En una cueva del norte de Vietnam, un grupo de arqueólogos ha encontrado los restos de un hombre que vivió hace aproximadamente 12.000 años, en pleno final del Pleistoceno. Lo que parecía otro esqueleto antiguo más terminó revelando una historia dramática: una muerte violenta causada por una pequeña arma de piedra que atravesó su cuello. Los investigadores creen que podría tratarse de uno de los casos de homicidio más antiguos conocidos en el sudeste asiático.
Este hallazgo, documentado en un estudio publicado en Proceedings of the Royal Society B, ha despertado el interés de la comunidad científica por su estado de conservación y por el escenario que propone: un conflicto interpersonal entre grupos de cazadores-recolectores en una etapa temprana de la prehistoria. Según los autores, la combinación entre un hueso fracturado, una punta de cuarzo no local y signos de infección permite reconstruir los últimos días del individuo conocido como TBH1, con un nivel de detalle poco común en registros tan antiguos.
Una excavación en un paisaje Patrimonio de la Humanidad
El esqueleto fue recuperado entre diciembre de 2017 y abril de 2018 en el yacimiento arqueológico Thung Binh 1, ubicado dentro del Tràng An Landscape Complex, un sitio reconocido por la UNESCO en la provincia de Ninh Binh. Allí, dentro de una colina de piedra caliza y bajo metros de sedimento, apareció el cráneo fragmentado de un adulto en posición fetal. A pesar de su deterioro, la preservación general fue notable: los arqueólogos lograron reconstruir gran parte del cráneo y el esqueleto postcraneal, lo que permitió realizar análisis detallados de edad, salud y posible causa de muerte.
El estudio señala que TBH1 era un varón de unos 35 años y que se encontraba en buen estado de salud general en el momento de su fallecimiento. Esto resulta significativo, ya que no se hallaron señales de enfermedad crónica o deficiencias que pudieran explicar una muerte repentina. “El análisis osteológico indicó buena salud durante la vida”, escriben los autores en el artículo científico. Esta ausencia de patologías visibles condujo a los investigadores a prestar especial atención a un detalle poco común: un daño localizado en una costilla cervical accesoria.

Una fractura que sugiere un ataque
La pista clave apareció en uno de los huesos menos comunes del cuerpo: una costilla cervical, una anomalía congénita presente en un porcentaje muy bajo de la población. En el caso de TBH1, esta costilla mostraba una fractura con signos de infección activa, lo que indicaba una lesión traumática sufrida en vida y que no llegó a sanar completamente.
Durante la excavación en laboratorio, los investigadores encontraron en la misma zona del cuello una diminuta punta de cuarzo de unos 18 mm, cuidadosamente tallada. Este artefacto, identificado como el número 268 en el catálogo, no corresponde a la tecnología lítica local. De hecho, "la ausencia de tecnología similar dentro del macizo de Tràng An sugiere que representa un elemento tecnológico no local", indican en el estudio.
La combinación entre el proyectil de piedra y la fractura infectada llevó a los autores a proponer una hipótesis clara: TBH1 fue herido por una flecha o lanza con punta de cuarzo, lo que le provocó una infección que acabó con su vida semanas o incluso meses después. La anatomía de la lesión sugiere un impacto estrecho y penetrante, compatible con un arma ligera lanzada a distancia. “El impacto fue lo suficientemente preciso como para fracturar la costilla sin causar un daño letal inmediato al cuello”, escriben.

Un arma extraña para la región
Uno de los aspectos más intrigantes del hallazgo es el propio artefacto. La punta de cuarzo no solo es inusual por su morfología —pequeña, triangular, con retoques a lo largo de los bordes—, sino también por su procedencia. Según el análisis lítico, no se parece a ninguna de las herramientas de piedra recuperadas en el sitio ni en sus alrededores. Este detalle plantea preguntas sobre la movilidad de los grupos humanos y el posible contacto entre comunidades.
El estudio sugiere que este tipo de proyectil podría haber sido parte de una tecnología microlítica compuesta, es decir, una herramienta más compleja ensamblada con otros materiales. Estas armas miniaturizadas son conocidas en contextos insulares del sudeste asiático, pero son rara vez documentadas en contextos continentales tan antiguos como este. El hecho de que esta punta haya aparecido justo donde se halló la lesión convierte a este objeto en una evidencia directa de violencia interpersonal en el Pleistoceno.

Violencia en tiempos prehistóricos
Aunque la violencia humana tiene una larga historia, casos como el de TBH1 no son fáciles de detectar en el registro arqueológico. En este sentido, el estudio afirma que "la recuperación de restos humanos del Pleistoceno tardío con trauma es una rareza", y que este caso "representa, hasta donde sabemos, el más antiguo de su tipo en el sudeste asiático continental".
Los investigadores comparan este hallazgo con otros casos conocidos de violencia prehistórica, como los cuerpos del cementerio de Jebel Sahaba, en Sudán (13.000 años), o el caso de Ötzi, el Hombre de Hielo, asesinado en los Alpes hace más de 5.000 años. Sin embargo, en el caso de TBH1, el nivel de conservación y la coincidencia entre el proyectil y la fractura ofrecen una evidencia inusual de ataque deliberado.
Esto no significa que sea el asesinato más antiguo del mundo, pero sí uno de los más antiguos documentados con pruebas tan claras. Además, su ubicación en el sudeste asiático continental le da un valor excepcional para comprender cómo eran las interacciones humanas en esa región durante el Pleistoceno tardío.
Un retrato humano de hace 12.000 años
Más allá de la herida fatal, el análisis detallado de TBH1 ofrece una ventana a las poblaciones humanas del pasado. La reconstrucción del cráneo permitió realizar comparaciones con otros restos de la región y con poblaciones actuales del sudeste asiático. El análisis de ADN mitocondrial mostró que el individuo pertenecía a un linaje materno del macrohaplogrupo M, asociado con los primeros colonizadores de Asia.
Además, la forma del cráneo y otros rasgos físicos lo vinculan con poblaciones de cazadores-recolectores autóctonos de la región, sin evidencia de mezcla con migrantes agrícolas posteriores. El cuerpo de TBH1, por tanto, pertenece a una población indígena anterior a la llegada de los pueblos que introdujeron la agricultura en Asia Oriental.
La investigación también estimó que TBH1 medía cerca de 1,70 metros de altura y que, salvo una leve lesión en el tobillo, llevaba una vida físicamente activa pero saludable. Todo esto ayuda a componer una imagen más completa de un individuo que, de otro modo, habría permanecido en el anonimato durante milenios.
Referencias
- Stimpson CM et al. 2025. TBH1: 12,000-year-old human skeleton and projectile point shed light on demographics and mortality in Terminal Pleistocene Southeast Asia. Proceedings of the Royal Society B, 292:20251819. https://doi.org/10.1098/rspb.2025.1819.