Asentada en la vertiente este de la sierra Mariola, al norte de la provincia de Alicante, Cocentaina ofrece al viajero un potente patrimonio histórico que trasciende más allá de la época medieval. Desde el Paleolítico final hasta la Guerra Civil de 1936, pasando por las culturas ibera, tardorromana, islámica, cristiana y un interesante conjunto barroco en sus templos, la capital de la comarca de El Comtat atesora un rico mosaico cultural, donde sobresale altivo y robusto su Palacio Condal, el exponente más visible de la influencia italianizante del siglo XV en estas tierras.
Si el viajero llega hasta la mismísima puerta del Palacio Condal de Cocentaina, observará una construcción con altas torres, gruesos muros y diferentes elementos defensivos, pero el aspecto actual no coincide con el primer edificio que se construyó. Para saber su origen, debemos remontarnos un par de siglos atrás.
Los orígenes de la fortaleza
En el siglo XIII la antigua Qustantaniya musulmana pasó a ser la Cocentaina cristiana con la conquista del rey Jaume I en 1245. Sobre los restos de una fortificación de época taifal (siglo XI), se construyó un edificio de planta rectangular que cerraría la muralla defensiva por su flanco suroeste. Este edificio fue la residencia del primer señor feudal de la villa, Roger de Llúria (1245-1305), almirante calabrés de la flota de la Corona de Aragón y Sicilia, que recibió el título de barón de Cocentaina en 1272 tras servir militarmente al rey Jaume I.
Unas recientes excavaciones arqueológicas, visibles desde la primera planta, han sacado a la luz los restos de la muralla de esta primera fortaleza cristiana, que fue clave en la defensa contra el ataque del ejército benimerín de Granada en 1304, capitaneado por Alabbàs ben Rahu. La población, defendida en persona por el mismísimo Roger de Llúria, quedó seriamente afectada por un incendio, de ahí que a sus habitantes se les conozca como Socarrats.

La llegada de los Corella: el gran cambio
La fortaleza pasó por diversas manos, entre las que cabe destacar la casa de Jérica, hasta llegar a mediados del siglo XV. En 1450 tomó posesión del lugar Ximén Pérez de Corella y con su llegada la historia de la fortaleza cambiará para siempre. Su ayuda militar al rey Alfonso V en la conquista de territorios italianos le valió el acceso al título nobiliario de conde de Cocentaina por el que pagó 80.000 florines de oro, convirtiéndose en el primero de una larga lista de nobles que ostentaron la titularidad de un amplio territorio que coincide en gran parte con la actual comarca alicantina de El Comtat.
La llegada de esta familia supuso un antes y un después en la historia del edificio y también de la población. Lo que hasta entonces era una fortaleza tosca y sencilla se convirtió en un palacio residencial dotado de los últimos avances defensivos. En su viaje desde Italia los Corella importaron el estilo renacentista que ya comenzaba a ser visible en zonas como la Toscana o Roma. Se alzaron muros y torres, se construyeron troneras para las armas de artillería, matacanes en los accesos y se decoró el patio central con columnas de orden toscano, todavía visibles en su flanco izquierdo, el único que se llegó a construir y al cual se accede desde el exterior atravesando un ancho arco apuntado.
Al mismo tiempo, colocaron su escudo de armas en diferentes lugares estratégicos, para mostrar a quien accediese a su interior la nueva titularidad de la fortaleza. Para ello reutilizaron piezas de antiguos edificios italianos que sirvieron como base para esculpir su escudo nobiliario, tal y como puede observar el visitante en el llamado Salón de la Chimenea, donde se muestra el escudo de armas de los Corella esculpido sobre los restos del friso de un antiguo templo romano junto a una chimenea decorada con el águila bicéfala, correspondiente al escudo de la casa de Austria. No en vano, los Corella llegaron a estar muy cerca del poder real a lo largo del siglo XVI, siendo el mejor ejemplo de ello el matrimonio entre Guillem Roís de Corella, V conde de Cocentaina, con Brianda Hurtado de Mendoza, hija del mismísimo virrey de Valencia, en 1524.
Los Corella alzaron tres de las cuatro torres del edificio, cambiaron los niveles interiores, dotaron a la fortaleza de caballerizas en su ala norte, así como la cocina, zonas para el servicio y zonas reservadas para la familia. Un conjunto de escaleras de caracol comunicaba de forma privada las estancias interiores y añadieron al ala oeste —la que se muestra hacia el antiguo arrabal morisco— pequeñas saeteras con la finalidad de facilitar la custodia del edificio. Para asegurar su defensa, en las dos torres que flanquean la entrada principal abrieron dos oberturas para colocar armas de artillería y un gran matacán en la vertical del mismo acceso, de forma que el enemigo quedase atrapado en un fuego cruzado ante las mismas puertas.

