¿Por qué fue tan salvaje la conocida como “rebelión de los bóxer”?

El desarrollo del fenómeno del imperialismo desde más o menos la mitad del siglo XIX trajo consigo una serie de consecuencias a nivel político, económico y social, que afectaron no sólo a las potencias colonizadoras, sino también a las naciones sometidas. Sin embargo, en China, como respuesta a esta dominación, se levantó una brutal y violenta rebelión que hizo entender a los gobiernos europeos, que en algunos lugares, su ocupación podría acabar volviéndose contra ellos.
Rebelión Bóxers China

La llamada “rebelión” o “levantamiento de los bóxers” fue un estallido violento de corte nacionalista contra la presencia en China de potencias extranjeras que se desarrolló desde mediados de 1899 y hasta los primeros meses de 1901. Pudiendo ser considerada como la gran explosión del malestar chino por las continuas intromisiones de los estados europeos en la economía y política de ese país. Sobre todo, desde las conocidas como “guerras del opio”, que los enfrentaron a lo largo del siglo XIX contra Gran Bretaña primero y contra Japón después.

Los “bóxers” o boxeadores como fueron apodados por los ingleses, se estructuraron en torno a una organización llamada Yi He Tuan que en chino significaba "Sociedad de los puños de justicia y concordia". Organización, por otra parte, con fuertes connotaciones políticas de tinte xenófobo y anticolonial. 

Contexto histórico de la Rebelión de los Bóxers

Las intromisiones europeas en China

Durante el siglo XIX, China sufrió una serie de intervenciones por parte de potencias europeas que buscaban expandir sus intereses comerciales y políticos en el país. Las guerras del opio, que enfrentaron a China primero con Gran Bretaña y luego con Japón, fueron un claro ejemplo de cómo las potencias occidentales imponían su voluntad a través de la fuerza militar. Estos conflictos resultaron en la cesión de territorios y la apertura de puertos chinos al comercio occidental, lo que incrementó el descontento entre la población china. La presencia extranjera se percibía como una amenaza a la soberanía y la cultura del país, generando un profundo resentimiento que eventualmente catalizó la rebelión de los bóxers.

La economía china también sufrió debido a estas intromisiones. Las potencias europeas no solo controlaban el comercio exterior, sino que también influyeron en la política interna del país, debilitando la autoridad de la dinastía Qing. Este periodo de dominación extranjera exacerbó las tensiones sociales y económicas, creando un caldo de cultivo para el surgimiento de movimientos nacionalistas que buscaban recuperar la autonomía de China.

La influencia occidental no solo se limitaba a la política y la economía, sino que también afectaba la vida cotidiana de los chinos. La introducción de nuevas tecnologías y costumbres occidentales alteró el tejido social, provocando reacciones adversas de aquellos que veían en estos cambios una amenaza a sus tradiciones y modo de vida. La rebelión de los bóxers, por tanto, no fue solo una respuesta a la opresión política y económica, sino también un intento de preservar la identidad cultural china frente a la creciente occidentalización.

Rebelión Boxers China - Ilustración del vicealmirante Seymour regresando a Tianjin junto a sus soldados heridos

La Organización Yi He Tuan: "Sociedad de los puños de justicia y concordia"

La Sociedad de los Puños de Justicia y Concordia, conocida en chino como Yi He Tuan, fue la organización que lideró la rebelión de los bóxers. Este grupo se originó en las provincias del noreste de China y estaba compuesto principalmente por campesinos, artesanos y otros sectores de la población que se sentían marginados por las reformas impuestas por las potencias extranjeras. La organización tenía un fuerte componente religioso y cultural, ya que sus miembros creían que poseían habilidades sobrenaturales que les permitirían expulsar a los extranjeros del país.

La ideología de la Yi He Tuan se basaba en el rechazo a la influencia extranjera y la defensa de los valores tradicionales chinos. Sus miembros veían a los misioneros cristianos y a los conversos chinos como traidores a su cultura, lo que llevó a ataques violentos contra estas comunidades. La organización se expandió rápidamente, atrayendo a miles de seguidores que compartían su visión de un China libre de dominación extranjera. Este crecimiento alarmó a las potencias occidentales, que veían en la Yi He Tuan una amenaza a sus intereses en la región.

La estructura de la Yi He Tuan era descentralizada, lo que permitía a sus miembros actuar de manera independiente en diferentes regiones del país. Esta característica facilitó la expansión del movimiento y la coordinación de ataques simultáneos contra objetivos extranjeros. A pesar de su falta de un liderazgo centralizado, la organización logró mantener un alto grado de cohesión gracias a sus creencias compartidas y su objetivo común de expulsar a los extranjeros de China.

