Origen y significado de los apellidos en España

La historia de los apellidos españoles nos cuenta cómo un recurso pasó a ser parte de nuestra identidad.
Origen y significado de los apellidos en España
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Los romanos ya tuvieron un sistema de identificación a partir de tres nombres, pero su uso se perdió durante la Edad Media. Los primeros registros de apellidos en la historia España tal y como los entendemos hoy se remontan al siglo IX. Fue el auge de las ciudades y el comercio en los siglos XII y XIII lo que requirió definitivamente una manera de identificar a las personas. Pero, ¿cuál fue el origen de los apellidos en España?

La evolución del uso de apellidos a lo largo de la historia

El origen de los apellidos en España es particular, pero no único en la historia. El sistema de nomenclatura propio que utilizamos hoy en día tiene precedentes directos en la Edad Media y, más lejanos, en la Antigua Roma.

El sistema de nombres romanos

El uso de nombres en la antigua Roma era un sistema bien estructurado que incluía tres partes: el praenomen, el nomen y el cognomen. Este sistema permitía una identificación clara y precisa de las personas dentro de la sociedad romana. Sin embargo, con la caída del Imperio Romano y la llegada de la Edad Media, este sistema se desintegró gradualmente. La pérdida de un sistema de nombres tan estructurado dejó a la sociedad medieval con una necesidad de nuevas formas de identificación personal, que no se resolvería hasta varios siglos después.

Durante la época romana, los nombres no solo servían como identificadores personales, sino que también reflejaban aspectos importantes de la posición social y familiar de un individuo. El nomen, por ejemplo, indicaba la gens o clan al que pertenecía una persona, mientras que el cognomen podía señalar características personales o logros. Sin embargo, con el declive del poder romano, estas prácticas se volvieron menos comunes, y la sociedad medieval tuvo que desarrollar nuevos métodos para distinguir a las personas.

A medida que la estructura social y política de Europa cambiaba, el sistema de nombres romano fue reemplazado por prácticas más locales y menos formales. La falta de un sistema de nombres coherente durante este período creó desafíos en la identificación y el registro de individuos, lo cual se convertiría en un problema creciente con el tiempo, especialmente con el aumento de la población y el comercio.

Transición en la Edad Media

Hasta finales del siglo IX, sólo los nobles y monarcas de la Europa medieval tenían un factor diferencial en sus nombres. Tenían su razón de ser en la casa nobiliaria a la que pertenecían o el territorio que dominaban (Rodrigo de Castilla). Fue a partir del siglo X cuando los nobles empezaron a distinguirse en los documentos con apellidos que han llegado hasta nuestros días y, con el auge de las ciudades como entorno principal donde cada vez se reunía mayor número de población, se hizo necesaria la identificación individual de las personas con fines documentales, comerciales y sociales.

Con el crecimiento de las ciudades y el comercio en los siglos XII y XIII, la necesidad de una identificación más precisa se hizo evidente. La población urbana en aumento requería métodos más eficaces para diferenciar a las personas en contextos comerciales y legales. Fue en este contexto que los apellidos comenzaron a extenderse más allá de la nobleza, convirtiéndose en una herramienta esencial para la identificación personal.

Durante esta época, los apellidos comenzaron a reflejar una variedad de factores, desde el lugar de origen hasta el oficio de una persona. Este proceso de diversificación de los apellidos continuó durante varios siglos, sentando las bases para los sistemas de apellidos que conocemos hoy. La evolución de los apellidos en la Edad Media fue un reflejo de los cambios sociales y económicos que transformaron Europa en ese tiempo.

Los nobles empezaron a firmar con apellidos a finales del siglo IX. Foto: Aluxum / iStock.

Consolidación y legitimación: Siglos XVIII y XIX</h3>

Sin embargo, en sus orígenes, los apellidos no se heredaban de padres a hijos, sino que estos cambiaban según ciertos factores que pasaremos a ver. No fue hasta el siglo XVIII cuando se consolidaron como apellidos heredados generación tras generación y en el siglo XIX la promulgación de la Ley del Registro Civil le dio cuerpo legal.

