Se emplaza en el corazón de los bosques de la región de Bashkortostán, en los Urales meridionales de Rusia, y es uno de los testimonios del arte rupestre paleolítico más importantes de la Europa oriental. Se trata de la cueva de Shulgan-Tash, conocida también como cueva de Kapova, un enclave singular que, en 2025, se ha sido incluido en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO. Situada a más de 4000 km de los principales centros franco-cantábricos, Shulgan-Tash emerge como una isla cultural que reconfigura el mapa simbólico del Paleolítico superior.
Un hallazgo temprano en un mundo aún eurocéntrico
La historia contemporánea de la cueva comienza en 1959, año en el que el naturalista A. V. Ryumin identificó, por primera vez, pinturas paleolíticas en sus paredes. Un año más tarde, O. N. Bader inició una larga serie de investigaciones arqueológicas que revelaron la existencia de más de 50 representaciones en las galerías media y superior del sistema kárstico. Este descubrimiento resultó extraordinario: era la primera vez que se documentaba arte parietal paleolítico fuera del ámbito atlántico europeo. Durante décadas, la cueva de Shulgan-Tash se mantuvo como un caso aislado, hasta que los nuevos hallazgos en la región, como los yacimientos de Igniatievskaya y Serpievskaya 2, permitieron consolidar los Urales como un área relevante del arte rupestre paleolítico.
Un mundo dominado por el hielo
Los estudios más recientes han permitido establecer un marco cronológico bastante preciso para las pinturas de la cueva. Tanto los análisis de radiocarbono como las dataciones U/Th sobre depósitos de calcita sitúan la ejecución de las pinturas de Shulgan-Tash entre los 36.400 y los 14.500 años antes del presente.
Sin embargo, las evidencias arqueológicas más sólidas apuntan a un intervalo aún más corto, entre19.600 y 16.000 años cal BP, aproximadamente. Tal datación colocan las pinturas al final del Último máximo glacial, un periodo en el que las condiciones de permafrost obligaron a las comunidades humanas a sobrevivir en un entorno extremo.

Dos mundos simbólicos dentro de una misma cueva
El complejo de Shulgan-Tash se organiza en dos niveles decorados que se mantienen separados por una galería de 40 metros: el nivel intermedio, más accesible, y el nivel superior, más apartado. El nivel intermedio alberga tres cámaras principales —conocidas, respectivamente, como la cámara de la Cúpula, de los Signos y del Caos—, con una alta concentración de signos no figurativos y convencionales. El nivel superior, más reservado, contiene la mayoría de las representaciones figurativas, sobre todo animales y antropomorfos. Esta distribución sugiere una organización simbólica del espacio. Según los investigadores, los dos ámbitos diferenciados probablemente cumplieron funciones rituales o sociales distintas.
Un repertorio iconográfico insólito
El inventario actualizado incluye unas 246 unidades gráficas: 162 signos no figurativos, 58 signos convencionales, 21 figuras animales y 5 representaciones humanas. A diferencia de otros centros paleolíticos europeos, en Shulgan-Tash los motivos figurativos no son los más numerosos, lo que refuerza su originalidad simbólica.
El bestiario se compone mayoritariamente de mamuts (9) y caballos (8), seguidos por dos rinocerontes, un bisonte y un único camello, descubierto en 2017 tras eliminar una capa de calcita. De hecho, se trata del único camello documentado en el arte paleolítico europeo. También se han identificado figuras equinas pintadas en negro o en bícromo —un rasgo muy poco frecuente fuera del suroeste de Europa—, lo que refuerza la singularidad técnica del conjunto.

La figura humana: escasa, pero decisiva
Aunque escasas, las cinco figuras humanas representan casi el 20% de las representaciones figurativas. Se caracterizan por su estilo esquemático, con cuerpos compuestos por líneas simples, sin detalles anatómicos ni indicios indicadores de género. Estas figuras humanas, que resultan sorprendentemente raras dentro del conjunto de Kapova, evocan más a la iconografía del arte postpaleolítico que a las convenciones propias del Magdaleniense.
Signos que no se repiten en ninguna otra parte
Los signos convencionales de Shulgan-Tash no tienen parangón fuera de la región. Entre ellos, destacan los llamados trapezoides de Kapova, figuras invertidas con apéndices en forma de L en su parte superior, presentes en casi todas las áreas decoradas, así como los bucéfalos o cabezas de bóvido.
Estos signos parecen tener un papel estructurador del espacio simbólico. Suelen aparecer junto a figuras animales o humanas, especialmente en composiciones complejas como la del panel CP.L2, donde coexisten seis mamuts, dos caballos, dos rinocerontes, un antropomorfo y un trapezoide.

Composición, movimiento y estilo
Uno de los rasgos más sorprendentes del conjunto es el dinamismo de las figuras. A excepción de tres animales y un humano, todas las representaciones están animadas y muestran trazas de movimientos complejos, como el trote o la carga. Un caso notable lo representa una hembra de mamut que parece embestir mientras protege a su cría. También los dos rinocerontes del mismo panel adoptan posturas agresivas, con el cuerpo bajo y el cuerno proyectado hacia adelante.
En términos técnicos, casi todas las pinturas se realizaron con ocre rojo diluido. Con todo, existen algunas excepciones ejecutadas en negro, realizadas, muy probablemente, con carbón vegetal.

Una cultura visual con identidad propia
Aunque algunos elementos técnicos y formales remiten a las convenciones del arte franco-cantábrico —el uso del relieve natural, la agrupación en paneles y el empleo de pigmentos similares, por ejemplo—, el conjunto de Shulgan-Tash responde a una tradición gráfica distinta, con un fuerte componente local. La presencia del camello, la proporción elevada de figuras humanas y los signos sin paralelos conocidos así lo atestiguan.
De hecho, los pocos paralelos que se han hallado con la pinturas de la cueva proceden del vecino yacimiento de Igniatievskaya, donde también se han identificado figuras humanas esquemáticas y un posible camello. Esto sugiere la existencia de una tradición simbólica compartida en los Urales meridionales, todavía poco conocida y merecedora de mayor atención.
Shulgan-Tash, un lugar que reescribe el arte rupestre
La cueva de Kapova constituye una expresión cultural compleja, rica y diferenciada, que amplía nuestra comprensión de la diversidad simbólica de las sociedades del Paleolítico superior. Su reciente inclusión como Patrimonio Mundial , además de reconocer su valor excepcional, también invita a reconsiderar el mapa del arte prehistórico europeo desde una perspectiva más amplia y descentralizada. Shulgan-Tash es, en este sentido, uno de los santuarios más asombrosos del arte rupestre paleolítico.
Referencias
- Ruiz-Redondo, Aitor, Katherin Yanovskaya y Vladislav S. Zhitenev. 2020. "The easternmost European palaeolithic artists: iconography and graphic features at Kapova cave (southern Urals, Russia)." Journal of Paleolithic Archaeology, 3.4: 967-988. DOI: https://doi.org/10.1007/s41982-020-00065-2