El correo nos permite enviar desde simples cartas hasta objetos voluminosos hoy día, regulados únicamente por leyes que prohíben el envío de materiales peligrosos o perecederos. Sin embargo, hace poco más de un siglo, el servicio postal estadounidense carecía de normas específicas sobre el contenido de los paquetes, lo que llevó a una práctica tan insólita como sorprendente: enviar niños por correo. En 1913, cuando el correo se modernizaba y expandía sus límites, algunas familias estadounidenses aprovecharon esta laguna legal para enviar a sus hijos a visitar a sus parientes de una manera tan peculiar como económica.

La explosión del servicio postal
En 1913, Estados Unidos estaba en pleno proceso de modernización de su sistema postal, una transformación impulsada por la creciente demanda de servicios más eficientes y accesibles. El recién creado Servicio Postal de Estados Unidos introdujo el servicio de paquetería, diseñado para facilitar el envío de objetos de mayor tamaño y peso a través del país. Sin embargo, en esta fase inicial, las regulaciones eran escasamente detalladas y se centraban principalmente en aspectos logísticos básicos. La normativa más significativa estipulaba que los paquetes no debían exceder los 5 kilogramos de peso y establecía un costo mínimo de envío, pero no mencionaba restricciones específicas sobre el contenido, lo que abrió la puerta a usos inesperados y creativos del sistema postal, incluido el envío de niños pequeños, siempre y cuando su peso estuviera dentro de los límites permitidos. Esta falta de especificidad en las regulaciones marcó un período fascinante y poco convencional en la historia postal de la nación.

Bebés a domicilio
Uno de los casos más notorios de niños enviados por correo ocurrió en Ohio, donde Jesse y Mathilda Beagle decidieron enviar a su hijo James, de tan solo 8 meses, a casa de su abuela en Batavia. El pequeño James, al pesar menos de los 5 kilogramos límite, fue embalado y etiquetado por un costo de solo quince centavos, más un seguro de cincuenta dólares. El cartero, encargado de esta peculiar entrega, trasladó al niño sano y salvo hasta el hogar de su abuela, marcando uno de los primeros usos documentados de esta práctica.
Otro caso famoso es el de Charlotte May Pierstorff, con apenas cinco años en 1914, fue enviada por correo a través de un tren de mercancías hasta la casa de sus abuelos en Idaho. El viaje de Charlotte, que costó 53 centavos en sellos adheridos a su abrigo, inspiró más tarde un libro infantil. Aunque su destino no estaba muy lejos, la idea de enviar a una niña por correo capturó la imaginación del público y destacó la flexibilidad (y las lagunas) de las regulaciones postales de la época.
El Museo Postal Nacional ha documentado varias historias similares, donde los niños fueron enviados por correo en circunstancias especiales, aprovechando la confianza en los carteros locales y las insuficientes restricciones legales. Estas anécdotas, a menudo vistas como simpáticas y curiosas, reflejan una era donde los límites del sistema postal fueron puestos a prueba de maneras inimaginables hoy en día.

Un hecho (no tan) sorprendente
La práctica de enviar niños por correo en los Estados Unidos a principios del siglo XX generó una mezcla de asombro y preocupación entre el público y los medios de comunicación. Aunque en muchos casos se reportaron las historias con un tono de curiosidad y diversión, también provocaron debates sobre la seguridad y la ética de tal práctica. Los periódicos de la época frecuentemente cubrían estas historias, lo que ayudaba a popularizar aún más la idea, aunque no sin críticas.
La confianza en los carteros jugó un papel crucial en esta práctica poco convencional. En comunidades pequeñas y rurales, donde todos conocían al cartero local, los padres se sentían cómodos confiando sus hijos a estos trabajadores postales para enviarlos a visitar a familiares cercanos. Esta familiaridad permitía a los padres utilizar un servicio postal que, en su momento, se veía como una extensión confiable y segura de la comunidad misma.
Prohibido enviar niños por correo
A medida que la práctica de enviar niños por correo ganaba atención y notoriedad, el gobierno estadounidense comenzó a tomar conciencia de las implicaciones de seguridad y éticas que conllevaba. Aunque inicialmente las historias habían sido recibidas con una mezcla de humor y sorpresa, pronto se convirtieron en motivo de preocupación para los legisladores y el público en general.
El Director General del Servicio Postal de Estados Unidos, intervino rápidamente tras darse cuenta de que la ley postal carecía de claridad respecto a los envíos humanos. En 1915, el gobierno actuó para cerrar esta inusitada laguna legal, implementando regulaciones más estrictas que explícitamente prohibían el envío de personas, incluidos los niños, a través del correo postal. Esta medida buscaba garantizar la seguridad y proteger el bienestar de los más vulnerables, poniendo fin a una de las prácticas más extrañas y debatidas de la historia postal del país.

La historia de enviar niños por correo ilustra lo curioso y mutable de las prácticas sociales y legales. Lo que una vez fue una solución práctica y aceptada, hoy nos resulta completamente inconcebible, reflejando cómo evolucionan nuestras normas y valores con el tiempo.
Referencias:
- Lewis, D. 2016. A Brief History of Children Sent Through the Mail. smithsonianmag.com.