La primera máquina para secar el cabello apareció en Francia en 1890, dentro del salón de su creador, Alexandre Godefoy. En realidad, era una aspiradora adaptada para invertir su resultado. La bomba de aire de la aspiradora crea un vacío que absorbe el polvo, y el movimiento del motor calienta los gases de su interior. Godefoy quitó el tubo de la entrada y lo colocó en la salida de aire caliente. Había nacido el secador eléctrico.
Pero estos aparatos no se popularizaron hasta 1920, con artilugios más pequeños compuestos por un ventilador y una resistencia que calentaba el aire. En los años 30 los secadores de casco invadieron las peluquerías, pero sus gases estropeaban el pelo. A mediados de los 50, las carcasas de baquelita irrumpieron en el mundo de la estética y por fin aparecieron los secadores de mano.
¿Sabías que hay una parte oscura en todo esto? En el pasado, los secadores de pelo estuvieron asociados con accidentes trágicos. Durante el siglo XX, hubo casos de personas que sufrieron electrocución debido a secadores que no cumplían con los estándares de seguridad. Estos incidentes ocurrían con mayor frecuencia cuando los secadores entraban en contacto con el agua, creando un riesgo significativo para la seguridad de los usuarios. Sin embargo, a medida que avanzó la tecnología y se implementaron regulaciones de seguridad más estrictas, las muertes relacionadas con secadores de pelo disminuyeron drásticamente. En la década de 1970, la Comisión de Seguridad de Productos de Consumo de Estados Unidos estableció directrices para asegurarse de que los secadores cumplieran con ciertos estándares de seguridad. Además, desde 1991 se requiere que todos los secadores utilicen un interruptor de circuito de falla a tierra, lo que evita que las personas sufran una descarga eléctrica en caso de contacto con el agua. Así que tranquilidad, ¡ahora los secadores son mucho más seguros que los del siglo XX!
Este es el secador de manos más ecológico