Cuando el calor aprieta, el cuerpo comienza a librar una batalla silenciosa por mantenerse en equilibrio. Lo que muchos aún no saben es que uno de los primeros órganos en resentir el impacto térmico son los riñones. Solo entre el 23 de junio y el 2 de julio de 2025, una ola de calor extremo se cobró la vida de al menos 2.305 personas en doce grandes ciudades europeas, entre ellas Madrid y Barcelona. El estudio, liderado por investigadores del Imperial College London y la London School of Hygiene & Tropical Medicine, estima que el cambio climático triplicó la mortalidad atribuible al calor en ese período. En España, los datos del Ministerio de Medio Ambiente confirman la gravedad del fenómeno: 1.180 muertes por causas relacionadas con el calor solo entre mayo y mediados de julio, más que el número registrado en el mismo período del año anterior.
En este contexto, la salud renal se perfila como una de las grandes afectadas de un clima cada vez más abrasador. Hablamos con la doctora María Vanessa Pérez Gómez, nefróloga en el Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, sobre las consecuencias del calor extremo en la función de unos órganos esenciales para el equilibrio del cuerpo. Su preocupación no es infundada: recientes evidencias, como el subanálisis del estudio DAPA-CKD, muestran que los pacientes con enfermedad renal crónica que viven en zonas más cálidas sufren un deterioro acelerado de la función renal. En otras palabras, el calor puede dañar en silencio.
Más allá de los episodios agudos, lo que empieza a alarmar a la comunidad médica es el impacto sostenido de las altas temperaturas en poblaciones vulnerables: personas mayores, niños, pacientes crónicos o trabajadores expuestos al sol durante largas jornadas. Y mientras algunos países intentan adaptarse a la nueva realidad térmica, las políticas de salud pública aún no otorgan a los riñones el protagonismo que merecen en la lucha contra los efectos del cambio climático.

Cuando el termómetro se dispara, ¿también lo hace el riesgo para nuestros riñones? ¿Cómo puede afectar el calor extremo su funcionamiento?
Sí, el calor extremo representa un riesgo claro para nuestros riñones. Durante una ola de calor, el cuerpo pierde más agua y sal mediante el sudor, para intentar regular su temperatura, y esto puede provocar deshidratación. Los riñones, al encargarse de mantener el equilibrio hídrico y filtrar desechos, necesitan un volumen adecuado de sangre para funcionar correctamente. Si ese volumen disminuye, se ven obligados a trabajar en condiciones de estrés. Además, las personas con enfermedad renal crónica tienen una menor capacidad para adaptarse a estos cambios, lo que las hace especialmente vulnerables. Incluso sin síntomas evidentes, el calor puede acelerar el deterioro de la función renal en estos pacientes.
Como nefróloga, esto me preocupa especialmente. Sabemos que la exposición al calor aumenta el riesgo de fracaso renal agudo, es decir, que la función renal puede empeorar en pocos días, pero también que una enfermedad renal crónica —establecida a lo largo del tiempo— progrese más rápidamente.
¿Por qué los riñones son especialmente vulnerables durante olas de calor?
Mediante la producción de orina, los riñones mantienen el equilibrio de agua y sales en nuestro cuerpo y eliminan las toxinas. La orina se forma a partir de un filtrado de la sangre, que pasa por una especie de “coladores” en los riñones y luego se modifica hasta convertirse en orina final. Para que este filtrado ocurra, la sangre debe llegar con una presión suficiente. Si hay deshidratación, disminuye el volumen de líquidos en el cuerpo y también la presión con la que la sangre llega a los riñones. Y, sin esa presión, los riñones no pueden funcionar bien.
¿Qué señales de alarma podrían indicar que el calor está afectando?
La primera señal de alarma es la deshidratación, que puede manifestarse como sed intensa, boca seca, fatiga, mareos o disminución en la cantidad de orina. Si la orina es muy oscura o escasa, es un indicio de que los riñones están intentando retener el volumen en nuestro cuerpo y que están trabajando bajo estrés. En personas con enfermedad renal crónica, estos cambios pueden pasar desapercibidos, pero tener consecuencias graves, ya que un deterioro silencioso de la función renal puede acelerarse con el calor.
