La esperanza de vida se estanca: por qué podríamos no alcanzar los 100 años en promedio

Nuevos modelos estadísticos revelan que las generaciones actuales no alcanzarán los 100 años en promedio, frenando una tendencia de más de un siglo de aumento continuo en la esperanza de vida.
Fuente: ChatGPT / E. F.

La idea de que cada generación vivirá más que la anterior ha sido una creencia común durante buena parte del siglo XX y XXI. Es habitual escuchar frases como “los niños de hoy vivirán 100 años”, pronunciadas con confianza en cenas familiares o en charlas motivacionales sobre el progreso humano. Esta creencia se basa en un siglo de mejoras continuas en salud, higiene y tecnología médica que parecían no tener techo. Pero, ¿y si ese techo ya estuviera cerca?

Una nueva investigación sugiere precisamente eso. Un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences alerta de un posible estancamiento en el aumento de la esperanza de vida. Usando datos de 23 países con altos ingresos y baja mortalidad, el trabajo indica que las personas nacidas entre 1939 y 2000 no alcanzarán los 100 años de vida en promedio. Aunque las predicciones sobre la longevidad siempre implican cierto margen de incertidumbre, los autores aplicaron seis métodos distintos de proyección para llegar a una conclusión inquietante: el ritmo de mejora se ha frenado notablemente.

Una ralentización estadísticamente robusta

El artículo, firmado por José Andrade, Carlo Giovanni Camarda y Héctor Pifarré i Arolas, presenta una metodología rigurosa basada en proyecciones de mortalidad por cohortes. A diferencia de los enfoques tradicionales centrados en periodos (que analizan un año específico), las estimaciones por cohortes siguen a un grupo de personas nacidas en el mismo año a lo largo de su vida. Esta perspectiva permite obtener una visión más precisa del recorrido vital real de una generación.

Los investigadores aplicaron seis modelos distintos, incluidos tanto métodos tradicionales como innovadores, entre ellos Lee–Carter, CoDa y el modelo C-STAD. Con todos ellos obtuvieron un mismo resultado: la esperanza de vida está creciendo más lentamente que antes. Según el estudio, "el ritmo previamente observado de mejora, de 0,46 años por cohorte, se reduce entre un 37 % y un 52 % dependiendo del método utilizado".

Este patrón fue consistente incluso cuando los autores probaron la robustez de sus modelos. Simularon escenarios más optimistas, duplicando las mejoras futuras de mortalidad, y aun así los resultados no alcanzaban los niveles de incremento observados en la primera mitad del siglo XX.

Proyecciones de esperanza de vida por cohorte muestran una desaceleración en todos los métodos utilizados. Fuente: Proceedings of the National Academy of Sciences

El secreto estaba en los más jóvenes

Gran parte del crecimiento en la esperanza de vida durante el siglo pasado se debió a una reducción drástica de la mortalidad infantil y de las muertes en la adolescencia y juventud. Estos avances se lograron gracias a las vacunas, antibióticos, mejores condiciones sanitarias y alimentación. Sin embargo, los investigadores muestran que este factor ya no puede seguir impulsando el aumento de la longevidad.

El análisis por grupos de edad revela que más del 70 % de la desaceleración se explica por la pérdida de mejoras en menores de 20 años, especialmente en los menores de 5. En palabras del estudio, “más de la mitad de la desaceleración total se atribuye a las tendencias de mortalidad menores de 5 años”. Es decir, como ya hay muy pocas muertes infantiles, apenas queda margen para que este grupo siga empujando hacia arriba la media general de vida.

En cambio, las mejoras en edades avanzadas —donde sí hay más muertes— progresan a un ritmo lento. Aunque hay avances médicos y tecnológicos, aún no son suficientes para compensar la pérdida de impulso proveniente de los primeros años de vida.

Fuente: ChatGPT / E. F.

El umbral de los 100 años, más lejos de lo que parecía

Entre los datos más llamativos del estudio está el hecho de que ninguna de las cohortes analizadas —desde 1939 hasta 2000— alcanzará los 100 años de esperanza de vida, incluso en los escenarios más optimistas. En las décadas previas, se llegó a pensar que las personas nacidas en 1980 podrían romper esa barrera. Pero los nuevos cálculos apuntan a que eso no ocurrirá.

Para ilustrarlo, los autores comparan las proyecciones reales con una extrapolación lineal del ritmo de mejora entre 1900 y 1938. Según ese modelo, los nacidos en 1980 deberían haber alcanzado los 100 años de vida promedio. Sin embargo, la realidad proyectada es muy distinta. Los resultados muestran incrementos de entre 0,20 y 0,29 años por cohorte, dependiendo del método, frente al 0,46 anterior.

Incluso duplicando las mejoras previstas en mortalidad, los autores advierten que los nuevos avances no bastarían para recuperar la tendencia del siglo XX. El envejecimiento saludable es deseable, pero su impacto en la media general tiene límites biológicos y sociales que aún no se han superado.

Implicaciones sociales de una esperanza de vida más estable

Más allá de lo demográfico, este frenazo en la esperanza de vida tiene consecuencias profundas para la planificación social. Gobiernos y sistemas de salud han venido ajustando pensiones, seguros y políticas públicas bajo la suposición de una vida cada vez más larga. Si esa tendencia se modera, será necesario replantear modelos económicos y previsionales.

Del mismo modo, a nivel individual, las decisiones sobre ahorro, jubilación y estilo de vida pueden verse afectadas. La percepción de una vida más corta —aunque solo sea por una desaceleración— puede influir en cómo las personas se organizan para el futuro.

Los autores también señalan que las desigualdades sociales pueden amplificar este fenómeno. Aunque el estudio se centra en países de altos ingresos, factores como educación, empleo o acceso a servicios de salud siguen influyendo en la esperanza de vida de distintos grupos sociales. Es decir, el promedio puede estabilizarse, pero las diferencias internas podrían crecer.

¿Estamos cerca del límite biológico?

El estudio no afirma que hayamos alcanzado un techo infranqueable en términos biológicos, pero sí sugiere que los factores que permitieron grandes saltos en longevidad ya no están presentes con la misma intensidad. La ralentización actual no se debe a un error de cálculo, sino a un cambio estructural en las condiciones que permiten vivir más.

Como reconocen los propios autores, "estos hallazgos no deben interpretarse como una prueba a favor o en contra de un límite biológico a la vida humana". Más bien, reflejan una combinación de límites sociales, avances médicos más lentos y la saturación de mejoras en las edades tempranas.

Aun así, el campo de la longevidad humana está lejos de cerrarse. Quedan muchas preguntas abiertas: ¿qué papel jugarán las terapias antienvejecimiento? ¿Pueden las mejoras en la salud mental, el ejercicio o la nutrición retrasar aún más el deterioro? Por ahora, lo único seguro es que el camino hacia los 100 años será más difícil de lo que pensábamos.

Referencias

  • José Andrade, Carlo Giovanni Camarda, Héctor Pifarré i Arolas. Cohort mortality forecasts indicate signs of deceleration in life expectancy gains. Proceedings of the National Academy of Sciences. 25 agosto 2025. https://doi.org/10.1073/pnas.2519179122.

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