La historia del Antiguo Egipto se desarrolló durante cuatro milenios y, aunque poseemos gran cantidad de documentos escritos y se han excavado –y se siguen excavando– multitud de espacios urbanos, militares y necrópolis, a la hora de reconstruir su historia, encontramos recurrentes lagunas en numerosos períodos o reinados. Ello se debe a múltiples factores: al azar arqueológico, al estado de conservación de los restos materiales y al propio interés de los egiptólogos.
El joven príncipe se convierte en heredero
En lo referente al reinado de Akhenaton, padre de Tutankhamon, tenemos la suerte de contar con numerosas fuentes de información gracias a la fortuna en los hallazgos y al indudable interés de los egiptólogos en este reinado excepcional, quienes se han centrado en los principales yacimientos relacionados con Akhenaton: su capital Akhet- Atón, los templos y tumbas de la antigua Tebas egipcia y otros yacimientos a lo largo del valle del Nilo.
Cuando Akhenaton nació, recibió el nombre de Amenhotep, como su padre, el faraón Amenhotep III. Su madre era la Gran Esposa Real Tiy. Era el segundo vástago masculino del rey, quien descendía de una larga dinastía de faraones que, tras reunificar Egipto, habían extendido sus fronteras por todo Canáan y Nubia. Durante su niñez, Egipto era la primera potencia militar, económica y cultural de todo el Próximo Oriente. Recibía tributos de numerosos reinos conquistados y regalos de los grandes reinos vecinos.
El joven príncipe Amenhotep no estaba destinado al trono; el elegido era su hermano mayor, Tuthmosis, pero murió. Este hecho, sin duda, sucedió antes del primer Festival del Heb Sed de Amenhotep III, que se celebró en su trigésimo año de reinado. A partir de este año, o en fechas posteriores, el joven príncipe Amenhotep se convierte en heredero y, según algunos, en corregente junto con su padre, si bien existe un largo debate entre los egiptólogos de si, en realidad, se llegó a producir este reinado conjunto.

Revolución religiosa (1353-1349 a.C.)
El príncipe subió al trono como Amenhotep IV y eligió como gran esposa real a Nefertiti, hija del alto oficial de la corte Ay, quien iría adquiriendo más y más responsabilidades en la corte hasta llegar a ser faraón tres décadas más tarde de este matrimonio.
Durante los primeros años de su reinado, Amenhotep IV mostró su predilección por una divinidad que se había ido desarrollando en los círculos palaciegos, al menos, desde el reinado de su abuelo Tuthmosis IV: Atón.
Se trataba de una de las numerosas formas del dios Ra, el dios Sol, en concreto, el disco solar. Atón evoluciona desde este aspecto del dios Ra a una imagen novedosa en la que se le representa mediante un disco solar cuyos rayos terminan en manos que acarician exclusivamente al rey y a la reina, a los que otorga la vida y la prosperidad.
En Karnak, el principal lugar de culto de Amón-Ra, soberano de los dioses, el joven Amenhotep IV desarrolló un ambicioso plan arquitectónico en el que se pueden apreciar las innovaciones iconográficas que serán características de su reinado. Entre ellas, a partir del año tercero de Amenhotep IV, Atón es nombrado dentro de un cartucho real, de tal forma que quedaba implícito el hecho de que este dios se equiparaba al rey terrenal.
Por otro lado, las instituciones de los dioses tradicionales quedaron económicamente subordinadas al culto de Atón. Esto, junto con el desplazamiento de Amón como principal divinidad relacionada con la realeza, tuvo que tener importantes consecuencias políticas, que, con toda probabilidad, convulsionaron la estabilidad interna del Estado.
De Amenhotep a Akehnaton (1349-1336 a.C.)
Estos y otros cambios supusieron un enfrentamiento directo con el orden religioso establecido. En los primeros meses del quinto año de su reinado, dio otro paso más que afectaba a la figura del faraón: cambió su nombre. De Amenhotep (“Amón está satisfecho”) pasó a llamarse Akhenaton (“Beneficioso para Atón”), eliminando de esta forma el teónimo Amón del nombre real. Su esposa principal, Nefertiti, añadió a su nombre el cartucho de Neferneferuatón (“La más bella de Atón”).
