La historia no siempre la escriben los vencedores… a veces la reescriben los guionistas y los novelistas. Muchas de las ideas que damos por ciertas no resisten una mirada crítica. Recopilamos algunos mitos históricos muy extendidos, desde la Antigüedad hasta el siglo XX, con ayuda de investigaciones modernas, fuentes documentadas y una pizca de ironía. Porque revisar el pasado también es una forma de entender mejor el presente.
Mito 1: Stalin era ruso…
En absoluto. Josef Stalin nació en la ciudad de Gori, en Georgia, en 1878, y siempre estuvo orgulloso de sus orígenes; de hecho, en su juventud respondía al apodo de Koba, por el heroico protagonista de la novela El parricida, escrita por el georgiano Alexander Qazbeghi en 1882. Stalin, por cierto, es también un apodo, ya que su verdadero nombre era Iosif Vissarionovich Djugashvili. Adoptó el seudónimo de Stalin por su similitud con la palabra rusa stal (acero). Georgia había sido un país independiente, pero fue primero anexionada por el imperio ruso a principios del siglo XIX y, tras un breve periodo de autonomía, por la Unión Soviética en 1921. Es un país independiente desde 1991 y, además, un bello destino turístico.
Mito 2: ... y Hitler, alemán
Equívoco que todavía está relativamente vigente por haber sido canciller de Alemania, líder del Partido Nacional Socialista de los Trabajadores de Alemania y dictador de la Alemania nazi. Pero Hitler nació en Austria, concretamente en la población de Braunau am Inn, un pueblecito de la Alta Austria cercano a la frontera con Alemania. El nacimiento allí fue casi de casualidad, ya que la familia no tardó en mudarse, pero ha pesado como una losa sobre el pequeño pueblo, cuya única evocación del dictador es un monolito en recuerdo de las víctimas del nazismo, en el que no se menciona su nombre, situado enfrente de la casa donde nació.

Mito 3: Hugo Boss creó el uniforme nazi
Los uniformes del ejército de Hitler no fueron ideados por ningún diseñador de moda: su creador fue el alemán Karl Diebitsch, un artista reconvertido en abnegado oficial del partido nazi que se hizo famoso por concebir unos uniformes considerados “los más elegantes de la guerra”. Hugo Boss participó en la elaboración de los uniformes, pero confeccionándolos en su red de sastrerías donde, por ejemplo, se cosieron algunas de las piezas de los trajes de las Juventudes Hitlerianas.
Parte de su mano de obra estaba formada por prisioneros de guerra. Tras la derrota del ejército nazi, el diseñador fue juzgado y condenado por ello, pero solo recibió una multa y perdió temporalmente su derecho a voto. Hay que añadir que las tiendas de Hugo Boss siguen estando presentes en todo el mundo, incluidos Alemania e Israel, y que la marca ha pedido perdón en numerosas ocasiones por el colaboracionismo de su fundador, fallecido en 1948.
Mito 4: El muro de Berlín separaba las dos Alemania
Las separaba, sí, pero solo metafóricamente. La imprecisión se remonta a 1945, tras la derrota de Alemania en la II Guerra Mundial. A partir de entonces, el país quedó bajo el control de las cuatro potencias vencedoras del conflicto: Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y la Unión Soviética, cada una de las cuales poseía una zona de ocupación. La idea inicial de estas potencias era trabajar en conjunto para reorganizar juntas el país.
Pero el recrudecimiento de la Guerra Fría afectó a la relación de los soviéticos con las otras tres naciones. De ahí surgieron la Alemania Oriental, alineada con el bloque comunista, y la Alemania Occidental, de ideología capitalista; el problema fue que la capital, Berlín, se encontraba en la parte oriental.
La solución fue instaurar una especie de impasse y dividir también la capital, creando el Berlín Oriental y el Occidental, esta última una ciudad autónoma ocupada por franceses, ingleses y americanos. Pero, geográficamente, era una isla de capitalismo situada frente al sector soviético y rodeada de comunismo por todas partes. Los problemas de convivencia no tardaron en aparecer, sobre todo cuando muchos de los ciudadanos de la Alemania comunista quisieron pasar al sector occidental: unos tres millones entre 1949 y 1961. La solución soviética para impedirlo fue levantar, en 1961, el famoso e infame muro, que con 155 kilómetros de longitud hacía la deserción mucho más difícil y peligrosa. Separaba las dos Alemanias, sí, pero no las dos mitades de Alemania.
