Toda la verdad sobre las hadas: un rompedor ensayo reconstruye la historia de estos seres feéricos desde la antigüedad a nuestros días

Un nuevo ensayo del historiador Francis Young explora el legado oscuro de las hadas en la historia. Una obra que redefine lo que creíamos saber sobre estos seres.
Ser feérico
Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto - Hada

Corría el año 1880 cuando un sacerdote ortodoxo acudió a una de las granjas de la localidad de Karksi, en el sur de Estonia, para realizar un exorcismo. Los campesinos del lugar afirmaban que un espíritu doméstico llamado Pel se dedicaba a perturbar su granero. Hubo testigos que incluso aseguraron haber visto a la entidad desnuda que, sentada en las escaleras, acunaba a un niño. Este episodio tan curioso, que parece salido de la leyenda y no de las fuentes históricas, le ha servido al historiador y folclorista Francis Young para inaugurar su reciente ensayo Hadas: una historia (Fairies: A History, 2026). Así, Young renueva la percepción contemporánea de las hadas, que suele incidir en una imagen amable, y las presenta como lo que fueron: entidades temidas durante siglos.

El autor propone una historia cultural global de estas entidades ambiguas que, sin ser angélicas ni demoníacas, muestran una sociabilidad cercana a lo humano. Desde las colinas sagradas del paganismo europeo hasta las hadas globalizadas del siglo XXI, Young defiende que la creencia en lo feérico constituye un espejo de la conciencia humana, una forma persistente de interpretar lo invisible.

Hadas
Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Definir lo indefinible: ¿qué es realmente un hada?

Para Young, las hadas, ya sean las aos sí irlandesas, los elfos nórdicos o los vilas eslavos, pertenecen a lo que el autor denomina "lo sobrenatural social". El término engloba a aquellos seres que, pese a no ser humanos, viven en sociedades semejantes a la nuestra, con jerarquías, familias y conflictos. A diferencia de los fantasmas o los demonios, además, los seres feéricos poseen cuerpos, interactúan físicamente con los humanos y encarnan la ambivalencia moral del mundo natural.

Teniendo en cuenta la amplitud de esta definición, son muchas las criaturas del folclore europeo que se pueden incluir en el grupo de las hadas. El término inglés fairy, por ejemplo, hoy tan común, proviene del francés medieval faerie. Su difusión, sin embargo, fue tardía. Adoptado a partir del siglo XV en Inglaterra, sustituyó a una miríada de entidades sobrenaturales antaño diferenciadas, como los antiguos elves o los poukes. Como advierte Young, esta palabra inglesa se aplicó de modo indiscriminado a espíritus de culturas distintas, creando una categoría artificial, pero útil para analizarlas.

Con todo, las hadas se resisten a cualquier intento de reduccionismo taxonómico. De hecho, su ambigüedad forma parte esencial de su naturaleza. Nombrarlas, además, siempre fue tabú: se prefería aludir a ellas como "la buena gente", un eufemismo destinado a evitar su cólera.

Elfo

Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

La genealogía de las hadas: difusión, herencia y entorno

Young repasa tres teorías sobre la semejanza de los relatos feéricos europeos. La primera, la difusionista, sostiene que los motivos viajaron entre pueblos a través del contacto cultural. La segunda teoría, por su parte, se funda en la búsqueda de un ancestro común, ya sea a partir de las religiones indoeuropeas o incluso en el animismo mesolítico. La tercera enfatiza la importancia del entorno compartido: las sociedades agrícolas del hemisferio norte, al tener que enfrentarse a fenómenos naturales similares, generaron explicaciones parecidas. Según el autor, sin embargo, ninguna de las tres basta por sí sola: las hadas son fruto de la convergencia de todas ellas.

Por otro lado, y en contra de la idea decimonónica que interpreta las hadas como meras supervivencias paganas, Young afirma que el folclore no se conserva como un insecto atrapado en el ámbar, sino que se reinterpreta continuamente. Las comunidades humanas, por tanto, no heredan de forma pasiva las viejas creencias, sino que las remodelan sin cesar para responder a nuevas realidades. Esto es, justamente, lo que ha sucedido (y aún sucede) con las hadas a lo largo de los últimos 2.000 años.

Hada

Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

¿Quién tiene vergüenza de creer en las hadas?

En la cultura occidental moderna, creer en las hadas se ha convertido en sinónimo de ingenuidad. Desde el siglo XVII, la racionalidad científica desplazó aquellas formas de percepción y representación que permitían experimentar lo invisible. El episodio de las famosas fotografías de Cottingley (1917), un montaje que buscaba probar la existencia de las hadas y que el propio Arthur Conan Doyle, creador de Sherlock Holmes, tomó por veraz, selló esa asociación entre fe en las hadas y credulidad. Sin embargo, Francis Young subraya que, hasta el siglo XVII, la cuestión principal nunca fue determinar si las hadas existían, sino establecer qué eran y cómo encajaban en la creación divina.

En el ensayo, Young deja patente que burlarse de la figura de las hadas es un mecanismo de defensa cultural. Reírnos de ellas, sostiene, equivale a exorcizar una forma de percepción que amenaza nuestra visión racional de la realidad. Incluso el paleoantropólogo francés Ludovic Slimak ha interpretado la desaparición de la creencia en las hadas como una “extinción mitológica” que empobrece la relación humana con la naturaleza.

Duende
Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Las hadas y la fe cristiana

Si bien se podría pensar que estos espíritus que habitan entre el cielo y la tierra se nutren de un origen pagano, Young observa que todas las tradiciones europeas sitúan a las hadas en un perpetuo diálogo con el cristianismo, una religión que nunca las reconoció. Sin embargo, los campesinos cristianos sí integraron las entidades feéricas en su cosmología popular sin llegar a contradecir su fe. La Iglesia toleró, en gran medida, esa ambigüedad que interpretaba a las hadas como criaturas menores de Dios o como almas errantes.

Distinguir entre paganismo y ortodoxia cristiana, por tanto, no contribuye al debate. Las hadas sobrevivieron y prosperaron dentro del cristianismo. Así, formaban parte de una religiosidad paralela que respondía a necesidades espirituales concretas (la fertilidad, la necesidad de protección, la explicación de una desgracia) que el dogma oficial no cubría. Por ello, las hadas pueden considerarse productos del mestizaje entre la teología y la experiencia cotidiana.

El reino de las hadas: un espejo social

Todo mundo feérico presenta un orden social bien establecido. Como en el mundo de los humanos, hay reyes, reinas, ejércitos, fiestas y jerarquías. Esa estructura paralela convierte a las hadas en una metáfora de la humanidad, un espejo de nuestra realidad en el que lo bello y lo terrible conviven sin separarse.

El autor sugiere, así,que la historia de las hadas es, también, la historia de nuestra conciencia. En las visiones animistas del pasado, la naturaleza se percibía habitada por presencias extrahumanas. En la contemporaneidad, el pensamiento racional las expulsó del debate, pero solo en parte. La necesidad humana de maravillarse, de pensar lo mágico o, simplemente, de cuestionarse los límites de lo real hacen de las hadas una presencia cultural necesaria.

Referencias

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