Ellas también hicieron historia: las mujeres en la Segunda Guerra Mundial

¿Sabías que las mujeres tuvieron un papel clave en la Segunda Guerra Mundial? Lee en exclusiva el primer capítulo de 'Mujeres en la Segunda Guerra Mundial', una obra de Miguel Félix Gómez y Antonio Gámez, publicado por Pinolia (2023).
Las mujeres olvidadas de la Segunda Guerra Mundial: su importante papel en el espionaje

La Segunda Guerra Mundial fue un conflicto bélico que marcó la historia del siglo XX y que tuvo consecuencias dramáticas para millones de personas. 

Sin embargo, no solo los hombres fueron protagonistas de esta guerra, sino que también las mujeres jugaron un papel fundamental en diferentes ámbitos: desde la resistencia al nazismo, pasando por la industria bélica, hasta el espionaje o la medicina. 

En este libro, los autores Miguel Félix Gómez y Antonio Gámez nos ofrecen una visión global y rigurosa de la participación femenina en la Segunda Guerra Mundial, rescatando del olvido a muchas mujeres que fueron clave para el desarrollo y el desenlace de la contienda. 

A continuación, te invitamos a leer en exclusiva el primer capítulo de Mujeres en la Segunda Guerra Mundial, publicado por Pinolia, donde podrás conocer más sobre el importante papel de la mujer en este conflicto que cambió el mundo.

El estallido

Cuando Adolf Hitler inició su andadura hacia el poder, nadie imaginaba que su ascenso político llevaría a la humanidad al mayor desastre bélico que la ha sacudido. Nadie podía prever la destrucción, el sufrimiento y las pérdidas que la guerra que comenzaba a fraguarse supondrían. Una guerra que ensombrecería el adjetivo de «Gran», que aún acompaña al primer conflicto mundial. Nadie podría imaginar que este hecho daría lugar, a la postre, al surgimiento de un nuevo orden mundial y a cambios radicales tanto en las relaciones internacionales y la geopolítica como en la sociedad. 

Tras la Primera Guerra Mundial y la firma del Tratado de Versalles, Alemania fue forzada a renunciar a las pretensiones territoriales que tradicionalmente había mantenido sobre Europa central. Las durísimas compensaciones económicas impuestas por los vencedores, la pérdida de parte de su territorio, el empobrecimiento general del país, el sentimiento de humillación que atenazaba a gran parte de su sociedad tras la derrota, la pérdida de soberanía en algunos asuntos y los problemas políticos que lastraban el funcionamiento de la recién creada República de Weimar provocaron la aparición y el posterior ascenso del partido nazi al poder. 

La idea del Lebensraum o el «espacio vital», ya asentada en Alemania desde finales del siglo xix, se convirtió en el principio ideológico sobre el que los nazis con Hitler al frente comenzaron a construir su programa de política exterior. Alemania requería de un espacio vital, un territorio que garantizara su supervivencia, y los nazis no dudaron en reclamar esa idea como derecho. La exaltación nacionalista reclamaba que ese espacio debía incluir los territorios de Polonia, Ucrania, Rusia, Checoslovaquia y todas aquellas naciones de etnia eslava que los nazis, desde su supremacismo ario, consideraban una raza degenerada. Dichos territorios debían ser ocupados por Alemania y repoblados por habitantes germanos, desplazando a aquellos asentados en los mismos y «liberando» a las regiones o zonas con población de habla germánica instalada en algunos de ellos. 

Con la llegada del partido nacionalsocialista al poder en enero de 1933, este discurso se tornó cada vez mas incendiario, y en noviembre de 1937 Hitler y sus ministros de Exteriores y Guerra establecieron las líneas políticas dirigidas a asegurar ese espacio vital que, según sus postulados, era necesario para la supervivencia de Alemania. Austria y Checoslovaquia fueron los objetivos inmediatos de ese plan expansionista. Siguiendo con el mismo, en marzo de 1938 Alemania se anexionará Austria, y gracias al Pacto de Múnich en septiembre de ese mismo año, los nazis procederán, en marzo de 1939, a la ocupación de Checoslovaquia, así como a la recuperación del territorio de Memel, región de la Prusia Oriental de población mayoritariamente germana que tras el Tratado de Versalles había pasado a administrarse por la Sociedad de las Naciones y que desde 1929 había sido reconocida como parte de Lituania.