El arte al servicio de la propaganda: las estancias interiores
Si el exterior del palacio resulta atractivo para el visitante, es de obligada visita recorrer sus estancias interiores, de las que destacan la Sala Daurada, el Salón de Embajadores y la Capilla de San Antonio Abad.
La Sala Daurada, restaurada en 1994 por el ayuntamiento contestano, ocupa el primer nivel de la llamada torre del homenaje o Torre del Paraigües, como se la conoce popularmente. Su bóveda, dividida en doce espacios triangulares y uno central con forma de rombo, fue un encargo del IX conde de Cocentaina al pintor Jerónimo Rodríguez de Espinosa, padre del célebre pintor Jerónimo Jacinto de Espinosa, uno de los más destacados artistas del barroco valenciano. Las pinturas, ejecutadas entre 1613 y 1623, pretenden emparentar a los Corella con los reyes de Navarra y muestran diferentes batallas en las que esta familia ayudó a la monarquía. El conjunto impresiona al visitante y está considerado como uno de los mejores ejemplos del barroco valenciano.
La Sala de Embajadores ocupa todo el ala este del primer nivel, está dividida en cuatro secciones y comunica dos de las cuatro torres de la fortaleza. Destaca su rica ornamentación en el artesonado de madera y yeso, así como sus azulejos en el suelo. Es un claro ejemplo de proporciones renacentistas donde la línea recta articula toda su distribución.
Actualmente, alberga el museo municipal de obras de arte, destacando la Biblia Sacra datada entre los siglos XIII-XIV (un códice manuscrito en latín de las Sagradas Escrituras) y el retablo de Santa Bárbara, obra gótica del siglo XIV. Por unas escaleras de caracol ocultas tras un muro se puede descender al nivel inferior hasta llegar a la Capilla de San Antonio Abad, un lugar de culto reservado para el círculo más privado de la familia Corella. Es una capilla con una estructura gótica y decoración renacentista, que muestra perfectamente la superposición de los dos estilos.

Los Benavides, los Medinaceli y su última venta
La familia Corella ostentó la titularidad del edificio entre 1448 y 1629. Habitaron en él durante la mayor parte del siglo XVI, pero a partir del siglo XVII sus propietarios ya no moraron en el lugar de forma permanente, pues la pequeña nobleza buscará estar más cerca de la corte real en Madrid. A esta ausencia cada vez más prolongada hay que añadir los efectos que supuso la expulsión de los moriscos por decisión del rey Felipe III en 1609. Debemos tener presente que la población morisca, que llegó a suponer un tercio de la población e incluso el total de los habitantes en muchos lugares cercanos, eran vasallos de los Corella, pagaban sus impuestos a esta familia y su expulsión debió suponer una importante merma en sus ingresos.
Con el matrimonio de Antonia Ruiz de Corella con Diego de Benavides en 1629, el Palacio Condal pasó a la familia de los Benavides, y posteriormente sería patrimonio de la Casa Ducal de Medinaceli, pero el edificio ya había visto pasar sus mejores momentos. Es de justicia decir que los Benavides ampliaron el conjunto monumental, construyendo en el ala norte un convento de clarisas para custodiar la imagen de la Virgen María, regalada por el papa Nicolás V al primer conde. Su iglesia, visitable todas las mañanas, es un homenaje al barroco con cuadros originales de Paolo de Matteis y con el altar y camerino de Antonio Aliprandi. Entre los siglos XVIII al XX, su gestión la realizaba un administrador que controlaba el patrimonio familiar de estas casas nobiliarias, cuya presencia física en el edificio será muy ocasional.

