¿Cuál es el obelisco egipcio más alto del mundo?

Curiosamente, la pieza que ostenta este récord no está en Egipto, sino en Roma.
Obelisco de Hatshepsut en Karnak

El Obelisco de Letrán, ubicado en la Plaza de San Giovanni in Laterano de Roma, es un monumento que simboliza la conexión entre las antiguas civilizaciones egipcia y romana. Originalmente construido bajo el reinado del faraón Tutmosis III alrededor del 1400 a.C., este obelisco de granito rojo de Asuán es el más alto de su tipo en el mundo, con 32,18 metros y 455 toneladas. Su traslado a Roma fue realizado por los emperadores Constantino y Constancio II en el siglo IV, y fue erigido en el Circo Máximo en 357 d.C., marcando la transición del paganismo al cristianismo en la ciudad.

Derribado en el siglo V, fue restaurado por el Papa Sixto V durante el Renacimiento, quien añadió una cruz cristiana en su cúspide. Este monumento es un testimonio de la intersección de culturas y de la capacidad humana para preservar y resignificar su legado cultural a lo largo del tiempo.

El obelisco de Letrán, en Roma, es el más alto del mundo en pie construido en el antiguo Egipto. Torana / Wikimedia

Ubicación y dimensiones del Obelisco de Letrán

Localización en la Plaza de San Giovanni in Laterano, Roma

El Obelisco de Letrán se encuentra en la Plaza de San Giovanni in Laterano, una de las áreas más emblemáticas de Roma. Esta ubicación no es casual, ya que la plaza es un lugar de gran importancia histórica y religiosa, siendo el sitio donde se encuentra la Archibasílica de San Juan de Letrán, la catedral de Roma y la iglesia madre de todas las iglesias católicas del mundo. La presencia del obelisco en este lugar simboliza la conexión entre el poder temporal y espiritual que Roma ha ostentado a lo largo de los siglos.

La plaza, con su tráfico constante de turistas y fieles, ofrece un marco impresionante para el obelisco. La majestuosidad del monumento se complementa con la belleza arquitectónica de los alrededores, haciendo de esta una visita obligada para quienes desean comprender la riqueza histórica de Roma. Además, la ubicación del obelisco en esta plaza no solo resalta su importancia como monumento, sino que también lo convierte en un punto de referencia visual en la ciudad.

El Obelisco de Letrán no solo es un testimonio de la ingeniería antigua, sino también un faro cultural que atrae a estudiosos y turistas interesados en la historia de los obeliscos egipcios en Roma. La plaza, con su vibrante vida urbana, proporciona un contexto dinámico que realza la presencia del obelisco, permitiendo que su historia resuene en el presente.

Altura y peso: 32,18 metros y 455 toneladas

El Obelisco de Letrán es el obelisco egipcio más grande del mundo, con una altura impresionante de 32,18 metros y un peso que alcanza las 455 toneladas. Estas dimensiones lo colocan como el obelisco monolítico más alto del mundo, superando a otros famosos obeliscos como el Obelisco de Teodosio en Estambul. La magnitud de este monumento no solo refleja la habilidad técnica de los antiguos egipcios, sino también la capacidad de los romanos para transportarlo y erigirlo en su capital.

La altura y el peso del obelisco son un recordatorio del poderío de las civilizaciones que lo crearon y trasladaron. El granito rojo de Asuán, del que está hecho, es un material que simboliza la durabilidad y la resistencia, características que han permitido que el obelisco sobreviva a lo largo de los siglos. Este material no solo le da al obelisco su color distintivo, sino que también lo hace resistente a los elementos, asegurando su preservación para las generaciones futuras.

El obelisco, con su imponente presencia, invita a los visitantes a reflexionar sobre la ingeniería y la arquitectura de la antigüedad. Su tamaño monumental es un testimonio de la ambición de los faraones egipcios y de los emperadores romanos, quienes vieron en él un símbolo de poder y eternidad. La escala del obelisco sigue asombrando a quienes lo contemplan, evocando el esplendor de las civilizaciones que lo erigieron.

Imagen de un obelisco en fase de construcción. Luis Portugal / iStock

Orígenes egipcios del obelisco

Construcción original por Tutmosis III

El origen del Obelisco de Letrán se remonta al antiguo Egipto, específicamente al reinado del faraón Tutmosis III, alrededor del año 1400 a.C. Este faraón, conocido por sus campañas militares y su expansión del imperio egipcio, decidió levantar un obelisco en el templo de Amón en Karnak. La elección de este lugar no fue fortuita, ya que Karnak era uno de los centros religiosos más importantes de Egipto, dedicado al dios Amón, una de las deidades más veneradas del panteón egipcio.

