En buena medida los casi veinte años de reinado de Eurico (466-484) están marcados por los éxitos militares que llevaron al Reino visigodo de Tolosa a alcanzar su máxima expansión.
Siguiendo la estela familiar abierta por su padre Teodorico I y sus hermanos Turismundo y Teodorico II, Eurico se propuso engrandecer los límites de un reino que bajo su poder quedó absolutamente asentado. Para ello, se vio favorecido por los accidentados cambios de emperadores en Occidente. Hasta cinco emperadores conoció Eurico hasta la deposición del último en el año 476.

En primer lugar afianzó sus dominios galos, y con el más que probable apoyo de un sector de la aristocracia galorromana, derrotó en el año 469 al rey bretón y aliado romano Riotimo en un enfrentamiento cerca de la actual Châteaurox y en el año 471 se impuso a un ejército imperial, apoyado por auxiliares bárbaros, liderado por el hijo del emperador Antemio.
A mediados de la década de los setenta podríamos decir que el sur —definitivamente tras la toma de Arlés y Marsella—, y el centro —claramente después de la conquista de Clermont y de la región de la Auvernia—, estaban bajo control prácticamente absoluto de Eurico. También venció a enemigos bárbaros como a piratas sajones y a francos salios.
Eurico era un buen estratega y sabía que Hispania era una magnífica área de expansión; por esta razón defendió sus intereses frente a los suevos fortificando la frontera y se dispuso a finiquitar el poder imperial en Hispania con la toma de la provincia de la Tarraconense.

El dominio efectivo de esta resultaba más que vital para los intereses tolosanos porque implicaba la conexión directa entre la capital y los territorios francos con Hispania. La campaña se llevó a cabo entre los años 472 y 473 de la mano de dos ejércitos. El dirigido por el comes Gauterico ocupó sin demasiadas complicaciones Pamplona y Zaragoza junto a sus respectivos territorios.
La hueste comandada por el godo Heldefredo y el aristócrata romano que poseía el título de dux Hispaniarum, Vicencio, venció la resistencia presentada por la aristocracia tarraconense, y la siempre preciada Tarragona y gran parte de la costa cayeron. El éxito de esta campaña se define no solo por las victorias y la consecución de nuevos territorios, sino también porque dos ciudades de suma importancia en Hispania, Mérida y Tarragona, pasaban a estar bajo control visigodo, amén de estar conectadas con Tolosa.
De esta manera, las fronteras del Regnum Gothorum de Tolosa quedaron definidas al norte de las Galias por el río Loira y al este por los ríos Ródano y Durance —la Provenza también quedó dentro de los dominios godos—. En lo que se refiere al sur, en Hispania, la provincia de la Tarraconense, Mérida, donde sabemos que en el año 483 se encontraba el duque godo Salla y que las relaciones con la aristocracia eran buenas a causa de la reparación acometida de las murallas y del puente sobre el río Guadiana, y otros puntos estratégicos del interior igualmente estaban en poder del reino tolosano.

Dice Jordanes en su obra Getica: «Eurico […] después de tener bajo su autoridad los territorios de las Galias y de Hispania, sometió también a los burgundios y perdió la vida (muerte natural) cuando residía en Arlés en el décimo noveno año de su reinado».
Bien podríamos decir que Eurico llegó a actuar al modo de un emperador sobre los límites de su reino y, aparte de lo expuesto, otra buena razón para ello es que la corte de Tolosa, una ciudad ya plenamente adaptada a su condición de sede de la corte, en base a la soberanía goda, recibía en el palacio a embajadores llegados desde distintos lugares.