Refugio antiaéreo en la Guerra Civil y venta al ayuntamiento
El recinto del Palacio Condal tenía reservado un último episodio en su larga vida, en este caso como refugio antiaéreo durante el tramo final de la Guerra Civil española. Con capacidad para unas 1400 personas, fue excavado en 1938 a 15 metros de profundidad bajo el mismo patio de armas, y presenta varias entradas que conducen a las diferentes partes de la localidad. Fue restaurado en 2020, es visitable y resulta un elemento más que enriquece la dilatada historia del edificio. En él se refugiaba la población cuando se aproximaban los aviones italianos al servicio del bando franquista para bombardear objetivos estratégicos industriales, como la cercana ciudad de Alcoy o Alicante.
Entrado el siglo XX, en los años 40, la Casa de Medinaceli vendió el edificio a diferentes familias de Cocentaina, que le dieron muy diversos usos. Así, la antigua fortaleza medieval albergó dos bares, una fábrica de cajas de cartón, viviendas particulares, una cochera de automóviles, churrerías, comercios y hasta fue la sede de algunas comparsas de moros y cristianos. Será a partir de 1975 cuando el Ayuntamiento contestano comience a adquirir el edificio, restaurando en diferentes fases sus estancias interiores y su fachada exterior. No hace demasiado tiempo de ello, pues la Sala Daurada pasó a ser de titularidad municipal en 1992.
Actualmente, el Palacio Condal de Cocentaina alberga diferentes eventos culturales, especialmente en la concurrida Fira de Tots Sants (declarada de interés turístico internacional y celebrada cada 1 de noviembre) y también en las noches de verano, con conciertos de música clásica en la segunda semana de julio con la celebración del SENTME (Simposio-Encuentro de Nuevas Tendencias en Música y Educación), así como en agosto, con los fantásticos conciertos de música para fiestas de moros y cristianos. En su entrada se encuentra la Oficina de Turismo, con toda la información necesaria para el visitante.

Otros lugares de interés en Cocentaina son los castillos del cerro de San Cristóbal y el de Penella, el Convento de San Sebastián —regentado por la orden franciscana—, las iglesias de Santa María y El Salvador, el Museu Etnològic i Arqueològic del Centre d’Estudis Contestans, los restos de la muralla medieval o la Casa del Fester, donde se conserva la partitura original del universal pasodoble Paquito El Chocolatero, compuesto por el contestano Gustavo Pascual Falcó en 1937.
Por último, y si el viajero se anima, la cercana sierra Mariola ofrece un sinfín de rutas donde disfrutar de la naturaleza, así como de la gastronomía y patrimonio cultural de los siete pueblos que la rodean: Cocentaina, Muro, Agres, Alfafara, Bocairent, Banyeres de Mariola y Alcoy.
Referencias
- VV.AA., Cocentaina, arte historia y monumentos. Ed. Pía Unión Virgen del Milagro, Cocentaina,1988.
- Llorens Gilabert, Joanjo, 11 Personatges per a una història. Revista de Fiestas de la Mare de Déu de Cocentaina, 2025.
- Richart Gomá, Jaume, Los Corella, condes de Cocentaina. Memoria histórica de su linaje, S. XIII-XVIII. Ajuntament de Cocentaina, 2020.
- Fullana Mira, Luis, Historia de la villa y condado de Concentaina, ed. La Industrial, Valencia, 1920.