Ni español ni criogenizado: la verdad sobre Walt Disney y otros mitos de la cultura popular

Las buenas historias no siempre son ciertas. Algunas nacen de malentendidos, otras de intereses y muchas de simples ganas de creer. Aquí desmontamos algunos mitos culturales que persisten en el imaginario colectivo, desde frases nunca dichas hasta cadáveres supuestamente congelados.
Ni español ni criogenizado, la verdad sobre Walt Disney y otros mitos
Cuando la leyenda supera a los hechos: mitos culturales bajo la lupa. Ilustración artística: Sora / ERR.

Vivimos rodeados de historias que se repiten una y otra vez: en redes sociales, en documentales, en conversaciones de sobremesa. Son relatos que suenan familiares, verosímiles o simplemente irresistibles. Pero, ¿cuántos de ellos son verdad? Este artículo reúne una docena de mitos culturales ampliamente difundidos que, al ser examinados de cerca, se caen como castillos de arena. No importa si tienen como protagonista a Cervantes, Shakespeare, Chaplin, Reagan, Michael Jackson o Walt Disney. En todos los casos, la realidad es más matizada —y muchas veces, más fascinante— que la leyenda.

Mito 1: Walt Disney nació en Almería…

Uno podría pensar que este mito estaría circunscrito a España o que no habría pasado de Mojácar, la población almeriense que supuestamente fue el verdadero lugar de nacimiento de Walt, pero nada de eso; se ha ido abriendo paso hasta la prensa internacional e incluso ha sido objeto de reportajes y documentales, a pesar de que es una mentira de mayor tamaño que la nariz de Pinocho. 

Está documentado que la familia de Walt Disney vivía en Chicago y tenía raíces irlandesas… si es que era en efecto la familia de Walt Disney. Porque el rumor asegura que el verdadero nombre de Disney era José Guirao Zamora y que era hijo natural de Isabel Zamora, una mujer sin recursos, y de Ginés Carrillo, integrante de una de las familias más poderosas de la zona. Este se negó a reconocerlo e Isabel tuvo un matrimonio forzoso con el minero José Guirao para que su hijo tuviera un apellido. Luego, emigró a Estados Unidos con el bebé, al que dio en adopción al matrimonio de Flora y Elias Disney.

La historia ha sido reforzada por el hecho de que no se ha podido encontrar la partida de nacimiento de Walt —sí la de sus hermanos y por la gran diferencia de edad que tenía con estos. En su contra está que el extravío de partidas de nacimiento no era raro en esos tiempos y que el embarazo de Flora fue confirmado por muchos de sus vecinos, incluido el reverendo Walter Parr, con cuyo nombre bautizaron al niño. Pero si se va de visita a Mojácar, es mejor no discutir el tema: allí es difícil encontrar a alguien que no piense que el padre de Mickey Mouse era su paisano.

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Disney fue incinerado, aunque la criogenización alimentó la leyenda. Ilustración artística: Sora / ERR.

Mito 2: … Y su cuerpo está criogenizado

La verdad es que está todo lo contrario de congelado, ya que sus restos fueron incinerados tras su muerte, ocurrida el 15 de diciembre de 1966. Pero da lo mismo, esta mentira está tan extendida que se ha convertido en un lugar común. En teoría, el cadáver de Disney estaría conservado a temperaturas enormemente bajas, esperando el momento en el que la ciencia haya avanzado lo bastante como para devolverle a la vida. Algunas versiones dicen que solo se congeló su cabeza y las más desorbitadas, que el cuerpo criogenizado está escondido en Disneylandia ¡enterrado en una cápsula bajo la atracción de Piratas del Caribe! 

Quizá la mejor manera de desmentir esta patraña sea echar un vistazo no a la biografía de Disney, sino a la historia de la criogenización. En la segunda mitad de los años sesenta comenzó a ponerse de moda. En California, donde Disney vivía, surgieron compañías que garantizaban la conservación de los cuerpos durante décadas. Pero la verdad es que ninguna de ellas se mantenía sobre una base científica seria, ni tenía nada parecido a un protocolo de criogenización, y todas terminaron cerrando. Para entonces, la mayoría de sus clientes habían sido retirados y enterrados por sus familiares. 

El mito se originó en un artículo publicado en 1969 por la revista francesa Ici Paris, y cogió tanta fuerza que ni los documentos de la cremación mostrados por su hija pudieron frenarlo. Y por mucho que se siga desmintiendo y se aporten pruebas de que es mentira… parece poco probable que esta creencia se enfríe.

