En su estado natural inicial, la miel se presenta como un fluido viscoso. Su origen, composición y temperatura definen la mayor o menor facilidad para cristalizar y volverse sólida. En función del tipo de azúcares que predominen, las mieles más ricas en glucosa tienden a solidificarse más fácilmente que las que tienen más fructosa.
También por debajo de 14 ºC se acelera el proceso de solidificación, mientras que el calor favorece que se mantengan líquidas: a 40 ºC, prácticamente todas las mieles lo son. El tiempo también es un factor importante. Si dejamos un tarro de miel en la despensa, a medida que pasan los meses se va volviendo más sólida, pues se favorece el proceso de cristalización.
La cristalización de la miel no indica que esté en mal estado. La miel cristalizada conserva sus propiedades y beneficios nutricionales. Para revertir la cristalización y hacer que la miel vuelva a su estado líquido, puedes calentarla suavemente en un baño de agua tibia o colocar el recipiente de miel en agua caliente.