Inicio y desarrollo de la revuelta

Ataques iniciales y apoyo de la emperatriz Cixí

La rebelión de los bóxers comenzó a tomar forma a finales de 1899, cuando los miembros de la Yi He Tuan iniciaron una serie de ataques contra personas y propiedades extranjeras en el norte de China. Estos ataques contaron con el aparente apoyo de la emperatriz Cixí, quien veía en el movimiento una oportunidad para fortalecer su posición frente a las potencias extranjeras. Según se dice, la emperatriz instigó a varios gobernadores provinciales a apoyar la revuelta, lo que permitió que los bóxers extendieran su influencia rápidamente.

El respaldo de la emperatriz Cixí fue crucial para el desarrollo de la rebelión, ya que proporcionó al movimiento una legitimidad que de otro modo no habría tenido. Con el apoyo tácito del gobierno imperial, los bóxers se sintieron envalentonados para intensificar sus acciones, atacando no solo a extranjeros, sino también a chinos conversos al cristianismo, a quienes consideraban traidores a su cultura. Estos ataques se caracterizaron por su brutalidad, y en muchos casos resultaron en masacres de civiles indefensos.

A medida que la violencia se intensificaba, las potencias extranjeras comenzaron a preocuparse por la seguridad de sus ciudadanos en China. Sin embargo, las acciones de la emperatriz Cixí complicaron cualquier intento de negociación o intervención pacífica, ya que su apoyo al movimiento bóxer fue interpretado como una declaración de hostilidad hacia las potencias occidentales. Esta situación llevó a un aumento de las tensiones internacionales, que finalmente desembocaron en la intervención militar de la Alianza de las Ocho Naciones.

Las agresiones violentas y sabotajes en Pekín

La capital china, Pekín, se convirtió en un foco principal de la violencia desatada por la rebelión de los bóxers. Los ataques en la ciudad comenzaron con actos de sabotaje, como cortes en las líneas de telégrafo y sabotajes en las vías de ferrocarril, que eran vitales para la comunicación y el transporte de las potencias extranjeras. Estos sabotajes no solo interrumpieron las operaciones cotidianas, sino que también enviaron un mensaje claro de que los bóxers estaban decididos a luchar contra la presencia extranjera en China.

Además de los sabotajes, los bóxers llevaron a cabo ataques directos contra extranjeros y cristianos chinos en Pekín. Estos ataques fueron extremadamente violentos y resultaron en la muerte de cientos de personas. La brutalidad de estos actos generó un clima de miedo e inseguridad entre la población extranjera, que se vio obligada a buscar refugio en las zonas diplomáticas de la ciudad. Sin embargo, incluso estas áreas no eran completamente seguras, ya que los bóxers continuaron atacando y asediando a los residentes.

La violencia en Pekín alcanzó su punto álgido en mayo de 1900, cuando los bóxers lograron entrar en la ciudad. Este acontecimiento marcó un punto de inflexión en la rebelión, ya que provocó una respuesta militar por parte de las potencias extranjeras. La entrada de los bóxers en la capital fue vista como una amenaza directa a sus intereses, lo que llevó a la formación de la Alianza de las Ocho Naciones para proteger a sus ciudadanos y restaurar el orden en China.

Entrada de los bóxers en la capital china

La entrada de los bóxers en Pekín en mayo de 1900 fue un momento decisivo en la rebelión. Este avance fue posible gracias al apoyo de la emperatriz Cixí y a la creciente fuerza del movimiento en el noreste de China. Una vez dentro de la capital, los bóxers intensificaron sus ataques contra objetivos extranjeros, lo que generó un estado de caos y pánico entre la población. La situación en Pekín se volvió insostenible, y las potencias extranjeras se vieron obligadas a actuar para proteger sus intereses y a sus ciudadanos.

El avance de los bóxers en Pekín también coincidió con un cambio en el gobierno chino, ya que un príncipe abiertamente xenófobo fue nombrado ministro de Asuntos Exteriores. Este nombramiento fue interpretado como una señal del apoyo institucional al movimiento bóxer, lo que complicó aún más las relaciones entre China y las potencias extranjeras. La situación se deterioró rápidamente, y la violencia se extendió por toda la ciudad, afectando tanto a extranjeros como a ciudadanos chinos.

Ante esta situación crítica, las potencias extranjeras decidieron enviar un contingente militar liderado por el vicealmirante Edward Seymour para proteger la vital línea de ferrocarril que unía Pekín con Tianjin. Sin embargo, esta intervención no logró detener el avance de los bóxers, y la violencia continuó escalando en la capital. La entrada de los bóxers en Pekín fue un claro indicio de que la rebelión había alcanzado un nivel de sublevación generalizada, que requería una respuesta internacional coordinada para ser contenida.

Rebelión de los bóxers.
Rebelión de los bóxers. Soldados queman el templo, Shanhaiguan en 1900. Imagen: Amédée Forestier, The Illustrated London News - Wikipedia.