Poco después, recorrió el país para encontrar un lugar puro para su nueva capital. Lo halló en el Medio Egipto, junto a donde luego se establecería la aldea de Amarna, cerca de la actual ciudad de Minya, y a medio camino entre Menfis y Tebas. Era un gran anfiteatro rocoso que no se había ocupado previamente.
En los montes al este del río Nilo, la montaña reproducía cada amanecer la elevación del sol entre dos montañas asemejándose al ideo-grama. Ello tenía una doble lectura: por un lado, se relacionaba con el concepto egipcio de renacimiento diario; por otro, vinculaba la nueva capital al dios Ra y a su ciclo diurno. Como no podía ser de otra forma, la ciudad fue llamada Akhet-Atón (“El horizonte de Atón”).
La nueva y efímera capital: Amarna
La nueva ciudad fue delimitada con 14 estelas visibles para todo aquel que se acercase a la capital desde cualquier dirección. Incluía no solo el anfiteatro donde se levantarían el centro urbano y las necrópolis, sino también tierras de labranza. En total, Akhet-Atón comprendía unos 162 km2 y en ella se pudieron establecer entre 20.000 y 50.000 personas en sus días de mayor gloria.
Y es que Akhet-Atón tuvo una vida efímera, ya que fue abandonada por Tutankamón unos 21 años después de su fundación. A partir de entonces, la zona no volvió a tener una gran densidad de población, lo que ha convertido a Amarna en un yacimiento excepcional para los arqueólogos. Permite obtener una imagen clara de cómo se organizaba una capital durante la segunda mitad del segundo milenio a.C.
A partir de la delimitación del espacio, Akhenaton invirtió buena parte de los recursos del Estado en la construcción de todo un complejo urbano y funerario. En lo que respecta al primero, la ciudad careció de una planificación previa; se diseñó en una franja de desierto relativamente llana, en torno a un camino preexistente (llamado “Camino Real”), que comunicaba el norte y el sur del país.

La división del yacimiento de Amarna
En la actualidad, el yacimiento de Amarna se divide en varias áreas para facilitar su comprensión. De norte a sur se encuentran la Ciudad Norte, el Palacio Norte, el Barrio Norte, la Ciudad Central y los barrios del Sur. Al este de estas áreas, se construyeron otros centros subsidiarios entre los que destaca el poblado de los artesanos que se encargaban de construir las tumbas reales. Este poblado, de forma cuadrangular y amurallado, contaba con unas 68 casas de similar tamaño, salvo una, de mayores dimensiones, que estaría ocupada por el responsable de los trabajadores.
Estos obreros, mantenidos por el Estado, eran los mejores constructores y artistas de todo Egipto y, seguramente, fueron trasladados desde un poblado similar que existía en Tebas.
Edificios monumentales
Más allá de las aglomeraciones de casas, el Camino Real se convertía en una avenida rectilínea alrededor de la cual se erigieron los edificios más importantes de Akhet-Atón: el Gran Templo de Atón, el Gran Palacio, la Casa del Rey y el Pequeño Templo de Atón.
El Gran Templo de Atón tuvo que ser un edificio espectacular, tal y como atestiguan los cimientos. Desafortunadamente, como casi todos los edificios construidos en piedra, este fue desmantelado en época de Ramsés II. Tenía una superficie delimitada de unos 170.000 m2, en los que se erigieron pilonos con altos mástiles adornados con banderolas que daban acceso a una columnata. Alrededor, se dispusieron centenares de altares al aire libre donde se realizaban las ofrendas al dios Atón.
Estaba orientado intencionadamente en un eje este-oeste, de tal forma que se siguiera siempre el ciclo del Sol en el cielo. La configuración del templo, aunque inacabado, era completamente novedosa y contrasta radicalmente con los templos egipcios que desde milenios se habían erigido en Egipto. Mientras los edificios cultuales anteriores eran espacios cerrados y oscuros, los templos erigidos por Akhenaton buscaban que los rayos solares bañasen todos los rituales y ofrendas que se le dedicaban.