El siglo XIX fue particularmente importante en este proceso, ya que la promulgación de la Ley del Registro Civil en España proporcionó un marco legal para el uso y registro de apellidos. Esta legislación no solo legitimó el uso de apellidos heredados, sino que también estableció procedimientos claros para su registro y mantenimiento. El Registro Civil permitió una identificación más precisa y uniforme de las personas, lo que fue esencial para el desarrollo de las instituciones modernas.

La consolidación de los apellidos durante estos siglos refleja la creciente importancia de la identidad personal en la sociedad. Los apellidos se convirtieron en un elemento central de la identidad familiar y social, y su uso se extendió a todas las clases sociales. Este proceso de legitimación y estandarización de los apellidos fue un paso crucial en la evolución de los sistemas de identificación personal en España.

Representación del mapa de España con IA a través de los diferentes escudos heráldicos que tiene cada apellido. Foto: DALL-E/Daniel Gómez.

Tipos de apellidos y su significado

La diversidad de apellidos típicos en España es muy amplia, por la influencia de diversas culturas. Pero se podrían catalogar aquellos apellidos más comunes en función de su etimología. Por ejemplo, es muy habitual tener un apellido acabado en -ez. Esta terminación suele ser un derivado de un nombre anterior y significa 'hijo de'.

En el nombre del padre

Los nobles empezaron a identificarse en los documentos con un apellido patronímico, es decir, derivado del nombre del padre. Si tu padre se llamaba Gonzalo, tú eras González de apellido. Ahora bien, como hemos dicho, no se heredaba el mismo apellido, solo el concepto. Si tú te llamabas Hernán González, tu hijo se apellidaría Hernández y no González como tú.

Apellidos toponímicos: identidad geográfica

La función principal de los apellidos es identificar a las personas. Si cambiaban cada generación, el problema resulta más que obvio: era imposible rastrear de dónde venía y a qué familia pertenecía cada persona más allá de su padre. A partir del siglo XII los apellidos comenzaron a formarse según el lugar de origen, señorío e incluso accidente geográfico del que provenía o donde vivía cada cual. Efectivamente, seguro que conoces o tú mismo llevas en tu DNI apellidos que son nombres de lugares: Zaragoza, Sevilla, Ojeda, Soto, Costa, Valle, o como el autor de este artículo, que es Navarro.

De hecho, fue muy común identificarse con la unión del apellido patronímico y el toponímico: López de Castro, Jiménez de Quesada, Domínguez de Urbina, etc.

Apellidos según el oficio: reflejo de la ocupación

En alguna ocasión leí que uno es por lo que le pagan. En otro tiempo yo hubiese sido Fran Escribano. Y esto tiene más importancia de la que se podría sospechar hoy día. En la Edad Media no existía una idea de uno mismo tan individual como tenemos en la actualidad. La identidad era un asunto más colectivo y uno “era” en relación al grupo social, estamento o gremio al que perteneciera. Una vez más, con afán identificador nada más certero para definirnos que aquello a lo que nos dedicamos. Este es el origen de apellidos en España como Herrero, Criado, Zapatero, Soldado, Pastor, Jurado, etc.

Es muy probable que los apelledidados Herrero desciendan de alguien que se dedicó al oficio. Foto: ridvan_celik / iStock.

Apellidos por motes o circunstancias concretas

Sigue siendo una costumbre habitual tener amigos conocidos por un mote que haga referencia a alguna de sus características más notables. Casi seguro que tienes algún caso cercano de alguien que en tu círculo nadie identificaría por su nombre de pila, sino únicamente por su mote. En otra época, uno de mis mejores amigos podría haber firmado como José María Nervioso. Con la misma idea de identificar nacieron esos apellidos descriptivos como Cabezón, Estirado, Bravo, Cortés, Rufián, Hermoso, Rubio, Moreno o Delgado entre otros muchos ejemplos.

Con todo, ya te puedes imaginar la cantidad de niños que fueron abandonados desde la Edad Media al final de los siglos modernos en España. Estas personas volvían a tener problemas para ser identificados. Muchos de ellos recibieron apellidos en relación a la Iglesia, hospital o casa de acogidas que se encargó de criarlos: Iglesias, San Martín, etc. O directamente hacía referencia a su condición de abandonados: Expósito es un apellido que viene de “expuesto”, tal y como se decía de los infantes abandonados en la calle, un problema que requirió de soluciones por parte de instituciones civiles y eclesiásticas.