La construcción del obelisco fue una empresa monumental que requirió la movilización de recursos y mano de obra especializada. El granito rojo utilizado para su construcción fue extraído de las canteras de Asuán, conocidas por su durabilidad y belleza. El transporte de este material hasta Karnak fue una hazaña de ingeniería, que implicó el uso de barcazas a lo largo del Nilo, y su posterior erección en el templo fue un acto de devoción y poder.

El obelisco, en su forma original, representaba no solo la grandeza de Tutmosis III, sino también la conexión entre el faraón y los dioses. Su forma troncopiramidal simbolizaba un rayo de sol petrificado, un vínculo entre el cielo y la tierra, que servía como un punto focal en el paisaje religioso de Karnak. Aunque Tutmosis III no vivió para ver su obra completada, su legado perduró a través de este colosal monumento.

Dedicatoria del obelisco a Tutmosis II

Aunque la construcción del obelisco fue iniciada por Tutmosis III, fue su nieto, Tutmosis IV, quien finalmente completó la obra y dedicó el monumento tanto a su abuelo como a su bisabuelo, Tutmosis II. Esta dedicatoria era una práctica común en el antiguo Egipto, donde los faraones buscaban legitimar su poder y honrar a sus ancestros a través de monumentos duraderos.

La dedicatoria del obelisco a Tutmosis II se inscribió en sus caras, utilizando jeroglíficos que narraban los logros y las virtudes de los faraones. Estas inscripciones no solo servían como un homenaje, sino también como un medio para perpetuar la memoria de los faraones en la historia. La elección de un obelisco para esta dedicatoria se debe a su simbolismo religioso y su capacidad para resistir el paso del tiempo.

El obelisco, con sus inscripciones, se convirtió en un documento histórico en piedra, que relataba la historia de una dinastía y sus contribuciones al imperio egipcio. Esta práctica de inscribir monumentos conmemorativos refleja la importancia de la escritura y la memoria en la cultura egipcia, donde los faraones buscaban asegurar su inmortalidad a través de las palabras talladas en piedra.

Situación actual del obelisco de Letrán. Szilas / Wikimedia

El viaje del obelisco a Roma

Interés del emperador Augusto y temor a los dioses

El viaje del Obelisco de Letrán a Roma comenzó con el interés del emperador romano Augusto, quien, fascinado por la cultura egipcia, consideró trasladar el monumento a la capital del Imperio. Sin embargo, el temor a la ira de los dioses egipcios, especialmente Amón-Ra, disuadió a Augusto de llevar a cabo sus planes. La superstición y el respeto por las creencias religiosas de otras culturas influyeron en la decisión de Augusto de dejar el obelisco en su ubicación original.

Este interés inicial por el obelisco refleja la admiración que los romanos sentían por la civilización egipcia, cuyos logros arquitectónicos y culturales eran altamente valorados. Los obeliscos, en particular, eran vistos como símbolos de poder y prestigio, y su traslado a Roma habría sido una declaración del dominio romano sobre Egipto. Sin embargo, la prudencia de Augusto prevaleció, y el obelisco permaneció en Egipto durante varios siglos más.

La historia del obelisco durante este periodo es un testimonio de la complejidad de las relaciones entre Roma y Egipto, donde la política, la religión y la cultura se entrelazaban de maneras que a menudo desafiaban las expectativas. Aunque el obelisco no fue trasladado en tiempos de Augusto, su interés sentó las bases para futuros intentos de llevarlo a Roma, que se concretarían siglos después bajo otros emperadores.

Traslado por Constantino y Constancio II

El traslado definitivo del Obelisco de Letrán a Roma se produjo bajo el mandato de los emperadores cristianos Constantino y su hijo Constancio II en el siglo IV. A diferencia de Augusto, estos emperadores no temían a los dioses paganos y vieron en el obelisco una oportunidad para reforzar la presencia cristiana en Roma. El traslado del obelisco fue parte de un esfuerzo más amplio por parte de Constancio II para embellecer la ciudad y afirmar su poder.

El proceso de traslado fue una empresa monumental que involucró la construcción de un barco especialmente diseñado para transportar el obelisco a lo largo del Nilo hasta Alejandría, y desde allí, a través del Mediterráneo hasta Roma. Este viaje fue una hazaña de ingeniería y logística que requirió la coordinación de cientos de personas y recursos. El obelisco llegó a Roma junto con el Obelisco de Teodosio, destinado inicialmente a Constantinopla, pero ambos encontraron su hogar en la capital del Imperio.

El traslado del obelisco a Roma no solo fue un logro técnico, sino también un símbolo del triunfo del cristianismo sobre el paganismo. Al erigir el obelisco en Roma, los emperadores cristianos reafirmaron su autoridad y su compromiso con la nueva religión del Imperio, utilizando un monumento pagano para servir a sus propios fines políticos y religiosos.

