Escuadrón 731: los experimentos en humanos de Japón en la Segunda Guerra Mundial

Una unidad japonesa acabó con la vida de miles de personas a través de experimentos científicos
Miembros de la Unidad 731 experimentan con un ciudadano chino

A veces desde occidente se proyecta una falsa idea sobre la cultura nipona y, por extensión, sobre el mundo oriental. Una falsa idea que ve a los pueblos del este asiático como un bloque unitario, caracterizado por la armonía, las tradiciones ascentrales y la paz. Esa idea, además de ser falsa, parte de una simplificación y un esencialismo en ocasiones racista. Para negarla, podemos tomar como ejemplo al Imperio Japonés alineado con las potencias del eje fascista en la II Guerra Mundial. El ultranacionalismo del régimen nipón de los años 30, el supremacismo y el imperialismo que sojuzgó a los países vecinos, crearon el caldo de cultivo idóneo para que tuvieran lugar lo que hoy entendemos como crímenes de lesa humanidad. Entre los más destacados se encuentra la creación del Escuadrón 731.

Contexto histórico y creación del Escuadrón 731

Tristemente, el Escuadrón 731 no fue un hecho aislado en el Imperio Japonés de aquella época. La llegada al trono de Hiroito a finales de la década de los años 20 y las tensiones geopolíticas mundiales despertaron en Japón un ferviente sentimiento nacional, imperialista y belicista. Esto explica, aunque no justifique, las atrocidades cometidas por su ejército durante la invasión a China y, posteriormente, durante la II Guerra Mundial.

Ultranacionalismo y militarismo japonés en los años 30

Desde finales del siglo XIX, Japón estaba decidido a convertirse en una gran potencia del Asia oriental. Había iniciado las guerras contra China (1894-1895) y Rusia (1904-1905) que le habían otorgado una posición de potencia dominante. Durante la década de los años 20 se va acrecentando en el país nipón un fuerte sentimiento nacionalista antioccidental, también apoyado en un fuerte militarismo que estalló en la década de los 30.

En 1931, Japón conquistó el noroeste de China, instaurando un gobierno títere bautizado como Estado de Manchukuo, totalmente controlado por Japón. El país del sol naciente protagonizó en este territorio algunas de las páginas más oscuras de la Segunda Guerra Mundial. Una de ellas fue la creación de un departamento destinado a la experimentación y desarrollo de armas químicas y bacteriológicas utilizando a seres humanos como conejillos de indias. Bajo el nombre de ‘Departamento de Prevención de Epidemias y Purificación de Agua del Ejército de Kwantung’, esta división acabó siendo conocida como Unidad 731 o Escuadrón 731, liderada por el médico Shirō Ishii.

Hiroito siendo entronado como Emperador de Japón en 1928. Wikimedia Commons.

Invasión de China y establecimiento del Estado de Manchukuo

La invasión de China en 1931 marcó el inicio de una serie de agresiones por parte de Japón que culminaron en la Segunda Guerra Mundial. Tras ocupar el noreste de China, los japoneses establecieron el Estado títere de Manchukuo, un territorio bajo su completo control. Este lugar se convirtió en el escenario de numerosos crímenes de guerra, entre ellos, los experimentos realizados por la Unidad 731.

Manchukuo ofrecía un entorno aislado y controlado donde el Ejército Imperial Japonés podía operar sin restricciones. La población local, principalmente china, fue sometida a un régimen de terror y explotación. En este contexto, el Escuadrón 731 encontró las condiciones ideales para llevar a cabo sus experimentos, utilizando a los habitantes como sujetos de prueba sin su consentimiento ni conocimiento.

La ocupación de Manchukuo no solo permitió el desarrollo de experimentos inhumanos, sino que también facilitó la creación de infraestructuras necesarias para la investigación de armas biológicas. La región albergaba instalaciones modernas y bien equipadas, diseñadas específicamente para la producción y prueba de agentes patógenos. Estas instalaciones se convirtieron en un centro neurálgico para el Escuadrón 731, donde miles de personas fueron sometidas a experimentos atroces.

Creación de la Unidad 731, dirigida por Shirō Ishii

La Unidad 731 fue oficialmente establecida en 1936 bajo el mando de Shirō Ishii, un médico militar con un interés particular en la investigación de armas biológicas. Ishii había estudiado medicina y había ascendido en las filas del Ejército Imperial Japonés gracias a su habilidad para manejar brotes epidémicos. Su éxito en el control de enfermedades le otorgó el prestigio necesario para liderar un proyecto de tal magnitud.