Del Gran Palacio, lamentablemente, no ha sobrevivido mucho. Se extendía desde el Camino Real hasta las orillas del Nilo y se organizaba en torno a un gran patio rodeado con estatuas colosales del rey, hoy desaparecidas.
Edificio menor donde gobernaba
Las salas mostraban suelos pintados en vivos colores con escenas del mundo natural y los tradicionales enemigos de Egipto, de tal forma que fueran pisados por todos aquellos que visitaban el palacio, incluidas las embajadas extranjeras. Este edificio monumental se conectaba con un palacete (la Casa del Rey) a través de un puente que cruzaba el Camino Real. En este edificio menor, Akhenaton despacharía con sus oficiales y gobernaría el país.
Junto a la Casa del Rey, se erigió la llamada “Mansión de Atón”, que, en realidad, era una versión de menor tamaño del Gran Templo. Resulta bastante probable que la función de este templo fuera la de ser el lugar en el que el faraón celebraba los rituales religiosos y las ofrendas a Atón ante un público escogido. Dado que el eje del templo está alineado con la tumba real, se ha propuesto que hubiese sido diseñado como un templo funerario una vez que el faraón falleciese.
Residencias de los funcionarios del faraón
Como nueva capital de Egipto, Akhet-Atón se convirtió en la residencia de los más altos oficiales del Estado y estos se construyeron grandes villas, que contenían no solo una gran residencia de un par de plantas, sino también estanques con jardín, cocinas, capilla, caballerizas, graneros y residencias más modestas para el servicio. En las salas más nobles del edificio principal, situadas en la planta baja, han sobrevivido restos de decoración figurativa pintada con abundantes representaciones vegetales y de animales, reflejando de forma ideal el fértil paisaje del valle del Nilo.
Uno de los grandes artesanos del Palacio, Tuthmosis, tenía su taller en su propia casa, y en 1912 se descubrieron un gran número de vaciados de yeso y bustos de la familia real. Entre todos ellos, el conocidísimo busto policromado de la reina Nefertiti que hoy se encuentra en Berlín.

Organización urbana de Akhet-Atón
La ciudad no estaba dividida socialmente y las villas más ricas podían tener a su lado casas mucho más modestas. Todas estas casas se organizaban en manzanas irregulares, con calles más o menos anchas que corrían en paralelo al Nilo.
A partir de los diferentes hallazgos arqueológicos y a las escenas que han sobrevivido, es posible afirmar que la actual llanura de Amarna era muy diferente a la capital en su pleno apogeo. Así, los edificios y las casas más nobles estaban adornados con multitud de árboles que regalarían una necesaria sombra a sus habitantes. Las villas contarían con sus propios pozos para abastecerse de agua, mientras que la población en general la buscaba en un gran número de estos que se distribuían por toda la ciudad. Este generoso abastecimiento de agua no era común en las ciudades egipcias, por lo que, sin duda, en Akhet-Atón se ofrecía mayor bienestar a sus habitantes.
Descanso eterno en Amarna
Akhet-Atón también incluía una necrópolis. La zona elegida para el descanso eterno de la familia real se encontraba en un wadi principal, a unos 11 kilómetros de la ciudad. Allí se excavó una tumba para Akhenaton y para otros miembros de su familia, si bien solo se tiene constancia de que una de sus hijas, Meketaton, fuera enterrada allí, además del rey.
El caso de que Akhenaton planeara enterrarse con otros miembros de su familia en el mismo hipogeo es una novedad más, ya que, tanto con anterioridad como con posterioridad, los faraones del Reino Nuevo se enterraron en solitario, mientras que sus familiares más cercanos ocupaban tumbas individuales o tumbas colectivas.
Algunos de los altos oficiales también se prepararon su tumba en Amarna, concretamente en dos áreas de los riscos rocosos que formaban el anfiteatro que delimitaba la ciudad. Ambas zonas se situaban al norte y al sur de la entrada al wadi que conducía a la necrópolis real. En la actualidad se conocen 25 tumbas, algunas de las cuales no se llegaron a terminar.