En contra de los pronósticos de muchos políticos europeos como el primer ministro británico Neville Charmerlain, que consideraban que una política apaciguadora y de cesiones acabaría con las ansias expansionistas de Hitler, su tono belicista no dejó de aumentar y sus movimientos políticos y muestras de fuerza señalaron con claridad al mundo cual sería su próximo objetivo: Polonia. La soberanía e integridad de este país fue la línea roja que Reino Unido y Francia pusieron a Hitler sobre la mesa, advirtiendo que un ataque contra este país supondría, inevitablemente, su declaración de guerra contra Alemania. 

Finalmente, el 1 de septiembre de 1939, las tropas alemanas cruzaron la frontera con Polonia iniciando la invasión de este país. A pesar de la inmediata declaración de guerra por parte de Gran Bretaña y Francia, que tuvo la misma respuesta alemana, estos dos países no acudieron militarmente en socorro de Polonia. Hasta que Hitler no volvió sus ojos hacia el oeste y sus tropas comenzaron la invasión de Dinamarca y Noruega el 9 de abril de 1940, no se asistirá a combates directos terrestres entre las fuerzas aliadas y las de Alemania. Hasta ese momento, los principales hechos bélicos entre los contendientes se produjeron en el océano. Este periodo es conocido como la drôle de guerre en francés, o la Phoney War en inglés, la guerra de broma o guerra falsa. 

Sin embargo, la guerra iniciada por Hitler estaba lejos de ser una broma. Las tropas alemanas atacaron el 10 de mayo de 1940 de forma simultánea y contundente Francia, Bélgica, Luxemburgo y los Países Bajos. En junio de 1940, Hitler se había hecho prácticamente con la mayor parte de Europa occidental y central. El próximo objetivo sería la Unión Soviética. El pacto de no agresión firmado por Stalin y Hitler el 23 de agosto de 1939 tenía sus días contados tras las victorias alemanas en el oeste, y el 22 de junio de 1941 Alemania invadió con 134 divisiones territorio de la Unión Soviética en la denominada Operación Barbarroja.

En junio de 1940, la Italia de Mussolini, que pese a sus simpatías por el régimen nazi se había mantenido neutral, se sumó al bando alemán. Sus fuerzas atacaron con escaso éxito el sur de Francia e iniciaron una larga lucha contra las británicas en el Mediterráneo y África. En octubre de 1940, Italia inició la invasión de Grecia. 

Mientras tanto, en el extremo Oriente, Japón daba rienda a sus ansias expansionistas por el sureste asiático, y en diciembre de 1941, bajo el paraguas de la alianza militar tripartita firmada con Alemania e Italia en septiembre de 1940, el conocido Eje Roma-Berlín-Tokyo, atacaba la base naval norteamericana de Pearl Harbor en Hawái. El objetivo era borrar del mapa la capacidad naval norteamericana en el Pacífico, la única que podía poner freno a sus objetivos expansionistas en dicho océano. Una vez concluido este ataque, Tokio inició una ofensiva simultánea contra Hong Kong, Filipinas y Malasia. 

El ataque por sorpresa japonés metía de lleno a Estados Unidos en una guerra de la que hasta entonces había intentado mantenerse al margen, al menos de manera directa, y daba al conflicto unas dimensiones globales hasta entonces desconocidas. 

En lo tocante al tema de nuestro interés, este apocalipsis de violencia, guerra y muerte supondrá un antes y un después en la implicación de la mujer en los conflictos armados, en su suma al esfuerzo de guerra y, por primera vez, en la incorporación masiva y de manera organizada de la mujer a las filas de los ejércitos enfrentados. 

Mujeres en la Segunda Guerra Mundial

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