaurios de cuello largo, podría reescribir la historia evolutiva de los colosos herbívoros del Mesozoico.
Descubren una nueva especie de dinosaurio de cuello largo del periodo Triásico
Descubren una nueva especie de dinosaurio de cuello largo del periodo Triásico. Recreación artística. Foto: ChatGPT-4o/Christian Pérez

En los altos valles de los Andes argentinos, a más de 3.000 metros de altitud, un grupo de paleontólogos ha realizado un hallazgo que podría cambiar para siempre lo que sabemos sobre los primeros pasos evolutivos de los dinosaurios de cuello largo. En un remoto y árido paraje de la provincia de La Rioja, un esqueleto casi completo, perfectamente articulado y sorprendentemente bien conservado, ha salido a la luz. Se trata de una nueva especie de dinosaurio, bautizada como Huayracursor jaguensis, cuyo estudio ha sido publicado en la prestigiosa revista Nature.

No es solo un fósil más en una larga lista de descubrimientos en Sudamérica. Este ejemplar, con su anatomía intermedia entre los pequeños bípedos de cuello corto y los gigantes cuadrúpedos del Jurásico, aporta pistas clave sobre cómo y cuándo se originaron dos de los rasgos más característicos de los llamados sauropodomorfos: el gran tamaño corporal y el alargamiento del cuello.

Los orígenes ocultos de los colosos

Durante décadas, los paleontólogos han intentado rastrear el momento exacto en que los dinosaurios herbívoros comenzaron a transformarse en las enormes criaturas que más tarde dominarían los paisajes jurásicos. ¿Cuándo empezaron a crecer tanto? ¿Por qué sus cuellos se alargaron? ¿Qué ventajas evolutivas les ofrecían estos cambios?

El descubrimiento de Huayracursor jaguensis ofrece una de las piezas que faltaban en este rompecabezas. Este dinosaurio vivió hace unos 230 millones de años, en plena era Triásica, en un momento de gran transformación ecológica y climática. Se estima que medía cerca de dos metros de largo y pesaba unos 18 kilogramos, lo que lo hace relativamente pequeño en comparación con sus descendientes jurásicos, pero lo suficientemente grande como para destacar entre sus contemporáneos.

Lo más llamativo es su cuello: más largo que el de la mayoría de los dinosaurios de su tiempo, aunque todavía no tan extremo como el de los saurópodos clásicos. El análisis de sus vértebras cervicales muestra un proceso temprano de elongación, una especie de experimento evolutivo que anticipa lo que vendría después. Este rasgo, combinado con un incremento del tamaño corporal respecto a otras especies similares, sugiere que la tendencia al gigantismo y al cuello largo comenzó mucho antes de lo que se pensaba.

Huesos seleccionados del ejemplar tipo de Huayracursor jaguensis
Huesos seleccionados del ejemplar tipo de Huayracursor jaguensis. Fuente: Hechenleitner et al., Nature (2025)

Una nueva ventana al Triásico

El fósil fue hallado en la quebrada de Santo Domingo, en la recientemente identificada Cuenca de la Precordillera Norte, un yacimiento que hasta ahora había permanecido en la sombra, eclipsado por los célebres sitios de Ischigualasto y el sur de Brasil. Pero este nuevo enclave podría convertirse en un punto clave para entender el auge de los dinosaurios.

En la misma formación geológica donde apareció Huayracursor, los investigadores también encontraron restos de otros animales típicos del Triásico: cinodontos (parientes lejanos de los mamíferos), rincocefalios y aetosaúridos. Este conjunto fósil revela un ecosistema complejo, donde los primeros dinosaurios no eran aún dominantes, sino que convivían con una fauna variada en un mundo todavía en transformación.

De hecho, la época en que vivió Huayracursor coincide con lo que los paleontólogos conocen como el "episodio pluvial Carniano", un periodo de lluvias intensas, cambios ambientales y extinciones que allanaron el camino para la expansión de los dinosaurios. En este contexto de ecosistemas inestables, la capacidad de adaptarse y diversificarse fue crucial, y es probable que rasgos como el cuello largo y el mayor tamaño corporal dieran ventajas competitivas a ciertas especies herbívoras.

Mucho más que un fósil

El estudio detallado del esqueleto, liderado por un equipo argentino del CONICET y del Centro Regional de Investigaciones Científicas de La Rioja, no solo ha permitido definir una nueva especie, sino también reformular algunas ideas clave sobre la evolución temprana de los dinosaurios. Hasta ahora, se pensaba que los sauropodomorfos del Triásico eran todos pequeños, bípedos y con cuellos cortos. Huayracursor desafía esa visión y sugiere que las trayectorias evolutivas hacia el gigantismo y la especialización herbívora comenzaron mucho antes, y quizás de forma más diversa, de lo que se creía.

Paleontólogos durante las excavaciones en la Quebrada de Santo Domingo, lugar donde fue descubierto el fósil de Huayracursor jaguensis, Argentina, marzo de 2018
Paleontólogos durante las excavaciones en la Quebrada de Santo Domingo, lugar donde fue descubierto el fósil de Huayracursor jaguensis, Argentina, marzo de 2018. Foto: CONICET

La anatomía del animal muestra una mezcla curiosa de rasgos primitivos y modernos. Conserva la postura bípeda y una constitución ágil, pero sus vértebras y proporciones revelan ya una orientación hacia una mayor especialización en la dieta vegetal y en el acceso a recursos más altos, como hojas o brotes inaccesibles para otros animales más pequeños.

Además, este hallazgo pone de relieve la importancia de explorar nuevas regiones fósiles. La concentración de descubrimientos en ciertas zonas geológicas había sesgado la visión científica sobre la distribución de los primeros dinosaurios. El descubrimiento de Huayracursor en un área poco explorada sugiere que la radiación de estos animales fue mucho más amplia geográficamente desde el principio.

Si algo demuestra Huayracursor jaguensis, es que la historia de los dinosaurios está lejos de haberse escrito completamente. Cada nuevo hallazgo desafía verdades asumidas, abre nuevas preguntas y revela lo mucho que aún ignoramos sobre los primeros pasos de estas criaturas fascinantes. Este pequeño corredor de los vientos –como sugiere su nombre, derivado del quechua y el topónimo local– podría tener un impacto tan profundo como el de los gigantes a los que precedió.

En un momento en que la paleontología combina trabajo de campo con tecnología de punta, reconstrucciones digitales y análisis anatómicos milimétricos, descubrimientos como este reafirman que nada reemplaza la emoción de desenterrar un hueso fosilizado con las manos, bajo el sol inclemente de los Andes. Porque cada vértebra, cada falange, puede contener el secreto de una era extinta y la clave para entender cómo empezó todo.

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