¿Qué grupos de personas son más propensos a sufrir complicaciones renales en verano?
Las personas con enfermedad renal crónica son especialmente vulnerables, ya que sus riñones ya funcionan con menor capacidad y tienen menos margen para adaptarse al estrés del calor. También corren más riesgo los adultos mayores, que suelen tener una sensación de sed disminuida, y los niños pequeños, cuyo cuerpo está compuesto en un 80 % por agua, frente al 60 % en los adultos. Las personas con diabetes, enfermedades cardiovasculares, o que toman diuréticos o medicamentos que bajan la tensión o afectan la función renal, también deben extremar precauciones durante el verano. También deben hacerlo quienes trabajan al aire libre o en ambientes calurosos, ya que están más expuestos a la deshidratación sostenida.
¿Cuál es la forma correcta de hidratarse para proteger los riñones? ¿Qué errores comunes se suelen cometer cuando hace calor?
Es importante recordar que la deshidratación no implica solo pérdida de agua, sino también de sales minerales esenciales. Lo correcto sería hablar de deshidratación hidrosalina. Por eso, cuando queremos rehidratarnos, solo beber agua no siempre es suficiente. En situaciones de calor intenso o sudoración prolongada, conviene también reponer sales, ya sea con alimentos salados adecuados o soluciones específicas.
Otro error común es esperar a tener sed para beber. La sed es ya una señal tardía, por lo que conviene anticiparse y mantener una hidratación regular, especialmente en verano. En personas con enfermedad renal avanzada, la cantidad y tipo de líquidos siempre deben individualizarse bajo supervisión médica.

¿Cómo podemos cuidar nuestros riñones durante el ejercicio? ¿Se debe evitar el deporte intenso al aire libre en días de verano muy calurosos?
Durante el ejercicio, el cuerpo pierde gran cantidad de agua y sales a través del sudor, y esto puede comprometer la función renal si no se reponen adecuadamente. Para proteger los riñones, es fundamental hidratarse antes, durante y después de la actividad física, especialmente en días calurosos.
En jornadas de mucho calor, lo ideal es evitar el ejercicio intenso al aire libre durante las horas centrales del día. Si no se puede evitar, el ejercicio debe hacerse con descansos frecuentes, en la sombra y con una hidratación adecuada que incluya también la reposición de sales.
¿Qué bebidas conviene evitar cuando se quiere proteger la salud renal?
A la hora de proteger los riñones, no todas las bebidas hidratan de forma adecuada. Las bebidas alcohólicas no son recomendables, ya que no contribuyen a una hidratación efectiva y pueden interferir con el equilibrio de líquidos en el cuerpo. Por otro lado, las bebidas azucaradas no aportan los electrolitos necesarios y, además, pueden empeorar otros factores de riesgo como la diabetes, que es una de las principales causas de enfermedad renal. En situaciones de mucho calor o sudoración, lo ideal es reponer tanto agua como sales, sin esperar a tener sed para empezar a hidratarse.
Casi siempre se habla solo de la deshidratación, pero ¿se puede beber demasiada agua? ¿Cuándo la sobrehidratación puede ser peligrosa?
Sí, aunque es menos frecuente, beber demasiada agua también puede ser peligroso. Si se ingiere una gran cantidad en un período de tiempo muy corto, los riñones no tienen margen para hacer el ajuste necesario y eliminar el exceso. O si existen factores que impiden esa adaptación, el agua se acumula. El agua en exceso en nuestro organismo diluye el sodio en sangre, provocando una hiponatremia. Esta alteración puede causar náuseas, confusión, convulsiones y, en los casos más graves, incluso la muerte.
Es un tema que me toca muy especialmente, ya que con mi grupo hemos publicado dos artículos clínicos sobre ello. En el primero describimos el caso de una persona que falleció tras ingerir seis litros de cerveza en solo veinte minutos durante un concurso; sus riñones no tuvieron tiempo de adaptarse y eliminar ese volumen. En el segundo analizamos el famoso caso de Bruce Lee: tras revisar y reanalizar toda la información disponible en internet, nuestro grupo propuso la hipótesis de que su muerte pudo deberse a un edema cerebral causado por hiponatremia. Lee tenía varios factores que comprometían la capacidad de sus riñones para regular el agua corporal: seguía una dieta principalmente líquida con muy poco aporte de solutos, tomaba fármacos que afectaban esta función, entre otros factores.