Ishii, conocido como el Mengele japonés, fue el encargado de diseñar y supervisar los experimentos llevados a cabo en el Escuadrón 731. Bajo su dirección, la unidad se centró en la investigación de patógenos letales y en la creación de armas biológicas que pudieran ser utilizadas en el campo de batalla. Su enfoque era metódico y despiadado, lo que le permitió realizar experimentos que violaban todos los principios de la ética médica.

La creación de la Unidad 731 fue un paso crucial en la estrategia militar de Japón durante la guerra. La unidad operaba bajo el nombre oficial de Departamento de Prevención de Epidemias y Purificación de Agua del Ejército de Kwantung, lo que le permitía actuar con un grado de encubrimiento. Sin embargo, su verdadera misión era desarrollar armas biológicas a través de experimentos inhumanos, utilizando a seres humanos como sujetos de prueba.

Miembros de la Unidad 731 experimentan con un ciudadano chino -

Los experimentos inhumanos del Escuadrón 731

Si algo caracterizó al Escuadrón 731 fueron sus cruentos métodos de tortura y experimentación. Los presos de guerra y demás represaliados fueron el objeto de los más atroces experimentos que salieron de la mente de Shirō Ishii.

Deshumanización de las víctimas: los "maruta"

La deshumanización por la que los nazis llamaban a los judíos seres infrahumanos, o ratas, también estuvo presente en el lenguaje japonés. Los verdugos encargados de la unidad denominaban maruta (troncos), rebajando a la condición de trozo de madera a los seres humanos.

Entre 1932 y 1945, la unidad 731 desarrolló una infinidad de experimentos sobre humanos. Hombres, mujeres, niños y ancianos de diversa procedencia, la mayoría chinos, sufrieron la inoculación de patógenos como la tuberculosis, la viruela, el tifus, el cólera o la peste. También algunos de ellos fueron obligados a mantener relaciones sexuales con otros internos para estudiar la propagación de enfermedades de transmisión sexual.

Las pruebas iban mucho más allá de la mera investigación biológica o bacteriológica. También se realizaron todo tipo de pruebas que podríamos denominar de carácter físico, muchas de ellas centradas en medir la resistencia del cuerpo humano. Algunas de las macabras pruebas consistían en colgar a las víctimas boca abajo o someterlas a un frío extremo para comprobar el tiempo que tardaban en morirse. Congelaciones de las extremidades, radiaciones letales de rayos X, inhalaciones de distintos gases o directamente, el empleo de distintas armas como lanzallamas sobre las víctimas.

Inoculación de patógenos y propagación de enfermedades

Uno de los principales objetivos del Escuadrón 731 era investigar la inoculación de patógenos en seres humanos. Los prisioneros eran infectados deliberadamente con enfermedades letales como la peste, el cólera, la viruela y el tifus, con el fin de estudiar la progresión de estas enfermedades y desarrollar armas biológicas. Estos experimentos se realizaban sin anestesia ni tratamiento, lo que resultaba en un sufrimiento extremo para las víctimas.

La propagación de enfermedades no se limitó a los experimentos dentro de las instalaciones del escuadrón. En varias ocasiones, el Escuadrón 731 llevó a cabo ataques biológicos en ciudades chinas, liberando patógenos en el agua y el aire para observar los efectos en la población civil. Estas acciones resultaron en epidemias devastadoras que causaron la muerte de decenas de miles de personas, ampliando el impacto de los experimentos más allá de los límites del escuadrón.

Los experimentos de inoculación de patógenos realizados por el Escuadrón 731 no solo buscaban desarrollar armas biológicas, sino también obtener información valiosa sobre la resistencia humana a las enfermedades. Los datos recopilados durante estos experimentos fueron considerados de gran valor científico, lo que llevó a las autoridades japonesas a proteger al escuadrón y sus investigaciones, incluso después de la guerra.

Pruebas físicas extremas y vivisecciones

Además de los experimentos con patógenos, el Escuadrón 731 realizó pruebas físicas extremas en sus prisioneros. Estas pruebas incluían la exposición a temperaturas extremas, la privación de alimentos y agua, y la aplicación de fuerzas físicas severas para evaluar la resistencia del cuerpo humano. Los prisioneros eran sometidos a condiciones inhumanas, con el único propósito de obtener datos sobre los límites del cuerpo humano bajo estrés extremo.