Intervención extranjera y la Alianza de las Ocho Naciones

El ataque al barrio de las delegaciones

El 20 de junio de 1900, los bóxers lanzaron un ataque al barrio de las delegaciones en Pekín, una zona que albergaba a las embajadas y a ciudadanos extranjeros. Este ataque fue un acto de desafío directo a las potencias extranjeras y resultó en la muerte del embajador alemán, el barón Klemens Freiherr von Ketteler. La agresión al barrio de las delegaciones marcó un punto de no retorno en la rebelión, ya que las potencias extranjeras no podían ignorar la amenaza que representaban los bóxers para sus intereses y ciudadanos en China.

El ataque al barrio de las delegaciones fue un evento traumático que llevó a las potencias extranjeras a formar una coalición militar conocida como la Alianza de las Ocho Naciones. Esta alianza estaba compuesta por Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos, Japón, Rusia, Alemania, Austria-Hungría e Italia, y su objetivo principal era proteger a sus ciudadanos y restablecer el orden en China. La creación de esta alianza demostró la gravedad de la situación y la necesidad de una intervención internacional para detener la violencia desatada por los bóxers.

La respuesta de las potencias extranjeras fue rápida y contundente. La Alianza de las Ocho Naciones movilizó un ejército conjunto que se dirigió a Pekín para liberar el barrio de las delegaciones y poner fin a la amenaza de los bóxers. Sin embargo, la resistencia de los bóxers y el apoyo del gobierno chino complicaron las operaciones militares, lo que llevó a un prolongado sitio del barrio de las delegaciones que duró varias semanas.

Declaración de guerra de Cixí a las potencias aliadas

El asesinato del embajador alemán y el ataque al barrio de las delegaciones llevaron a la emperatriz Cixí a tomar una decisión drástica: declarar la guerra a las potencias extranjeras que formaban la Alianza de las Ocho Naciones. Esta declaración oficial de guerra fue un intento de consolidar el apoyo interno al movimiento bóxer y de desafiar abiertamente la intervención extranjera en China. Sin embargo, esta decisión solo sirvió para intensificar el conflicto y atraer más fuerzas militares extranjeras al país.

La declaración de guerra de Cixí fue vista como un acto de desesperación, ya que la emperatriz buscaba mantener su poder frente a la creciente presión de las potencias extranjeras. Sin embargo, esta acción también puso en peligro la estabilidad del gobierno imperial, ya que muchos funcionarios se opusieron a la guerra y temían las consecuencias de enfrentarse a una coalición militar tan poderosa. La decisión de Cixí de declarar la guerra exacerbó las tensiones internas y externas, llevando a China al borde del colapso.

A pesar de la declaración de guerra, las potencias extranjeras continuaron con sus operaciones militares para liberar el barrio de las delegaciones y proteger a sus ciudadanos. La llegada de los contingentes internacionales a Pekín en agosto de 1900 marcó el inicio de una serie de enfrentamientos que eventualmente llevaron a la derrota de los bóxers y al fin de la rebelión. La declaración de guerra de Cixí, lejos de fortalecer su posición, solo sirvió para acelerar la intervención extranjera y sellar el destino de la rebelión.

El sitio y la llegada de los contingentes internacionales

El sitio del barrio de las delegaciones en Pekín fue uno de los momentos más críticos de la rebelión de los bóxers. Durante seis largas semanas, los residentes del barrio se vieron sometidos a un asedio constante por parte de los bóxers, que intentaban forzar su rendición. A pesar de la presión, los defensores del barrio lograron resistir gracias a las fortificaciones improvisadas y a la determinación de sus habitantes. Sin embargo, la situación era desesperada, y la llegada de refuerzos internacionales se hacía cada vez más urgente.

El 14 de agosto de 1900, los contingentes internacionales de la Alianza de las Ocho Naciones finalmente llegaron a Pekín. Su llegada marcó un punto de inflexión en la rebelión, ya que las fuerzas extranjeras lograron romper el sitio y liberar el barrio de las delegaciones. La intervención de la alianza fue decisiva, ya que permitió restaurar el orden en la capital y poner fin a la amenaza inmediata de los bóxers. Sin embargo, la violencia y el caos que habían caracterizado la rebelión dejaron una huella duradera en la ciudad y en sus habitantes.

La llegada de los contingentes internacionales también marcó el inicio de una represión brutal contra los líderes de la rebelión. Las potencias extranjeras, decididas a castigar a los responsables de la violencia, llevaron a cabo una serie de ejecuciones y represalias que desmantelaron el movimiento bóxer. Aunque la intervención internacional logró restablecer el orden en Pekín, las consecuencias de la rebelión se sintieron en todo el país y tuvieron un impacto duradero en la historia de China.

