Así eran los hospitales, médicos y tratamientos en tiempos de los faraones en el antiguo Egipto

En el Antiguo Egipto, sanar era tanto un acto sagrado como científico. Médicos, sacerdotes y escribas registraron en papiros los primeros tratados médicos de la historia, mezclando remedios, cirugías y rituales divinos que aún hoy fascinan al mundo.
Así eran los hospitales, médicos y tratamientos en tiempos de los faraones en el antiguo Egipto
Egipto faraónico: la cuna de la medicina escrita. Fuente: iStock (composición).

No existe otro país en que el nacimiento, el apogeo y el fin de una cultura abarquen un periodo de tiempo tan largo como en el caso de Egipto, al que Heródoto definió como «un don del Nilo». Al comenzar la transición del Neolítico, los egipcios se distribuyeron a lo largo del río Nilo en pequeños poblados llamados nomos, los cuales eran regidos por monarcas independientes. 

La práctica médica en el Antiguo Egipto mezclaba elementos mágicos y religiosos con conocimientos anatómicos y fisiológicos. Los médicos clasificaron las enfermedades en tres categorías según su procedencia: las que eran atribuidas a espíritus malignos, las provocadas por traumatismos y las de causas desconocidas, provocadas por la acción divina. 

El corazón y los met 

La medicina egipcia consideraba que el cuerpo humano estaba formado por una serie de canales o conductos llamados met —cuyo epicentro era el corazón— a través de los cuales circulaba aire, sangre, alimentos y esperma. En el papiro de Smith se incluye el llamado Tratado del Corazón, donde se señala que este órgano es el más importante del cuerpo humano. 

Los egipcios pensaban que el corazón era la sede del pensamiento y de los sentimientos, y estaban convencidos de que este órgano (al que llamaban Ib) tenía la capacidad de poder hablar, pero no de ser entendido por todas las personas: eran los médicos los pocos que tenían la capacidad de poder escuchar sus palabras. La obstrucción de los canales o met era la responsable de la aparición de las enfermedades. Esto explica que uno de los remedios más empleados por los médicos egipcios fueran las sangrías

Los egipcios llamaban a los médicos swnw, que significa «el hombre de los que sufren o están enfermos» y se representaba como un símbolo en forma de flecha, que ha sido interpretado como una evocación a la lanceta quirúrgica. Los swnw eran hombres cultos y estaban relacionados con las élites sacerdotales y los escribas de la época. Su pericia era muy admirada por otros pueblos mediterráneos hasta el punto de que a veces eran llamados por soberanos extranjeros para que les atendieran en sus dolencias. 

Gracias al papiro de Ebers sabemos que había tres categorías de médicos: los que utilizaban medicamentos en sus tratamientos, los cirujanos, llamados también sacerdotes de Sekhmet (la diosa leona responsable de las enfermedades y las epidemias) y los magos o conjuradores de enfermedades. Heródoto afirmó que cada médico trataba un solo tipo de enfermedad, lo cual ha sido interpretado como una incipiente especialización médica. Uno de los egipcios más antiguos con un título médico del que tenemos constancia es Hesy-Re, que vivió durante la Tercera Dinastía (2620 a. C.) y que estaba especializado en patología dental. 

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Estatuilla de Imhotep, sabio y médico del Antiguo Egipto (ca. 2650 a. C.), visir del faraón Zoser y arquitecto de la pirámide escalonada de Saqqara. Tras su muerte fue divinizado y venerado como dios de la medicina. Fuente: Wikimedia Commons.

Las casas de la vida 

Los egipcios pensaban que el cuerpo humano estaba dividido en treinta y seis partes distintas y que cada una de ellas estaba tutelada por una divinidad diferente. Además de la mencionada diosa Sekhmet, el dios Thot estaba relacionado con las  enfermedades y las curaciones, era el patrón de los escribas y habitualmente se le representaba como un ibis. A esta divinidad se la relacionaba, además, con la personificación de la inteligencia divina y se la consideraba inventora de la escritura, de la gramática y de las matemáticas. 

