Las creencias populares sobre los animales se transmiten de generación en generación, a menudo sin pasar por el filtro de la lógica o la evidencia científica. Muchas de ellas nacieron en los cuentos, el cine o la televisión, y con el tiempo se han convertido en verdades asumidas. Pero ¿qué hay de cierto en eso de que los murciélagos son ciegos o que los conejos aman las zanahorias? Reunimos once mitos ampliamente extendidos sobre el comportamiento, la fisiología o la inteligencia animal, y los contrastamos con lo que realmente dice la ciencia. El resultado: algunas sorpresas, muchas carcajadas y una buena dosis de datos curiosos.
Mito 1: Los ratones se mueren por el queso
No está claro si la cosa empezó con los personajes animados de Tom y Jerry o viene de antes, pero este mito está más que popularizado por dibujos animados, cuentos, tebeos… Y no. El investigador inglés David Holmes, de la Universidad Metropolitana de Mánchester, lo desmintió de forma categórica en 2006 tras realizar un exhaustivo estudio sobre las preferencias alimentarias de los roedores.
Para empezar, los ratones comen de todo, ya que sus poblaciones suelen ser muy numerosas y no pueden andarse con remilgos. Pero, puestos a escoger, sienten predilección por los alimentos ricos en azúcares y carbohidratos, como el chocolate, la fruta y los cereales.
La comida de olor y sabor fuertes, como podría ser un buen camembert o un roquefort, no es lo que más les llama la atención. Porque, de hecho, uno de los lugares en que más buscan alimento los ratones es en los basureros, donde entre los aromas que los pueblan no destaca precisamente el queso con denominación de origen.

Mito 2: Los perros y los gatos solo pueden ver en blanco y negro
La visión a todo color de la que disfrutamos los seres humanos es exclusiva de unas pocas especies animales. Durante mucho tiempo se pensó, por ejemplo, que los perros y los gatos no podían distinguir los colores, y que veían el mundo en blanco y negro. Sin embargo, algunas investigaciones han desmentido esta idea desde hace años: en el caso de los gatos, su vista distingue los tres colores primarios: azul, verde y rojo. Y los perros parecen ser ciegos al color verde y sus tonalidades derivadas, pero sí pueden apreciar el resto del arco cromático.
Ninguna de las dos especies percibe los colores tan bien como nosotros, pero, a cambio, los seres humanos no gozamos de la extraordinaria visión nocturna de los gatos ni del olfato superdesarrollado de los perros… Y hay otras especies animales que ven incluso más colores: ciertos reptiles, peces y aves cuentan en sus ojos con cuatro receptores de color, tres para los primarios y uno para el ultravioleta, lo que da como resultado un entorno mucho más colorido que el que nosotros podemos percibir.
Mito 3: El hocico húmedo de los perros es señal de buena salud
Es normal que los perros tengan el hocico húmedo, pero que se les reseque tampoco quiere decir que estén enfermos. Se trata de una manera de potenciar su ya desarrollado sentido del olfato, porque las partículas odoríferas se adhieren mejor a las superficies húmedas, y también ayuda a eliminar el exceso de calor.
En principio, no hay que preocuparse si el hocico está más seco de lo habitual, ya que ello puede estar provocado por factores que no tienen nada que ver con la salud, como la edad del animal –en la vejez hay menos humedad–, la deshidratación tras un fuerte ejercicio –se le pasa bebiendo agua–, el calor o la falta de humedad ambiental.
Incluso hay algunas enfermedades, como la rinitis aguda, que se manifiestan por exceso de humedad. El mejor indicador de la salud de nuestro perro no es, precisamente, la mayor o menor humedad de su hocico: es su comportamiento.
Mito 4: El avestruz entierra la cabeza cuando tiene miedo
Eres el ave más grande del mundo, con un tamaño de hasta tres metros de altura y un peso de 180 kilos, y ¿tu estrategia ante una posible amenaza es hundir la cabeza en la tierra para que no te vean? Algo no suena muy lógico aquí. Lo cierto es que los avestruces, cuando se asustan, recurren a una solución menos original pero más efectiva: correr. Y no poco, pues pueden alcanzar los setenta kilómetros por hora en trayectos cortos y mantener una media de cincuenta, en carreras más largas.