Las vivisecciones sin anestesia fueron otra práctica común en el Escuadrón 731. Los prisioneros eran sometidos a operaciones quirúrgicas mientras estaban conscientes, lo que les causaba un dolor inmenso y un sufrimiento indescriptible. Estas vivisecciones se realizaban para estudiar la anatomía humana y los efectos de las enfermedades en los órganos internos, sin respeto alguno por la vida y el bienestar de los sujetos.

Las prácticas inhumanas del Escuadrón 731 fueron posibles gracias a una cultura de impunidad y deshumanización que permeaba la unidad. Los experimentos físicos extremos y las vivisecciones no solo violaban los derechos humanos básicos, sino que también reflejaban la falta de ética y moralidad de los responsables. Estos actos atroces dejaron una marca imborrable en la historia, recordando la capacidad del ser humano para infligir sufrimiento en nombre de la ciencia.

Shiro Isii, el 'Mengele' japonés al frente del Escuadrón 731. Foto: Wikimedia Commons.

Impacto y consecuencias de los experimentos

Las atrocidades llevadas a cabo por el Escuadrón 731 dejaron una huella imborrable en la historia negra de Japón. La participación del país asiático en el eje Roberto (acrónimo utilizado para Roma-Berlín-Tokio) hace más que evidente el establecimiento de paralelismos con la Alemania nazi.

Paralelismos con los experimentos nazis y el caso de Josef Mengele

Los experimentos realizados por el Escuadrón 731 tienen paralelismos inquietantes con los llevados a cabo por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, particularmente los de Josef Mengele en Auschwitz. Ambos casos involucraron la utilización de prisioneros como sujetos de experimentación sin su consentimiento, en violación flagrante de los derechos humanos. Tanto los nazis como los japoneses justificaron sus acciones bajo el pretexto de la investigación científica y el avance de la medicina.

Al igual que Mengele, Shirō Ishii se convirtió en una figura infame por su papel en estos experimentos inhumanos. Ambos médicos utilizaron su conocimiento y posición para llevar a cabo investigaciones que causaron un sufrimiento indescriptible a miles de personas. A pesar de las similitudes en sus crímenes, tanto Ishii como Mengele lograron evadir la justicia, lo que resalta las dificultades de responsabilizar a los perpetradores de crímenes de guerra.

Los paralelismos entre el Escuadrón 731 y los experimentos nazis subrayan la necesidad de recordar y condenar estos actos atroces. La falta de justicia para las víctimas de ambos regímenes es un recordatorio de las fallas en los sistemas judiciales de la posguerra y la importancia de garantizar que tales crímenes nunca vuelvan a ocurrir. Estos eventos históricos deben ser estudiados y recordados para evitar que se repitan en el futuro.

Destrucción de pruebas y evasión de la justicia

En un nuevo paralelismo con los nazis, en agosto de 1945, cuando la guerra estaba decidida, las autoridades niponas ordenaron la destrucción de los complejos y las pruebas incriminatorias de estas unidades. El secretismo de esta unidad, la destrucción de los cadáveres y posteriormente el intento de acabar con cualquier prueba incriminatoria dificultan un conteo fiable, pero sin duda, se debe de hablar de varios miles de personas asesinadas en estos experimentos

Uno de los complejos utilizados por el Escuadrón 731. Foto: Wikimedia Commons.

La evasión de la justicia por parte de los miembros del Escuadrón 731 fue facilitada por la falta de pruebas y el interés de algunas potencias occidentales en obtener información sobre los experimentos. Muchos de los científicos y oficiales involucrados en los crímenes recibieron inmunidad a cambio de compartir sus conocimientos con los aliados, lo que les permitió continuar sus vidas sin enfrentar las consecuencias de sus acciones.

La destrucción de pruebas y la evasión de la justicia han dejado una herida abierta en la memoria histórica de las víctimas del Escuadrón 731. A pesar de los intentos de ocultar la verdad, las historias de los sobrevivientes y las investigaciones posteriores han sacado a la luz los horrores cometidos por la unidad. Sin embargo, la falta de justicia y reconocimiento oficial sigue siendo una fuente de dolor y controversia para las comunidades afectadas.

Acuerdos con las autoridades estadounidenses

Tras la rendición de Japón, las autoridades estadounidenses mostraron un gran interés en los resultados de los experimentos llevados a cabo por el Escuadrón 731. Conscientes del valor estratégico de la información obtenida, los estadounidenses ofrecieron inmunidad a los líderes del escuadrón a cambio de sus datos de investigación. Este acuerdo permitió a figuras como Shirō Ishii evitar el enjuiciamiento y vivir el resto de sus vidas en libertad.