Los médicos recibían una sólida formación y obtenían sus conocimientos en «las casas de la vida» (Per-Ankh); las más conocidas eran las de Sais, Tebas y Heliópolis, y estaban adscritas a templos. En realidad, no eran escuelas médicas en el sentido estricto de la palabra: se podría decir que se trataba de centros de documentación, en los cuales los alumnos copiaban y archivaban textos. Se considera que eran verdaderos centros de saber, colegios iniciáticos o templos de la sabiduría. Tenían una jerarquía muy compleja y especializada, que abarcaba desde el joven discípulo o el simple aprendiz de escriba hasta los grandes sabios iniciados que oficiaban las solemnes ceremonias del faraón. 

Hay que destacar que en la medicina egipcia no estaba permitida la disección de cuerpos humanos: tan solo se llevaría a cabo durante el periodo ptolemaico, al que nos referiremos más adelante. 

La mayoría de los estudiosos opina que la asistencia médica en el antiguo Egipto se llevaba a cabo en el domicilio de los pacientes. A pesar de todo, existen datos que apoyan la teoría de que los enfermos acudían a los templos en busca de remedios para tratar sus enfermedades (en el templo hallado en Denderah se han encontrado una especie de sanatorio adosado a las habitaciones dedicadas al culto). Al igual que sucedía en la medicina mesopotámica, un médico estaba sujeto a sanciones en el caso de que hubiera fracaso terapéutico y que terminase con el fallecimiento del paciente. En este caso el médico podía ser castigado incluso con la pena de muerte. En cuanto a los honorarios, se cree que la práctica médica egipcia era gratuita o bien que el trabajo médico era retribuido en especias. 

Papiros médicos 

El médico más brillante de la medicina egipcia fue Imhotep, que vivió en torno al 3000 a. C., siendo su figura equivalente a la de Asclepio en Grecia. Se sabe que fue visir del rey Zoser —de la iii dinastía— y que tuvo conocimientos de astronomía y de arquitectura: no en vano a él se debió la construcción de la pirámide escalonada de Sakkara. A su muerte, el cuerpo de Imhotep fue llevado al Nilo en una ceremonia que supuso el inicio de su glorificación, convirtiéndose siglos después en uno de los dioses de la medicina. 

La escritura egipcia es una combinación de sílabas y sonidos de letras, con ausencia total de vocales. Los papiros médicos egipcios evidencian un enfoque racional en medicina y cirugía, basado en la observación clínica y en la separación entre magia, religión y medicina. A través de ellos hemos obtenido la mayor parte de los conocimientos de cómo era la medicina egipcia. 

En la actualidad conservamos quince papiros médicos y se encuentran archivados, en su mayor parte, en Estados Unidos, Inglaterra y Alemania. Su antigüedad se fecha entre el 1900 y el 1200 a. C. En un principio pertenecieron a los treinta y dos libros herméticos (sagrados) que se conservaban en los templos y que se llevaban en las procesiones sagradas, dedicadas a Thot, el protector del arte caligráfico. Entre los papiros médicos tenemos:

  •  Papiro de Kahun: es el más antiguo, donde se describe el tratamiento de las enfermedades ginecológicas, así como métodos para el diagnóstico del embarazo y la determinación prenatal del sexo. 
  • Papiro de Ebers: constituye una recopilación de las más diversas disciplinas médicas. Incluye una extensa farmacopea y la descripción de numerosas enfermedades. En relación con la cirugía existen algunas menciones al tratamiento de las mordeduras de cocodrilo y de las quemaduras. 
  • Papiro de Edwin Smith: se trata de un papiro de contenido quirúrgico y aborda, con una extraordinaria precisión, descripciones de heridas, fracturas, luxaciones, quemaduras, abscesos y tumores. También aparecen diferentes descripciones del instrumental quirúrgico. 
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Papiro de Kahun (Dinastía XII, ca. 1850 a. C.), considerado el tratado médico más antiguo conocido. En sus páginas se describen dolencias ginecológicas, métodos para diagnosticar embarazos y procedimientos prenatales. Fuente: Wikimedia Commons.

El arte del embalsamamiento 

Los egipcios tuvieron, como ningún otro pueblo de la antigüedad, la oportunidad de examinar las vísceras humanas a través del embalsamamiento. Sin embargo, el embalsamamiento se realizaba por motivos religiosos y no médicos, por lo que no avanzaron en cuanto a conocimientos anatómicos se refiere. A través del embalsamamiento se evitaba que el ka (‘espíritu’) abandonase el cuerpo. En contra de lo que muchos sugieren, el embalsamamiento no fue una práctica generalizada y estaba reservado a los faraones y a los nobles. 