Atón, él único dios
Mientras se construía la nueva capital, Akhenaton ordenó la eliminación de los nombres del dios Amón y su esposa, la diosa Mut, de todos los monumentos. Esta damnatio memoriae, sin duda, significó la imposición de la religión real sobre la tradicional. Estas acciones, llevadas a cabo en muchos casos por individuos que solo sabían reconocer los jeroglíficos que formaban ambos nombres, no provocaron un enfrentamiento violento en el país.
A diferencia de las creencias ancestrales, la nueva fe situaba a Atón como el creador universal, sin una forma humana o animal. Solo se le representaba como el disco solar con rayos terminados en manos. Su universalidad implicaba su reconocimiento por todos los países y pueblos.
Akhenaton, emisario de Atón
En este nuevo orden religioso, el faraón jugaba un papel primordial, ya que era la única figura a la que se tenía que obedecer, pues era el más amado de Atón. El faraón y su familia nuclear (la Gran Esposa Real Nefertiti y sus hijas) jugaron un papel fundamental en las representaciones religiosas. Antes del período de Amarna, las representaciones públicas se centraban en el faraón y los dioses. En raras ocasiones aparecían otros personajes (las esposas principales eran las grandes excepciones).
Los príncipes o princesas muy raramente aparecían mencionados o representados. Sin embargo, las nuevas temáticas artísticas se centran en la familia real, y en ellas aparecen las princesas junto con sus progenitores. Se desarrollan en el ámbito privado, siempre beneficiadas por el dios Atón. Estas nuevas composiciones tienen un claro objetivo religioso, en el que se trata de identificar a la familia real con los conceptos que sintetiza el dios Atón: creación, fertilidad, abundancia y vida. En este sentido, Akhenaton y Nefertiti se convierten en la encarnación de los géneros necesarios para todos estos aspectos bendecidos por Atón.
El primer Monoteísmo
Aparte del debate existente de si la religión de Atón fue o no la primera fe monoteísta, lo que está claro es que el principal beneficiado fue el faraón, en quien se concentra todo el poder por voluntad divina. Sin embargo, el desarrollo de esta fe no caló más allá de las esferas relacionadas con el palacio. En el mismo yacimiento de Amarna se han encontrado numerosos restos que prueban que la población seguía practicando la religión tradicional.
Así, se han encontrado menciones en capillas domésticas a numerosos dioses, entre los cuales estaba el proscrito Amón o divinidades más populares como Bes o Taweret.

Faraón revolucionario y guerrero
Durante las dos guerras mundiales se escribió mucho sobre el supuesto pacifismo de Akhenaton en su política exterior; sin embargo, nada más lejos de la realidad. Este rey no solo mandó a sus ejércitos al exterior, como prueba la campaña en Nubia durante su decimosegundo o decimotercer año de reinado, sino que comúnmente se representaba como un faraón triunfante.
El principal problema exterior al que tuvo que hacer frente Akhenaton fue la cambiante situación que se vivió en el Próximo Oriente, pues el reino hitita se convirtió en una potencia militar determinante en la zona. Sin duda alguna, Egipto se mantuvo como principal actor internacional de la región, tal y como demuestran las representaciones de su festival Sed, durante el cual recibió el homenaje de todos los territorios bajo poder egipcio y del resto de grandes reinos.
La Familia Real de Akhenaton
Gracias al gran número de representaciones de Akhenaton y su familia se ha podido reconstruir cronológicamente cómo la familia real fue aumentando. La Gran Esposa Real Nefertiti fue la madre de seis princesas:
- Meritaton, nacida el primer o segundo año de reinado.
- Meketaton, nacida al año siguiente que su hermana. Falleció en torno al decimocuarto año de reinado.
- Ankesenpaatón, nacida entre el cuarto o quinto año de reinado.
- Neferneferuatón-Tasherit, nacida entre el séptimo u octavo año de reinado y fallecida entre los últimos tres años de reinado.
- Neferneferure, nacida entre el octavo y décimo año de reinado y fallecida antes del final del reinado de su padre.
- Setepenre, nacida entre los años décimo y decimosegundo y fallecida poco después.
