Nínive: la primera biblioteca de la historia, precursora de Alejandría

Fue el primer gran archivo del saber humano. En el siglo VII a.C., el rey asirio Assurbanipal creó en Nínive una biblioteca monumental con miles de tablillas de arcilla. En ellas se conservaban textos de mitología, astronomía, medicina y literatura, entre ellos el Poema de Gilgamesh.
Nínive: la primera biblioteca de la historia
Tablillas de arcilla grabadas en cuneiforme revelan la riqueza intelectual del antiguo Oriente. Fuente: Mike Peel / Felip Masó / José G. Gómez (composición).

«Las cámaras que estoy describiendo parecen haber sido un depósito para tales documentos en el palacio de Nínive. Estaban completamente llenas hasta una altura de un pie o más desde el suelo; algunas enteras, pero la mayor parte rotas en muchos fragmentos, probablemente por el derrumbe de la parte superior del edificio. Eran de diferentes tamaños; las tablillas más grandes eran planas y medían nueve por seis pulgadas; las más pequeñas eran ligeramente convexas y algunas no medían más de una pulgada de largo, con solo una o dos líneas de escritura. Los caracteres cuneiformes en la mayoría de ellas eran singularmente nítidos y bien definidos, pero tan diminutos en algunos casos que eran casi ilegibles sin una lupa». Con estas palabras describió el inglés Austen Henry Layard en su obra Discoveries in Nineveh and Babylon, publicada en 1853, el descubrimiento en Nínive de la biblioteca del palacio del rey Senaquerib (704-681 a.C.), abuelo de Assurbanipal (668-630 a.C.), el creador de otra biblioteca, aún mayor, en otro palacio de la misma ciudad asiria. 

La primera escritura

La escritura fue una creación mesopotámica, acontecida hace más de cinco mil años en las ciudades del sur del país del Tigris y del Éufrates. Los primeros textos se escribieron sobre arcilla y fueron una herramienta de gestión. Hubo que esperar varios siglos para que la escritura cuneiforme (llamada así por la forma de cuña de sus signos) empezara a ser utilizada en la redacción de textos que no fueran de naturaleza estrictamente económica y administrativa. De esta manera, nacieron la primera literatura, los primeros libros y las primeras bibliotecas. Un buen ejemplo es la biblioteca asiria de Nínive (hoy en Mosul), creada en el siglo VII a.C. bajo los auspicios de un carismático soberano: Assurbanipal. Antes de la famosa biblioteca helenística de Alejandría, en Egipto, existió la de Nínive, en Asiria. 

Nínive: la primera biblioteca de la historia
Mapa de situación de la ciudad asiria de Nínive. Mapa: José G. Gómez.

  Un rey culto

El monarca asirio Assurbanipal nos relata en primera persona, no sin cierto grado de exageración, la educación que recibió como príncipe heredero: «Aprendí el arte del maestro Adapa (prototipo de sabio): los tesoros ocultos de todo el saber de los escribas […]. Resolví los laboriosos problemas de la división y la multiplicación que no eran nada fáciles. Leí la artística escritura de los sumerios y el oscuro acadio […]». Gracias a esta inusual formación intelectual, el rey asirio soñó con ejecutar un gran proyecto personal: la creación una biblioteca magnífica en su capital. 

El contenido

Los textos de la biblioteca real de Nínive fueron hallados en varios edificios, principalmente en los palacios norte y suroeste y en los templos de Ishtar (diosa de la guerra y del amor) y de Nabu (dios de la escritura y la sabiduría). De esta forma, en una sola ciudad se acumuló el mayor número de textos literarios existente en escritura cuneiforme.

¿Qué contenía la llamada «biblioteca de Assurbanipal»? Por su temática, el conjunto de textos se puede organizar en tres grandes grupos. El primer conjunto estaba formado por textos literarios y académicos referidos a temas diversos: religión, medicina, magia, rituales, mitos, épica, léxico, historia, etc. De algunos se conservan varias copias por alguna razón que desconocemos. La mayoría estaban escritos en babilonio estándar, pero también en asirio y en sumerio. Constituyen el núcleo de lo que podemos llamar la cultura mesopotámica escrita en cuneiforme. El segundo grupo lo formaban consultas oraculares y textos de adivinación, y el tercero cartas, contratos, informes y documentos administrativos. 

Nínive: la primera biblioteca de la historia
Henry Layard excavador, a mediados del siglo XIX, de las ruinas de Kuyunyik, la antigua Nínive, en un retrato hacia 1890.

La creación

Para crear esta biblioteca, de la que hoy se conservan unas veinte mil tablillas en el Museo Británico de Londres, Assurbanipal hizo traer a los mejores escribas, con el fin de recopilar manuscritos originales y realizar copias. El rey no puso reparos en enviar mensajeros a las bibliotecas de las ciudades babilónicas para adquirir textos y, luego, copiarlos en asirio en Nínive. En caso de oposición a su compra, se recurría a la realización de copias en tableros de cera, que desgraciadamente no se han conservado. Un texto administrativo se refiere, también, a la presencia en la capital asiria de algunos escribas babilónicos, en calidad de cautivos, que fueron forzados a copiar tablillas bajo coacción. 

