Isabel II y Felipe de Edimburgo, una historia de amor Real

La reina Isabel II y su consorte, Felipe de Edimburgo, han sido protagonistas del matrimonio más longevo de la historia de las monarquías. ¿Fue su amor una historia real?
Isabel II y Felipe de Edimburgo, una historia de amor Real

Habían coincidido antes, pero la primera vez que los ojos de uno se posaron en los del otro fue en 1939, cuando la princesa Isabel era todavía una niña de 13 años; él, un cadete de la Marina, y la Vieja Europa, un polvorín a punto de estallar. Sin embargo, ni la juventud de ellos ni el horror de las bombas de la Segunda Guerra Mundial lograron acabar con la chispa que había saltado entre la futura Isabel II y su futuro marido, Felipe de Edimburgo. Al contrario. Terminada la contienda y pese a las reticencias de la familia real británica, se casaron en 1947 y de su matrimonio, el más longevo de la historia real, nacieron cuatro hijos —Carlos, Ana, Andrés y Eduardo—. Solo la muerte les pudo separar. Él se apagó el 9 de abril de 2021, cuando le faltaban apenas dos meses para cumplir 100 años. Ella, la reina que el pasado junio cumplió 70 años en el trono, se ha ido un año y cinco meses después.

El inicio de un romance real: 1939

Cómo se conocieron Isabel II y Felipe

El primer encuentro entre Isabel II y Felipe de Edimburgo tuvo lugar en 1939, en la Royal Naval College de Dartmouth. Isabel, entonces una princesa de tan solo 13 años, quedó impresionada por el joven cadete Felipe, que tenía 18 años. A pesar de la diferencia de edad y de las circunstancias políticas de la época, surgió una conexión entre ellos que con el tiempo se transformaría en una profunda historia de amor. Felipe, con su porte elegante y su carisma natural, dejó una impresión duradera en la joven Isabel, quien desde entonces mantuvo a Felipe en sus pensamientos.

El contexto histórico en el que se conocieron no era el más propicio para el romance. Europa se encontraba al borde de la Segunda Guerra Mundial, un conflicto que cambiaría el curso de la historia y que también pondría a prueba la relación naciente entre Isabel y Felipe. Sin embargo, la chispa que se encendió en su primer encuentro no se apagó, sino que se avivó con el paso del tiempo. Las cartas que intercambiaron durante esos años difíciles fueron testimonio de un amor que crecía a pesar de la distancia y la incertidumbre.

Un mal momento para enamorarse

El estallido de la Segunda Guerra Mundial en 1939 supuso un desafío monumental para Europa y para la joven pareja. Felipe, como miembro de la Marina Real Británica, se vio involucrado en el conflicto, lo que significó largas separaciones y la imposibilidad de una relación convencional. Sin embargo, las dificultades no hicieron más que fortalecer su vínculo. Las cartas que se enviaron durante esos años fueron su forma de mantener viva la llama del amor, a pesar de la guerra y las responsabilidades que ambos enfrentaban.

A pesar de las reticencias de la familia real británica, que veía con preocupación la juventud de Isabel y el pasado alemán de Felipe, la pareja logró superar los obstáculos. El padre de Isabel, el rey Jorge VI, inicialmente se opuso a la relación, pero la determinación de ambos jóvenes fue más fuerte que cualquier resistencia. Las visitas fugaces de Felipe a Isabel durante la guerra fueron momentos de felicidad en medio de la incertidumbre, y su amor se consolidó a pesar de las adversidades.

Isabel II y Felipe de Edimburgo. Foto: Getty.

Un amor en tiempos de guerra

Desarrollo de su relación durante la Segunda Guerra Mundial

Durante la Segunda Guerra Mundial, la relación entre Isabel y Felipe se desarrolló en circunstancias extraordinarias. Felipe sirvió valientemente en la Marina Real Británica, participando en diversas operaciones navales. A pesar de la distancia y el peligro inherente a su servicio, la pareja mantuvo su conexión a través de cartas, que se convirtieron en un refugio para ambos. Estas misivas, aunque nunca reveladas al público, son testimonio de un amor que resistió la prueba del tiempo y la guerra.

La guerra, que podría haber sido un obstáculo insalvable, se convirtió en una prueba de fuego que fortaleció su relación. La distancia y las penurias del conflicto no hicieron más que cimentar su compromiso mutuo. Isabel, mientras tanto, asumió sus propias responsabilidades en el Reino Unido, apoyando el esfuerzo de guerra y preparándose para su futuro papel como reina. La relación entre Isabel y Felipe se convirtió en un símbolo de resistencia y esperanza en tiempos oscuros.

