Pocos estudiantes olvidan las primeras conversaciones con sus profesores. Quienes tienen vocación científica suelen recordar con nitidez los consejos que reciben cuando apenas están eligiendo su camino. Max Planck no fue la excepción. Cuando en 1878 comenzó sus estudios en la Universidad de Múnich, pidió consejo a uno de sus profesores más respetados, Philipp von Jolly. Lo que obtuvo no fue aliento, sino una advertencia: no valía la pena dedicarse a la física, porque ya estaba todo descubierto. En ese momento, Albert Einstein aún no había nacido y ni siquiera existía la palabra “cuántico”.
Este episodio, relatado por el propio Planck en una conferencia de 1924, es el núcleo del artículo académico firmado por James D. Wells, del Centro de Física Teórica de la Universidad de Michigan. El texto reproduce la cita exacta de Planck y analiza el contexto histórico de aquella predicción fallida. El trabajo no es solo una curiosidad histórica, puesto que no muestra cómo los errores de predicción los pueden cometer incluso las mentes más brillantes al proyectar el futuro del conocimiento científico.
La falsa sensación de final
A finales del siglo XIX, era común entre algunos científicos pensar que la física estaba a punto de completarse. Se conocían las leyes de Newton, el electromagnetismo de Maxwell y el principio de conservación de la energía. Todo parecía encajar. Esta sensación de cierre inminente llevó a muchos a creer que solo quedaban detalles por pulir. No era una posición marginal: incluso Lord Kelvin mencionó públicamente que no quedaban más que “dos nubecillas en el horizonte” científico.
Philipp von Jolly representaba esa visión. Cuando Planck acudió a él para hablar sobre su futuro académico, von Jolly fue claro. Según Planck, le describió la física como “una ciencia altamente desarrollada, casi completamente madura, que [...] pronto tomaría su forma final y estable”. Añadió que quedaban quizá “algunos rincones donde examinar o clasificar un detalle aquí y allá, pero el sistema como un todo estaba bastante asegurado”. Esas palabras no solo subestimaban lo que vendría, sino que reflejaban una confianza absoluta en que el conocimiento fundamental estaba cerrado.

Planck decide seguir adelante
A pesar de ese consejo, Max Planck no se dejó desalentar. Continuó sus estudios y acabó iniciando una de las mayores revoluciones científicas del siglo XX. En el año 1900, presentó una teoría para explicar la radiación del cuerpo negro, introduciendo la idea de que la energía no era continua, sino que se emitía en “cuantos”. Este concepto fue el germen de la física cuántica.
Lo notable es que Planck no se propuso revolucionar nada. En sus propios escritos, se muestra como un pensador conservador, más interesado en ajustar la física existente que en romperla. Sin embargo, sus cálculos lo llevaron a una conclusión radical. Esa paradoja —el revolucionario que no quería serlo— acentúa aún más el error de su antiguo profesor. Von Jolly creyó ver el final de un camino justo cuando se estaba abriendo un nuevo horizonte.
La actitud de Planck también revela algo importante sobre el progreso científico. No se trata solo de tener ideas brillantes, sino de atreverse a seguir investigando incluso cuando parece que todo está dicho. Muchos de los grandes avances surgen no de la ruptura intencional, sino del intento sincero de comprender lo que parece no encajar.

El valor de las predicciones equivocadas
El artículo de James D. Wells recuerda que este tipo de predicciones erróneas no son raras. De hecho, suelen ser cíclicas. Hay épocas en las que ciertos científicos o divulgadores anuncian que ya se ha alcanzado un límite, que ya no queda nada fundamental por descubrir, y que lo único que resta es perfeccionar lo que ya se sabe. Pero la historia muestra una y otra vez que estas afirmaciones son prematuras.
“Es útil recordar periódicamente predicciones erróneas hechas con gran seguridad para inmunizarnos contra pensamientos equivocados similares en el presente”, escribe Wells. La cita no solo encierra una advertencia, sino una sugerencia de humildad intelectual. Cada generación de científicos cree entender mejor el mundo que la anterior, pero eso no significa que el conocimiento esté completo.
Este recordatorio cobra aún más valor en la actualidad, cuando la física se enfrenta a desafíos como la materia oscura, la energía oscura o la unificación de las fuerzas fundamentales. Si alguien hoy afirmara que estamos cerca del final, ¿no repetiría exactamente el error de von Jolly?
Lo que Planck escuchó y lo que el tiempo desmintió
La cita que Planck conserva de su profesor es clara y contundente. En una conferencia pronunciada en 1924 en la Universidad de Múnich, titulada Vom Relativen zum Absoluten, rememoró así la advertencia que recibió en 1878:
Me describió la física como una ciencia altamente desarrollada, casi completamente madura, que, gracias al logro culminante del descubrimiento del principio de conservación de la energía, pronto tomaría su forma final y estable. Tal vez seguiría en algún rincón u otro, examinando o poniendo en orden algún detalle aquí o allá, pero el sistema en su conjunto estaba bastante asegurado, y la física teórica se acercaba notablemente al grado de perfección que, por ejemplo, la geometría había alcanzado siglos atrás
Max Planck
Esa visión era compartida por otros físicos de la época, pero su rotundidad es lo que llama la atención. Comparar la física con la geometría, como si ambas fueran estructuras ya cerradas, no dejaba mucho margen para la sorpresa.
Sin embargo, apenas unas décadas más tarde, esa imagen se desmoronaría por completo. Con el desarrollo de la relatividad general, la mecánica cuántica, la teoría del átomo y más adelante la física de partículas, la estructura misma del universo se reveló como algo mucho más complejo, dinámico y misterioso de lo que von Jolly habría imaginado.
Una historia que sigue vigente
La anécdota entre Planck y von Jolly no es solo una curiosidad histórica. Tiene un valor pedagógico y filosófico. Recordar que incluso los expertos pueden equivocarse de forma tan rotunda ayuda a cultivar el pensamiento crítico. Las ciencias evolucionan, se revisan, se contradicen y se reinventan. Creer que el conocimiento está cerrado es, en realidad, una forma de detener su avance.
También es una advertencia contra el exceso de confianza. Von Jolly no era un ignorante ni un charlatán. Era un académico respetado, que había contribuido a campos como la gravitación y la ósmosis. Incluso fue nombrado caballero en 1854. Su error no fue de formación, sino de perspectiva.
En momentos donde se discute el papel de la inteligencia artificial, las fronteras de la física o los límites de la biología sintética, esta historia sigue lanzando una pregunta incómoda: ¿qué parte del conocimiento actual será vista como ingenua o errada dentro de 50 años?
Referencias
- Planck, M. (2001). Vom Relativen zum Absoluten. In: Roos, H., Hermann, A. (eds) Vorträge Reden Erinnerungen. Springer, Berlin, Heidelberg. https://doi.org/10.1007/978-3-642-56594-6_11.
- James D. Wells, Prof. von Jolly’s 1878 prediction of the end of Theoretical Physics as Reported by Max Planck, Scholardox E7, 6 de marzo de 2016. https://deepblue.lib.umich.edu/handle/2027.42/163719.