En cuanto al procedimiento, sabemos que, en primer lugar y a través de un gancho que se introducía por las fosas nasales, se extraía el cerebro, al que no se consideraba de especial importancia y que era desechado. Seguidamente la cavidad craneal se rellenaba con agua salada. Con un cuchillo de piedra se realizaba una incisión lateral en el abdomen y se vaciaban las vísceras toracoabdominales, dejando únicamente en su lugar el corazón, ya que, como ya se ha señalado, para los egipcios en el corazón residía el entendimiento y la inteligencia. 

A continuación, lavaban la cavidad abdominal con vino y hierbas aromáticas, para rellenarla posteriormente con mirra y arena. Posteriormente, se cosía la incisión y el cadáver era sumergido en un baño de sosa durante setenta días. El cuerpo se cubría con una envoltura de fibra untada con goma y se introducía en el ataúd. Las vísceras de los difuntos, lavadas y embalsamadas, eran depositadas en los cuatro vasos canopos: de alguna forma, se trata de mantener a salvo la imagen unitaria del cuerpo. Los vasos canopos representaban a los hijos del dios Horus, los cuales protegían su contenido de la destrucción. 

A través del embalsamiento, el cuerpo llegaba en buenas condiciones a uno de los acontecimientos más importante del Antiguo Egipto: el juicio de Osiris. Para ello el espíritu del fallecido era guiado por Anubis (el dios con cabeza de chacal) ante el tribunal de Osiris. Allí aquel extraía mágicamente el Ib (el corazón) y lo depositaba sobre uno de los platillos de una balanza, contrapesado con la pluma de Maat, símbolo de la verdad y de la justicia universal.

Mientras tanto, un jurado formado por diferentes dioses realizaba una serie de preguntas acerca de su vida. En función de cómo fuesen las respuestas, el corazón disminuía o aumentaba su peso. Dyehuty hacía las veces de escriba y anotaba los resultados, para luego entregárselos a Osiris. Finalmente, el dios dictaba su sentencia: si era afirmativa el Ka (fuerza vital) y el Ba (fuerza anímica) podían ir a encontrarse con la momia, conformando el Aj, y el difunto viviría eternamente. Por el contrario, si el veredicto era negativo, el Ib sería devorado por Ammit, un ser con cabeza de cocodrilo, melena, torso y brazos de león y piernas de hipopótamo. 

Diagnóstico y terapéutica 

El diagnóstico lo fundamentaban en la exploración del enfermo: inspección, examen del pulso y auscultación. El médico interrogaba, inspeccionaba, palpaba al paciente, observaba y olía las secreciones. Tras el diagnóstico se realizaba una explicación rigurosa de la enfermedad y se señalaba su pronóstico: «un caso que voy a tratar» o «un caso que no puedo tratar». 

En cuanto a los remedios terapéuticos, los médicos egipcios disponían de tres pilares: dieta, fármacos y cirugía. En los papiros se nombran alrededor de quinientas sustancias diferentes, entre las que se encuentran algunas con claros efectos farmacológicos (opio, aceite de ricino, papaverina, digital). Los médicos egipcios empleaban minerales como el natrón, para curar las quemaduras, la leche de burra, la grasa de vaca o, incluso, la miel. 

Y es que consideraban que las abejas eran las lágrimas del dios Ra derramadas sobre la tierra. En los papiros de Ebers y Smith se describen tratamientos que incluyen el uso de la miel. En el 1500 a. C. se menciona en un papiro el uso del propóleo en el proceso de momificación de los faraones. Disponemos de una ilustración procedente de la tumba del visir Rekhmara (1450 a. C.) en la que se muestra a dos artesanos preparando pasteles de miel. En cualquier caso, la evidencia más antigua sobre este tipo de tratamientos aparece en la tumba de Pa-bu-sa (Luxor). 

En cuanto a la cirugía, en una de las jambas de la entrada del templo de Menfis se encuentra el grabado más antiguo de una intervención quirúrgica en época egipcia: una circuncisión. Al parecer, realizaban esta práctica quirúrgica a los recién nacidos, ya que no podían penetrar en los templos aquellos varones que no estuvieran circuncidados. 

