Arqueólogos hallan en Jerusalén un sello bíblico de 2.600 años con la huella de un funcionario del rey Josías, intacta desde la Antigüedad

Un sello de arcilla con nombre bíblico y huella humana intacta revela un episodio inédito de la administración en el antiguo Reino de Judá.
Sello de arcilla del periodo del Primer Templo con la inscripción ‘Yed[a‛]yah, hijo de Asayahu’, hallado en julio de 2025 por el Temple Mount Sifting Project
Sello de arcilla del periodo del Primer Templo con la inscripción ‘Yed[a‛]yah, hijo de Asayahu’, hallado en julio de 2025 por el Temple Mount Sifting Project. Foto: Temple Mount Sifting Project

En una bandeja de clasificación, entre fragmentos de cerámica y diminutos restos de huesos, un arqueólogo del Temple Mount Sifting Project detuvo la vista en lo que parecía un trozo de arcilla sin importancia. Un segundo examen reveló algo extraordinario: sobre su superficie había letras perfectamente conservadas, talladas hace más de 2.600 años en el alfabeto paleohebreo.

La inscripción, traducida, rezaba: “Perteneciente a Yed[a‛]yah (hijo de) Asayahu”. Aunque para el visitante ocasional esas palabras puedan sonar crípticas, para los historiadores representan un vínculo directo con un momento clave en la historia bíblica: la época del rey Josías, monarca de Judá en el siglo VII a.C., conocido por sus reformas religiosas y su papel central en la tradición judía.

Pero lo que convierte a este hallazgo en algo aún más personal es un detalle inesperado: en el reverso de la pieza, la arcilla conserva la impresión de una huella dactilar. Ese rastro humano pertenece, probablemente, a la misma persona que manejó el sello hace más de dos milenios, quizá el propio Yed[a‛]yah o un asistente que aseguraba la correspondencia y los almacenes del reino. No es solo un artefacto: es un apretón de manos a través del tiempo.

Un objeto de poder en la administración real

Durante el período del Primer Templo, las bullae —pequeños sellos de arcilla— eran esenciales para el control administrativo. Se utilizaban para cerrar bolsas, vasijas o cofres, garantizando que su contenido permaneciera intacto hasta llegar a su destino. El sello era tanto una firma como un símbolo de autoridad, pues solo quienes ocupaban posiciones relevantes podían estampar su nombre en un documento o un envío oficial.

El nombre inscrito, Asayahu, coincide con el de un funcionario mencionado en los libros bíblicos de Reyes y Crónicas como uno de los sirvientes de confianza del rey Josías. Si bien no se puede afirmar con certeza que se trate del mismo individuo, la coincidencia es significativa, especialmente teniendo en cuenta que este hallazgo procede del área del Monte del Templo, el corazón político y religioso de Judá en aquel tiempo.

En esa colina, donde se alzaba el Templo de Salomón, se concentraban tanto el culto como la administración real. Allí estaban el tesoro del Templo y probablemente también las dependencias que custodiaban bienes del reino. El sello podría haber servido para marcar envíos de metales preciosos, aceite de oliva o documentos que pasaban por las manos de la élite de Jerusalén.

El arqueólogo Mordechai Ehrlich muestra un sello de arcilla del Primer Templo
El arqueólogo Mordechai Ehrlich muestra un sello de arcilla del Primer Templo. Foto: Temple Mount Sifting Project

De la destrucción al rescate arqueológico

El Temple Mount Sifting Project nació como consecuencia de un episodio polémico a finales del siglo XX. Entre 1996 y 1999, durante obras no autorizadas para ampliar una mezquita subterránea en la zona conocida como las Caballerizas de Salomón, toneladas de tierra cargadas de vestigios arqueológicos fueron retiradas sin supervisión y vertidas en el valle del Cedrón.

Ante el riesgo de que ese patrimonio se perdiera para siempre, un equipo de arqueólogos decidió recuperar el material y someterlo a un minucioso proceso de cribado. Desde entonces, miles de voluntarios, estudiantes y turistas han trabajado junto a expertos para extraer y clasificar piezas que abarcan desde la Edad del Hierro hasta la época otomana.