Mito 5: María Antonieta dijo del pueblo: “Si no tienen pan, que coman pasteles”
Atribuir esta frase –que en su original habría sido “Qu’ils mangent de la brioche”, referida no a los pasteles sino al delicioso pan francés– a la esposa del rey Luis XVI de Francia cuando se le habló del hambre que pasaba su pueblo es de una mezquindad considerable. La intención fue mostrarla como una mujer frívola, ignorante, ajena a los sufrimientos de los franceses y que, por tanto, bien merecida tenía la guillotina.
Lo que ocurre es que no hay ninguna evidencia de que la llegara a pronunciar. Como ocurre con otras frases apócrifas, los primeros registros escritos son muy posteriores, en este caso de 1843 –cincuenta años después de la muerte de la reina–, cuando el escritor JeanBaptista Alphonse Karr lo contó en el periódico Les Guêpes.
Se dice que Rousseau refirió la historia en sus Confesiones, atribuyéndola a “una gran princesa”, pero es cuestionable que se trate de María Antonieta, que era una niña por aquel entonces; probablemente se refería a la española María Teresa de Austria (1638-1683), esposa de otro rey francés, Luis XIV, aunque también se ha atribuido a otros miembros de la familia real gala. En todo caso, los biógrafos de María Antonieta coinciden en presentarla como una mujer que, si bien vivía rodeada de la opulencia de la corte, estuvo preocupada por los más desfavorecidos y participó en numerosas obras de caridad. Es difícil que de sus labios hubiera salido una frase tan insensible.

Mito 6: Calígula nombró cónsul a su caballo
En esta mentira histórica probablemente se mezclen el malentendido y la maledicencia. Siempre se ha dicho que el emperador romano era poco menos que un loco peligroso, responsable de un buen número de asesinatos y extravagancias. Entre ellas, nombrar cónsul a su caballo Incitatus, a quien tenía en tan gran estima que, según cuenta Suetonio en su Historia de los doce césares, le construyó una caballeriza de mármol y un pesebre de marfil, y la víspera de las carreras en el circo ordenaba silencio en la vecindad, para que nadie turbase el descanso del animal.
Sobre el presunto consulado, comenta que “se dice” que se lo destinaba, pero no aclara si en efecto llegó a dárselo.
De hecho, a diferencia de otros nombramientos importantes de la época, no existe ningún registro del de Incitatus como cónsul (o como senador, según dicen otros rumores), y conociendo la soberbia de Calígula cuesta creer que no hubiera ordenado que su decisión tomara el carácter más oficial posible.
Lo que sí parece que ocurrió es que en una ocasión, durante una cena en palacio, el emperador mostró su disgusto sobre el talento de sus subordinados más próximos, añadiendo que “sois todos tan inútiles que lo mismo me daría nombrar cónsul a mi caballo”. Aquello sirvió a sus numerosos enemigos para empezar a dar forma al bulo, que circuló en forma de rumor hasta que cronistas de tiempos muy posteriores empezaron a ponerlo por escrito.
Mito 7: Los indios americanos eran ecologistas…
El auge del ecologismo que comenzó en la década de los setenta trajo consigo el mito del indio americano como ejemplo de la comunión con la naturaleza, la de una civilización que vivía en total armonía con su entorno, tomando lo que necesitaban para vivir sin afectar al medioambiente. La realidad es más prosaica.
Su presunta comunión con la Tierra procede de un discurso –o una carta, según la versión– enviada en 1854 por el jefe Seattle de la tribu suwamish al presidente de Estados Unidos en respuesta a su oferta de comprar sus territorios: “¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? (…) Cada parte de esta tierra es sagrada para mi gente”.
En realidad, esta carta fue el producto de un guionista de Hollywood, Ted Perry, que la escribió en 1972, recreando extensamente sobre los escasos registros que quedaban de la respuesta auténtica del jefe. Por otra parte, tanto el jefe Seattle como las demás tribus tenían muy claro el concepto de propiedad, como prueban la ferocidad con que defendían sus terrenos de caza o sus campos de cultivo.