Consecuencias de la Rebelión de los Bóxers

Derrota de los bóxers y represión

La derrota de los bóxers fue seguida de una represión implacable por parte de las potencias extranjeras. Los líderes del movimiento fueron perseguidos y ejecutados, y las fuerzas internacionales llevaron a cabo una serie de operaciones para desmantelar las estructuras de la Yi He Tuan en todo el país. Esta represión brutal fue vista como una medida necesaria para evitar futuros levantamientos, pero también generó un profundo resentimiento entre la población china, que veía en la intervención extranjera una violación de su soberanía.

La represión no solo se limitó a los líderes del movimiento, sino que también afectó a miles de personas que habían apoyado la rebelión o que eran sospechosas de simpatizar con los bóxers. Las ejecuciones y las represalias fueron generalizadas, y muchas comunidades sufrieron las consecuencias de la violencia y el caos que habían caracterizado la rebelión. Esta represión dejó una huella duradera en la sociedad china, que se vio profundamente afectada por la brutalidad de las acciones extranjeras.

A pesar de la derrota y la represión, la rebelión de los bóxers dejó un legado importante en la historia de China. El levantamiento fue un símbolo de la resistencia a la dominación extranjera y un recordatorio de la lucha por la soberanía nacional. Aunque el movimiento fue desmantelado, sus ideales y su espíritu de resistencia continuaron influyendo en las generaciones futuras, que buscaron recuperar la independencia de China y restaurar su posición en el mundo.

Rebelión de los bóxers
Rebelión de los bóxers. Imagen: Wikimedia Commons.

El Protocolo de 1901 y sus imposiciones a China

Tras la derrota de los bóxers, China se vio obligada a firmar el Protocolo de 1901, un tratado que imponía severas condiciones al país. Este acuerdo obligaba a China a pagar una indemnización de 333 millones de dólares a las potencias extranjeras, una suma exorbitante que agravó las dificultades económicas del país. Además, el protocolo establecía la presencia permanente de un destacamento militar aliado en Pekín y exigía la demolición de todas las fortificaciones chinas que permanecían en pie.

El Protocolo de 1901 fue visto como una humillación para China, ya que consolidaba la sumisión del país a los intereses extranjeros y debilitaba aún más la autoridad de la dinastía Qing. Las imposiciones del tratado generaron un profundo resentimiento entre la población, que veía en el acuerdo una traición a los ideales de la rebelión de los bóxers. La firma del protocolo marcó el inicio de un periodo de dominación extranjera que duraría varios años y que tendría un impacto duradero en la historia de China.

A pesar de las dificultades impuestas por el Protocolo de 1901, el tratado también sirvió como un catalizador para el cambio. La humillación sufrida por China llevó a un despertar nacionalista que buscaba recuperar la independencia del país y restaurar su posición en el mundo. Este sentimiento nacionalista se convertiría en una fuerza poderosa que impulsaría las reformas y los movimientos políticos que eventualmente llevarían a la caída de la dinastía Qing y al surgimiento de una nueva era en la historia de China.

Impacto en la dinastía Qing y las semillas para la Revolución de 1949

La rebelión de los bóxers y sus consecuencias tuvieron un impacto profundo en la dinastía Qing, que se vio debilitada por la intervención extranjera y las imposiciones del Protocolo de 1901. La pérdida de confianza en el gobierno imperial y el creciente descontento entre la población llevaron a un periodo de inestabilidad política que culminó con la caída de la dinastía en 1911. La rebelión de los bóxers fue un catalizador para el cambio, ya que puso de manifiesto la necesidad de reformas y de un liderazgo fuerte que pudiera enfrentar los desafíos del mundo moderno.

El legado de la rebelión de los bóxers también se extendió a la Revolución de 1949, liderada por Mao Zedong, que puso fin a la era imperial en China y estableció la República Popular China. Los ideales y el espíritu de resistencia de los bóxers continuaron influyendo en los movimientos nacionalistas y revolucionarios que surgieron en el país, y su lucha por la soberanía nacional se convirtió en un símbolo de la lucha por la independencia y la autodeterminación.

La rebelión de los bóxers dejó una huella duradera en la historia de China, ya que marcó el inicio de un periodo de transformación y cambio que culminaría en la revolución de 1949. A pesar de su derrota, el movimiento bóxer fue un símbolo de la resistencia a la dominación extranjera y un recordatorio de la lucha por la soberanía nacional. Su legado continúa siendo una fuente de inspiración para aquellos que buscan preservar la identidad cultural y la independencia de China en el mundo moderno.

Referencias

  • Harrington, Peter (2001). Peking 1900: The Boxer Rebellion. Oxford Osprey. Cap. 2-3.
  • Xiang, Lanxin (2003). The Origins of the Boxer War: A Multinational Study. Psychology Press. Cap. 1-4.
  • Han, Xiaorong (2005). Chinese discourses on the peasant, 1900–1949. State University of New York Press. p.59

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