Lo que es más, incluso corren en zigzag para poner las cosas más difíciles a los depredadores. Eso sí, si no hay más remedio que pelear con adversarios de cuidado, lanzan unas patadas capaces de romper los huesos a una persona o de matar a animales de menor tamaño.
Entonces, ¿de dónde ha salido el mito? Del hecho de que, efectivamente, estos animales a veces hunden la cabeza en la tierra, aunque el motivo nada tiene que ver con el miedo, sino con la alimentación. Los avestruces son básicamente vegetarianos, pero no desprecian pequeñas presas como insectos, ratones o lagarto que suelen encontrarse en los agujeros del suelo. Un avestruz con la cabeza enterrada está, sencillamente, buscando su almuerzo.

Mito 5: Los conejos se vuelven locos por las zanahorias
Comprobar la falsedad de esta leyenda tan propagada por Bugs Bunny es sencillo: basta con ofrecerle una zanahoria a un conejo y veremos que, antes que ninguna otra cosa, se comerá las hojas. Si se ha quedado con hambre, es posible que se atreva con el resto, pero los conejos prefieren una dieta formada principalmente por hojas de verdura, como las coles, el brécol y el repollo.
Además, por si fuera poco, las zanahorias podrían ser perjudiciales para ellos. Varios estudios científicos señalan que su alto contenido en azúcar puede provocarles caries y diversos problemas digestivos. Justo lo contrario del mito.
Mito 6: Un año de vida de un perro equivale a siete de un ser humano
Todo un clásico; esta falsedad lleva décadas circulando y es, incluso, aceptada por numerosos veterinarios. Muchos profesionales utilizan esta comparación para explicar el ciclo de vida del animal, considerablemente más corto que el de los humanos. Pero es un cálculo bastante a trazo grueso, que no tiene en cuenta ciertos factores que marcan la diferencia. Entre ellos, que los tamaños de las razas caninas, y sus correspondientes características fisiológicas, son muy diferentes de las del hombre.
Por ejemplo, tomemos el caso de una perrita de un año que ya tiene ciclos reproductivos, algo que ni de lejos sucede con una niña de siete años, o el de un perro de tamaño medio que a los siete años se encuentra en plena forma y lleno de vigor, algo muy diferente de lo que le sucede a un hombre a punto de cumplir los cincuenta.
Además, los perros de pequeño tamaño suelen vivir más que los grandes porque sus órganos se degeneran más lentamente por cuestiones meramente biológicas. Un pinscher miniatura de unos tres kilos y veinticinco centímetros puede alcanzar fácilmente los dieciséis años. Mientras que un gran danés –un gigante de setenta kilos y setenta y cinco centímetros de altura– raramente superará los doce.
Mito 7: La orca es una ballena asesina
Ni una cosa, ni la otra. Las orcas, para empezar, ni siquiera son ballenas. Estos animales, enormemente inteligentes y sociables, pertenecen a la misma familia que los delfines. El malentendido tiene que ver con su gran tamaño, ya que pueden alcanzar los nueve metros de largo. Y la reputación de asesina también está fuera de lugar. Son carnívoras y, como tales, su dieta incluye todo tipo de focas, tortugas, peces –incluidas algunas especies de tiburón–, nutrias, osos polares, pingüinos… Pero los ataques a seres humanos son rarísimos y los pocos que se conocen se produjeron en cautividad. El caso más famoso fue el de la orca Tilikum, que en 2010 mató a su entrenadora en el parque Sea World, en Estados Unidos.
En 1977, y a raíz del éxito de Tiburón, se estrenó la película Orca, la ballena asesina, en la que se mostraba a un animal en busca de venganza contra los pescadores que habían matado a su pareja (otro mito, pues estos animales no son monógamos).