En cuanto a su “comunión con la tierra”, se sabe que provocaban grandes incendios en los que destruían bosques enteros parar crear zonas agrícolas o para mover a los animales, y que casi acabaron con especies enteras ya que creían que los dioses reponían multiplicadas todas sus piezas de caza. En el caso de las tribus cazadoras, cuando agotaban los recursos de una zona, se trasladaban a otra. Pero en aquella época el terreno y sus recursos parecían inacabables; no puede hablarse de ecologismo o antiecologismo cuando aún no había nacido este movimiento.
Mito 8: … E inventaron la costumbre de cortar cabelleras
Desde luego que cortaron cabelleras de hombres, mujeres y niños, pero no se les puede responsabilizar de inventar esta práctica salvaje. El verdadero responsable fue el hombre blanco que llegó a sus tierras y que arrastraba tras de sí una larga tradición en este sentido: por ejemplo, en el siglo XI, el monarca Harold II de Inglaterra cortó las cabelleras de sus enemigos en el campo de batalla como prueba de que estaban muertos.
Cuando comenzó la guerra contra los nativos norteamericanos, los colonos pusieron, literalmente, precio a sus cabezas. En 1641, Willem Kieft, holandés gobernador de Manhattan, ofreció la primera recompensa de la historia por cabelleras indias, y en 1703 en Massachusetts se pagaban 60 dólares por cada una. Los precios en otras zonas eran de cien libras por la cabellera de un varón, 50 por la de una mujer y 25 por la de cada niño.
Esta práctica se mantuvo durante más de un siglo, con cazadores profesionales que se ganaban la vida matando y escalpando indios. A mediados del siglo XIX, alguno se jactaba de haber cortado la cabellera a casi quinientos apaches. No pasó mucho tiempo sin que los indios comenzaran a pagar a los blancos con la misma moneda, cortando el cuero cabelludo de sus víctimas. No hay estadísticas sobre cuál de los dos bandos llegó a cortar más a lo largo de los años; pero sobre quién introdujo la costumbre no hay ninguna duda.

Mito 9: El cinturón de castidad se creó para prevenir el adulterio femenino
El cinturón de castidad no es más que uno de tantos presuntos artefactos medievales que, en realidad, fueron ideados mucho después y cuyas pruebas materiales no serían sino bromas (de mal gusto) o falsificaciones que lograron abrirse paso hasta exhibiciones públicas e incluso museos. En teoría, se popularizaron en tiempos de las cruzadas como una manera de que los caballeros se aseguraran la fidelidad de sus esposas mientras ellos luchaban en Tierra Santa.
Sin embargo, no abundan las referencias a ellos, salvo en algunos textos religiosos, y allí lo que se hace pasar por un cinturón físico no sería sino una metáfora de las obligaciones de la esposa de guardar castidad durante la ausencia de su marido. El primer dibujo de uno data de 1405 y aparece en el libro de Konrad Kyeser Bellifortis, pero nunca fue tomado demasiado en serio y no fue hasta doscientos años después cuando surgieron nuevas ilustraciones. En cuanto a los modelos existentes, son todos de los siglos XVIII y XIX.
La sumisión de la mujer en estos tiempos sí propició casos de vigilancia estricta, e incluso de reclusión durante ausencias prolongadas de los maridos. Pero ninguno llegó tan lejos como para crear un invento que hubiera supuesto para su mujer un sufrimiento continuo.
Consideremos además que llevar puesto mucho tiempo un aparato así habría traído serios problemas de higiene y salud para su portadora. Se dice que algunos modelos venían dotados de un almohadillado interior para prevenir rozaduras, pero este tenía que ser cambiado con frecuencia. Y la única manera de hacerlo era abrir el cinturón… con lo cual su efectividad quedaba bastante mermada.
Mito 10: Una ardilla podía cruzar España saltando de árbol en árbol sin tocar el suelo
Esta trola llegó a ser tan popular que, hasta tiempos relativamente recientes, los niños la escuchaban en los colegios. Hacía referencia a un impreciso pasado remoto en el que toda la superficie de España era un inmenso bosque, esquilmado tras siglos de tala indiscriminada, sin que nadie pueda aportar más detalles sobre qué tiempo fue aquel, ni adónde fueron a parar todos aquellos árboles.