Detalle de la cúspide del obelisco de Letrán. Livioandronico / Wikimedia

Inauguración y significado en el Circo Máximo

La inauguración en 357 d.C.

La inauguración del Obelisco de Letrán en el Circo Máximo tuvo lugar en el año 357 d.C., marcando un momento significativo en la historia de Roma. Este evento fue celebrado con gran pompa y ceremonia, ya que el obelisco se erigió como un símbolo del poder imperial y la nueva fe cristiana. La elección del Circo Máximo, uno de los lugares más emblemáticos de Roma, no fue casual, ya que este espacio albergaba importantes eventos públicos y competiciones que atraían a grandes multitudes.

Durante la inauguración, el obelisco fue coronado con una esfera de bronce dorado, un adorno que simbolizaba el sol y la autoridad divina. Sin embargo, la fortuna le jugó una mala pasada cuando un rayo impactó la esfera, llevando a su reemplazo por una antorcha de bronce. Este incidente fue interpretado como un presagio, pero no disminuyó la importancia del obelisco como monumento.

El acto de erigir el obelisco en el Circo Máximo fue una declaración de la continuidad y transformación de Roma, que abrazaba su pasado pagano mientras avanzaba hacia un futuro cristiano. La presencia del obelisco en este lugar icónico subrayaba la transición de Roma de una ciudad de dioses antiguos a una capital del cristianismo, un proceso que redefinió la identidad cultural y religiosa de la ciudad.

Su significado para el cristianismo en Roma

El Obelisco de Letrán adquirió un nuevo significado con su instalación en el Circo Máximo, convirtiéndose en un símbolo de la victoria del cristianismo sobre el paganismo. En una época de cambios religiosos y políticos, el obelisco representaba la adopción de nuevos valores y creencias por parte del Imperio romano. Su presencia en Roma fue una manifestación tangible de la transformación cultural que estaba teniendo lugar en todo el imperio.

El obelisco, con su origen pagano, fue reinterpretado en el contexto cristiano, y su erección en Roma fue vista como una afirmación de la supremacía de la nueva religión. Este acto de resignificación cultural fue parte de un esfuerzo más amplio por parte de los emperadores cristianos para consolidar el cristianismo como la religión oficial del imperio. Al incorporar un monumento egipcio en el paisaje urbano de Roma, los emperadores destacaron la universalidad del cristianismo y su capacidad para integrar elementos de diferentes culturas.

El significado del obelisco para el cristianismo en Roma fue reforzado por su ubicación en un lugar de gran importancia pública. El Circo Máximo, como centro de la vida social y política de Roma, proporcionó un escenario adecuado para que el obelisco sirviera como recordatorio constante de la nueva era cristiana. Su presencia allí simbolizaba el poder del cristianismo para transformar y unificar el imperio bajo una única fe.

Obelisco
El origen del Obelisco de Letrán se remonta al antiguo Egipto, específicamente al reinado del faraón Tutmosis III.

Caída y renacimiento del obelisco

La destrucción en el siglo V y su ocultación

A pesar de su grandeza, el Obelisco de Letrán no pudo escapar a los tumultuosos eventos que marcaron la caída del Imperio romano de Occidente. En el siglo V, el obelisco fue derribado y se rompió en tres secciones, posiblemente como resultado de un incendio o un terremoto. Durante siglos, el obelisco permaneció enterrado bajo capas de tierra en el Circo Máximo, oculto a la vista pero no olvidado por completo.

La destrucción del obelisco fue un reflejo de la inestabilidad política y social de la época, cuando Roma sufrió invasiones bárbaras y el colapso de su estructura gubernamental. Sin embargo, la memoria del obelisco perduró, y su historia fue transmitida a través de generaciones, convirtiéndose en un símbolo de la antigua gloria de Roma y de su capacidad para resurgir de las cenizas.

El hecho de que el obelisco permaneciera oculto durante tanto tiempo es un testimonio de la resiliencia de los monumentos antiguos y de su capacidad para resistir el paso del tiempo. Aunque enterrado, el obelisco conservó su potencial para ser redescubierto y restaurado, un destino que se concretaría siglos después durante el Renacimiento.

Restauración en el Renacimiento por el Papa Sixto V

La restauración del Obelisco de Letrán en el siglo XVI fue una de las grandes hazañas del Renacimiento, un periodo caracterizado por el redescubrimiento y la revitalización de la cultura clásica. El Papa Sixto V, un ferviente defensor de la renovación urbana de Roma, fue quien impulsó la recuperación del obelisco, que había permanecido enterrado durante más de mil años. Bajo su dirección, se llevó a cabo una búsqueda exhaustiva que culminó con el hallazgo del obelisco en 1587.

