La peste de Atenas: una epidemia devastó la ciudad griega en plena guerra contra Esparta

Los atenienses se refugiaron tras sus murallas durante la guerra del Peloponeso, pero una plaga se extendió desde el puerto y acabó con el esplendor de la ciudad de Pericles.
Peste atenas

La guerra del Peloponeso fue el enfrentamiento entre Atenas y Esparta por el control de la antigua Grecia. La Atenas de Pericles dominaba los mares con su imbatible flota, mientras que el famoso ejército espartano era imparable en tierra. Los atenienses optaron por una estrategia que parecía infalible: refugiarse tras los muros de la ciudad, donde los barcos suministrarían provisiones para resistir el asedio durante muchísimo tiempo. Sin embargo, una de esas embarcaciones trajo consigo algo más que suministros y, encerrados entre sus propias murallas, los atenienses sufrieron una de las mayores epidemias de la historia, la primera del mundo occidental registrada por las fuentes.

Vista de la ciudad de Atenas - SHancshe / iStock

El imperialismo ateniense

Una vez que la alianza de las ciudades-estado griegas venció a los persas durante las guerras médicas, Atenas se alzó como la gran potencia de la Hélade. Sin embargo, lejos de disolver la alianza y la recaudación conjunta que se realizaba para ganar la guerra, Pericles, “el primer ciudadano de Atenas”, decidió utilizar los beneficios económicos para embellecer la ciudad e iniciar un proyecto imperialista.

Claro que esta actividad no fue aceptada por el resto de Grecia. Esparta, la otra gran potencia del momento, con sus propios aliados y partidarios, vio con inquietud las ambiciones que mostraba Atenas. Ante el creciente poder de los atenienses, los espartanos le declararon la guerra, llamada por los autores clásicos guerra del Peloponeso, nombre de la península donde se ubicaba la ciudad de Esparta.

Según cuenta el historiador griego Tucídides, los espartanos y sus aliados se dedicaron a invadir cada año las tierras de cultivo de los alrededores de Atenas, con el fin de acabar con la agricultura de la ciudad y, por ende, con su sustento. Los atenienses optaban por refugiarse tras las murallas, que se habían encargado de construir y alargar hasta conectar la ciudad con el puerto del Pireo, por lo que habían formado una gran fortaleza que conectaba a Atenas con su principal puerto.

Los muros largos de Atenas

El sistema defensivo consistía en dos muros paralelos de ladrillos de barro seco de unos 6,5 kilómetros de largo, con unos 180 metros de espacio entre ellos que permitían el paso de suministros importados traídos en las bodegas de sus embarcaciones. Según cuenta el historiador Tony Spawforth, de la Universidad de Newcastle:

“Dado el estado rudimentario de las ideas griegas sobre la enfermedad en aquella época, nadie, ni siquiera Pericles, que había llevado a Atenas a una guerra a la que, según creía, podía sobrevivir, pudo prever los riesgos sanitarios que conllevaba que todos los atenienses se concentrasen dentro de las murallas. Allí los campesinos atenienses tenían que acampar en viviendas precarias, bajo el calor sofocante del verano ateniense. Tucídides describe con todo detalle una epidemia letal que se propagó desde el puerto a toda la ciudad el segundo año de la guerra. En sus palabras, esto provocó que los hombres murieses como ovejas. Detalla cuidadosamente los síntomas, que años de discusiones no han logrado identificar de manera concluyente con ninguna enfermedad moderna”.

Estatua de Pericles - Panagiotis Maravelis / iStock

Una ciudad podrida

Así pues, en el año 431 a. C., Atenas sufrió una plaga que acabó con una cuarta parte de su población y con ella murió el esplendor y apogeo de la polis. Para cuando la epidemia se extinguió la población de ateniense se dividía en dos tipos: o había muerto o se había inmunizado. El propio Pericles perdió la vida en el 429 a. C. tras ser contagiado. Julián Elliot describe la dura situación que debió de vivirse:

“Reinaban la confusión y el desánimo. Los cadáveres se apilaban en casas y templos. Los agonizantes se arrastraban por las calles o se desmayaban en las fuentes, ansiosos de agua. Las víctimas eran abandonadas por los suyos por miedo. Los pocos que atendían a los enfermos no tardaban en sucumbir. Muchos médicos fallecieron en la primera oleada. Solo quienes habían sobrevivido a la epidemia eran inmunes a sus efectos letales, pero no a una dolorosa recaída. Los atenienses perdieron la fe en los dioses y en la humanidad. Con la plaga física llegó otra de escepticismo. Dejaron de observarse el decoro y la ética. Algunos quemaban a sus difuntos en la pira del vecino, en la de cualquiera. Ni siquiera los perros y las aves carroñeras se acercaban a Atenas. La ciudad estaba podrida”.

Una nueva oleada de peste asestó un golpe definitivo a Atenas, cuyas muertes se calculan en unas 80 000. El poderío naval y el auge de Atenas se vieron mermados y tuvieron que rendirse ante Esparta, que se erigió como la mayor potencia griega durante la centuria venidera.

Referencias:

Barceló, P. 2014. Breve historia de Grecia y Roma. Alianza.

Elliot, J. 2020. Epidemias y política: la peste que acabó con el poder de Atenas. Historia y Vida 443.

Spawforth, T. 2019. Una nueva historia del mundo clásico. Crítica.

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