Hallan en China dos mandíbulas jurásicas con articulaciones nunca vistas: una tenía 'cuerno' y la otra anticipaba el oído de los mamíferos modernos

Dos fósiles hallados en China revelan que la evolución de la mandíbula de los mamíferos fue mucho más experimental y variada de lo que se pensaba.
Una ilustración reconstruida de Polistodon chuannanensis, que muestra cómo pudo haber lucido este antiguo pariente de los mamíferos
Una ilustración reconstruida de Polistodon chuannanensis, que muestra cómo pudo haber lucido este antiguo pariente de los mamíferos. Ilustración: Chuang Zhao / PNSO

Durante décadas, los paleontólogos han trazado el origen de los mamíferos a través de un rasgo clave: su mandíbula. A diferencia de los reptiles, cuyo maxilar inferior está compuesto por varios huesos, los mamíferos modernos poseen una sola estructura ósea: el dentario, que se articula directamente con el cráneo a través del hueso escamosal. Esta transición es una de las más significativas de la historia evolutiva vertebrada, y ahora, un nuevo estudio publicado en Nature revela que el camino hacia esa simplificación anatómica fue todo menos directo.

Un equipo internacional de científicos ha identificado en dos fósiles jurásicos una variedad inesperada de articulaciones mandibulares. Lejos de representar un simple paso intermedio, estos nuevos hallazgos sugieren que los ancestros de los mamíferos modernos experimentaron múltiples formas de articulación, en una suerte de “laboratorio evolutivo” donde se probaron distintas combinaciones antes de consolidar el diseño actual.

Dos fósiles, dos sorpresas evolutivas

Los protagonistas de esta historia son Polistodon chuannanensis, un tritilodóntido herbívoro de tamaño mediano que vivió hace unos 165 millones de años, y Camurocondylus lufengensis, un pequeño insectívoro del Jurásico temprano, con una antigüedad estimada de entre 174 y 201 millones de años. Ambos fósiles fueron hallados en distintas regiones de China y estudiados en detalle mediante escáneres de tomografía computarizada de alta resolución, lo que permitió a los investigadores reconstruir en tres dimensiones sus estructuras mandibulares.

La sorpresa llegó con Polistodon, cuyo cráneo muestra una articulación secundaria completamente inédita entre el hueso dentario y el hueso yugal (jugal). Esta conexión no se había observado en ningún otro tetrápodo, y su descubrimiento plantea preguntas fundamentales sobre la diversidad de soluciones anatómicas que la evolución exploró en el linaje de los mamíferos.

Por otro lado, Camurocondylus presenta un tipo de articulación más cercana al modelo que acabaría imponiéndose en los mamíferos actuales, pero con una morfología simplificada. Su cóndilo mandibular, situado en el extremo del dentario, muestra un diseño rudimentario, posiblemente funcional pero no tan especializado como el que se observa en fósiles más avanzados como Morganucodon. En este caso, los investigadores interpretan esta forma como un precursor de la articulación dentario-escamosal definitiva.

Cráneo y estructura dental de Polistodon chuannanensis, que revelan detalles clave sobre su alimentación y evolución mandibular
Cráneo y estructura dental de Polistodon chuannanensis, que revelan detalles clave sobre su alimentación y evolución mandibular. Fuente: F. Mao et al. Nature (2025)

Un mapa evolutivo mucho más complejo

Hasta ahora, el paso del sistema articular reptiliano (entre el cuadrado y el articular) al mamaliano (entre el escamosal y el dentario) se consideraba una transición lineal. Sin embargo, las nuevas evidencias indican que este proceso fue más bien un mosaico evolutivo con múltiples soluciones emergiendo en paralelo.

Polistodon, con su articulación yugal-dentaria, representa una rama lateral en esta historia, un ejemplo de evolución convergente en el que se desarrolló una solución mecánicamente eficaz, pero que no prosperó como el modelo definitivo. Su mandíbula era capaz de resistir fuerzas significativas, lo que refuerza la idea de que esta estructura secundaria no era meramente de soporte, sino funcionalmente activa en el proceso de masticación. En un contexto de dieta herbívora y posibles hábitos excavadores, esta configuración pudo ofrecer ventajas adaptativas concretas.

Camurocondylus, en cambio, parece encajar en una secuencia más gradual que conduce directamente a los mamíferos verdaderos. Su mandíbula revela un intento temprano de cargar el peso de la masticación sobre la nueva articulación, mientras la primitiva (cuadrado-articular) comenzaba a perder su rol funcional, allanando el camino para su conversión en los huesecillos del oído medio.

¿Qué impulsa la transformación de la mandíbula?

El estudio también plantea una cuestión fundamental: ¿qué motivó este cambio profundo en la arquitectura mandibular de los ancestros de los mamíferos? Durante mucho tiempo se pensó que la miniaturización —la reducción de tamaño corporal en los primeros mamíferos— fue la fuerza principal detrás de esta transformación. Pero Polistodon, lejos de ser pequeño, tenía una mandíbula de 116 milímetros, lo que lo sitúa fuera del rango habitual de los mamaliaformes tempranos.

Esto sugiere que otros factores, como la reorganización muscular, el tipo de alimentación o incluso la locomoción (por ejemplo, la excavación en entornos subterráneos), jugaron un papel más relevante de lo que se había asumido. Además, los autores del artículo en Nature apuntan a la plasticidad fenotípica como un motor importante en esta diversidad de formas mandibulares. En otras palabras, la capacidad de un organismo para desarrollar estructuras diferentes según el ambiente podría haber generado las bases sobre las que luego actuó la selección natural.

Fragmento del cráneo y dentición de Camurocondylus, que permiten reconstruir cómo era la mandíbula de uno de los primeros parientes de los mamíferos
Fragmento del cráneo y dentición de Camurocondylus, que permiten reconstruir cómo era la mandíbula de uno de los primeros parientes de los mamíferos. Fuente: F. Mao et al. Nature (2025)

Implicaciones para el estudio de los mamíferos

Estos hallazgos no solo amplían el catálogo de formas mandibulares en los ancestros de los mamíferos, sino que también obligan a repensar los criterios diagnósticos que definen al grupo. Si articulaciones similares al modelo “moderno” evolucionaron de forma independiente en varios linajes, entonces la articulación dentario-esquamosal no puede considerarse un rasgo exclusivo de los mamíferos. Y lo mismo ocurre con la transición del sistema de masticación al sistema auditivo: parece que se produjeron varias “versiones beta” antes de consolidarse el diseño definitivo.

La mandíbula, ese humilde hueso que usamos para comer, hablar y morder, resulta ser un campo fértil para entender los grandes experimentos de la evolución. En Polistodon y Camurocondylus, la naturaleza dejó huellas claras de su proceso de ensayo y error, probando distintas combinaciones hasta encontrar la que funcionó mejor. Pero en ese camino, algunas soluciones descartadas —aunque extintas— también brillaron por su eficacia.

Más que simples fósiles, estos dos pequeños animales del Jurásico nos recuerdan que la evolución no sigue una línea recta, sino que zigzaguea, se bifurca, prueba y a veces se contradice. Y que bajo tierra, todavía quedan muchas mandíbulas dispuestas a contarnos sus secretos.

El estudio ha sido publicado en Nature.

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