El arquitecto Domenico Fontana fue el encargado de supervisar la restauración del monumento, un proceso que implicó la excavación, el ensamblaje de las secciones rotas y su erección en la Plaza de Letrán. Esta tarea monumental requirió la aplicación de técnicas innovadoras y la movilización de cientos de trabajadores, reflejando el espíritu del Renacimiento de combinar el ingenio técnico con el aprecio por el pasado clásico.

La restauración del obelisco no solo devolvió a Roma uno de sus monumentos más icónicos, sino que también simbolizó el renacimiento de la ciudad como centro de la cultura y la religión. El Papa Sixto V, al erigir el obelisco en un lugar prominente, reafirmó el papel de Roma como capital del cristianismo y como guardiana de la herencia cultural de la humanidad.

La cruz cristiana: Un nuevo símbolo

Con la restauración del Obelisco de Letrán, se introdujo un nuevo elemento que transformó su significado: la adición de una cruz cristiana en su cúspide. Esta cruz, que reemplazó a la esfera de bronce original, simbolizaba la victoria del cristianismo y su capacidad para integrar y resignificar elementos del pasado pagano. La cruz convertía al obelisco en un monumento no solo de la historia antigua, sino también de la fe cristiana.

La incorporación de la cruz fue un acto deliberado que reflejaba la política del Papa Sixto V de utilizar el arte y la arquitectura para consolidar el poder de la Iglesia. Al coronar el obelisco con un símbolo cristiano, el Papa no solo reafirmó la autoridad de la Iglesia, sino que también transformó el monumento en un testimonio de la continuidad y la transformación de Roma a lo largo de los siglos.

El obelisco, con su nueva cruz, se convirtió en un símbolo de la reconciliación entre el pasado y el presente, entre el paganismo y el cristianismo. Esta transformación fue emblemática del Renacimiento, un periodo en el que los antiguos monumentos fueron revalorizados y reinterpretados a la luz de nuevas ideas y creencias. El obelisco, en su forma restaurada, sigue siendo un recordatorio de la capacidad humana para preservar y reinventar su legado cultural.

El obelisco: Testimonio de culturas y civilizaciones

Intersección de culturas egipcias y romanas

El Obelisco de Letrán es un testimonio tangible de la intersección de dos de las civilizaciones más influyentes de la antigüedad: Egipto y Roma. Su historia refleja un diálogo cultural que se extendió a lo largo de los siglos, desde su origen en el templo de Amón en Karnak hasta su traslado y erección en la capital del Imperio romano. Este intercambio cultural es un recordatorio de cómo las civilizaciones han influido y se han enriquecido mutuamente a lo largo de la historia.

El obelisco, con sus inscripciones jeroglíficas y su forma troncopiramidal, lleva consigo la esencia de la cultura egipcia, mientras que su presencia en Roma simboliza la capacidad de los romanos para asimilar y transformar elementos de otras culturas. Este proceso de integración y resignificación es un ejemplo de cómo los monumentos pueden servir como puentes entre diferentes épocas y sociedades, uniendo lo antiguo y lo nuevo en un diálogo continuo.

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La intersección de culturas representada por el obelisco no solo es un fenómeno del pasado, sino que sigue siendo relevante en la actualidad. En un mundo cada vez más globalizado, el obelisco nos recuerda la importancia de valorar y preservar el patrimonio cultural común de la humanidad, un legado que nos conecta con nuestros antepasados y nos inspira a construir un futuro compartido.

Un símbolo de grandeza humana y el paso del tiempo

El Obelisco de Letrán, con su imponente presencia y su rica historia, es un símbolo de la grandeza humana y la capacidad de las civilizaciones para dejar una huella duradera en el mundo. Su supervivencia a través de los siglos, a pesar de las adversidades y los cambios políticos, es un testimonio de la resistencia y la persistencia de la historia. El obelisco nos recuerda que, aunque las civilizaciones pueden caer, su legado perdura y sigue inspirando a las generaciones futuras.

La magnitud del obelisco y su capacidad para resistir el paso del tiempo son un tributo a la habilidad técnica y la visión de quienes lo construyeron y restauraron. Este monumento no solo es una maravilla arquitectónica, sino también una obra de arte que encapsula la historia y la cultura de las civilizaciones que lo crearon. Su presencia en Roma es un recordatorio de la capacidad humana para crear belleza y significado a partir de la piedra y el tiempo.

El obelisco, en su forma actual, sigue siendo un faro de la historia, un monumento que nos invita a reflexionar sobre nuestro lugar en el mundo y el legado que dejaremos a las generaciones futuras. Su historia de resurgimiento y transformación es un ejemplo de cómo los monumentos pueden trascender su origen y convertirse en símbolos universales de la humanidad, uniendo el pasado y el presente en un diálogo eterno.

Referencias:

  • Alegre García, S. 2013. El arte en al antiguo Egipto. Alderabán.
  • Choisy, A. 2007. El arte de construir en Egipto. Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas.

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