Un príncipe con título, pero sin reino

Felipe de Edimburgo, nacido príncipe de Grecia y Dinamarca, se enfrentó a una serie de desafíos personales antes de su matrimonio con Isabel. A pesar de su noble linaje, su familia había sido exiliada de Grecia, y Felipe se encontró sin un reino propio. Su infancia estuvo marcada por la inestabilidad, con un padre ausente y una madre que luchaba con problemas de salud mental. Sin embargo, estas dificultades no impidieron que Felipe se convirtiera en un joven decidido y carismático, cualidades que atrajeron a Isabel.

El pasado alemán de Felipe también generó preocupaciones en la familia real británica, dado el contexto de la posguerra. Sin embargo, su relación con Isabel y su compromiso con el Reino Unido demostraron ser más poderosos que cualquier prejuicio. La intervención de su tío, lord Mountbatten, fue crucial para suavizar las tensiones y facilitar su matrimonio. Felipe, a pesar de las dificultades, se convirtió en un pilar de apoyo para Isabel, demostrando su lealtad y amor inquebrantables.

El matrimonio de Isabel II y Felipe

Un «sí, quiero» y tres renuncias

El 20 de noviembre de 1947, Isabel y Felipe contrajeron matrimonio en la abadía de Westminster, en una ceremonia que capturó la atención del mundo entero. Para casarse con Isabel, Felipe tuvo que hacer sacrificios significativos que cambiarían el curso de su vida. Renunció a sus títulos de príncipe de Grecia y Dinamarca, adoptó la ciudadanía británica y se convirtió en duque de Edimburgo. Además, dejó atrás su fe ortodoxa para unirse a la Iglesia Anglicana, un gesto que subrayó su compromiso con Isabel y con el Reino Unido.

Estas renuncias fueron un testimonio del amor profundo que Felipe sentía por Isabel y de su disposición a adaptarse a su nuevo papel en la familia real británica. El matrimonio, celebrado en un contexto de reconstrucción tras la guerra, simbolizaba un nuevo comienzo no solo para la pareja, sino también para la nación. La boda fue un evento televisado y seguido por millones de personas, marcando el inicio de una nueva era para la monarquía británica.

Matrimonio de la reina Isabel y Felipe en 1947

El matrimonio de Isabel y Felipe en 1947 fue un acontecimiento histórico que marcó el inicio de una unión que duraría más de 70 años. La ceremonia, celebrada en la majestuosa abadía de Westminster, fue un evento de gran simbolismo para el Reino Unido, que buscaba recuperarse de los estragos de la guerra. La boda fue un reflejo del compromiso de Isabel y Felipe no solo entre ellos, sino también con su país y su pueblo.

La pareja real se instaló inicialmente en Windlesham Moor, cerca del castillo de Windsor, antes de mudarse a Clarence House en Londres. Estos primeros años de matrimonio fueron relativamente tranquilos, permitiéndoles disfrutar de una vida más privada antes de que Isabel asumiera el trono. Durante este tiempo, Felipe continuó su carrera en la Marina Real, siendo destinado en varias ocasiones a Malta, donde la pareja vivió momentos de felicidad alejados del escrutinio público.

Isabel Windsor y Felipe Mountbatten, el día de su boda, el 20 de noviembre de 1947. Foto: Getty.

Reticencias de la familia real británica

A pesar del amor evidente entre Isabel y Felipe, su matrimonio no estuvo exento de dificultades iniciales. La familia real británica, especialmente el rey Jorge VI, tenía reservas acerca de Felipe debido a su juventud y su pasado alemán. Estas reticencias reflejaban las tensiones de la posguerra y las preocupaciones acerca de la estabilidad de la monarquía. Sin embargo, la determinación de Isabel y Felipe para estar juntos superó cualquier oposición.

La influencia de lord Mountbatten, tío de Felipe, fue fundamental para suavizar las reticencias de la familia real. Su apoyo ayudó a Felipe a integrarse en la vida real británica y a ganarse la aceptación de la corte. Con el tiempo, Felipe demostró ser un consorte leal y dedicado, ganándose el respeto de la familia real y del pueblo británico. Su matrimonio con Isabel se convirtió en un símbolo de estabilidad y continuidad para la monarquía.