En Nínive se han hallado algunas cartas cursando órdenes para la adquisición de tablillas. Uno de los agentes que trabajaba para este proyecto fue un tal Shadunu, escriba de Borsippa, ciudad babilónica donde intentó comprar, e incluso incautar, tablillas a eruditos particulares o al archivo del templo del Ezida, el templo del patrón de la escritura: «[…] recoge todas las tablillas que se encuentren en sus casas o que estén depositadas en el Ezida, todo lo numerosas que sea posible, incluidas las tablillas raras que se encuentran en tu archivos y que ya no existen en Asiria. […] Del mismo modo, si encuentras tablillas acerca de las cuales no te he escrito, pero que tú las consideras dignas de mi palacio, envíamelas». 

Nínive: la primera biblioteca de la historia
Vista actual de las murallas de Nínive. Felip Masó.

La organización de las obras

Se estima que los cerca de treinta mil fragmentos de tabillas cuneiformes hallados en la biblioteca de Nínive se corresponden aproximadamente a cinco mil textos, algunos duplicados (hasta seis copias). Este volumen considerable de obras estuvo sujeto a un riguroso orden y control interno. Cada tablilla disponía de una etiqueta o colofón de la biblioteca con su número de orden, el nombre de la serie a la que pertenecía y la primera línea del siguiente texto.

También era frecuente que los textos llevaran una indicación de pertenencia al rey Assurbanipal: «La tablilla de arcilla de Assurbanipal, rey del mundo, rey de Asiria, que confía en Assur y Ninlil. Vuestra excelencia no tiene igual, Assur, ¡Rey de los dioses! Quien se lleve la tablilla, inscribe su nombre en lugar de mi nombre, que la ira de Assur y Ninlil borre para siempre su nombre y su simiente de la tierra». Un texto de la colección indica que la consulta de una obra debía realizarse en presencia de un funcionario real. 

¿Para qué?

Sobre la función de esta biblioteca no hay unanimidad entre los asiriólogos. Para unos era la biblioteca personal de un rey que se vanagloriaba de ser culto y, por tanto, fue organizada para su disfrute personal. El colofón conservado en un texto no parece dejar lugar a dudas: «[…] La sabiduría de Nabu, los signos de la escritura, tantos como se han creado, yo los escribí en tablillas. Yo ordené las tablillas en serie, yo las reuní, y para mi real contemplación y recitación. Yo las deposité en mi palacio». Para otros, sin embargo, se trataba de una biblioteca de referencia profesional para atender las necesidades de los especialistas en la interpretación de los augurios, a través de la adivinación y la magia al servicio del soberano. Esta interpretación no explicaría la presencia de obras puramente literarias. Al margen de cuál fuera el uso de esta biblioteca, se ha sugerido que el conocimiento milenario acumulado en ella y su consiguiente prestigio pudieron haber influido en la creación posterior, en el siglo III a.C., de la biblioteca de Alejandría, en Egipto,  y en su objetivo de recopilar en una sola ciudad todo el saber griego.

Nínive: la primera biblioteca de la historia
Tablilla del poema de Gilgamesh que trata sobre un gran diluvio. Foto: Mike Peel.

Dos joyas escritas sobre barro

Las obras cuneiformes más conocidas de la biblioteca de Assurbanipal en Nínive se corresponden con lo que hoy llamamos literatura. Dos destacan sobre el resto. Son el Poema de Gilgamesh y el Poema babilónico de la Creación. El primero es una epopeya que trata sobre la búsqueda de la inmortalidad, de la eterna juventud por parte de su protagonista principal, un rey de Uruk llamado Gilgamesh (el «Ulises mesopotámico»). Y el segundo tiene como tema central al dios Marduk y el origen del universo y de la humanidad. Junto a estas dos grandes obras, la biblioteca custodiaba también un interesante conjunto de textos de tipo sapiencial. Había, entre ellos, una colección de proverbios, refranes y un curioso lote de textos de carácter humorístico y satírico.

Mesopotamia, historia de la tierra de Gilgamesh —publicado por Erasmus
Mesopotamia, historia de la tierra de Gilgamesh — Erasmus.

La biblioteca de Nínive no solo fue una hazaña de organización y conservación del saber, sino también un símbolo del valor que la civilización mesopotámica otorgó al conocimiento, la memoria y la escritura. Como se recuerda en el libro Mesopotamia, historia de la tierra de Gilgamesh —publicado por Erasmus— este antiguo país entre ríos fue cuna de algunas de las aportaciones más duraderas a la historia de la humanidad: la ciudad, la justicia, la religión y, sobre todo, la escritura. En un mundo que todavía hoy resulta en gran parte desconocido para el gran público, la biblioteca de Nínive se alza como un legado tangible que permite asomarse a la complejidad cultural, política y espiritual de aquella civilización.

Referencias

  • Brereton, G. (ed.) I am Ashurbanipal, king of the world, king of Assyria. Londres, 2018.
  • Montero Fenollós, J. L. Mesopotamia. Historia de la tierra de Gilgamesh. Córdoba, 2025. 
  • Pedersén, O. Archives and Libraries in the Ancient Near East, 1500-300 B.C. Bethesda, 1998. 

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