Apellidos derivados de condiciones sociales y eclesiásticas

En la historia de los apellidos en España, también encontramos nombres que se originaron a partir de condiciones sociales y eclesiásticas. Durante la Edad Media y los siglos posteriores, muchas personas que carecían de una familia estable o que fueron abandonadas recibieron apellidos que reflejaban su situación. Apellidos como Expósito, que significa "expuesto", se daban a niños abandonados, mientras que otros como Iglesias o San Martín indicaban una conexión con instituciones religiosas que se encargaban de su cuidado.

Estos apellidos son un testimonio de las condiciones sociales de la época, cuando el abandono infantil era un problema significativo y las instituciones eclesiásticas a menudo desempeñaban un papel crucial en el cuidado de los más vulnerables. La adopción de apellidos relacionados con estas circunstancias ofrecía una forma de identificación para personas que de otro modo podrían haber carecido de un linaje familiar claro.

A lo largo del tiempo, estos apellidos se han integrado en la sociedad española y se han transmitido a las generaciones siguientes. Aunque su origen puede haber estado ligado a situaciones difíciles, hoy en día forman parte del rico mosaico de apellidos que componen la identidad cultural de España.

Factores que impulsaron el uso de apellidos

Al tratarse de una distinción de uso social, el origen de los apellidos en España también está en el creciente desarrollo de la sociedad española. El cambio de las zonas rurales a las grandes ciudades y el aumento poblacional, entre otros factores, contribuyeron a la creación de muchos de nuestros apellidos.

Aumento de la población y el comercio

El crecimiento de la población y el comercio en los siglos XII y XIII fue un factor clave en la expansión del uso de apellidos en España. A medida que las ciudades crecían y se convertían en centros de actividad económica y social, la necesidad de una identificación personal más precisa se volvió esencial. Los apellidos ofrecían una manera de diferenciar a las personas en contextos comerciales, legales y sociales, facilitando las transacciones y las interacciones en una sociedad cada vez más compleja.

El auge del comercio también trajo consigo un aumento en el movimiento de personas y bienes, lo que requería métodos más efectivos de identificación. Los apellidos proporcionaban una forma de rastrear la identidad y el linaje de las personas, lo que era crucial en un entorno donde las relaciones comerciales y las alianzas sociales podían tener implicaciones significativas.

Este período de crecimiento económico y social marcó un punto de inflexión en la historia de los apellidos en España, estableciendo las bases para su uso generalizado en todas las clases sociales. La adopción de apellidos reflejaba no solo cambios en la estructura económica, sino también en la forma en que las personas se percibían a sí mismas y a los demás dentro de la sociedad.

Necesidad de identificación personal en las ciudades

Con el desarrollo de las ciudades como centros de población y actividad económica, la necesidad de una identificación personal clara y consistente se volvió cada vez más importante. En el entorno urbano las personas interactuaban con una amplia variedad de individuos en contextos comerciales, legales y sociales. El origen de los apellidos en España también refleja esa condición de estatus social adquirida con el desarrollo de las ciudades y la creciente importancia de la interacción social.

La identificación personal se volvió especialmente crucial en las ciudades, donde la densidad de población y la diversidad de ocupaciones y orígenes requerían métodos más sofisticados de diferenciación. Los apellidos permitían a las personas ser reconocidas y recordadas en una comunidad en crecimiento, facilitando las interacciones y las transacciones en un entorno cada vez más dinámico.

La necesidad de identificación personal en las ciudades no solo impulsó la adopción de apellidos, sino que también contribuyó a su estandarización y formalización. A medida que las ciudades continuaron creciendo y evolucionando, los apellidos se convirtieron en un elemento esencial de la identidad urbana, reflejando tanto la historia personal como la pertenencia a una comunidad más amplia.

Referencias:

  • López, A. 2018. ¿Cuándo y por qué surgió la idea de llevar apellidos? blogs.20minutos.es.
  • Masoliver, A. 2020. Conoce el interesante origen de los apellidos en España. larazon.es.

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