Así, desde el décimo segundo año hasta el final del reinado de Akhenaton, Meketaton, Neferneferuatón-Tasherit, Neferneferure y Setenpenre fallecen; decesos que pueden estar relacionados con el bajo índice de esperanza de vida de todas las sociedades preindustriales, pero también con la peste que asoló buena parte del Próximo Oriente en estos años y que mencionan numerosas fuentes.
Las hijas y las esposas secundarias
Existen varias referencias y representaciones de algunas de sus hijas, como Meritaton, Meketaton y Ankesenpaatón, que pudieron haber sido madres de otras tantas hijas con su padre, pero, desgraciadamente, no está claro. Sí que es cierto que Meritaton llegó a ser Gran Esposa Real durante los últimos tres años del reinado de su padre, pero ello no indica que tuviera que consumar el matrimonio con su padre y que el título no fuera solo representativo. En el caso de Meketaton, la representación de una niña en el regazo de la princesa podría representar el ka de esta tras su muerte. Igualmente, de difícil interpretación es el caso de Ankesenpaatón-Tasherit, hija de la tercera hija.
Akhenaton también tuvo esposas secundarias: entre ellas una tal Kiya, cuyo nombre bien pudiera haber sido una forma egipcianizada y apocopada de Tadukhepa, princesa de Mi-tanni, quien ya había sido esposa del padre de Akhenaton, Amenhotep III. Aunque hay pocas referencias a Kiya, sabemos que fue la madre de Tutankhatón (más tarde, Tutankhamon), nacido entre los años octavo o noveno del reinado de su padre.

El fin de la revolución de Atón
La muerte de la princesa Meketaton en el decimocuarto año de reinado se puede considerar un punto de inflexión en el reinado de Akhenaton. Un año más tarde, este eligió como corregente a un desconocido Semenkhkare, quizá un hermanastro o un hijo de una esposa secundaria. La legitimidad al trono la ganó a través de Meritaton, quien se convirtió en su consorte.
Akhenaton murió durante su decimoséptimo año de reinado por causas desconocidas, muy probablemente antes de cumplir la cuarentena. Fue enterrado en su tumba cercana a Akhet-Atón, pero resulta bastante probable que su cuerpo fuera trasladado poco después, quizás a Tebas. De hecho, se suele identificar con los restos hallados en la tumba número 55 del Valle de los Reyes, si bien no hay una confirmación definitiva. El caso es que su tumba original en el Valle Real de Amarna fue atacada y su sarcófago destruido (hoy puede verse reconstruido en el Museo de El Cairo).
El grafito para reconstruir el final del reinado
No hace mucho, en 2004, se descubrió un grafito en Deir Abu Hinnis (Egipto Medio) que ha ayudado a reconstruir el final del reinado de Akhenaton. En esta inscripción, Akhenaton es mencionado junto a Nefertiti en el décimosexto año de reinado. Este dato ha demostrado que la Esposa Principal seguía viva por aquel entonces, hecho que se desconocía.
De hecho, lo último que se sabía de Nefertiti iba poco más allá de la muerte de Meketaton y había favorecido diversas explicaciones -algunas novelescas- sobre el destino de la reina tras la muerte de la princesa. Además, esta inscripción ha permitido determinar que Semenkhkare murió poco antes que Akhenaton y no le sucedió, de tal forma que Akhenaton eligió a un desconocido, Ankh(et)kheperure Nefereneferuatón, para acompañarle en la dirección del Estado.
De acuerdo con la investigadora Athena van der Perre, Ankh(et) kheperure Nefereneferuatón no es otra que la propia Nefertiti, quien habría sucedido a su marido y reinado tres años en solitario tras la muerte de este. A partir de esta reconstrucción, cobra más sentido una de las cartas descubiertas en Amarna, en las que una reina solicita al rey hitita Shuppiluliuma que le envíe a un hijo para ocupar el trono de Egipto junto a ella. Este príncipe fue asesinado antes de llegar a la corte, firmando posiblemente el destino de Nefertiti al frente de Egipto. Poco después, Tutankhatón, el príncipe niño, se convertiría en el rey Tutankhamon.