Kom Ombo significa «colina de oro» y es una población situada a unos 150 km de Luxor, la capital de los faraones. Allí se levantó un templo que tiene varias sin gularidades, por una parte, es el único templo que tiene, a su vez, dos templos simétricos y comunicados entre sí. La mitad norte dedicada a Horus y la zona sur que rinde culto a Sobek, el dios de las aguas y creador del Nilo, cuya imagen es un hombre con cabeza de cocodrilo. 

Por otra parte, este templo tiene una estrecha relación con la medicina. Allí aparece representado en relieve numeroso instrumental médico (escalpelos, tijeras, frascos de medicinas…) que se utilizaba en el antiguo Egipto y se describen ofrendas dedicadas a Imhotep. Sabemos, además, que los médicos egipcios aplicaron tablillas a los huesos fracturados para que se soldasen con mayor facilidad y para ello vendaban la tablilla de madera con lino. 

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Máscara funeraria egipcia, elaborada para cubrir el rostro de los difuntos y garantizar su identidad en el Más Allá. Fuente: Wikimedia Commons.

Amuletos Egipcios 

Para la prevención de las enfermedades empleaban los amuletos, ya que pensaban que los talismanes les protegían de todo tipo de males. Se elaboraban con materiales muy diversos, desde alabastro hasta turquesa, pasando por metales como el oro o la plata, o piedras semipreciosas del tipo de la cornalina o el lapislázuli. 

Las imágenes más utilizadas fueron el udyat (ojo de Horus); la diosa Tauret (representada como una hipopótamo embarazada), que ayudaba a las mujeres a concebir; una rana, que evitaba los abortos y el dios enano Bes, que protegía a niños y embarazadas por igual (habitualmente se representa con una expresión horripilante y con la lengua fuera de la boca, con el objeto de espantar a los espíritus malignos). El udyat simbolizaba el ojo izquierdo del dios Horus, que fue sanado por Toth después de que el dios halcón lo perdiera en su lucha contra Set, hermano de Osiris. 

Uno de los amuletos que destacaba por su importancia era el amuleto Ib: tenía forma de vasija, habitualmente estaba realizado con cornalina y llevaba inscripciones que instaban a no declarar contra el difunto: «no hablarás contra el corazón durante el juicio de Osiris». 

Otros amuletos de gran relevancia eran el shen, que simbolizaba el recorrido del sol, el akhet («horizonte»), formado por dos colinas entre las cuales nacía el astro rey y que encarnaba el renacimiento, o el ank, que simboliza la vida eterna. Por último, otro de los amuletos más apreciados por los egipcios era el escarabeo, que tenía forma de escarabajo pelotero y que representaba al sol naciente, símbolo de la resurrección en la mitología egipcia

Los primeros enemas de la historia 

El término enema o clíster deriva del término griego klyzein que significa «enjuagar», puesto que este tipo de tratamiento, en un sentido amplio, consiste en introducir un líquido a través del orificio anal para «enjuagar los intestinos». 

Los primeros enemas de los que se tiene constancia fueron aplicados en el Antiguo Egipto y estaban ligados a Thot —el dios con cabeza de ibis— al que se atribuía la función de introducir mágicamente su pico por el ano para sanar al paciente. 

A partir de Galeno los enemas se emplearon con una intención purificadora, no mágica, con ellos se intentaba extraer los humores corruptos (materia pecans) y establecer el equilibrio humoral. 

Siglos después, Avicena recomendaba la administración de un medicamento que «conduce a la victoria» —el aceite de crotón, extraído de un árbol procedente de la India (Croton tiglium)— en forma de enema. 

Uno de los médicos bizantinos más prestigiosos fue Alejandro de Talles (525-605 d. C.), del que hablaremos en otro capítulo, quien recomendaba el consumo de ruibarbo o de escarabajos verdes vivos para favorecer la deposición. 

La práctica de los enemas estuvo tan extendida a lo largo del siglo xvi que en ciertos círculos sociales era considerado de mal gusto el hecho de no aplicarse enemas con cierta regularidad. En ese siglo, Ambroise Paré, un afamado galeno francés, diseñó un extraño dispositivo, a modo de vejiga con dos conductos y una cánula, a través del cual el paciente se podía autoadministrar una lavativa. Posteriormente, el doctor Jean Fernel, médico personal de Catalina de Médicis, dedicó un volumen completo de su tratado de cirugía a la técnica de los enemas. Este médico aconsejaba utilizar una vejiga de cerdo seca provista de una espita redonda y como lavativa una solución elaborada con sal y miel.

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