Un hallazgo insólito en un jardín de Nueva Orleans: encuentran una piedra en su patio trasero y resultó ser la lápida de un soldado romano de hace 1.900 años

Lo que parecía una simple losa terminó siendo la tumba de un soldado del Imperio romano, extraviada desde la Segunda Guerra Mundial.
La piedra está consagrada a la memoria del soldado Sextus Congenius Verus
La piedra está consagrada a la memoria del soldado Sextus Congenius Verus. Foto: D. Ryan Gray

Cuando Daniella Santoro y su esposo Aaron Lorenz decidieron limpiar el jardín trasero de su casa en el barrio de Carrollton, en Nueva Orleans, jamás imaginaron que estaban a punto de desenterrar un fragmento tangible del mundo antiguo. Lo que creyeron inicialmente que era una simple losa de piedra resultó ser una lápida funeraria romana del siglo II d.C., perteneciente a un soldado que sirvió en la poderosa flota pretoriana del Imperio. Un hallazgo tan improbable como fascinante que ha activado una operación internacional de repatriación, con el FBI, museos italianos y un equipo académico transatlántico implicado.

La historia, narrada en detalle por el arqueólogo D. Ryan Gray en un comunicado publicado por el Preservation Resource Center of New Orleans (PRC), ha cruzado fronteras. Porque este hallazgo no solo pone en primer plano la increíble historia de Sextus Congenius Verus, el soldado homenajeado por la lápida, sino que también abre la puerta a un misterio aún sin resolver: ¿cómo terminó este objeto en un tranquilo jardín del sur de Estados Unidos?

Una inscripción en latín revela el enigma

Todo comenzó en marzo de este año, cuando Santoro, antropóloga de Tulane University, encontró la piedra semienterrada mientras limpiaba maleza en su patio. Sorprendida por la presencia de una inscripción en latín, contactó con Gray, arqueólogo de la Universidad de Nueva Orleans. Lo que en principio parecía un posible indicio de un antiguo cementerio local —algo no inusual en una ciudad como Nueva Orleans, donde muchas construcciones se alzan sobre antiguos terrenos funerarios—, pronto reveló ser otra cosa.

Gray, consciente de sus limitaciones con el latín, decidió enviar una fotografía de la piedra al profesor Harald Stadler de la Universidad de Innsbruck, quien a su vez la compartió con su hermano, un profesor de latín. Paralelamente, Santoro contactó con la doctora Susann S. Lusnia, profesora asociada de Estudios Clásicos en Tulane. De forma independiente, ambos expertos llegaron a la misma conclusión: se trataba de una auténtica lápida romana dedicada a un soldado llamado Sextus Congenius Verus.

Santoro y Lorenz aparecen en los escalones traseros de su casa junto a la piedra funeraria
Santoro y Lorenz aparecen en los escalones traseros de su casa junto a la piedra funeraria. Foto: D. Ryan Gray

La inscripción, cuidadosamente grabada sobre el mármol, reza:

«D(is) M(anibus)/S(e)x(to) Congenio Vero/mi(liti) cl(assis) p(raetoriae) Mi(senensis) natio(ne) Bes(so)/vixit an(nis) XLII mi(litavit) an(nis)/XXII, Tutela ((triere)) Asc(l)epio/fece(runt) Atilius Carus/et Vettius Longi/nus heredes/b(ene) m(erenti)»

La traducción aproximada sería: “A los espíritus de los difuntos. A Sextus Congenius Verus, soldado de la flota pretoriana Misenensis, originario del pueblo de los Bessos (una tribu tracia), vivió 42 años y sirvió 22 en el ejército, en la trirreme Asclepio. Atilius Carus y Vettius Longinus, sus herederos, hicieron esto para él, merecedor de ello”.

El hallazgo no solo confirmaba que la piedra era una tumba romana de hace más de 1.900 años, sino que además coincidía con una pieza registrada como desaparecida tras la Segunda Guerra Mundial del museo arqueológico de Civitavecchia, una ciudad portuaria al noroeste de Roma. Este detalle elevó el descubrimiento de una curiosidad arqueológica a un asunto de patrimonio cultural internacional.

De la Italia romana al jardín de Louisiana

La siguiente gran pregunta era inevitable: ¿cómo una lápida romana del siglo II terminó en una vivienda de Nueva Orleans en pleno siglo XXI?

Las primeras indagaciones apuntaron al historial de la vivienda. Según los registros del censo, el inmueble había pertenecido desde 1909 hasta 1991 a la familia de Frank Simon, un gerente de una compañía de calzado. Tras su muerte en 1945, la casa pasó a manos de sus hijas, todas ellas dedicadas a trabajos de venta al por menor o costura. Ninguno parecía tener un vínculo evidente con Europa ni con el tráfico de antigüedades.

El foco se trasladó entonces al vecino de al lado, un exmarino de la Segunda Guerra Mundial. No sería la primera vez que un soldado estadounidense trajera de regreso un “recuerdo” del viejo continente. Sin embargo, la investigación de los archivos militares realizada por el National World War II Museum reveló que aquel hombre solo había servido en el Pacífico.

La pista más reveladora llegó cuando la doctora Lusnia viajó a Italia por motivos de investigación y aprovechó para visitar el museo de Civitavecchia. Allí descubrió que, si bien la lápida figuraba en un inventario de 1954, este se había basado únicamente en documentos anteriores, no en la observación directa del objeto. Esto refuerza la hipótesis de que la piedra desapareció durante los bombardeos aliados entre 1943 y 1944, cuando el museo fue prácticamente destruido. No reabriría sus puertas hasta 1970.

Además, Lusnia pudo confirmar que tropas estadounidenses del 34º cuerpo del Quinto Ejército habían pasado por la ciudad tras la liberación de Roma. Aunque rastrear uno a uno a los soldados con conexiones con Nueva Orleans sería una tarea titánica e incierta, no se descarta que alguno pudiera haber tomado la piedra como un trofeo de guerra, en una época donde el control sobre el patrimonio cultural era mínimo.

La vivienda de Santoro en el barrio de Carrollton, en Nueva Orleans
La vivienda de Santoro en el barrio de Carrollton, en Nueva Orleans. Foto: D. Ryan Gray

Un misterio sin cerrar

Dado el valor histórico del objeto y su origen documentado, los expertos decidieron actuar rápidamente para facilitar su repatriación. Tess Davis, directora ejecutiva de la Antiquities Coalition, organización dedicada a la recuperación de bienes culturales, recomendó contactar con el Art Crime Team del FBI. La agencia recogió la lápida y la mantiene en custodia mientras se tramita su devolución a Italia.

El museo de Civitavecchia, según relatan sus responsables, espera con entusiasmo el regreso de la lápida de Sextus Congenius Verus y planea celebrarlo con un acto especial. “Para mí, esta historia refleja una maravillosa intersección entre la curiosidad de unos propietarios y el descubrimiento de algo inesperado e históricamente significativo”, escribió Gray en su comunicado.

Aunque es probable que nunca se sepa con certeza cómo este objeto cruzó el Atlántico, lo que sí queda claro es que su redescubrimiento ha movilizado a historiadores, instituciones y autoridades en una cadena de colaboración ejemplar. Y todo, gracias a una pareja que, un día cualquiera, decidió limpiar el jardín de su casa.

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