Durante décadas, la narrativa dominante sobre la evolución tecnológica en Asia oriental ha sido simple y directa: mientras Europa y África vivían una explosión de innovación durante el Paleolítico medio, las sociedades humanas del este asiático permanecían ancladas en herramientas rudimentarias, con apenas variaciones durante milenios. Pero a veces, un hallazgo arqueológico basta para reescribir esa historia. Eso ocurrió cuando, en el yacimiento de Longtan, en el suroeste de China, un equipo de investigadores identificó una colección de herramientas de piedra que no deberían haber estado allí: un conjunto completo de tecnología Quina, un sistema de fabricación de raspadores asociado históricamente a los neandertales europeos.
El descubrimiento, realizado entre 2019 y 2020, fue publicado formalmente en 2025. No fue una noticia reciente ni tampoco un hallazgo menor: implicaba que en algún punto del Paleolítico medio —hace unos 50.000 a 60.000 años—, una tecnología aparentemente exclusiva de Europa había llegado, de algún modo, a los márgenes de la meseta tibetana.
Un rompecabezas en piedra
La tecnología Quina no es simplemente un tipo de herramienta. Es un sistema complejo, con patrones específicos de producción y reutilización, adaptado a entornos fríos y móviles. Los raspadores Quina son gruesos, de formas irregulares pero cuidadosamente tallados, y muestran claros indicios de haber sido afilados varias veces, lo que evidencia su uso prolongado y su importancia funcional. Son ideales para tareas de alto desgaste, como el procesamiento de animales grandes o la fabricación de utensilios a partir de madera o hueso.
En Longtan, los arqueólogos encontraron no solo raspadores, sino también núcleos de piedra desde los que se extraían estas herramientas y los restos del proceso de talla. El hallazgo no dejaba lugar a dudas: estaban ante una auténtica “industria” Quina, idéntica en su concepción a la que se conoce en yacimientos franceses como La Quina, en la localidad de Gardes-le-Pontaroux en Charente, donde se identificó por primera vez hace más de medio siglo.

La gran incógnita es cómo llegó esta tecnología hasta allí. ¿Fue producto de una migración desde Europa? ¿Un préstamo cultural entre grupos humanos lejanos? ¿O se trata de un caso sorprendente de invención paralela?
Las rutas invisibles de la prehistoria
Uno de los debates más interesantes que ha surgido a raíz de este hallazgo es el de las posibles rutas de conexión entre Europa y Asia en el Pleistoceno. La hipótesis de que los neandertales, o sus descendientes, cruzaran el continente hasta llegar a China parece arriesgada, aunque no imposible. Pero hasta ahora no hay evidencia directa de la presencia neandertal en esa parte de Asia. Por el contrario, los fósiles humanos hallados en regiones cercanas apuntan a la existencia de otra especie: los denisovanos.
Los denisovanos son aún un misterio para la ciencia. Conocidos por unos pocos fragmentos óseos y análisis genéticos, se sabe que vivieron en Siberia y probablemente en altitudes altas como las del Tíbet. Sus relaciones con los neandertales eran estrechas: compartían ancestros y, en algunos casos, incluso descendencia. La posibilidad de que los denisovanos desarrollaran herramientas similares a las de sus “primos” europeos, de manera independiente pero bajo presiones ambientales parecidas, no puede descartarse. De hecho, la ecología de Longtan —una zona de clima seco y bosques abiertos— recuerda a la de muchos enclaves neandertales europeos donde prosperó la tecnología Quina.
En otras palabras: las condiciones para que surgiera una solución tecnológica parecida estaban allí. Y si algo demuestra la historia humana es que las necesidades similares a menudo dan lugar a respuestas similares, aunque ocurran en lugares muy distintos.

Más allá del "copy-paste" cultural
El descubrimiento en Longtan no solo cambia lo que sabemos sobre el pasado, también cambia cómo lo entendemos. Durante demasiado tiempo, se ha considerado que el este de Asia era un rincón del mundo tecnológicamente pasivo durante el Paleolítico, como si las grandes innovaciones tuvieran que venir siempre desde Europa o África. Sin embargo, los hallazgos de Longtan —y de otros sitios recientes donde han aparecido herramientas del tipo Levallois, también propias del Paleolítico medio— obligan a revisar esta visión eurocentrista.
Y no se trata solo de reconocer una diversidad tecnológica mayor, sino también de asumir que los grupos humanos en Asia oriental podían ser tan innovadores como sus contemporáneos europeos. Si los habitantes de Longtan desarrollaron por su cuenta una industria tan compleja como la Quina, eso implica un nivel de organización, adaptación y transmisión cultural que hasta ahora se les había negado. Si, por el contrario, aprendieron esta técnica de otro grupo humano, eso sugiere contactos de largo alcance que aún no hemos documentado.
En cualquier caso, el resultado es el mismo: el este de Asia fue un escenario dinámico y lleno de matices durante el Paleolítico, y su historia aún está por escribirse.

Lo que aún no sabemos
Quizá lo más fascinante del caso Longtan no es lo que se ha encontrado, sino lo que aún falta por descubrir. ¿Quiénes fueron los autores de estas herramientas? ¿Fueron humanos modernos, neandertales, denisovanos o alguna población aún desconocida? Hasta ahora, en Longtan no se han hallado restos humanos asociados directamente a los raspadores. Solo las herramientas hablan.
Tampoco se ha podido determinar con certeza si esta tecnología apareció de manera abrupta o fue el resultado de una evolución local. La clave está en encontrar yacimientos más antiguos, con capas bien preservadas que permitan rastrear el desarrollo de esta técnica paso a paso. Si aparecen versiones primitivas de los raspadores Quina, eso respaldaría la idea de una invención autónoma. Si no, podría ser la pista que necesitamos para demostrar una conexión cultural entre continentes.
Mientras tanto, los arqueólogos ya han detectado más de 30 yacimientos en el mismo valle que podrían contener herramientas similares. Cada uno de ellos es una oportunidad para reconstruir una parte perdida de nuestra historia común.
Referencias
- Qi-Jun Ruan et al, Quina lithic technology indicates diverse Late Pleistocene human dynamics in East Asia, Proceedings of the National Academy of Sciences (2025). DOI: 10.1073/pnas.2418029122