La controvertida muerte del obispo Manuel Irurita durante la Guerra Civil: mártir o superviviente

Examinamos la polémica sobre la muerte de Manuel Irurita, obispo de Barcelona, durante la Guerra Civil española. Mientras unos afirman que fue fusilado en 1936, otros sugieren que sobrevivió oculto, basándose en testimonios y pruebas contradictorias.
Cristo de Lepanto y Dolorosa en la Catedral de Santa Cruz y Santa Eulalia de Barcelona.

Es esta una de las más rocambolescas polémicas en torno a la Guerra Civil, por lo chocante de la peripecia en sí y por lo extremado del debate entre quienes defienden la tesis oficial —la Iglesia católica y varios blogs y asociaciones de marcado tinte derechista— y quienes pretenden echarla por tierra —periodistas, historiadores y otros personajes de desigual fiabilidad—.

Por eso, es probable que nunca se llegue a saber toda la verdad sobre la suerte que corrió en la contienda Manuel Irurita Almandoz, para unos asesinado por milicianos incontrolados y para otros un mártir que no fue tal.

Manuel Irurita se negó a enviar capellanes al entierro del president Macià, el 27 de diciembre de 1933 - ASC

Así que tal vez lo mejor sea formular la historia como una serie de preguntas. Para empezar, ¿quién fue Manuel Irurita? Nacido en Larráinzar (Navarra) el 19 de agosto de 1876, en una familia de convicciones carlistas, tras pasar por el seminario diocesano de Pamplona se doctoró en Filosofía y Teología.

Sacerdote desde 1905, fue obispo de Lérida entre 1927 y 1930, año en que sería designado para la sede de Barcelona, pese a (o tal vez por) su frontal oposición al catalanismo. El doctor Irurita, como lo llamaban los más devotos, se distinguió asimismo como un feroz crítico de la Segunda República desde su mismo inicio —dijo que su llegada era «catastrófica»— y tuvo tensas relaciones con la Generalitat: cuando en 1933 murió el president Macià, se negó a enviar capellanes al entierro, si bien fue forzado a rectificar por el arzobispo. Con estas credenciales, no es extraño que la izquierda catalana lo tuviera por reaccionario, integrista y muy conservador.

Huida, captura y ¿muerte?

¿Qué fue de él en la guerra? Tras el alzamiento y el estallido de la violencia revolucionaria en Barcelona, el 21 de julio de 1936 Irurita huyó del obispado, asaltado por las masas, y se refugió en casa de un feligrés, el joyero Antoni Tort. Allí, en la calle del Call nº 17, pasaría escondido más de cuatro meses junto con varias monjas y un tal Marcos Goñi —según algunos, sobrino suyo— hasta que, el 1 de diciembre, doce milicianos de la Federación Anarquista Ibérica (fai) los descubrieron y detuvieron.

Y aquí acaban las respuestas unívocas. La versión oficial, sostenida tanto por la Causa General franquista como por sacerdotes supervivientes, afirma que el 3 de diciembre los detenidos fueron llevados al cementerio de Montcada y fusilados contra una tapia. Otras fuentes, recogidas por el historiador y religioso Joan Bada en Sociedad e Iglesia en Cataluña (2011), niegan la mayor: por ejemplo, según el histórico dirigente de Esquerra Joan Pons, Irurita fue puesto a salvo antes, en noviembre, nada menos que por Durruti, y, siguiendo instrucciones de Lluís Companys, fue ocultado en el consulado francés. Pero no gratis: antes le habrían hecho sacar tres millones de pesetas de las arcas de la sede episcopal.

Cristo de Lepanto y Dolorosa en la Catedral de Santa Cruz y Santa Eulalia de Barcelona. - ALAMY

Historia oficial y pistas misteriosas

¿Qué sucedió a continuación? En este punto, lógicamente, la historia oficial se agota enseguida. En 1940, los restos mortales del obispo fueron exhumados de la fosa común de Montcada y trasladados a su actual sepultura en la Capilla del Cristo de Lepanto de la catedral de Barcelona. Designado «mártir de la Cruzada» por el nuevo régimen, en 1959 se abrió su proceso de beatificación, que todavía no ha concluido.