Mito 3: Don Quijote dijo: “Con la Iglesia hemos topado”

No lo dijo, y no quiso decir lo que dicen que dijo. En un país como España, donde el catolicismo ha tenido y tiene una enorme influencia social, esta frase se ha ido convirtiendo en un lugar común que se utiliza cuando los actos o decisiones de una persona u organismo se encuentran con la oposición de la Iglesia católica, o de alguno de sus representantes. Muy pocos saben de dónde ha salido, e incluso los que saben –o creen saber– que procede del Quijote tienden a citarla mal. 

La frase aparece en el capítulo IX de la segunda parte, cuando don Quijote hace su tercera salida, acompañado de nuevo por Sancho Panza. Su primer destino es El Toboso, donde quiere ir en peregrinaje al alcázar de su imaginaria amada Dulcinea, y al que llegan pasada la medianoche. Como es de esperar, el pueblo está sumido en la oscuridad más absoluta, y don Quijote se encamina hacia una gran construcción, que tiene por fuerza que ser el palacio de su señora. Pero cuando constata que se trata de la iglesia dice la famosa frase: “Con la iglesia hemos dado, Sancho”.

Martín de Riquer, uno de los grandes especialistas en la obra de Cervantes, dejó claro que “esta tan normal y adecuada frase de don Quijote, que está desprovista de cualquier doble intención, ha sido interpretada en el sentido de que es peligroso que en los asuntos de uno se interpongan la Iglesia y sus ministros”, cuando la verdad es que los personajes solo se habían tropezado, literalmente, con el edificio del pueblo destinado al culto cristiano.

Mito 4: Cervantes fue héroe de la batalla de Lepanto…

Con solo veinticuatro años, el joven soldado Miguel de Cervantes vivió un intenso bautismo de fuego el 7 de octubre de 1751 en la espectacular batalla naval de Lepanto, donde combatió en la galera La Marquesa. Como es sabido, durante la lucha fue herido en la mano izquierda, que quedó dañada permanentemente. Pero ese es el único hecho cierto de que disponemos sobre su papel en el célebre combate. 

En su magnífica biografía de Cervantes en tres tomos, José Manuel Lucía Megías dedica bastantes páginas a dilucidar la leyenda de Lepanto. Esta comienza en 1590, cuando el escritor relata su participación en la batalla como uno de los puntos a tener en su favor para que se le conceda un puesto administrativo en América. Como es lógico, el relato que hace en el documento lleva al límite el arrojo de su participación, adornada con testimonios de su familia y de compañeros de armas que, si bien no fueron testigos directos de los hechos, aseguran su veracidad por haberlos oído de segunda o tercera mano.

Todo sirvió de materia prima para terminar de fabricar la leyenda a mediados del siglo XIX, con el famoso cuadro de Eduardo Cano de la Peña en el que se muestra al propio Juan de Austria visitando al escritor en el hospital de Mesina. Así, escribe Lucía Megías, “se convierte a Cervantes en uno de sus protagonistas, cuando, en realidad, su posición fue la de ser uno de los 28 000 soldados que participaron en la batalla, dentro de las tropas de la Santa Liga”. 

Don Quijote
No es una crítica, sino una simple constatación geográfica. Ilustración artística: Sora / ERR.

Mito 5: ... y Él y Shakespeare murieron el mismo día

Técnicamente sí… Pero no. Esta mentira está fundada en una confusión de fechas y, de paso, deja fuera a otro gigante de las letras que también falleció el 23 de abril de 1616. El caso es que la muerte de los dos escritores más famosos de todos los tiempos coincidió con la adopción de un nuevo calendario, el llamado gregoriano, pues fue promulgado por el papa Gregorio XII en 1582. Los países que lo adoptaron —como Francia, Italia y España— tuvieron que adelantarse diez días con respecto a los que no lo hicieron, caso de Inglaterra, que lo incorporaría en 1752. 