Isabel, reina. Felipe, príncipe consorte

En 1952, tras la muerte del rey Jorge VI, Isabel ascendió al trono como reina de Inglaterra. Este cambio marcó un nuevo capítulo en su vida y en su matrimonio con Felipe, quien se convirtió en príncipe consorte. La transición no fue sencilla, ya que Felipe tuvo que adaptarse a un papel secundario en el que su principal función era apoyar a Isabel en sus deberes reales. Esta situación generó tensiones en la pareja, ya que Felipe, acostumbrado a una vida activa en la Marina, tuvo que renunciar a su carrera militar para acompañar a la reina.

A pesar de las dificultades, Felipe asumió su nuevo rol con dedicación y compromiso. Su apoyo incondicional a Isabel fue fundamental para el éxito de su reinado, y juntos formaron un equipo sólido que enfrentó los desafíos de la monarquía moderna. A lo largo de los años, Felipe se convirtió en un pilar de fortaleza para Isabel, desempeñando un papel crucial en la vida pública y privada de la familia real.

Familia y desafíos

Hijos de la reina Isabel y Felipe: Carlos, Ana, Andrés y Eduardo

El matrimonio de Isabel y Felipe dio lugar al nacimiento de cuatro hijos: Carlos, Ana, Andrés y Eduardo. Cada uno de ellos desempeñó un papel importante en la familia real y en la historia de la monarquía británica. Carlos, como heredero al trono, asumió desde joven las responsabilidades que conlleva su posición, mientras que Ana se destacó por su dedicación a causas benéficas y su amor por los deportes ecuestres.

Andrés y Eduardo, por su parte, siguieron caminos distintos pero igualmente significativos dentro de la familia real. Andrés tuvo una carrera militar destacada, mientras que Eduardo se involucró en el mundo del teatro y la producción televisiva. A pesar de las diferencias y desafíos que enfrentaron, los hijos de Isabel y Felipe siempre contaron con el apoyo y el amor de sus padres, quienes se esforzaron por mantener la unidad familiar.

Retrato de la reina Isabel II y del príncipe Felipe, duque de Edimburgo, en el palacio de Buckingham, en diciembre de 1958. Foto: Getty.

Primeras desavenencias

A medida que Isabel y Felipe asumían sus roles como reina y príncipe consorte, surgieron las primeras desavenencias en su relación. La posición de Felipe como consorte, sin un papel definido en la estructura de la monarquía, generó tensiones y frustraciones. Felipe, acostumbrado a una vida activa y al mando, tuvo que adaptarse a un rol más pasivo, lo que no siempre fue fácil de aceptar.

Estas tensiones se vieron agravadas por los rumores de infidelidades que comenzaron a circular en la prensa. Aunque nunca se confirmaron, estos rumores pusieron a prueba la relación de Isabel y Felipe. Sin embargo, la pareja logró superar estas dificultades, fortaleciendo su vínculo y demostrando que su amor era más fuerte que cualquier adversidad. Isabel, consciente de las frustraciones de Felipe, hizo todo lo posible por reconocer su dedicación y apoyo incondicional.

¿Rumores o infidelidades?

A lo largo de los años, la relación entre Isabel y Felipe fue objeto de especulación por parte de la prensa, que alimentó rumores de infidelidades por parte de Felipe. Aunque estos rumores nunca fueron confirmados, generaron un interés constante en la vida privada de la pareja real. Isabel, pragmática y centrada en sus deberes como reina, nunca permitió que estos rumores afectaran su relación con Felipe.

A pesar de las especulaciones, la pareja se mantuvo unida, demostrando una vez más la solidez de su compromiso mutuo. Isabel, consciente de las presiones a las que estaba sometido Felipe, hizo todo lo posible por apoyarle y reconocer su papel en la monarquía. La decisión de permitir que los hijos nacidos después de 1960 llevaran el apellido Mountbatten-Windsor fue un gesto significativo que subrayó el respeto y el amor que Isabel sentía por Felipe.

La escritora británica Daphne du Maurier (1907-1989), famosa por novelas como La posada de Jamaica, Rebeca, Mi prima Raquel o Los pajaros. Foto: Getty.

Felipe de Edimburgo: consorte y apoyo

Entregado a la reina

A lo largo de su vida, Felipe de Edimburgo se dedicó plenamente a apoyar a Isabel en su papel como reina. Su compromiso con la monarquía y su lealtad a Isabel fueron inquebrantables, y desempeñó un papel crucial en la vida pública y privada de la familia real. Felipe, a pesar de las dificultades inherentes a su posición, se convirtió en un consorte ejemplar, cumpliendo con sus deberes con dignidad y dedicación.

