En 1492, un año señalado por el Descubrimiento de América, otra trascendental decisión redefinía el curso de la historia española: la expulsión de los judíos. Este edicto, firmado por los Reyes Católicos, marcaría el final de una era de convivencia multicultural en la península ibérica y comenzaría una diáspora que influiría en varias comunidades alrededor del mundo. A más de cinco siglos de distancia, la expulsión de los judíos sigue siendo un tema de acalorado debate y análisis en la historiografía, revelando la persistente búsqueda de comprensión sobre las motivaciones y consecuencias de este momento crítico.

Castilla a finales de la Edad Media
Hacia finales del siglo XV, la península ibérica era un mosaico socio-religioso en tensión. Convivían cristianos, musulmanes y judíos, aunque las relaciones entre estos grupos estaban marcadas por una creciente hostilidad y desconfianza. En este contexto, la situación de los judíos y los conversos, judíos convertidos al cristianismo bajo presión o por conveniencia, se tornaba cada vez más precaria. Estos últimos, conocidos como "cristianos nuevos", sufrían una discriminación sistemática y sospechas constantes sobre la sinceridad de su conversión, lo que les valía el rechazo tanto de los cristianos "viejos" como de su propia comunidad de origen. Esta atmósfera de desconfianza culminó con la creación de la Inquisición en 1478, un tribunal destinado a erradicar la herejía y supervisar la ortodoxia religiosa en Castilla, pero que también se utilizó como instrumento de control social y segregación, intensificando la vigilancia y persecución de los conversos acusados de judaizar en secreto.

El Decreto de la Alhambra
El 31 de marzo de 1492, en el palacio de la Alhambra de Granada, los Reyes Católicos firmaron un decreto que alteraría irreversiblemente el tejido social de España. Este edicto, conocido como el Decreto de la Alhambra, ordenaba la expulsión de todos los judíos que se negaran a convertirse al cristianismo. Este momento crítico se dio tras la culminación de la Reconquista con la toma de Granada y en un clima de consolidación de poder real, donde la uniformidad religiosa se veía como esencial para la estabilidad del reino. El decreto daba a los judíos hasta el final de julio de ese mismo año para dejar los reinos de Castilla y Aragón, permitiéndoles llevar consigo sus pertenencias, excepto oro, plata y caballos. La alternativa era la conversión al cristianismo, una elección que enfrentaba a la comunidad judía con la disyuntiva de abandonar su fe o su patria.

Las consecuencias y el exilio
La expulsión de los judíos en 1492 tuvo importantes consecuencias demográficas y económicas para España. Se estima que entre 100 000 y 200 000 judíos fueron forzados a dejar la península ibérica, lo que supuso una pérdida significativa de población y, con ello, de mano de obra especializada y conocimientos comerciales y artesanales. Económicamente, el impacto fue inmediato, especialmente en sectores como la banca y el comercio, donde los judíos habían desempeñado roles cruciales.
Las dificultades para los expulsados fueron enormes. Muchos sufrieron durante su desplazamiento, sufriendo robos y violencia. Los destinos variaron: desde el norte de África hasta Italia y el Imperio otomano, donde encontraron una recepción más acogedora. Sin embargo, la travesía y la adaptación a nuevas tierras estuvieron marcadas por la adversidad, y muchas comunidades sefardíes preservaron la memoria de su expulsión como parte central de su identidad cultural e histórica.
La expulsión de los judíos en 1492 dejó una huella en la identidad cultural española, eliminando una comunidad que había contribuido significativamente a la ciencia, la filosofía, el comercio y las artes en la península durante siglos. Este vacío cultural repercutió en la economía y el tejido social de España. A su vez, los judíos sefardíes, dispersos por el mundo, conservaron y enriquecieron su herencia cultural, manteniendo vivo el ladino, un castellano medieval, junto con tradiciones culinarias, musicales y festivas que definían su identidad única.
A lo largo de los siglos, esta diáspora ha influido en la memoria histórica, no solo en las comunidades sefardíes sino también en los países que los acogieron, contribuyendo a una reconsideración continua sobre las consecuencias de la intolerancia y la pérdida de diversidad cultural. La preservación de su cultura es un testimonio de resistencia y adaptación, y sigue siendo un puente vital entre el pasado y el presente.

La expulsión de los judíos en 1492 fue justificada por los Reyes Católicos bajo el pretexto de la unidad religiosa, pero retrospectivamente revela las complejidades y las tragedias de una política basada en la intolerancia. Históricamente, este evento ha sido objeto de intensos debates sobre sus justificaciones morales y las consecuencias éticas y prácticas. En tiempos modernos, España ha buscado reconciliarse con este capítulo oscuro a través de gestos simbólicos, como la ley de 2015 que ofrece la nacionalidad española a los descendientes de los sefardíes expulsados, reconociendo así la deuda histórica y el valor de la diversidad y el respeto mutuo.
Referencias:
- Díaz-Mas, P. 2023. Breve historia de los judíos en España. Catarata.
- González, I. 2014. Los judíos y España después de la expulsión. Almuzara.