Shakespeare falleció el 23 de abril inglés, que correspondía al 3 de mayo en los países católicos. Hubo, pues, una diferencia de diez días entre la muerte de ambos escritores, aunque no puede negarse que, oficialmente, cada uno murió en su respectivo 23 de abril. Esta aparente coincidencia ha oscurecido que, el mismo día que Cervantes, moría en Córdoba otro grande de nuestras letras, el Inca Garcilaso de la Vega (no confundir con el poeta del Siglo de Oro del mismo nombre), figura clave en el mestizaje de la literatura española y latinoamericana y, por tanto, igualmente digno de figurar entre las razones que han llevado a establecer el 23 de abril como el Día Internacional del Libro. En este caso, el tercero en discordia…

Mito 6: Bob Kane fue el único creador de Batman 

Batman tuvo dos padres y uno de ellos fue, sin duda, el dibujante Bob Kane; el otro fue el escritor Bill Finger, cuya labor permaneció en el olvido durante décadas, a pesar de que sin ella el personaje habría sido muy distinto a como lo conocemos. Entre otras aportaciones, Finger ayudó a Kane a definir el aspecto del superhéroe, sugiriendo los tonos oscuros, la capa y el antifaz; ideó el nombre de Bruce Wayne para su identidad secreta y contribuyó decisivamente en la creación de personajes como Robin, el Pingüino, Catwoman y, desde luego, el Joker. El nombre de Gotham City también se le ocurrió a él. 

Pero Kane era mucho más consciente del valor de la autopromoción y, cuando el personaje fue un éxito, firmó un nuevo contrato por el que se le reconocía como el único creador de Batman y se exigía que su nombre figurara en cualquier historieta o adaptación del personaje. Finger nunca se preocupó por esos asuntos y murió en 1974 alejado de la fama y la fortuna que le hubieran correspondido.

Años después de su muerte, su familia comenzó un largo proceso legal con la Warner –propietaria de DC Cómics y de los derechos de Batman– para que se reconociera la labor de Finger. Finalmente, en el año 2015, el juez les dio la razón y, desde la película Batman v. Superman. El amanecer de la justicia (2016), cualquier aparición de Batman o su entorno en el cómic, el cine o la televisión debe ir acompañada con el nombre de sus dos creadores.

Mito 7: Charles Chaplin era judío 

Se trata de un equívoco que nace de una deducción errónea a partir de hechos ciertos: muchos grandes cómicos del cine son judíos; Chaplin hizo la película El gran dictador (1940) en la que ridiculizaba a Hitler; Chaplin interpretaba en la misma al dictador Hinkel y a un barbero judío; por lo tanto, la conclusión es que el propio Chaplin tenía que ser judío ¿correcto? Incorrecto.

La autobiografía de Chaplin nos revela que creció en un entorno plenamente católico –tenía antecesores irlandeses–, si bien señala que una de sus abuelas era “medio gitana”, y habla de su primera comunión y de la creciente devoción religiosa de su madre a medida que la pobreza los acechaba más y más.

Sin embargo, los rumores sobre el judaísmo de Chaplin se dispararon tras el estreno de El gran dictador; algunos provenían de círculos antisemitas y otros de la propia comunidad judía –Einstein afirmó que Chaplin le había revelado que uno de sus abuelos era judío–, interesados en incluir al genio del cine en su genealogía. Contribuye mucho a la creación de la leyenda que su certificado de nacimiento desapareciera —las dos guerras mundiales que asolaron Inglaterra destruyeron muchos documentos— y que el propio Chaplin nunca hiciera nada por desmentir esos rumores.

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Charlie Chaplin no era judío, aunque lo creyeron tanto antisemitas como admiradores. Ilustración artística: Sora / ERR.

Mito 8: Chita es un chimpancé 

Aquí se enfrentan las dos versiones del personaje de Tarzán: la cinematográfica, sin duda la más popular, y la literaria, iniciada por Edgar Rice Burroughs en 1912 con la publicación de Tarzán de los Monos. No hay que despreciar el éxito de las novelas de Tarzán, que hicieron rico a su autor y fueron precisamente las que despertaron la idea de llevarlo al cine, pero cambiando muchos aspectos de su personalidad original, sobre todo en la versión más conocida, que fue la protagonizada por el nadador Johnny Weissmuller en 1932. 

Uno de esos cambios fue la idea de que lo acompañara un chimpancé como mascota y llamarlo Cheetah. En España lo conocimos como “la mona Chita”, pero en otros países se le ha considerado macho o hembra, según decidieran los dobladores. La cuestión es que Chita jamás apareció en ninguna novela original de Tarzán.

Cuando en alguna de ellas se menciona a Cheetah, se están refiriendo a un guepardo, que es el animal que verdaderamente responde a ese nombre. Las últimas películas sobre Tarzán, como Greystoke (1984) y La leyenda de Tarzán (2006) han prescindido por completo del personaje de Chita, aunque no de los monos que, en efecto, son imprescindibles en la historia del personaje… aunque no haciendo monerías.