El hallazgo de la bulla de Yed[a‛]yah es particularmente valioso por su excelente estado de conservación. La mayoría de las piezas recuperadas están fragmentadas o erosionadas, pero en este caso cada letra de la inscripción se distingue con claridad. Para documentarla, los investigadores han utilizado técnicas de fotografía avanzada que permiten resaltar detalles invisibles a simple vista, creando un archivo digital que preservará la pieza incluso si la arcilla se degrada con el tiempo.

Un contexto cargado de simbolismo

El momento de su descubrimiento no ha pasado desapercibido. La pieza salió a la luz poco antes de Tisha B’Av, la fecha más solemne del calendario judío, en la que se recuerda la destrucción tanto del Primer como del Segundo Templo. Encontrar un objeto que perteneció a un funcionario vinculado a la administración de aquel santuario justo en esos días ha añadido una carga simbólica al hallazgo.

La inscripción ofrece además un detalle lingüístico revelador: la forma “Asayahu” incluye una letra final que evoca el nombre de Dios, un recurso común en nombres personales de la época, reflejando la profunda religiosidad del Reino de Judá y la forma en que la identidad personal se entrelazaba con la fe.

Para los arqueólogos, piezas como esta confirman que el Monte del Templo fue un núcleo administrativo además de religioso. No era un espacio de uso popular, sino el centro neurálgico desde el que se gestionaban los asuntos más delicados del reino.

El proyecto ha recuperado piezas antiguas procedentes de la tierra del Monte del Templo que fue retirada sin supervisión
El proyecto ha recuperado piezas antiguas procedentes de la tierra del Monte del Templo que fue retirada sin supervisión. Foto: Temple Mount Sifting Project

Eso sí, más allá de su valor como reliquia, el hallazgo permite tejer un relato más amplio sobre la vida en Jerusalén en tiempos de Josías. Aquella era una ciudad fortificada, con un bullicioso mercado, escribas que registraban transacciones y sacerdotes que velaban por el culto. Los almacenes debían estar repletos de aceite, vino, cereales y ofrendas destinadas al Templo, todos ellos recursos que requerían control y custodia.

Sellos como el de Yed[a‛]yah actuaban como garantes de que el sistema funcionaba y que los bienes llegaban a su destino sin ser alterados. Cada vez que la arcilla blanda se presionaba contra un nudo de cuerda, quedaba registrado no solo un nombre, sino la autoridad y la responsabilidad de quien lo portaba.

La huella dactilar conservada añade un elemento casi íntimo a la historia. Frente a otros hallazgos arqueológicos que pueden parecer lejanos o impersonales, aquí tenemos el rastro físico de una mano que trabajó, quizá con prisa, quizá en un momento rutinario, sin imaginar que su gesto quedaría inmortalizado durante milenios.

Un hallazgo que multiplica preguntas

Aunque el descubrimiento aporta nuevas evidencias sobre la élite administrativa de Judá, también plantea incógnitas. ¿Qué tipo de bienes o documentos marcaba este sello? ¿Hasta qué punto el hijo de Asayahu siguió los pasos de su padre en la corte de Josías? ¿Podría haber desempeñado un papel en las reformas religiosas que caracterizaron aquel reinado?

Lo cierto es que cada hallazgo de este tipo amplía el mosaico histórico de Jerusalén, pero rara vez ofrece respuestas definitivas. La arqueología en el Monte del Templo, además, está limitada por las tensiones políticas y religiosas que rodean al lugar, lo que obliga a los investigadores a trabajar con lo que ya está fuera del subsuelo.

Mientras tanto, el sello de Yed[a‛]yah se convierte en una de las piezas más significativas recuperadas por el proyecto. No solo por su rareza y estado, sino porque condensa en apenas dos centímetros de arcilla toda una historia de poder, fe y vida cotidiana en el corazón del antiguo Jerusalén.

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