El riesgo no viene dado por la tensión eléctrica, aunque una descarga de miles de voltios puede causarnos daños, sino por la cantidad de corriente que atraviesa el cuerpo. La peligrosidad de la corriente del hogar, cuya tensión es de 230 voltios, proviene del hecho de que es suministrada continuamente. En otras palabras, si se toca un cable pelado, la corriente continuará su viaje a través del cuerpo para llegar a la tierra, y lo hará hasta que se suelte.

La corriente eléctrica que atraviesa el cuerpo puede provocar efectos devastadores dependiendo de su intensidad y la duración del contacto. A medida que aumenta la corriente, los riesgos también lo hacen, desde contracciones musculares involuntarias hasta el colapso de órganos vitales como el corazón. Las lesiones no siempre son visibles, ya que los daños internos pueden ser más graves que las quemaduras externas. Además, la resistencia del cuerpo, influida por factores como la humedad, juega un papel crucial en la severidad de la descarga.