De las numerosas guerras antiimperialistas libradas por China en los tiempos modernos, la segunda guerra sino-japonesa, conocida en China como la Guerra de Resistencia contra Japón, fue la primera que terminó con una victoria total.

Al principio de la contienda, aprovechando su superioridad militar y continuando su política expansionista, el Ejército nipón consiguió ocupar la mitad de China. Sin embargo, ésta luchaba entonces con el apoyo económico de Alemania, la URSS y Estados Unidos y, después del ataque japonés a Pearl Harbor en 1941, el llamado Frente del Pacífico se convirtió en un teatro de operaciones esencial del conflicto mundial.
Todos contra los nipones
A priori, la pregunta parece obligada: ¿cómo pudo la débil China imponerse a los poderosos invasores y aniquilar a más de 1,5 millones de soldados enemigos? La clave está en cómo el Partido Comunista de China y su líder, Mao Zedong, consiguieron convertir el choque en una auténtica guerra popular.

La contienda arrancó oficialmente el 7 de julio de 1937 con el conocido como Incidente del Puente de Marco Polo (Pekín), un tiroteo entre soldados de ambos países que serviría a Japón en bandeja la excusa perfecta para iniciar una guerra total. Las tropas japonesas, que ya controlaban Manchuria, iniciaron la invasión del norte y este del país. En la ciudad de Nankín, asesinaron a más de 100.000 personas. La masacre atrajo la atención del mundo hacia una contienda ignorada en Occidente, pero que iba a provocar que Estados Unidos se sumara a los aliados.
Surgió entonces, por iniciativa del Partido Comunista, el Frente Unido Antijaponés, en el que se integró el Kuomintang. Durante los siguientes ocho años de guerra (1937-1945), el Ejército del Kuomintang, armado por EE UU, combatiría contra los invasores japoneses junto al Partido Comunista, que lideró una contienda que iría debilitando cada vez más al Ejército nipón hasta su rendición. Con su fiera resistencia y el sacrificio de 35 millones de vidas, China también contribuyó a la derrota de Japón en la II Guerra Mundial. La rendición de Alemania permitió el triunfo del Ejército Rojo en Manchuria, dos días después de que la bomba atómica cayera sobre Hiroshima.
Fin del conflicto
Eso forzó la rendición japonesa y su retirada de Asia continental, así como el triunfo estadounidense en el Frente del Pacífico. En realidad, el final de los dos conflictos bélicos, que coincidieron en el tiempo, además de conllevar la salida definitiva de Japón de territorio chino sirvió para que la tensión creciente entre ambos países asiáticos se diluyese. Todo el territorio ocupado por Japón, así como Manchuria y Taiwán, volvían a estar bajo soberanía china, y Chiang Kai-Shek trató de restablecer el Gobierno nacionalista de Nankín.
Chiang Kai-Shek y Mao Zedong
En el seno de la segunda guerra sino-japonesa (1937-1945), el Kuomintang (Partido Nacionalista Chino) de Chiang Kai-Shek y los comunistas de Mao Zedong aparcaron la guerra civil que libraban y olvidaron sus diferencias para hacer frente común al invasor: Japón. Inmediatamente después de la rendición nipona en la II Guerra Mundial, Chiang Kai-Shek trató de repetir lo que había hecho en 1927, cuando rompió con los comunistas y, tras un sangriento golpe de Estado con apoyo de Gran Bretaña, EE.UU., Hitler y Mussolini, estableció el Gobierno de Nankín.

Pero en 1945 sus fuerzas, también respaldadas por los americanos, hallaron la oposición del Ejército Popular de Liberación, que contaba con un millón de combatientes, una milicia de 2,5 millones y un amplio apoyo popular. La guerra civil se reactivó. 8 millones de soldados del Kuomintang murieron o fueron hechos prisioneros y Chiang Kai-Shek huyó a Taiwán bajo protección estadounidense. El 1 de octubre de 1949, Mao Zedong proclamó el nacimiento de la República Popular China con capital en Pekín.