Estos casos extremos sirven para ilustrar que tanto la deshidratación como la sobrehidratación pueden dañar gravemente al organismo. Lo importante es mantener un equilibrio y estar atentos a las señales del cuerpo, especialmente en situaciones de calor o ejercicio intenso.
¿Estamos subestimando el impacto del aumento de las temperaturas globales en la salud renal? ¿Debería ocupar un lugar prioritario en las discusiones sobre crisis climática y salud pública?
Sí. Los efectos del calor sobre la salud renal han sido poco visibles hasta ahora, a pesar de que comienzan a surgir datos sólidos que confirman esta relación. Por ejemplo, el subanálisis del estudio DAPA-CKD, realizado en pacientes con enfermedad renal crónica, mostró que vivir en zonas con temperaturas más altas se asoció con una pérdida más acelerada de función renal, incluso sin que existiera un golpe de calor clínico. Es decir, el calor ambiental puede tener un efecto silencioso y sostenido sobre la progresión de la enfermedad renal crónica.
Además, durante la ola de calor de junio de 2025, se estimaron al menos 458 muertes en Madrid y Barcelona atribuibles al calor, de las cuales una proporción significativa fue directamente atribuida al cambio climático. Aunque este análisis no desglosa causas específicas por órgano, sabemos que los riñones son especialmente vulnerables durante episodios de calor extremo.
Otra manifestación de este problema es la epidemia de fallo renal que requiere diálisis entre los trabajadores nepalíes que vuelven a su país tras trabajar en la construcción en condiciones extremas en países del Golfo Pérsico. O la nefropatía mesoamericana, en cañeros de azúcar, que ha originado expresiones como “la isla de las viudas”. Para recoger la caña, primero se quema, lo que aumenta más el calor ambiental con respecto al calor húmedo ya existente en el trópico.
Por todo esto, el impacto del cambio climático sobre la salud renal debería ocupar un lugar prioritario en las agendas de salud pública. No hablamos solo de eventos extremos, sino del aumento sostenido de las temperaturas, que puede agravar enfermedades crónicas ya muy prevalentes, como la enfermedad renal.

¿Qué recomendaciones puede darnos para cuidar los riñones este verano?
Lo más importante es prevenir la deshidratación, y para ello no basta con beber agua solo cuando tenemos sed. En los días calurosos, especialmente si estamos al aire libre o hacemos ejercicio, es recomendable beber líquidos de forma regular y considerar también la reposición de sales. La deshidratación no es solo pérdida de agua: también perdemos sodio, potasio y otros electrolitos esenciales, y si no los reponemos, los riñones no pueden funcionar adecuadamente.
También debemos prestar atención a las señales de alarma: si notamos fatiga, mareo, boca seca o una orina muy oscura, es posible que ya estemos deshidratados. En esos casos, no solo hay que hidratarse, sino también parar la actividad y buscar un lugar fresco.
Las personas con enfermedad renal crónica, mayores, niños, o quienes toman ciertos medicamentos, como diuréticos o antihipertensivos, deben extremar las precauciones. Y por supuesto, evitar hacer ejercicio intenso en las horas de más calor.
¿Cómo sabes si tienes una enfermedad renal crónica? Todo el mundo debería conocer sus números de salud renal, es decir, su cifra de albuminuria, que indica daño renal, y su cifra de filtrado glomerular, que indica la función renal.
Cuidar los riñones en verano significa anticiparse, escuchar al cuerpo y entender que el calor no solo se siente: también puede afectar órganos que, como los riñones, muchas veces no dan síntomas hasta que ya están dañados.
Referencias
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- Grantham Institute. (2025, July 10). Climate change tripled heat-related deaths in early summer European heatwave. Imperial College London. https://www.imperial.ac.uk/grantham/publications/all-publications/climate-change-tripled-heat-related-deaths-in-early-summer-european-heatwave.php
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