Felipe asumió su papel con humor y pragmatismo, a menudo describiéndose a sí mismo como el "descubridor de placas más experimentado del mundo", en referencia a sus numerosos compromisos oficiales. Su presencia constante y su apoyo incondicional fueron fundamentales para el éxito del reinado de Isabel, y juntos formaron un equipo formidable que enfrentó los desafíos de la monarquía moderna con gracia y fortaleza.

Felipe y su papel en actividades benéficas

Además de su papel como consorte, Felipe de Edimburgo fue un defensor apasionado de numerosas causas benéficas y organizaciones. Su compromiso con el servicio público se manifestó en su apoyo a iniciativas como los Premios duque de Edimburgo, que fomentan el desarrollo personal y el liderazgo entre los jóvenes. También fue un firme defensor del medio ambiente, desempeñando un papel activo en el Fondo Mundial para la Naturaleza.

A lo largo de su vida, Felipe participó en más de 22.000 compromisos oficiales, demostrando su dedicación al servicio público y su deseo de marcar una diferencia positiva en el mundo. Su legado en el ámbito benéfico es un testimonio de su compromiso con el bienestar de la sociedad y su deseo de dejar un impacto duradero en las generaciones futuras.

Isabel II reconoce la dedicación de Felipe

Isabel II siempre valoró y reconoció la dedicación de Felipe a la monarquía y a su familia. En 2011, con motivo del 90 cumpleaños de Felipe, Isabel le otorgó el título de lord gran almirante del Reino Unido, un reconocimiento a su servicio y compromiso a lo largo de los años. Este gesto simbolizó el profundo respeto y amor que Isabel sentía por Felipe, y subrayó su gratitud por el apoyo inquebrantable que le brindó durante su reinado.

La relación entre Isabel y Felipe fue un ejemplo de amor y colaboración, y su legado conjunto dejó una marca indeleble en la historia de la monarquía británica. A pesar de los desafíos y las presiones inherentes a sus roles, Isabel y Felipe se mantuvieron unidos, demostrando que su amor era más fuerte que cualquier adversidad. Su historia es un testimonio de la fuerza del compromiso y la dedicación mutua.

Los reyes asisten a un partido de polo en junio de 2018. Foto: Getty.

El legado de Felipe de Edimburgo

Felipe fallece a los 99 años

El 9 de abril de 2021, Felipe de Edimburgo falleció a los 99 años en el castillo de Windsor, dejando un legado de dedicación y servicio que será recordado por generaciones. Su muerte marcó el fin de una era en la monarquía británica, y su ausencia se sintió profundamente tanto en la familia real como en el pueblo británico. Felipe fue el consorte más longevo en la historia de la monarquía británica, y su vida estuvo marcada por un compromiso inquebrantable con su papel y con Isabel.

Felipe dejó un legado de servicio público y compromiso con causas benéficas que continúa inspirando a muchos. Su vida fue un ejemplo de dedicación y lealtad, y su influencia perdura en las innumerables organizaciones y causas que apoyó a lo largo de su vida. Su legado es un testimonio de su amor por Isabel y su compromiso con el bienestar de la sociedad.

Isabel II tras la muerte de Felipe

Tras la muerte de Felipe, Isabel II experimentó un período de duelo y adaptación a una nueva realidad sin su compañero de vida. Los 517 días que vivió tras el fallecimiento de Felipe fueron un tiempo de reflexión y de continuar con su compromiso con la monarquía y el pueblo británico. A pesar de la pérdida, Isabel continuó cumpliendo con sus deberes reales, demostrando una vez más su dedicación y fortaleza.

El legado de Isabel y Felipe como pareja real es un testimonio de su amor y su compromiso mutuo. Su historia de amor, que comenzó en un contexto de incertidumbre y se desarrolló a lo largo de décadas de desafíos y cambios, es un ejemplo de la fuerza del compromiso y la dedicación. Isabel, tras la muerte de Felipe, continuó honrando su legado y su amor por él, demostrando que su vínculo era más fuerte que cualquier adversidad.

Fue el gran amor de la vida de Isabel II, los 517 días que vivió tras la muerte de su inseparable marido fueron una lenta caída de la reina. Isabel y Felipe, Felipe e Isabel pudieron con todo y vivieron juntos más de 70 años.

* Este artículo fue originalmente publicado en la edición impresa de Muy Historia.

Referencias

  • Isabel, I. I. (1992). Discurso de la reina Isabel II de Inglaterra ante el Parlamento Europeo. Politica Exterior, 193-195.
  • Townson, D., & Caller, P. T. (2004). Breve historia de Inglaterra. Alianza Editorial.

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