El acuerdo entre los Estados Unidos y los responsables del Escuadrón 731 fue una decisión controvertida que generó críticas tanto a nivel nacional como internacional. La falta de justicia para las víctimas y la impunidad de los perpetradores fueron vistas como una traición a los principios de derechos humanos y justicia. Sin embargo, las autoridades estadounidenses justificaron su decisión argumentando que los conocimientos obtenidos eran esenciales para la seguridad nacional y el avance científico.

A pesar de los acuerdos con las autoridades estadounidenses, el legado del Escuadrón 731 sigue siendo un tema de debate y controversia. La falta de reconocimiento oficial y la ausencia de reparaciones para las víctimas continúan siendo una fuente de tensión en las relaciones internacionales, especialmente entre Japón y China. La historia del Escuadrón 731 es un recordatorio de las complejidades y dilemas éticos que surgen en tiempos de guerra y posguerra.

El general estadounidense McArthur junto al emperador Hirohito en su primer encuentro. Foto: Wikimedia Commons.

El legado del Escuadrón 731

Las brutalidades cometidas por el Escuadrón 731 responden a una cultura mortífera enraizada con el relato imperial japonés. Las ideas detrás de estos crímenes de lesa humanidad no desaparecieron automáticamente tras el fin de la II Guerra Mundial. La rendición japonesa y la declaración de humanidad del emperador, que renunciaba a su condición de semidios y, con ello, a la tradición, alimentaron un sentimiento de nostalgia que reflejan muy bien los libros de Yukio Mishima. Años después, este escritor promovió un golpe de estado que fracasó, suicidándose tras su arresto con el ritual tradicional del seppuku.

Reconocimiento tardío y memorias históricas

El reconocimiento de los crímenes cometidos por el Escuadrón 731 ha sido un proceso lento y doloroso. Durante décadas, las atrocidades de la unidad fueron ignoradas o minimizadas, tanto por el gobierno japonés como por la comunidad internacional. Sin embargo, a partir de los años 80, comenzaron a surgir testimonios de sobrevivientes y exmiembros del escuadrón, lo que llevó a un mayor interés en investigar y documentar los hechos.

El reconocimiento tardío de los crímenes del Escuadrón 731 ha sido un paso crucial para honrar la memoria de las víctimas y garantizar que estos eventos no se repitan. A pesar de los esfuerzos de algunos sectores para ocultar la verdad, la presión de las organizaciones de derechos humanos y los investigadores ha permitido que la historia del escuadrón sea más ampliamente conocida y comprendida. Este proceso de reconocimiento ha sido fundamental para la reconciliación y la justicia histórica.

A pesar de los avances en el reconocimiento de los crímenes del Escuadrón 731, persisten desafíos significativos. La falta de reparaciones económicas para las víctimas y la ausencia de un reconocimiento oficial por parte del gobierno japonés continúan siendo fuentes de tensión y controversia. Sin embargo, el creciente interés en la historia del escuadrón y la disposición de algunos sectores a abordar estos temas ofrecen esperanza para un futuro en el que se haga justicia a las víctimas.

Representaciones culturales y museos

El legado del Escuadrón 731 no solo se ha preservado a través de investigaciones históricas, sino también mediante representaciones culturales en películas, libros, música y videojuegos. Estas representaciones han jugado un papel importante en la difusión de la historia del escuadrón y en la sensibilización del público sobre los crímenes cometidos. A través de estas obras, se ha logrado mantener viva la memoria de las víctimas y fomentar un debate más amplio sobre las atrocidades de la guerra.

En China, las instalaciones del Escuadrón 731 han sido convertidas en un museo dedicado a la memoria de las víctimas y a la educación sobre los crímenes de guerra. Este museo ofrece una visión detallada de los experimentos realizados por la unidad y sus consecuencias, y se ha convertido en un lugar importante para el recuerdo y la reflexión. A través de exposiciones y actividades educativas, el museo busca concienciar a las nuevas generaciones sobre la importancia de aprender de los errores del pasado.

Las representaciones culturales y los museos dedicados al Escuadrón 731 son herramientas poderosas para preservar la memoria histórica y promover la justicia. Al mantener viva la historia de los crímenes cometidos, se contribuye a evitar que estos eventos se repitan y se fomenta un diálogo más amplio sobre los derechos humanos y la ética en la ciencia. Estos esfuerzos son esenciales para garantizar que el legado del Escuadrón 731 sirva como una advertencia para las generaciones futuras.

Bibliografía:

  • Tanaka, Yuki. Hidden Horrors: Japanese War Crimes in World War II

 

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