Las otras hipótesis, ciertas o no, son mucho más jugosas. Y, salvo las más descabelladas —como que fuera utilizado por la República para un canje de presos o que acabase sus días en la urss—, se basan en pistas y testimonios significativos o, cuando menos, misteriosos.

Según el dirigente de Esquerra Joan Pons, Irurita fue ocultado en el consulado francés siguiendo instrucciones de Lluís Companys - Álbum

Ya durante la guerra aparecen indicios de que Irurita podría seguir con vida: así, en junio de 1937, una relación de personas encarceladas en Montjuïc remitida por Cruz Roja a un funcionario del bando franquista que se interesa por el paradero del prelado lo sitúa allí, con el número 806; también hay una carta, dirigida en mayo de ese año por un canónigo al obispo de Vitoria, en la que se afirma que el político vasco Manuel de Irujo, a la sazón ministro sin cartera, ha gastado 24 000 pesetas en la manutención del supuesto muerto.

Y surgen inevitablemente más preguntas: ¿por qué el Vaticano dejó vacante la diócesis de Barcelona hasta una fecha tan tardía como 1942, si desde 1937 se nombró a sucesores de otros obispos muertos en la guerra?

Lluís Companys, en primer plano, participando en una manifestación en Barcelona. - Álbum

Pero sin duda el testimonio más sorprendente recabado por Bada es el del médico Josep Raventós y el monaguillo Josep Mª Aragonés, que aseguran haber visto salir del Archivo Diocesano a Irurita, acompañado por dos personas, el 28 de enero de 1939, cuando las tropas de Yagüe y Solchaga ya habían «liberado» la Ciudad Condal.

Si hemos de creer a ambos testigos —Hilari Raguer, historiador, monje y defensor de la «versión alternativa», destaca que no se trata de anticlericales, sino de creyentes que lo conocían personalmente y quedaron atónitos al verlo—, al acercársele para besarle la mano y decirle: «Señor obispo, creíamos que lo habían fusilado», este les respondió, azorado: «No griten, que me comprometen».

La controversia del ADN

Entonces, si Irurita no murió en Montcada, ¿a quién pertenece el cadáver? Esta. es la pregunta del millón y, en honor a la verdad, el punto más débil en la argumentación del bando crítico. Los defensores de la veracidad del fusilamiento —en esencia, los mismos que abogan por la beatificación, entre los que descuella el escritor y sacerdote ultraconservador Jorge López Teulón— se apoyan en que las pruebas de ADN realizadas en el año 2000 a los restos son prácticamente irrefutables: se concluyó, con un 99,9 % de probabilidad, que se trataba del obispo.

Sin embargo, eso no acabó con la controversia, máxime cuando en 2006 el responsable del estudio admitió como posible que el muerto fuera, en realidad, un pariente de Irurita por línea materna directa, lo que volvió a sacar a la palestra a Marcos Goñi, el supuesto sobrino —parentesco que niega el bando oficialista— que compartió cautiverio y, presuntamente, paredón con su tío.

El general Yagüe marcha por Barcelona pocos días después de la toma de la ciudad. - Getty Images

Otros, como el historiador británico e hispanista Paul Preston, cuestionaron la independencia del informe (encargado por la Iglesia para despejarle el camino de la santidad al obispo mártir) y dijeron que, por tanto, que las dudas no habían quedado aclaradas.

¿Se resolverá finalmente el enigma? Como vemos, hay quienes tienen respuestas contundentes a estas preguntas, en un sentido o en el otro, pero la acumulación de indicios contradictorios justifica de sobra el título de uno de los últimos libros dedicados al asunto: El misterio del asesinato del obispo de Barcelona, de Ponç Feliu y Miquel Mir (2012).

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