En la extensa geografía soviética del siglo XX, los gulags se convirtieron en el símbolo del terror estalinista. Estos campos de trabajo forzado, repartidos en las heladas tierras de Siberia, albergaban a miles de presos políticos, delincuentes comunes y ciudadanos “indeseables” del régimen. La vida en los gulags era brutal: jornadas de trabajo interminables, alimentación precaria y un clima implacable que consumía la salud de los prisioneros. Sin embargo, en 1933, Stalin y su gobierno llevaron a cabo un experimento cuyo resultado dio lugar a una de las páginas más oscuras de la historia soviética: la deportación en masa de miles de personas a la isla de Nazino (Siberia), ubicada en el río Ob.
El proyecto de deportación masiva de Stalin
A comienzos de la década de 1930, la Unión Soviética estaba sumida en una crisis económica y social provocada en gran parte por la colectivización forzada de la agricultura y la represión sistemática de cualquier tipo de oposición. Ante la necesidad urgente de mano de obra y con el objetivo de purgar las ciudades soviéticas, Stalin implementó una política de deportaciones masivas que afectó a campesinos pobres, pequeños delincuentes y aquellos que, por cualquier motivo, fueran considerados una carga para el Estado.
El plan de Stalin era sencillo: enviar a estos "indeseables" a tierras remotas y apenas habitadas en Siberia, donde se esperaba que construyeran nuevas colonias agrícolas autosuficientes. Sin embargo, la realidad fue muy diferente. La isla de Nazino fue uno de los destinos elegidos.

La llegada a Nazino
El 18 de mayo de 1933, cerca de 6.000 personas fueron transportadas en barcazas por el río Ob y abandonadas en la Isla de Nazino. A simple vista, la isla no parecía un lugar adecuado para la supervivencia: era un terreno pantanoso y fangoso sin refugio alguno. Para empeorar la situación, los deportados llegaron sin herramientas, sin alimentos y, en la mayoría de los casos, sin apenas ropa para protegerse del frío.
Gran parte de los deportados eran campesinos expulsados de sus tierras en las purgas contra los "kulaks", pequeños delincuentes y habitantes urbanos atrapados en las redadas de limpieza de las ciudades. No habían sido seleccionados por su capacidad para sobrevivir en condiciones extremas, sino simplemente por ser considerados elementos inútiles del nuevo orden soviético. La situación en la isla se deterioró rápidamente. Los guardias que los acompañaban solo proporcionaron harina como alimento, pero sin forma de cocinarla ni distribuida de manera equitativa y, a medida que el hambre se intensificaba, la desesperación se apoderó de la población.
El hambre se volvió tan insoportable que algunos comenzaron a comerse la harina cruda, lo que ocasionó en enfermedades intestinales generalizadas. El 21 de mayo, solo tres días después de la llegada a la isla, los primeros actos de canibalismo fueron reportados. Comenzaron consumiendo la carne de los cuerpos de aquellos que morían a causa de enfermedades o hambre. Sin embargo, rápidamente el canibalismo dejó de ser un acto extraordinario y se convirtió en una práctica sistemática. Los relatos más espeluznantes provienen de los testimonios de los guardias y supervivientes. Se menciona que las personas más vulnerables, los ancianos y los enfermos, eran asesinados y devorados por aquellos que aún tenían fuerzas.

La intervención tardía y el descubrimiento de la catástrofe
El régimen soviético, que en un principio había subestimado la situación en Nazino, no pudo ignorar los informes que comenzaban a filtrarse desde los oficiales locales hasta el Partido Comunista, documentando el caos en la isla y las muertes masivas. Cuando las autoridades decidieron intervenir, ya era demasiado tarde.
A principios de junio de 1933, poco más de dos semanas después de la llegada de los deportados a Nazino, un equipo de inspección fue enviado a la isla. Los inspectores quedaron horrorizados por lo que encontraron: más de 4.000 personas habían muerto o desaparecido. Los supervivientes estaban tan demacrados y traumatizados que apenas podían articular palabras. Se encontraron cuerpos desmembrados por toda la isla, muchos de ellos con signos evidentes de haber sido canibalizados.
El informe oficial, conocido como el "Informe Velichko" (por el inspector que lideró la investigación), detalló las atrocidades y subrayó el fracaso total del proyecto. Aunque las autoridades soviéticas intentaron suprimir la información, los rumores sobre los horrores de Nazino circularon durante años, alimentando la narrativa de un régimen que no solo reprimía a su pueblo, sino que lo condenaba a destinos inimaginables.

El legado de la isla caníbal
A pesar de la magnitud de la tragedia en Nazino, el evento nunca fue reconocido oficialmente por el gobierno soviético, que continuó con su política de deportaciones masivas y represión. La historia de la isla caníbal permaneció en gran medida oculta hasta la disolución de la Unión Soviética en 1991, cuando archivos como el Informe Velichko finalmente salieron a la luz.
Algunos detalles de la tragedia de Nazino son tan macabros que resultan difíciles de creer. Por ejemplo, hay testimonios que indican que algunas personas comenzaron a negociar con los restos humanos. Los deportados más fuertes robaban la harina a los débiles y la intercambiaban por partes del cuerpo de los muertos, creando un mercado de carne humana.
Otro detalle escalofriante es la velocidad con la que el canibalismo se apoderó de la isla. Según varios testigos, apenas habían pasado tres o cuatro días cuando comenzaron los primeros asesinatos por carne. La falta absoluta de preparación, junto con el brutal entorno de la isla, precipitó una situación de desesperación total donde las normas morales y sociales se desvanecieron casi de inmediato.