Mito 9: Ronald Reagan estuvo a punto de protagonizar Casablanca 

Esta mentira cobró fuerza en los años en que el antiguo actor secundario fue elegido presidente de los Estados Unidos. Sus numerosos enemigos buscaban aumentar la antipatía hacia él alimentando el mito de que un intérprete tan mediocre hubiera estado a punto de ser el protagonista de una de las películas más míticas de la historia del cine.

El 5 de febrero de 1942, la Warner anunció que Casablanca sería protagonizada por tres actores bajo contrato con el estudio: Ann Sheridan, Dennis Morgan y… Ronald Reagan. Pero en esos tiempos, los estudios eran verdaderas máquinas de hacer películas —solo la Warner hacía alrededor de cien cada año— y este tipo de anuncios eran tan normales como poco fiables.

Apenas unas semanas después se estaba hablando de George Raft para sustituir a Reagan y un mensaje del productor Hal B. Wallis a Jack Warner, fechado el 2 de abril, terminó de poner las cosas claras: “Bogart es ideal para este papel y lo estamos escribiendo para él, así que creo que deberíamos olvidarnos de Raft”. Reagan ni siquiera es mencionado, lo que demuestra que la propia Warner se desdecía internamente de aquel anuncio publicado solo dos meses antes.

Mito 10: Michael Jackson compró el esqueleto del Hombre Elefante

No, en el abundante patrimonio que dejó el cantante tras su muerte no se encontraba el esqueleto de Joseph Merrick (1862- 1890) conocido como "El hombre elefante" a causa de las enormes deformidades que afectaron su cuerpo. El cadáver de Merrick sigue custodiado donde ha estado siempre: en el Colegio de Médicos del Royal London Hospital, apartado de la vista del público. De todos modos, el Museo del hospital exhibe una reproducción a la que acompañan fotografías y textos explicativos que cuentan su triste historia. 

Sin embargo, sí hay algo de verdad en que hubo un momento en que Jackson intentó hacerse con él. Ocurrió durante los años ochenta, cuando las noticias sobre su éxito mundial y su indudable talento comenzaron a combinarse con las de sus excentricidades. Parece ser que consiguió una visita autorizada para ver el esqueleto real y, desde ese momento, se obsesionó con él.

En todo caso, el secretario del Colegio de Médicos, David Edwards, emitió en 1987 un comunicado a la prensa en el que anunciaba que se había decidido rechazar las dos ofertas del cantante, la primera por 500.000 dólares y la otra por un millón, en ambas ocasiones “por razones éticas”, aunque reconocía que el importe de la oferta era más que atractivo para una institución siempre necesitada de fondos. La chequera del Rey del Pop no fue suficiente para que se cumpliera su deseo.

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Michael Jackson no compró el esqueleto del Hombre Elefante, aunque sí intentó hacerlo. Ilustración artística: Sora / ERR.

Mito 11: La emisión radiofónica de La Guerra de los Mundos desató una oleada de pánico

Orson Welles fue un genio del cine, pero también de la autopromoción. Cuando el 30 de octubre de 1938 emitió una versión radiada de la novela La guerra de los mundos, de H. G. Wells, para la cadena CBS, estructuró la narración como si fuera una crónica que ocurría en directo en Estados Unidos, aterrorizando a millones de personas que creyeron que la invasión marciana era real. Por lo menos, eso es lo que se ha pensado habitualmente y, de hecho, el propio Welles convocó una conferencia de prensa al día siguiente de la emisión para explicarse y pedir disculpas. 

La cosa no fue, ni de lejos, para tanto: un estudio de la Universidad de Princeton calculó que, de los seis millones de oyentes que tuvo el programa, una quinta parte pensó en algún momento que era real. Es una cifra respetable, si bien en muchos casos se dio entre oyentes que sintonizaron la emisión ya empezada, con lo que no escucharon las advertencias de que se trataba de una obra de ficción.

En muchos casos, el miedo se les pasó en cuanto llegó la primera tanda de anuncios. Hubo casos de gente que se echó a la calle, sin duda, pero no hay noticias de accidentes, muertes o heridas que se habrían producido en una oleada de pánico que implicara a millones de personas. La información fue exagerada por los periódicos, que utilizaron la historia para atacar a la radio, su principal competidor del momento en la lucha por el mercado publicitario. 

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  • Eugenio M. Fernández Aguilar
  • Carlos Lobato