En su libro La España Vacía (2016), Sergio del Molino recuerda haber llegado a oír esta historia de boca, ni más ni menos, que del naturalista Félix Rodríguez de la Fuente, quien en uno de sus programas de El hombre y la Tierra afirmó: “En tiempos históricos, España fue un paraíso forestal. Un águila imperial hubiera podido sobrevolar la península ibérica sin dejar de sobrevolar un infinito manto verde”.
Pero a continuación Del Molino ofrece una completa relación de textos históricos sobre la geografía española que demuestran que esa profusión de bosques jamás ha existido, empezando por Plinio el Viejo (23-79), quien escribió sobre “los montes de las Hispanias, áridos y estériles, en los que ninguna cosa crece”. Fue el primero de muchos que demostraron que la ardilla en cuestión habría llegado más lejos en su intención de atravesar España si hubiera hecho autostop.
Mito 11: Una vaca que pateó un candil causó el gran incendio de Chicago
Uno de los grandes incendios de la historia, que el 8 de octubre de 1871 destruyó la ciudad de Chicago dejando sin hogar a casi cien mil personas, fue originado, según este bulo, por algo tan sencillo como una vaca. Durante años, muchos escritos sobre el fuego señalaron como el epicentro el establo del matrimonio O’Leary, en el que Catherine O’Leary estaba ordeñando al animal, cuando este derribó de una patada el candil de aceite, que prendió al instante en las virutas de la cuadra.
La abundancia de madera empleada en los edificios de la época, y la suciedad y desperdicios que abundaban en sus calles, no necesitaban de mucho más para prender un incendio devastador. Pero ¿fue eso lo que ocurrió? Varios testigos aseguran haberlo oído de boca de la propia O’Leary pocas horas después del desastre, pero sus historias no coincidían cuando se les pedían detalles (ni siquiera se ponían de acuerdo sobre el nombre de la vaca).
Catherine declaró después bajo juramento que estaba en la cama cuando se inició el fuego y sus descendientes no han dejado de defender su inocencia. Lógico, puede pensarse, considerando los daños causados. Pero cuarenta años después del incendio, un periodista llamado Michael Ahern, que entonces trabajaba en el Chicago Republican, declaró haberse inventado, junto con dos colegas de otros medios, la historia de la vaca.
Había entonces un fuerte sentimiento anticatólico en la ciudad y el hecho de que los O’Leary fueran irlandeses contribuyó a su difusión. En 1997, el Ayuntamiento de la ciudad exoneró póstumamente a la señora O’Leary y a su vaca de cualquier responsabilidad en el siniestro.

Mito 12: La crisis de 1929 disparó el número de suicidios en Wall Street
Fue la primera gran crisis del capitalismo moderno (después hemos tenido varias) y quizá por eso se prestó más que otras al sensacionalismo y las historias no confirmadas. Una de ellas hablaba de que un considerable número de inversores arruinados se terminaron suicidando, algunos de ellos con el toque añadido del espectáculo de arrojarse al vacío desde sus oficinas. Pero las cifras indican otra cosa.
De hecho, los suicidios en Nueva York en las semanas posteriores al crac fueron menores que los registrados el año anterior. Desde el 24 de octubre, día de la crisis, y hasta fin de año, hubo noticias de cien suicidios consumados o intentados, de los cuales ocho fueron por caídas –desde edificios, puentes, aviones o barcos–, solo cuatro se atribuyeron a los resultados del derrumbe bursátil, y apenas dos tuvieron lugar en Wall Street.
El origen del bulo pudo estar en columnistas amantes del sensacionalismo como Will Rogers, que escribió que el 24 de octubre, fecha de la caída bursátil, “tenías que pedir turno para saltar desde las ventanas y los especuladores estaban vendiendo espacio para los cadáveres en el East River”. El New York Times, bastante más responsable, publicó el 14 de noviembre: “Las cifras refutan las historias de incremento de suicidios debidos a las pérdidas en la Bolsa”, pero la noticia no fue suficiente para parar la fuerza de la leyenda urbana.