La publicidad de la cinta estaba llena de mentiras –“¡Orca, la ballena asesina, destruye tiburones, barcos y hombres! Reina en los océanos. Aterroriza el planeta”– que no contribuyeron a mejorar su reputación, a pesar de que en el rodaje se utilizaron orcas amaestradas. Hubo que esperar a ¡Liberad a Willy! (1993) para que Hollywood diera marcha atrás en su campaña de difamación.

Mito 8: Los ciempiés tienen cien patas
Es verdad que el nombre de estos animales deriva de la palabra centumpeda, que en latín significa ‘con cien pies’. Pero, a pesar del sugerente enunciado, no hay que tomárselo al pie de la letra. Estos invertebrados de cuerpo alargado, formado por una cabeza y varios segmentos, obviamente no tienen precisamente pies, sino patas o garras en algunos casos. En cuanto al número, no deja de ser curioso que, de las tres mil especies que hay catalogadas, el número de patas varía de las 30 a las 382. Pero no hay ni una sola que tenga la cifra redonda de cien. Está claro que quien les puso el nombre no se molestó en hacer ni la cuenta ni la media.
Mito 9: Los toros se excitan con el color rojo
Es imposible, por la sencilla razón de que los toros no pueden distinguir los colores. Lo que les excita es el movimiento del capote o la muleta de los toreros, cuando los agitan delante de ellos para que embistan. A esto hay que añadir el estrés que ya sufren estos animales cuando se les saca de su entorno natural, se les encierra en un cajón, luego en unos toriles, hasta que finalmente son liberados, sin sus compañeros, en la plaza, un lugar completamente extraño para ellos, dominado por el ruido de los espectadores.
No les faltan motivos para estar excitados, y ninguno de ellos tiene que ver con el color rojo. Es cierto que los toros de lidia tienen una mayor agresividad que otras razas bovinas, pero es una agresividad que puede ser suavizada o exacerbada, y una corrida de toros está pensada solo para lo segundo.
Mito 10: Los delfines son los animales más inteligentes
Desde luego, están en los primeros lugares de la tabla en cuanto a inteligencia: saben diferenciar el lado derecho del izquierdo, se reconocen frente a un espejo y viven en grupos sociales muy organizados en los que se forman estrechos lazos sociales. Todo ello es indicativo de una gran capacidad cerebral, pero ¿los más inteligentes? Hay muchas maneras de medir la inteligencia, especialmente en el mundo animal, así que es difícil establecer una clasificación.
Pero si tomamos la inteligencia humana como referencia, es posible enumerar a los que destacan. Es lo que hizo John M. Pearce, de la Escuela de Psicología de la Universidad de Cardiff, en Inglaterra, en su libro Aprendizaje y cognición, en el que, en una escala de evaluación de cero a cien, atribuye al chimpancé el título de animal más inteligente del mundo, con 77 puntos. Sus méritos para ello, son, entre otros, su capacidad de formar conceptos, adquirir símbolos para la comunicación y resolver problemas. Los delfines quedan en segundo lugar, con 72 puntos, empatados con los orangutanes.

Mito 11: Los murciélagos son ciegos
"Ciego como un murciélago". La expresión está un poco en desuso, pero se ha utilizado a menudo como consecuencia de la creencia popular de que estos animales prácticamente no ven. El motivo es que, al ser criaturas de costumbres nocturnas, su capacidad de orientación no se basa en la vista, sino en su sentido de la ecolocalización, una especie de sonar natural.
Durante su vuelo, los murciélagos emiten unas ondas sonoras inaudibles para el ser humano, que, al tropezar con un obstáculo, rebotan y son captadas de nuevo por el animal, que calcula la distancia al objeto, su tamaño, la velocidad e incluso detalles sobre su textura. Pero todo esto no quiere decir que no vean.
Todos los murciélagos tienen el sentido de la vista en pleno funcionamiento y, en algunos, incluso está más agudizado que el de los seres humanos. Eso sí, la mayoría no puede distinguir los colores, por lo que perciben el mundo en blanco y negro. En la foto, un zorro volador, especie que carecen de ecolocalización.