Mito 13: Los ninjas vestían de negro
Ponerse un uniforme laboral cuando el trabajo de uno es asesinar con sigilo no parece una decisión muy acertada. Pero no hay película, cómic o serie de televisión con ninjas en la que estos no aparezcan con un uniforme negro, muy espectacular, pero que, en la vida real, lejos de camuflarlos, habría servido para identificarlos con toda facilidad. ¡Incluso de noche!
Tanto si trabajaban para un amo como si se alquilaban como mercenarios, la labor de un ninja no consistía tanto en asesinar como en espionaje y ocultación. En su manual Shoninki, escrito en el siglo XVII, el maestro de ninjas Natori Masazumi especifica los colores que debe llevar un ninja, todos con el denominador común de que “son tan corrientes que con ellos es difícil llamar la atención”.
De la misma manera, podían ir disfrazados de campesinos, comerciantes, sacerdotes o hasta samuráis. Es cierto que, en sus misiones nocturnas, llevaban vestimenta de camuflaje y que solía consistir de una chaqueta de kimono con múltiples bolsillos y pantalones atados a las pantorrillas, pero el negro se refleja en la oscuridad, así que los colores habituales eran azul o marrón rojizo, ambos muy oscuros. Y cuando entraban en combate abierto, cuando la protección era algo básico, su ropa no era muy distinta de la de los samuráis. En cuanto a la famosa capucha, podían llevarla o no, según fuera conveniente en cada momento.
Mito 14: Eliot Ness detuvo a Al Capone
Eliot Ness fue un honrado agente de la ley que, a los veintiséis años, comenzó a luchar contra el gansterismo en el Chicago de los tiempos de la ley seca. Para ello reunió a un equipo de nueve hombres que, cosa rara entonces, no estaban en la nómina del ya todopoderoso Al Capone y no se dejaban comprar. Fueron los propios gánsteres los que les pusieron el sobrenombre de los Intocables.
Ness fue un agente eficaz y honrado, pero también muy aficionado a la autopromoción y siempre se procuraba abundante cobertura periodística cada vez que atacaba un almacén o una destilería de licor clandestino. Sin duda, su trabajo dañó las finanzas de Capone y mostró al público que el hampón no era invulnerable, pero los Intocables no tuvieron nada que ver con su arresto y condena. Eso fue cosa del agente del Tesoro Frank J. Wilson, que logró infiltrar a varios hombres en la organización de Capone y conseguir así las pruebas que permitirían llevarle a juicio por evasión de impuestos y condenarlo a una pena de once años de prisión.
Eso sí, la labor de Ness distrajo la atención de los hombres de Capone como para que no prestaran toda la atención que debían a la operación encubierta que acabaría con la suerte y la influencia de su jefe.

Mito 15: Kruschev aporreó la tribuna de la ONU con su zapato
¿Por qué debería haber dudas sobre un hecho que ocurrió ante representantes de todos los países y un buen número de periodistas? Incluso hay fotografías del líder soviético blandiendo su zapato el 13 de octubre de 1960, enfurecido tras las acusaciones que recibió del representante de Filipinas. Así y todo, el incidente puede no haber sucedido jamás.
Los datos contrastados son estos: Nikita Kruschev contestó al representante filipino con gritos furiosos y palabras muy subidas de tono. En un momento de su intervención, sostuvo un zapato en su mano. Luego, dejó el zapato encima de la mesa. ¿Llegó a golpearla con él como si fuera un juez usando el mazo? Los testimonios de los presentes, desde representantes políticos a periodistas, pasando por los propios empleados de la Organización de Naciones Unidas, no se ponen de acuerdo. Algunos dicen que lo hizo y otros que no.
Quizá el testimonio más fiable sea el del fotógrafo de Life que recordó cómo, en el momento en que Kruschev blandió el zapato, todos le enfocaron con sus cámaras, esperando precisamente que golpeara la mesa con él. Si lo hubiera hecho, no faltarían testimonios gráficos.
Pero todo lo que hay son dos imágenes: la primera, en la que blande su zapato, está desde hace décadas bajo sospecha de haber sido manipulada para colocar el zapato en su mano vacía; y la segunda muestra el zapato en la mesa, delante de Kruschev, pero eso solo indica que se lo quitó y luego lo dejó allí. No prueba que golpeara nada con él. Una filmación aclararía las cosas… pero todo esto ocurrió antes de los tiempos de YouTube, así que no hay registro.